La Iglesia - 15º Parte: La naturaleza de la Iglesia - La Iglesia Cuerpo Místico de Cristo


P. Ignacio Garro, S.J.

SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA


19. La Iglesia Cuerpo Místico de Cristo

Se ha preguntado si la idea directriz de una buena eclesiología debe­ría ser la de llamarla: "Pueblo de Dios", o la de "Cuerpo Místico de Cristo". En ambas direcciones se han hecho magníficos inten­tos. Pero lo cierto es que cualquier eclesiología que se elabore a pa­tir de una sola idea resultará siempre incompleta. Porque ningún símbo­lo agotará la realidad misteriosa de la Iglesia. O. Semmelroth, dice: "Es un acontecimiento importante, el hecho de que se haya impuesto en la doctrina del Conc. Vat. II sobre la Iglesia la idea clara de que no es posible comprender totalmente la esencia y peculiaridad de la Iglesia ba­jo un solo concepto o una sola figura. Es cierto que la teología, como toda ciencia, debe intentar comunicar la mayor precisión y claridad po­sible a sus afirmaciones. Pero también debe de hacerse consciente de la temeridad que envuelve esa pretensión de querer abarcar y describir per­fectamente, en conceptos conseguidos por la experiencia de aquí abajo, la realidad sobrenatural revelada de la salvación que Dios ha creado".

A la pregunta, pues, si la Iglesia es "Pueblo de Dios", o "Cuerpo de Cris­to",  o la "Esposa de Cristo", o "Templo de Dios en el Espíritu Santo"; hay que responder que es todo y cada una de esas expresiones, pues cada una de estas imágenes bíblicas proyectan una luz, más o menos intensa, sobre el Misterio y la realidad salvífica que es la Iglesia. El Conc. Vat. II, en  L.G. Nº 7 dice: "El Hijo de Dios, en la naturaleza humana unida a sí, redimió el hombre, venciendo a la muerte con su muerte y resurrección, y lo transformó en una nueva criatura", Gal 6, 15; 2 Cor  5, 17. Y a sus hermanos congregados de entre los pueblos, los constitu­yó místicamente en su cuerpo, comunicándoles su Espíritu.

En ese cuerpo, la vida de Cristo se comunica a los creyentes; quienes están unidos a Cristo paciente y glorioso por los sacramentos, de un mo­do arcano, pero real. Por el bautismo, en efecto, nos configuramos con Cristo: "porque también todos nosotros hemos sido bautizados en un solo Espíritu", 1 Cor 12, 13, ya que en este sagrado rito se representa y realiza el consorcio con la muerte y resurrección de Cristo: "Con El fuimos sepultados por el bautismo para participar de su muerte; mas, si hemos sido injertados en El por la semejanza de su muerte, también lo seremos por la de su Resurrección", Rom 6, 4-5. Participando realmente del Cuerpo del Señor (Eucaristía) en la fracción del pan eucarístico somos elevados a una comunión con El y entre nosotros: "Porque el pan es uno, somos muchos en un solo cuerpo, pues todos participamos de ese único pan", 1 Cor 10, 17. Así todos nosotros nos convertimos en miembros de ese Cuerpo, 1 Cor 12, 27, "y cada uno es miembro del otro", Rom 12, 5. 

Y del mismo modo que todos los miembros del cuerpo humano, aun siendo muchos, forman, no obstante, un solo cuerpo, así también los fieles en Cristo, 1 Cor 12, 12. También en la constitución del Cuerpo de Cristo está vigente la diversidad de miembros y oficios. Uno solo es el Espíritu, que distribuye sus variados dones para el bien de la Iglesia, según su riqueza y la diversidad de ministerios, 1 Cor 12, 1-12. Entre estos dones resalta la gracia de los Apóstoles, a cuya autoridad el mismo Espíritu subordina incluso los carismáticos, 1 Cor 14. El mismo produce y urge la caridad entre los fieles, unificando el cuerpo por sí y con su virtud y con la conexión interna de los miembros,  1 Cor 12, 26.

La cabeza de este cuerpo es Cristo. El es la imagen de Dios invisible, y en El fueron creadas todas las cosas, El es antes que todo, y todo subsis­te en El. El es la cabeza del Cuerpo, que es la Iglesia. El es el prin­cipio, el primogénito de los muertos, de modo que tiene la primacía de todas las cosas, Col 1, 15-18.

Es necesario que todos los miembros se hagan conformes a El hasta el ex­tremo de que Cristo quede conformado en ellos, Gal 4, 19. Por eso somos incorporados a los misterios de su vida, configurados con El, muertos y resucitados con El, hasta que con El reinemos, Filp 3, 21; 2 Tim 2, 11; Efes  2, 6; Col 2, 12. Así, pues, peregrinando todavía sobre la tierra, siguiendo de cerca sus pasos en la tribulación y en la persecución, nos aso­ciamos a sus dolores como el cuerpo a la cabeza, padeciendo con El a fin de ser glorificados con El. Rom 8, 17.

