P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
4. LA VIDA PÚBLICA DE JESÚS - ACTIVIDAD APOSTÓLICA
4.1. EL BAUTISMO EN EL JORDÁN
S. Marcos nos dice: "Vino Jesús de Nazaret en Galilea y fue bautizado en el Jordán por Juan (el Bautista)". Mc 1, 9. Antes de hablar del bautismo de Jesús es necesario hacer una mención a Juan el Bautista, el Precursor, el que prepara los caminos del Señor.
Juan el Bautista, es el hijo de Zacarías e Isabel, el que, por inspiración del Espíritu Santo, había sido proclamado desde su nacimiento como el gran profeta precursor del Mesías. Lc 1, 15 77. El tema de predicación de Juan es la inminencia del Reino de Dios, que a la vez que anuncia una era de paz y de bendición del cielo, también proclama la necesidad de la conversión para no caer en el juicio severo del día de Yahvé. Mt 3, 2. Juan acompaña su predicación con una acción doblemente simbólica: el bautismo en el río Jordán por la inmersión en el agua, como signo de penitencial de purificación. Mt 3, 2. Simbólico el paraje en que bautiza; porque el paso del Jordán había sido para el pueblo israelita el complemento del paso del mar Rojo y la entrada en la tierra prometida, en seguimiento del arca de la Alianza, Jos 3, 1 17; 4, 22 25.
Todas estas circunstancias contribuyeron a que el pueblo considerase a Juan como a un profeta, a pesar de que de él no se contaba ningún milagro Mt 11, 9. Su misión, es señalar con el dedo a otro que ha de venir detrás de él, pero que es más grande que él: "Aquél, que bautizará con el Espíritu Santo y con fuego". Mt 3, 11.
Cuando el Bautista se halla en el apogeo de su ministerio de precursor: "vino Jesús desde Nazaret en Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán". Mc 1, 9. Y Lucas dice: "Cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado también Jesús y puesto en oración, se abrió el cielo y bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo: "Tú eres mi Hijo amado; en ti me complazco". Lc 3, 21. En esta teofanía, se pueden señalar tres fenómenos: Un abrirse o rasgarse de los cielos; un descender del Espíritu Santo en forma de paloma sobre Jesús; y la voz del Padre desde los cielos proclamándole como Hijo amado. El abrirse los cielos es señal de promesa de abundancia, de bendiciones divinas a modo de lluvia benéfica. Deut. 8, 12. El simbolismo de la paloma en el AT. no aporta luz para la interpretación de este mensaje. Y la voz del cielo, o "el eco de la voz (de Dios)", se consideraba como la forma de manifestarse la voluntad divina en aquellos tiempos en que Dios no enviaba ya profetas que hablasen en su nombre.
El sentido general del bautismo de Jesús es un preludio del misterio pascual. Mateo intercala aquel diálogo entre Juan el Bautista y Jesús para explicarnos el sentido de este bautismo. Mt 3, 14 15. Si Jesús se acerca a Juan para recibir el bautismo: "cuando todo el pueblo se bautizaba", Lc 3, 21 incorporándose a la masa de los penitentes, y si se sujeta a un rito que implica un sentido penitencial, no es porque Jesús tenga conciencia de pecado propio ni sienta la necesidad de confesarlo con arrepentimiento, si no porque, en cumplimiento del plan salvífico de Dios, se hace solidario con los pecadores (que no con los pecados) para salvarlos a todos. Esto es los que se esboza aquí en este bautismo penitencial del Jordán. Un Jesús, el Cristo, que ha tomado la carne de pecado, Rom 8, 3, aunque él mismo no tiene pecado, Hbr 4, 15; 1 Petr 2, 22. Desde el momento mismo de su encarnación ha aceptado la responsabilidad de ser Cabeza de la humanidad pecadora, y no se avergüenza de llamar hermanos "a los que somos pecadores", Hebr 2,11, ni de hacerse en todo semejante a nosotros, Hebr 2, 17, hasta la humillación de ser bautizado entre los pecadores, como más tarde morirá entre dos malhechores. Mc 15, 27. Jesús, no tiene que confesar pecados propios, Jn 8, 46, pero se solidariza con los que se veían obligados a reconocer sus culpas. Mt 3, 6, para reconciliarlos con Dios Padre.
Esta idea evoca la imagen de Jesús como Siervo de Yahvé, que no ha cometido falta, pero ha cargado en sus espaldas nuestros crímenes y por sus sufrimientos obtendrá el perdón para la multitud innumerable de pecadores. Is 53, 4 11. El primero de los cantos del Siervo de Yahvé, Is 42, 1 9, comienza con esta frase: "He aquí, mi Siervo, mi servidor... mi elegido, en quien me he complacido; en él he puesto mi espíritu...". Salta a la vista la semejanza de este oráculo divino con lo ocurrido en el Jordán. Los sinópticos se contentan con presentar a Jesús como verdadero Siervo de Yahvé. S. Juan, sin embargo, lo presenta como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, Jn 1, 29 36. La expresión, metafórica, se compara a Jesús con el cordero ofrecido en sacrificio para expiar los pecados de los hombres. También el Siervo de Yahvé se compara a un cordero que sufre en el silencio, Is 53, 7. Esta perspectiva pascual del bautismo de Jesús es, por lo mismo, una perspectiva soteriológica y eclesial. Como dice S. Ambrosio: "Quiso el Señor ser bautizado, no para purificarse él, sino para purificar las aguas, de modo que estas, limpiadas por aquella carne de Cristo sin pecado, alcanzasen la eficacia de bautizar (regenerar)".
Finalmente la efusión del Espíritu santo lleva consigo una consagración (unción) de la persona que lo recibe: "El Espíritu del Señor Yahvé vino sobre mí; por lo cual Yahvé me ungió para anunciar la buena nueva a los pobres", Is 61, 1. Lc 4, 18. En la inauguración de Jesús en el oficio de "profeta" se manifiesta su consagración y "unción" para este ministerio: consagración que, lo mismo que su vocación, se realizó radicalmente en la misma encarnación. La teofanía en el bautismo proclama y manifiesta es consagración y misión salvífico redentora. Porque con Cristo está estrechamente relacionada la donación del Espíritu Santo. "Yo puse en él mi Espíritu para que anuncie a los pueblos la Ley el camino de la santidad", Is 42, 1. En la tradición del AT. aparece con frecuencia el Espíritu de Dios como el que inspira a los profetas, comenzando por Moisés, Num 11, 17, pasando por David, 2 Sam 23, 2, hasta llegar al Siervo de Yahvé, Is 42, 1; 61, 1, con una diferencia, a los profetas anteriores se les dió el Espíritu limitadamente, mientras que a Jesús, el Hijo de Dios, "no se le dió el Espíritu con medida", sino en toda plenitud. Jn 3, 34.
Después del relato del bautismo de Jesús en el río Jordán, S. Mateo nos dice que Jesús fue tentado en el desierto. Este es el tema que sigue en la vida de Jesús.
Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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