P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
El
dogma de la Inmaculada Concepción de la virgen María, significa que María fue
liberada del pecado original. Es decir, que María fue concebida en el seno de
su madre (Santa Ana) y con la colaboración de su esposo (San Joaquín), que
nació según la carne y sin pecado original. Pecado original originado al que
están sometidas todas las criaturas humanas desde el pecado de Adán y Eva en el
paraíso.
En
el orden cronológico de la vida de la Santísima Virgen María, el primero de los
grandes privilegios concedidos por Dios fue en atención a su futura maternidad
divina, por tanto la Inmaculada Concepción de la Virgen María en el seno de su
madre fue quedar inmune del pecado original.
INTRODUCCIÓN
Para
ambientar un poco este gran privilegio y todos los demás relativos a la
Santísima Virgen María, es conveniente recordar la grandeza inmarcesible a la
que la eleva su "maternidad divina". Todos los títulos
y grandezas de María arrancan del hecho único de su maternidad divina. María es
Inmaculada (sin mácula, sin mancha de pecado), llena de gracia, colaboradora en
la obra de la redención, subió en cuerpo y alma a los cielos para ser desde
allí Reina de cielos y tierra, mediadora universal de todas las gracias, y
demás dones atributos, todo ello, porque es la Madre de Dios. La maternidad
divina la coloca a tal altura, que Sto. Tomás de Aquino, no duda en calificar
su dignidad por encima de todas las demás criaturas.
Y
es porque María, en virtud de su maternidad divina, y por su participación en
el misterio de la Encarnación, entra a formar parte del orden hipostático, pues
su maternidad es un elemento indispensable para la encarnación del Verbo de
Dios, de su seno virginal nace Jesús, que es enviado por el Padre para realizar
la redención del género humano, reconciliando a todo el género humano con su
Padre. La maternidad divina de María establece un parentesco de naturaleza, una
relación de consaguinidad con Jesucristo y una, por decirlo así, una especie de
afinidad con toda la santísima Trinidad (la piedad popular proclama: María,
hija de Dios Padre; Madre de Dios Hijo; esposa del Espíritu Santo).
La
maternidad divina, que termina en la Persona increada del Verbo hecho carne
(misterio de la encarnación), supera, pues, por su fin, de una manera infinita,
a la gracia y la gloria de todos los elegidos y a la plenitud de gracia y de
gloria recibida por la misma Virgen María. De este hecho real, María como Madre
del Redentor, arranca el llamado " principio del consorcio", en
virtud del cual Jesucristo asocia íntimamente a su divina Madre a toda su
misión redentora y santificadora.
Siendo
esto así, nada debe de sorprendernos ni extrañarnos en torno a las gracias y
privilegios de María, por grandes y extraordinarios que sean. Y que como hemos
dicho anteriormente, en el orden cronológico, es el privilegio singularísimo de
su concepción inmaculada en el seno de su madre, y de la plenitud de gracia con
que fue enriquecida su alma desde el primer instante de su ser natural.
4.1. DOGMA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
Podemos afirmar
el siguiente enunciado que: "Por gracia y privilegio singularísimo de Dios
omnipotente, en atención a los méritos previstos de Jesucristo Redentor, la
Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original
en el primer instante de su concepción". (Dogma de fe, definido por la
Iglesia).
Sagrada
Escritura: No hay en ella ningún texto explícito sobre este misterio, pero sí
hay algunas insinuaciones que, elaboradas por la tradición cristiana y puestas
del todo en claro por el Magisterio de la Iglesia, ofrecen algún fundamento
escriturístico para la definición del dogma.
Gen,
3, 15: Dijo Dios a la serpiente: "Pongo perpetua enemistad entre ti (la
serpiente) y la mujer (María) y entre tu linaje (de la serpiente, son los hijos
de las tinieblas) y el suyo (los hijos espirituales de María, que son hijos de
la luz).
Lc
1, 35: El ángel le saludó diciendo: "Dios te salve, llena de gracia, el
Señor es contigo".
Lc
1, 42: Su pariente Isabel con gran gozo lo dijo a María: "¡Bendita tú
entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!".