Por El, (Cristo), todo el cuerpo, alimentado y trabado por las coyun­turas y ligamentos crece en aumento divino, Col 2, 19 El mismo con­forta constantemente su cuerpo, que es la Iglesia, con los dones de los ministerios, por los cuales, con la virtud derivada de El, nos prestamos mutuamente los servicios para la salvación, de modo que, viviendo la verdad en caridad, crezcamos por todos los medios en El, que es nuestra Cabeza. Efes 4, 11-16.

Y para que nos renováramos incesantemente en El, Efes 4, 23, nos conce­dió participar de su Espíritu, quien siendo uno solo en la Cabeza y en los miembros, de tal modo vivifica todo el cuerpo, lo une y lo mueve, que su oficio pudo ser comparado por los Santos Padres con la función que ejerce el principio de vida o el alma en el cuerpo hu­mano."

Uno de los textos más conocidos de S. Pablo acerca de la Iglesia co­mo Cuerpo de Cristo es el de 1 Cor 12, 1-31. Pablo se sirve de una me­táfora para inculcar la unidad y la subordinación de los miembros de la Iglesia de Corinto: la comunidad de Corinto es como un cuerpo organizado, cuyos diversos miembros, diferenciados entre sí, contribu­yen al bien común de un único organismo : "Porque así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de su multiplicidad, son un solo cuerpo, así también, Cristo", 1 Cor 12, 12; y en otra parte dice : "Así también Cristo es un solo Cuerpo cuyos diversos miembros componen la unidad". Después Pablo da la profunda razón sacramental que hace de los cristianos un cuerpo: "Pues todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un cuerpo", 1 Cor 12, 13, y añade una segunda precisión que con toda probabilidad se refiere al rito de la Euca­ristía, el gran rito de la incorporación a Cristo : "Todos demos bebido del mismo Espíritu", 1 Cor 12, 13. Teniendo ante los ojos esta realidad viva de la pertenencia real y sacramental de los cristianos al Cuerpo de Cristo, en virtud de la cual forman un cuerpo, creemos que, si S. Pablo se sirve de la metá­fora, la realidad que con ella expresa la supera.

La comunidad de Corinto no es solo un cuerpo moral que pertenece a Cristo, sino que es el Cuerpo, prolongación de Cristo. De esta mane­ra creemos que hay que entender la última frase que resume su argu­mentación: "Pues bien, vosotros sois Cuerpo de Cristo", 1 Cor 12, 27. Dadas esta razones , creo que podemos traducir: "vosotros sois el Cuerpo de Cristo", no sólo en sentido de una clase, un grupo unido de hombres que pertenecen a Cristo, sino en el sentido de prolonga­ción de Cristo mismo, por razón de la vida interior que emana del mismo Espíritu de Cristo.

Podemos decir lo mismo de Rom 12, 3-8. A primera vista podría pare­cer que el tema del Cuerpo místico está ausente de él y que formu­la: "nosotros siendo muchos, no formamos más que un solo cuerpo en Cristo", Rom 12, 5, podría parecer que se refiere a un a colectividad unida por un vinculo moral. Y así la frase de Corintios: "Vosotros sois Cuerpo de Cristo", queda en Romanos transformada en : "formamos un solo Cuerpo en Cristo", Rom 12, 5.
  • Cristo, Cabeza de la Iglesia: Como toda metáfora, la metáfora de "Cristo-cabeza" puede significar cosas distintas. Así pues, cuando se dice que Cristo es la cabeza de la Iglesia, cabeza del universo, o simplemente cabeza, hay que ver en cada caso lo que se quiere significar. Enumeremos aquellos textos en los cuales S. Pablo habla de "Cristo - cabeza".
  • "Cristo - Cabeza"  "Crezcamos en todo hasta aquel que es la cabeza, Cristo, de quien todo el cuerpo recibe trabazón y cohesión por medio de toda clase de junturas que llevan a la nutrición, según la actividad propia de cada una de las partes, realizando así el crecimiento del cuerpo para su edificación en el amor", Efes 4, 15-16; Col 2, 19.
  • Cristo Cabeza de todo Principado y Potestad : "Porque en El reside toda la plenitud de la divinidad corporalmente, y vosotros alcanzáis la ple­nitud en El, que es la cabeza de todo principado y de toda potestad", Col 2, 10.
  • Cristo Cabeza de la Iglesia: "Ha sometido bajo sus pies todas las cosas y lo ha constituido, por encima de todo, cabeza de la Iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud del que lo llena todo en todas las cosas", Ef 1,22; 5, 23.
  • Cristo cabeza del cuerpo de la Iglesia : "El es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia", Col 1, 18. "Cristo es cabeza, por que en El, reside la plenitud; El es el primero en todo", Col 2, 10; también lo es porque todo está sujeto a El, El es jefe indiscutible, Efes 1, 22; 5, 23; de todas las cosas y por supuesto de la Iglesia, que es su cuerpo. Por último, lo es también porque de El desciende el influjo vital a todos los miembros del cuer­po, que son los fieles, Efes 4. 15; Col 2, 19; 2, 10; Efes 1, 22.


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Agradecemos al P. Ignacio Garro S.J. por su colaboración.




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