CUARESMA
Domingo I
Mateo
4, 1-11
Empieza la cuaresma recordándonos que estamos en la lucha contra la tentación
Hoy
empezamos el camino de la
Cuaresma. Un camino espléndido que nos lleva hasta el
misterio central de Cristo: la
Pascua de Salvación. Y, siendo éstos los misterios centrales
de la Vida de
Cristo y de nuestra Salvación, la
Iglesia nos prepara con estos largos días de la Cuaresma.
Este
camino empieza con la meditación de las tentaciones de Cristo, esa
dramatización que hacen los Evangelios de la lucha entre Cristo y el demonio.
También para Cristo su vida fue un camino que se dirigía a la Pascua. Vivía
pendiente de que llegase este momento, pues para eso había venido. Y este su
camino hacia la Pasión
y la Resurrección
también fue una continua lucha contra la tentación. La Vida Pública de Jesús
fue una lucha continua contra el mal. En este episodio que meditamos hoy el
tentador fue el demonio. En otros momentos serán los fariseos y las
autoridades, que quisieran otro Mesías. En oportunidades serán las multitudes
que lo seguían, que querían hacerlo rey. Y hasta sus apóstoles fueron
tentación, tanto que a San Pedro, cuando quiere apartarle del camino de la
salvación por la cruz, le dirá: “Apártate de mí, Satanás”.
Sus
luchas contra el diablo serán también constantes a través de los innumerables
endemoniados que curó durante toda su vida; curaciones milagrosas que son
especialmente numerosas en la vida de Cristo.
Las
tentaciones de Jesús se reducen a una, ser otra clase de Mesías, apartarse del
plan de salvación establecido por el Padre. Pero esa única tentación, en el
desierto se presenta de tres formas: convertir las piedras en pan, para
satisfacer su hambre; echarse desde lo alto del templo, para que todos lo
vieran bajar acompañado de ángeles; y ser dueño de todo el mundo poniéndose a
los pies de Satanás.
¿Por
qué es tentación hacer un milagro para satisfacer su hambre? Se podría discutir
mucho sobre eso, y hacer varias hipótesis para explicarlo; quizá la tentación
consistiría en utilizar su poder milagroso en provecho propio, alguna forma de
egoísmo; o darle excesiva importancia a lo material y al cuerpo. Pero está
presentada como una verdadera tentación y Jesús la rechaza en forma tajante. ¿Qué
clase de Jesús sería el que hiciese milagros para su propia satisfacción?
No
podemos ni imaginar tampoco a un Jesús que utiliza su poder milagroso para
hacer espectáculo: bajar en forma milagrosa desde las alturas, todo rodeado de
ángeles. El entonces sería tan lejano de nosotros... a un Jesús así no lo
podríamos sentir compañero de camino, no le veríamos cansado y lleno de polvo por
el camino, no sería nuestro amigo. ¡Qué sería de nosotros si Jesús fuera el
dueño del mundo, en sentido político! Tendríamos un Jefe Político, no un Buen
Pastor que da su vida por las ovejas.
Las
tentaciones que tuvo que superar Jesús, son las tentaciones que lo apartaban de
nosotros. El quiso ser uno de nosotros (excepto en el pecado) y no podía
permitir nada que lo alejase de los hombres, especialmente de los más
necesitados. Si los hombres padecen hambre, El quería padecer nuestra misma
hambre, y no hacer milagros que lo convirtiesen en un ser con el estómago
satisfecho. No quería que su divinidad brillase tanto con su majestad, que
nosotros no nos atreviésemos a mirarle al rostro. El no quería ser Señor
(cuántas veces rechazó la tentación de los que querían hacerlo Rey), sino
quería poder arrodillarse a los pies de sus apóstoles. El quiso ser uno de
nosotros, para que lo tuviéramos cercano y estuviera a nuestro alcance. ¡Qué
triste habría sido nuestra vida si Jesús hubiera sido un ser lejano! Para Jesús
era tentación todo lo que le apartase de nosotros; como para nosotros es
tentación todo lo que nos aparta de El.
Todo
Cristiano que quiere caminar al lado de Cristo, y llegar a su Pascua, con una
entrega total, como fue la de Cristo, también tiene que pasar por las
tentaciones. Esa especie de espejismo que nos quiere hacer ver lo malo como
bueno. Porque la tentación no es más que una falsificación del bien, y que
además es ayudada por tendencias oscuras de nuestro interior que organizan un
complot para derrotarnos.
En este comienzo de la Cuaresma , nosotros que
caminamos hacia la Pascua ,
debemos saber que también somos sometidos a las tentaciones del egoísmo, y de
la sensualidad, de la soberbia, la vanidad y el poder. Debemos luchar contra
todo eso, para ser como Jesús, porque Jesús quiso ser como nosotros.
...
Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
Para acceder a otras reflexiones del P. Adolfo acceda AQUÍ.
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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
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