Tratado de Mariología - 8° Parte: La Asunción de María en cuerpo y alma a los cielos

P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA


HISTORIA

Casi un siglo después de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción de María, su Santidad Pío XII, el 1 de noviembre de 1950, definía el dogma de la Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma a los cielos. Así dice la Constitución Apostólica "Munificentessimus Deus" en su forma dogmática: "Proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial", Denz 2333. El dogma de la Asunción de la Virgen María, en cuerpo y alma, a los cielos, significa la glorificación corporal anticipada de la Santísima Virgen, es decir, que María, después de su vida terrestre, se encuentra en el cielo en aquel estado en el que se hallarán los justos después de la resurrección final.

A diferencia de los doctrina del dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, este dogma de la Asunción a los cielos se encuentra de manera más explícita en la tradición antigua de la Iglesia.

Hay que advertir que no hay que buscar en la Sagrada Escritura ningún dato explícito acerca de este dogma. Pero tal vez en el Siglo IV encontramos testimonios explícitos en el apócrifo de Melitón al que Gregorio de Tours dio una gran difusión en Occidente. Pero ya mucho antes, es decir, a partir del Siglo II encontramos en la Padres de la Iglesia el tema de la asociación de María como nueva-Eva, con Cristo nuevo-Adán, en la lucha con el diablo. Lucha que termina con la victoria total sobre el demonio de Cristo en la cruz. Victoria que es ante todo sobre el pecado y la muerte, Rom 5 y 6; 1 Cor 15, 21-26; 54-57.

Muerte y pecado que en Cristo fueron vencidos totalmente con su admirable resurrección y de la que participamos los creyentes desde el día del Bautismo muriendo con Cristo al pecado y participando de su resurrección renaciendo a una nueva vida, la vida de los hijos de Dios en la caridad fraterna, 1 Cor 15, 54. Ahora bien, María asociada a la obra de Cristo, que venció al pecado por los méritos de su Hijo Jesucristo, no quedaría totalmente asociada a su victoria completa sin la glorificación corporal. Esto es lo que ha intuido el pueblo cristiano en la Liturgia más antigua  con la fiesta de la "dormición", celebrada en Jerusalén desde el Siglo VI y que en el siglo VII se establece en Roma con la fiesta de la "Asunción de la Virgen María a los cielos".

Por eso, cuando Pío XII consultó a los Obispos de la Iglesia Católica si se podría definir la Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma a los cielos como dogma de fe, la unanimidad del Pueblo de Dios se manifestó (ciñéndose sólo a los Obispos), en que de las 1.181 respuestas, sólo 6 "dudaban" de si esa verdad estaba o no revelada. Hubo otras 22 respuestas negativas, pero no por una cuestión de fondo, sino porque no estimaban oportuno una nueva definición. Las 1.169 respuestas restantes fueron plenamente afirmativas

El objeto primario de la definición es la glorificación corporal de María - y no sólo glorificación de su alma - una vez "cumplido el curso de la vida terrestre"; esta fórmula puede resultar un poco rebuscada, pero fue necesario utilizarla una vez que se determinó no definir explícitamente si la Virgen María había muerto realmente, es decir, cuando se separa el alma del cuerpo (y en ese caso, la Asunción habría que interpretarla como una resurrección glorificada anticipada), o si había sido tomada y glorificada por Dios en toda su realidad existencial humana sin pasar por la muerte, de modo parecido a lo que sucederá con los justos a los que la "parusía" (o segunda venida gloriosa del Señor) encuentre vivos al final de la historia, basándonos en 1 Cor, 51 que dice: "No todos moriremos, pero todos seremos transformados".

Por lo demás, el hecho que Pío XII no definiera dogmáticamente que María murió previamente a su Asunción a los cielos, no quiere decir que este punto de la muerte, o no muerte de la Virgen María, sea teológicamente libre. Creemos sinceramente que el verdadero estado de la cuestión es este: Pío XII no quiso intencionadamente pronunciarse, al menos en la fórmula dogmática, sobre:

  • La muerte o no muerte de María, o sea sobre si fue asunta al cielo después de morir y resucitar
  • Si fue trasladada en cuerpo y alma al cielo sin pasar por el trance de la muerte como todos los demás mortales (e incluso el mismo Cristo).

Ahora bien, ¿Cuál de las dos posiciones es la correcta?
Los argumentos que se aducen en uno y otro lado no son tan decisivos como para llevar a una certeza absoluta cualquiera de las dos opiniones teológicas. Sin embargo, la opinión que sostiene con firmeza la Asunción gloriosa de María después de su muerte y resurrección, no solamente reúne los sufragios de la inmensa mayoría de los teólogos especialistas en mariología, sino que nos parece objetivamente mucho más probable que la opinión teológica que defiende la Asunción de María a los cielos sin la muerte previa de la Virgen. Por eso la opinión, o doctrina, más probable y común dice: "La Virgen María murió realmente para resucitar gloriosa, en cuerpo y alma, poco tiempo después de su muerte".