Lc
1, 49: La Virgen María llena de gozo proclamó: "Porque ha hecho en mí
maravillas el Todopoderoso, cuyo nombre es santo".
No
bastan estos textos para probar por sí mismos el privilegio de la Inmaculada
Concepción de María. Pero la Bula "Ineffabilis Deus", por la
que el papa Pío IX definió el 8 de diciembre de 1854, el dogma de la Inmaculada
Concepción de la Santísima Virgen María, los cita como remota alusión
escriturística al singular privilegio de María Inmaculada. El papa Pío IX
pronuncia la fórmula dogmática afirmando: "Declaramos, afirmamos y
definimos que ha sido revelado por Dios, y, de consiguiente, que debe ser
creída firme y constantemente por todos los fieles, la doctrina que sostiene
que la santísima virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa
original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y
privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo,
salvador del género humano".
4.2.
LOS SANTOS PADRES
Estos santos varones, representantes
auténticos de la tradición cristiana fueron elaborando poco a poco la doctrina
de la Inmaculada Concepción de María, que no siempre brilló en la Iglesia con
la misma claridad. En la historia y evolución de este dogma pueden distinguirse
los siguientes principales períodos:
a. Período de creencia implícita y tranquila
Se extiende hasta el Concilio de Efeso, 431. Los Santos Padres aplican a María
los mismos calificativos de "santa", "inocente",
"purísima", "intacta", " incorruptible",
"inmaculada", etc. En esta época sobresalen en sus alabanzas a
María, San Justino, San Ireneo, San Efrén, San Ambrosio y San Agustín.
b. Período inicial de la proclamación explícita
Se extiende hasta el Siglo XI. La fiesta litúrgica de la Inmaculada Concepción
comienza a celebrarse en algunas iglesias de Oriente desde el Siglo VIII, en
Irlanda desde el Siglo IX, y en Inglaterra desde el Siglo XI. Después se
propaga a España, Italia y Alemania.
c. Período de las controversias o discusiones
Siglos
xII al XIV. Nada menos que San Bernardo, San Anselmo y grandes teólogos
escolásticos del siglo XIII y siguientes, entre los que se encuentran Alejandro
de Hales, San Buenaventura, San Alberto Magno, Santo Tomás de Aquino, Enrique
de Gante y Egidio Romano, negaron o pusieron en duda el privilegio de la
Inmaculada Concepción de María por no hallar la manera de armonizarlo
intelectualmente con el dogma de la Redención Universal de Cristo, que no
admite una sola excepción entre los nacidos de mujer.
Todos
estos autores y otros muchos más, a pesar de su devoción y piedad mariana, intensísima en la mayor parte de
ellos, tropezaron con ese obstáculo dogmático, que no supieron resolver
teológicamente, y, muy a pesar suyo, negaron o pusieron en duda el singular
privilegio de María. Sin duda alguna, todos ellos lo hubieran proclamado
alborozadamente si hubieran sabido resolver ese aparente conflicto en la forma
tan que se resolvió después.
d. Período de reacción y de triunfo del dogma de la Inmaculada Concepción
Siglos XIV a XIX. Iniciado por Guillermo de Ware y por Escoto, se abre un
período de reacción contra la doctrina que negaba o ponía en duda el privilegio
de María de su Inmaculada Concepción, hasta ponerlo del todo en claro y
armonizarlo perfectamente con el dogma
de la Redención Universal de Cristo. Con algunas alternativas, la doctrina
inmaculista se va imponiendo cada vez más, hasta su proclamación dogmática por
el papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854.
e. El Magisterio de la Iglesia
He aquí el texto
emocionante de la declaración dogmática de la Inmaculada Concepción de María
desde el instante mismo de su concepción
"Después
de ofrecer sin interrupción a Dios Padre, por medio de su Hijo, con humildad y
penitencia, nuestra privadas oraciones y súplicas de la Iglesia, para que se
dignase dirigir y afianzar nuestra mente con la virtud del Espíritu Santo,
implorando el auxilio de toda la corte celestial e invocando con gemidos el
Espíritu paráclito e inspirándonoslo él mismo:
Para
honor de la santa e individua Trinidad, para gloria y ornamento de la Virgen
Madre de Dios, para exaltación de la fe católica y aumento de la cristiana
religión, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados
Pedro y Pablo y con la nuestra propia, declaramos, pronunciamos y definimos que
la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María, en el primer instante
de su concepción, por gracia y privilegio singular de Dios omnipotente, en
atención a los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, fue
preservada inmune de toda mancha de la culpa original, ha sido revelado por
Dios y, por tanto, debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles.
