+P. Rubén Vargas Ugarte S.J.
5. EN AMBOS LADOS DEL OCÉANO
5.1.
UN JESUITA EN EL DESIERTO
Entre
los quinientos jesuitas que por orden del Rey Carlos III salieron desterrados
del Perú en el año 1767, había muchos, por no decir todos, entusiastas devotos
del Sagrado Corazón. Uno de ellos merece especial mención. Se llamó Miguel León
y había nacido en Lima el 8 de mayo de 1737. Hizo sus estudios en el Real
Colegio de San Martín y, a los quince años vestía la sotana de la Compañía.
Tres de sus hermanos abrazaron el estado eclesiástico: el mayor, Manuel, era,
al sobrevivir la expulsión, cura en la Misión de San Simón, entre los Mojos, en
el Oriente de Bolivia; Melchor, que seguía en edad a Miguel, entró también en
la Orden de Ignacio y estudiaba por entonces Teología en el Colegio máximo de
San Pablo; finalmente, José Leandro, quizá el menor, fue sacerdote secular.
El P.
Miguel era ayudante del Maestro de Novicios en la Casa de Probación de San
Antonio Abad, cuando recibió la orden de partir a España con sus hermanos y el
28 de octubre de 1767 se alejaba de estas playas en compañía de Melchor.
Llegados
a Italia, siguieron la suerte de todos esos pobres desterrados que no tenían
otro recurso para vivir que la mísera pensión que les pasaba el Gobierno
español. Por un tiempo vivieron en la comarca de Génova, salvo el mayor,
Manuel, que vivió en la legación de Ferrara. En 1790 se encontraban en Roma,
desde donde escribía el P. Gaspar Juárez, argentino, a D. Ambrosio Funes y le
decía: “El autor de aquel billete que antes incluí a Vuestra Merced sobre la
Devoción al Sagrado Corazón, es el mismo que del adjunto... Las letras
iniciales M.L. quieren decir Miguel León, es natural de Lima, joven de gran
virtud y devotísimo del Sagrado Corazón y muy aficionado a Ud...”
Por
aquellos tiempos la devoción al Sagrado Corazón era bastante combatida y de ahí
que su celo por propagarla sea más recomendable. Muchos de sus contemporáneos
se refieren a ella. Citaremos algunos. El P. Ramón Diosdado Caballero, dice así
en su Biblioteca: “Me facilitó la lectura de muchos folletos relativos al culto
de los Sagrado Corazones de Jesús y María, mi muy querido amigo, el eminente
hispanoperuano Miguel de León, que con gran fervor de espíritu se ha dedicado a
la propagación de esta devoción y ha reunido una colección no pequeña de libros
sobre la materia...” (1) El P. Prat de Saba, en su obra: Vicennalia
Sacraperuviana, impresa en Ferrara en 1788, al hablar del P. Corzos, otro
jesuita del Perú, dedica al P. León estas palabras: “En tan santa obra no le
iba en zaga otro fervoroso jesuita, el P. Miguel León, quien profesándose amantísimo
de los Sagrados Corazones de Jesús y de María había reunido una Biblioteca de
obras escritas sobre este tema...”
Pero
el P. León hizo mucho más. Deseando esparcir esta devoción en todas partes y,
especialmente en la América española, escribió a unos y otros, a fin de que se
estableciese su culto y se ofreció a recabar de la Santa Sede, indulgencias y
gracias a favor de los que practicasen esta devoción. El mismo P. León, hizo un
elenco o Catálogo de las diócesis en que ya se honraba al Corazón Divino y de
los nombres de los Cardenales, Arzobispos y Obispos que había implorado alguna
gracia con este fin.
En
muchos casos el P. León advierte que esas gracias se han obtenido por su medio
y alcanzado merced a su diligencia. Es decir que, de una manera oculta, estaba
contribuyendo eficazmente a difundir el culto al Corazón Deífico.
En la
correspondencia del P. Juárez con D. Ambrosio Funes y del P. León con el mismo
se hallan no escasas referencias a este celo del P. Miguel. En sus cartas no
hablaba de otra cosa y no hacía sino recomendar a todos esta devoción,
insinuando las prácticas que podían entablarse, como la Adoración Perpetua y
remitiendo opúsculos y folletos que de ella trataban. Con razón decía de él la
insigne Sierva de Dios María Antonia de la Paz, conocida en las comarcas del
Plata con el nombre de la Beata de los Ejercicios, por lo mucho que hizo en
difundirlos, que “el P. León era un borracho, porque era un bebedor de todos
los días”, dando a entender que estaba como embriagado de esta devoción. No
parece que él mismo escribiera sobre el tema, pero sí tradujo del francés la
obra del P. Derouville: Ejercicios de Meditaciones, lecturas y actos en honor
del Corazón para el primer viernes de cada mes. La tradujo al italiano, pero
luego procuró que se hiciese una edición en español.
En
Roma perseveraron los hermanos León hasta mediado el año 1798. Aprovechando la
licencia otorgada por el Monarca para trasladarse a la Península, Miguel y
Manuel pasaron a Barcelona, en tanto que Melchor quedó en la ciudad eterna.
Desde esta ciudad solicitaban se les diera el socorro a que tenían derecho y el
2 de abril de 1799 se resolvió acudirles con 600 reales vellón a cada uno. En
Barcelona permanecieron hasta fines de 1800, sin poder encaminarse al Perú como
era su deseo. Este año o el siguiente se les obligó a volver a Italia, en donde
por lo turbado de los tiempos empeoró su situación. Todavía en 1807 se
encontraban en Roma, desde donde escribían
a sus amigos de Buenos Aires, a fin de que les auxiliasen. Después de
esta fecha se pierde su rastro. Fuera de los escritos de que arriba hemos hecho
mención, conviene citar una Instrucción sobre el modo de hacer la Novena del
Sagrado Corazón, que remitió a uno de sus correspondientes.
Acceda AQUÍ a las anteriores publicaciones.
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