5.1. FUNDAMENTOS EN LA TRADICIÓN CRISTIANA

El testimonio de la Tradición es abrumador a favor de la muerte de María. En la misma Constitución Apostólica  "Munificentessimus Deus" de Pío XII, se leen estas palabras, cuya importancia excepcional nadie puede ignorar: "Los fieles, siguiendo las enseñanzas y guía de sus pastores, aprendieron también de la Sagrada Escritura que la Virgen María, durante su peregrinación terrena, llevó una vida llena de ocupaciones, angustias y dolores, y que se verificó lo que el santo viejo Simeón había profetizado: que una agudísima espada le traspasaría el corazón a los pies de la cruz de su divino Hijo, nuestro Redentor. Igualmente no encontraron dificultad en admitir que María hubiese muerto del mismo modo que su Unigénito. Pero esto no les impidió creer y profesar abiertamente que su sagrado cuerpo no estuvo sujeto a la corrupción del sepulcro y que no fue reducido a putrefacción y cenizas el augusto tabernáculo del Verbo divino".
Nótese la singular importancia de este texto reciente. En la misma Bula en la que Pío XII define la Asunción de María, enseña que los fieles, es decir, el pueblo cristiano, siguiendo las enseñanzas y guía de sus pastores, no han tenido dificultad en admitir la muerte de María, con tal de preservarla de la corrupción del cuerpo. Se trata, pues, del sentir de la Iglesia - pastores y fieles -, que constituye un argumento de mucho peso, que algunos teólogos no dudan en afirmar argumento de fe, porque es imposible que pastores y fieles se equivoquen conjuntamente en una doctrina universalmente profesada por todos.


5.2. LA SAGRADA LITURGIA

Desde la antigüedad, la liturgia oficial de la Iglesia recogió la doctrina de la muerte de María. Dichas oraciones litúrgicas recogen expresamente la muerte de María al celebrar la fiesta de su gloriosa Asunción a los cielos. La nueva oración de la fiesta del 15 de agosto no alude a la muerte por no ir más lejos de lo que el papa Pío XII proclamó como dogmático en la Constitución Apostólica de la Asunción y esto se explica perfectamente. Ahora bien, el argumento litúrgico tiene  un gran valor, según el aforismo: "Lex orandi statuat lex credendi", tiene que haber una perfecta armonía entre lo que la Iglesia ora y la Iglesia cree, puesto que en la aprobación oficial de los libros litúrgicos está empeñada la autoridad de la Iglesia, que, regida y gobernada por el Espíritu Santo, no puede proponer a los fieles fórmulas falsas o erróneas.


5.3. MAGISTERIO DE LA IGLESIA

El papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950 en la Constitución apostólica “Munificentessimus Deus” declara: “… Por eso … para gloria de Dios omnipotente que otorgó su particular benevolencia a la Virgen María, para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte, para aumento de la gloria de la misma augusta Madre, y gozo y regocijo de la Iglesia, por la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y nuestra:.- proclamamos, declaramos y definimos ser dogma de fe divinamente revelado: Que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asumida en cuerpo y alma a la gloria celestial”. Denz 3903.


5.4. RAZÓN TEOLÓGICA

La muerte corporal de María parece exigida por múltiples razones. He aquí las principales:

  • Por haber recibido la naturaleza caída de Adán. Es cierto que María no contrajo el pecado original, pero tuvo el débito del mismo, recibió por tanto, la naturaleza caída de Adán, si bien con los privilegios ya conocidos: Inmaculada concepción, etc. Ahora bien, la naturaleza caída de Adán estaba sujeta a la muerte. Luego para decir que María no murió habría que demostrar la existencia de ese privilegio especial para ella, lo que no consta en ninguna parte, puesto que María padeció muchos dolores a lo largo de su vida, especialmente en la pasión y muerte de Xto, en la cruz. Si no se le concedió ese privilegio, precisamente por ser corredentora, ¿por qué se le iba a conceder el de la inmortalidad corporal tan íntimamente ligado al dolor de la muerte?.
  • Por exigencias de su maternidad divino - corredentora: Si dio al Redentor carne pasible y mortal, debió tenerla también ella. Si nos corredimió con su Hijo, debió participar de sus dolores y de su muerte.
  • Cristo murió en la cruz, ¿y María sería superior a Él al menos en este aspecto relativo a la muerte corporal?. Suponiendo, que María tenía derecho a no morir, sin duda alguna hubiera María renunciado de hecho a ese privilegio para parecerse más en todo, hasta la muerte y resurrección, a su divino Hijo Jesucristo.
  • Para ejemplo y consuelo nuestro: María debió morir para enseñarnos a bien morir aceptando la muerte. María recibió la muerte con serenidad, con gozo, mostrándonos que no tiene nada de terrible para aquel creyente que ha vivido piadosamente y mereciéndonos la gracia de recibir la muerte con santa disposición.
  • Posible explicación de cómo se realizó la Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma a los cielos: La Virgen María murió como todo ser mortal, en el momento mismo de su muerte se separó su alma de su cuerpo. En el mismo momento en que su alma santísima se separó del cuerpo, entró inmediatamente en el cielo y quedó, por decirlo así, glorificada o llena de gloria, como correspondía a la Madre de Dios. Su cuerpo santísimo, mientras tanto, fue llevado al sepulcro por los discípulos y amigos del Señor y de ella.


Poco tiempo después, el cuerpo de María resucitó. La resurrección realizó la unión del alma a informar el cuerpo, del que se había separado por la muerte. Pero como el alma de María, al informar el cuerpo virginal, no venía en el mismo estado que salió, sino glorificada y llena de gloria, comunicó al cuerpo su propia glorificación, poniéndole en estado de glorificación inigualable. Y eso es todo. Teológicamente hablando, la Asunción de María consiste en la resurrección gloriosa de su cuerpo, en virtud de cuya resurrección comenzó a estar en cuerpo y alma glorificados en el cielo.


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Agradecemos al P. Ignacio Garro S.J. por su colaboración.

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