Por
lo cual, si algunos fieles - lo que Dios no permita - presumieren sentir en su
corazón de modo distinto a como por Nos ha sido
definido, sepan y tengan por cierto que están condenados por su propio juicio,
que han naufragado en la fe, y que se
han separado de la unidad de la Iglesia", Denz 1641.
f. La razón teológica
Siglos enteros necesitó la pobre
razón humana para hallar el modo de concordar la concepción Inmaculada de María
con el dogma de la Redención Universal de Cristo para salvar a todo el género
humano, que afecta a todos los descendientes de Adán, sin excepción alguna para
nadie, ni siquiera para la Madre de Dios. Pero por fin, se hizo la luz, y la
armonía entre los dos dogmas apareció con claridad.
De
dos maneras, en efecto, se puede redimir a un cautivo:
a). Pagando el precio
de su rescate para sacarlo del cautiverio en el que haya incurrido (Redención
liberativa)
b). Pagándolo anticipadamente, impidiéndole con ello caer en
el cautiverio (Redención preventiva).
Esta
última es una "verdadera y propia redención", más auténtica y
profunda todavía que la primera, y ésta es las que se aplicó a la Santísima
Virgen María. Dios omnipotente y sabio, previendo desde toda la eternidad los
méritos infinitos de su Hijo Jesucristo Redentor rescatando al género humano
con su sangre preciosísima, derramada en la cruz, "aceptó
anticipadamente el precio de ese rescate" y lo aplicó a la Virgen
María en forma de "redención preventiva", impidiéndola
contraer el pecado original, que, como criatura humana descendiente de Adán por
vía generación natural, "debía contraer" y hubiese contraído
de hecho sin ese privilegio preventivo. Con lo cual la Virgen María recibió de
lleno la Redención de Cristo anticipadamente y fue a la vez, concebida en
gracia, sin la menor sombra del pecado original.
Este
es el argumento teológico fundamental, recogido en el texto de la declaración
dogmática del papa Pío IX.
Nota.
Uno se puede preguntar ¿cómo es posible que Santo Tomás de Aquino, el doctor
angélico, no haya podido resolver esta aparente contradicción de los dos
dogmas?. Como hemos indicado más arriba, Santo Tomás de Aquino está en la lista
de los que negaron el privilegio de la Virgen María por no saber armonizar el
dogma de universal Redención de Cristo con el dogma de la Inmaculada
Concepción. Quizá Dios lo permitió así para recordar al mundo entero que, en
materia de fe y de costumbres, la luz definitiva no la pueden dar los teólogos
- aunque se trate del más docto de ellos - sino que ha de venir la claridad de
la luz del Magisterio de la Iglesia de Cristo, asistida directamente por el
Espíritu Santo, con el carisma maravilloso de la infalibilidad.
Con todo, el error de Santo Tomás es más aparente que real. Por de pronto, la Inmaculada que él rechazó - una Inmaculada no redimida - no es la Inmaculada definida por la Iglesia. La Bula de Pío IX definió una Inmaculada "redimida", que hubiera sido aceptada inmediatamente por Santo Tomás si hubiera vislumbrado esta solución teológica. El fallo de Santo Tomás está en no haber encontrado esta salida; pero la Inmaculada no redimida que él rechazó, hay que seguir rechazándola todavía, hoy más que entonces, a causa de la definición dogmática que ya ha dado el Magisterio "ex cathedra" de la Iglesia.
...
Agradecemos al P. Ignacio Garro S.J. por su colaboración.
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