SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
HISTORIA
Casi un siglo después de la definición
del dogma de la Inmaculada Concepción de María, su Santidad Pío XII, el 1 de
noviembre de 1950, definía el dogma de la Asunción de la Virgen María en cuerpo
y alma a los cielos. Así dice la Constitución Apostólica
"Munificentessimus Deus" en su forma dogmática: "Proclamamos,
declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la Inmaculada Madre
de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue
asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial", Denz 2333. El dogma de la
Asunción de la Virgen María, en cuerpo y alma, a los cielos, significa la
glorificación corporal anticipada de la Santísima Virgen, es decir, que María,
después de su vida terrestre, se encuentra en el cielo en aquel estado en el
que se hallarán los justos después de la resurrección final.
A
diferencia de los doctrina del dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen
María, este dogma de la Asunción a los cielos se encuentra de manera más
explícita en la tradición antigua de la Iglesia.
Hay
que advertir que no hay que buscar en la Sagrada Escritura ningún dato
explícito acerca de este dogma. Pero tal vez en el Siglo IV encontramos
testimonios explícitos en el apócrifo de Melitón al que Gregorio de Tours dio
una gran difusión en Occidente. Pero ya mucho antes, es decir, a partir del
Siglo II encontramos en la Padres de la Iglesia el tema de la asociación de
María como nueva-Eva, con Cristo nuevo-Adán, en la lucha con el diablo. Lucha
que termina con la victoria total sobre el demonio de Cristo en la cruz.
Victoria que es ante todo sobre el pecado y la muerte, Rom 5 y 6; 1 Cor 15,
21-26; 54-57.
Muerte
y pecado que en Cristo fueron vencidos totalmente con su admirable resurrección
y de la que participamos los creyentes desde el día del Bautismo muriendo con
Cristo al pecado y participando de su resurrección renaciendo a una nueva vida,
la vida de los hijos de Dios en la caridad fraterna, 1 Cor 15, 54. Ahora bien,
María asociada a la obra de Cristo, que venció al pecado por los méritos de su
Hijo Jesucristo, no quedaría totalmente asociada a su victoria completa sin la
glorificación corporal. Esto es lo que ha intuido el pueblo cristiano en la
Liturgia más antigua con la fiesta de la
"dormición", celebrada en Jerusalén desde el Siglo VI y que en el
siglo VII se establece en Roma con la fiesta de la "Asunción de la Virgen
María a los cielos".
Por eso, cuando Pío XII consultó a los Obispos de
la Iglesia Católica si se podría definir la Asunción de la Virgen María en
cuerpo y alma a los cielos como dogma de fe, la unanimidad del Pueblo de Dios
se manifestó (ciñéndose sólo a los Obispos), en que de las 1.181 respuestas,
sólo 6 "dudaban" de si esa verdad estaba o no revelada. Hubo otras 22
respuestas negativas, pero no por una cuestión de fondo, sino porque no
estimaban oportuno una nueva definición. Las 1.169 respuestas restantes fueron
plenamente afirmativas
El
objeto primario de la definición es la glorificación corporal de María - y no
sólo glorificación de su alma - una vez "cumplido el curso de la vida
terrestre"; esta fórmula puede resultar un poco rebuscada, pero fue
necesario utilizarla una vez que se determinó no definir explícitamente si la
Virgen María había muerto realmente, es decir, cuando se separa el alma del
cuerpo (y en ese caso, la Asunción habría que interpretarla como una
resurrección glorificada anticipada), o si había sido tomada y glorificada por
Dios en toda su realidad existencial humana sin pasar por la muerte, de modo
parecido a lo que sucederá con los justos a los que la "parusía" (o
segunda venida gloriosa del Señor) encuentre vivos al final de la historia,
basándonos en 1 Cor, 51 que dice: "No todos moriremos, pero todos
seremos transformados".
Por
lo demás, el hecho que Pío XII no definiera dogmáticamente que María murió
previamente a su Asunción a los cielos, no quiere decir que este punto de la
muerte, o no muerte de la Virgen María, sea teológicamente libre. Creemos
sinceramente que el verdadero estado de la cuestión es este: Pío XII no quiso
intencionadamente pronunciarse, al menos en la fórmula dogmática, sobre:
- La muerte o no muerte de María, o sea sobre si fue asunta al cielo después de morir y resucitar
- Si fue trasladada en cuerpo y alma al cielo sin pasar por el trance de la muerte como todos los demás mortales (e incluso el mismo Cristo).
Ahora
bien, ¿Cuál de las dos posiciones es la correcta?
Los
argumentos que se aducen en uno y otro lado no son tan decisivos como para
llevar a una certeza absoluta cualquiera de las dos opiniones teológicas. Sin
embargo, la opinión que sostiene con firmeza la Asunción gloriosa de María
después de su muerte y resurrección, no solamente reúne los sufragios de la
inmensa mayoría de los teólogos especialistas en mariología, sino que nos
parece objetivamente mucho más probable que la opinión teológica que defiende
la Asunción de María a los cielos sin la muerte previa de la Virgen. Por
eso la opinión, o doctrina, más probable y común dice: "La Virgen María
murió realmente para resucitar gloriosa, en cuerpo y alma, poco tiempo después
de su muerte".
5.1. FUNDAMENTOS EN LA TRADICIÓN CRISTIANA
El testimonio de la Tradición es
abrumador a favor de la muerte de María. En la misma Constitución Apostólica "Munificentessimus Deus" de Pío XII,
se leen estas palabras, cuya importancia excepcional nadie puede ignorar: "Los
fieles, siguiendo las enseñanzas y guía de sus pastores, aprendieron también de
la Sagrada Escritura que la Virgen María, durante su peregrinación terrena,
llevó una vida llena de ocupaciones, angustias y dolores, y que se verificó lo
que el santo viejo Simeón había profetizado: que una agudísima espada le
traspasaría el corazón a los pies de la cruz de su divino Hijo, nuestro
Redentor. Igualmente no encontraron dificultad en admitir que María hubiese
muerto del mismo modo que su Unigénito. Pero esto no les impidió creer y
profesar abiertamente que su sagrado cuerpo no estuvo sujeto a la corrupción
del sepulcro y que no fue reducido a putrefacción y cenizas el augusto
tabernáculo del Verbo divino".
Nótese
la singular importancia de este texto reciente. En la misma Bula en la que Pío
XII define la Asunción de María, enseña que los fieles, es decir, el pueblo
cristiano, siguiendo las enseñanzas y guía de sus pastores, no
han tenido dificultad en admitir la muerte de María, con tal de
preservarla de la corrupción del cuerpo. Se trata, pues, del sentir de la
Iglesia - pastores y fieles -, que constituye un argumento de mucho peso, que
algunos teólogos no dudan en afirmar argumento de fe, porque es imposible que
pastores y fieles se equivoquen conjuntamente en una doctrina universalmente
profesada por todos.
5.2.
LA SAGRADA LITURGIA
Desde la antigüedad, la liturgia oficial de la Iglesia
recogió la doctrina de la muerte de María. Dichas oraciones litúrgicas recogen
expresamente la muerte de María al celebrar la fiesta de su gloriosa
Asunción a los cielos. La nueva oración de la fiesta del 15 de agosto no alude
a la muerte por no ir más lejos de lo que el papa Pío XII proclamó como
dogmático en la Constitución Apostólica de la Asunción y esto se explica perfectamente.
Ahora bien, el argumento litúrgico tiene
un gran valor, según el aforismo: "Lex orandi statuat lex
credendi", tiene que haber una perfecta armonía entre lo que la Iglesia
ora y la Iglesia cree, puesto que en la aprobación oficial de los libros litúrgicos
está empeñada la autoridad de la Iglesia, que, regida y gobernada por el
Espíritu Santo, no puede proponer a los fieles fórmulas falsas o erróneas.
5.3.
MAGISTERIO DE LA IGLESIA
El papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950 en la
Constitución apostólica “Munificentessimus Deus” declara: “… Por eso … para gloria de Dios omnipotente que otorgó su particular
benevolencia a la Virgen María, para honor de su Hijo, Rey inmortal de los
siglos y vencedor del pecado y de la muerte, para aumento de la gloria de la
misma augusta Madre, y gozo y regocijo de la Iglesia, por la autoridad de
nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y
nuestra:.- proclamamos, declaramos y definimos ser dogma de fe divinamente
revelado: Que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el
curso de su vida terrestre, fue asumida en cuerpo y alma a la gloria
celestial”. Denz 3903.
5.4.
RAZÓN TEOLÓGICA
La muerte corporal de María parece exigida por múltiples
razones. He aquí las principales:
- Por haber recibido la naturaleza caída de Adán. Es cierto que María no contrajo el pecado original, pero tuvo el débito del mismo, recibió por tanto, la naturaleza caída de Adán, si bien con los privilegios ya conocidos: Inmaculada concepción, etc. Ahora bien, la naturaleza caída de Adán estaba sujeta a la muerte. Luego para decir que María no murió habría que demostrar la existencia de ese privilegio especial para ella, lo que no consta en ninguna parte, puesto que María padeció muchos dolores a lo largo de su vida, especialmente en la pasión y muerte de Xto, en la cruz. Si no se le concedió ese privilegio, precisamente por ser corredentora, ¿por qué se le iba a conceder el de la inmortalidad corporal tan íntimamente ligado al dolor de la muerte?.
- Por exigencias de su maternidad divino - corredentora: Si dio al Redentor carne pasible y mortal, debió tenerla también ella. Si nos corredimió con su Hijo, debió participar de sus dolores y de su muerte.
- Cristo murió en la cruz, ¿y María sería superior a Él al menos en este aspecto relativo a la muerte corporal?. Suponiendo, que María tenía derecho a no morir, sin duda alguna hubiera María renunciado de hecho a ese privilegio para parecerse más en todo, hasta la muerte y resurrección, a su divino Hijo Jesucristo.
- Para ejemplo y consuelo nuestro: María debió morir para enseñarnos a bien morir aceptando la muerte. María recibió la muerte con serenidad, con gozo, mostrándonos que no tiene nada de terrible para aquel creyente que ha vivido piadosamente y mereciéndonos la gracia de recibir la muerte con santa disposición.
- Posible explicación de cómo se realizó la Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma a los cielos: La Virgen María murió como todo ser mortal, en el momento mismo de su muerte se separó su alma de su cuerpo. En el mismo momento en que su alma santísima se separó del cuerpo, entró inmediatamente en el cielo y quedó, por decirlo así, glorificada o llena de gloria, como correspondía a la Madre de Dios. Su cuerpo santísimo, mientras tanto, fue llevado al sepulcro por los discípulos y amigos del Señor y de ella.
Poco
tiempo después, el cuerpo de María resucitó. La resurrección realizó la unión del
alma a informar el cuerpo, del que se había separado por la muerte. Pero como
el alma de María, al informar el cuerpo virginal, no venía en el mismo estado
que salió, sino glorificada y llena de gloria, comunicó al
cuerpo su propia glorificación, poniéndole en estado de glorificación
inigualable. Y eso es todo. Teológicamente hablando, la Asunción de María
consiste en la resurrección gloriosa de su cuerpo, en virtud de cuya
resurrección comenzó a estar en cuerpo y alma glorificados en el cielo.
...
Agradecemos al P. Ignacio Garro S.J. por su colaboración.
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