SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
20. La Iglesia Templo de Dios en el Espíritu
Santo
He aquí la tercera noción fundamental de S.
Pablo para declarar el misterio de la Iglesia: la de Templo. La realidad del
Templo estaba muy presente en la mentalidad del pueblo de Dios en el A T. Lugar
sagrado por excelencia era el lugar ideal para encontrarse con Dios. Por ello
S. Pablo lo usa en una perspectiva teológica que partiendo del edificio de
piedra y real, (Templo de Jerusalén), se concentra cada vez con mayor
intensidad en la presencia del Señor con su gracia de salvación en medio de su
pueblo elegido.
La teología del N T asoció el cumplimiento de
esa promesa con la aparición del Mesías, Cristo, con la muerte de Cristo en el
calvario y la ratificación de la nueva alianza en su sangre. Se desgarró la
cortina que separaba el "sancta sanctorum", en señal de supresión
del antiguo culto de la ley de Moisés, que preparó al nuevo culto de "Espíritu y de verdad", Jn 4,
23 y de la apertura del nuevo santuario mesiánico, no vinculado ya con el
edificio de piedra, Mt 27, 51; Hebr 9, 12. Fiel a esta tradición S. Pablo la
desarrolla aplicándola a la Iglesia de Cristo y a cada uno de sus miembros con
el simbolismo de "templo
espiritual".
A los cristianos de Corinto les escribe el
Apóstol: "¿No sabéis que sois
"santuario" de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si
alguno destruye el santuario de Dios, Dios le destruirá a él; porque el
santuario de Dios es sagrado y "vosotros sois ese santuario", l
Cor 3, 16-17. Su trabajo apostólico se
dirige a hacer siempre más patente y eficaz esta presencia de Dios en medio de
la comunidad de creyentes en Cristo, que constituyen el "templo santo de Dios", es decir, la parte más íntima
del templo, el lugar donde Dios habita.
S. Pablo apoyándose en pasajes del A T amonesta a la comunidad de Corinto a no
adoptar modos de vida que es comparado con el sacrilegio tantas veces cometido
por Israel de introducir en el templo ídolos. El Apóstol supone en este mensaje
que los cristianos de Corinto constituyen el "templo vivo de Dios", veamos: "¿Qué conformidad entre el santuario de Dios y el de los ídolos?
Porque nosotros somos santuario de Dios vivo, como dijo Dios: "habitaré en
medio de ellos y andaré entre ellos; yo seré su Dios y ellos serán mi
pueblo", 2 Cor 6, 16-17.
Escribiendo a los Efesios S. Pablo desarrolla
esta noción de templo de Dios en el Espíritu, de la que Cristo es la piedra
angular: "Así, pues, ya no sois
extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios,
edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas siendo la piedra
angular Cristo mismo, en quien toda edificación bien trabada se eleva hasta
formar un templo santo en el Señor, en quien también vosotros estáis siendo
juntamente edificados, hasta ser morada de Dios en el Espíritu", Efes
2, 19-22. El Espíritu Santo, a través del cual actúa el Señor en la Iglesia y
en los fieles, es, pues, el Espíritu de Cristo, prometido por el Señor a los
apóstoles, y en ellos y por ellos a su Iglesia entera, es el Espíritu que une a
todos los creyentes en el Cuerpo de Cristo y en el nuevo pueblo de Dios,
constituyéndolos en templo santo de Dios.
En virtud de esta promesa mesiánica de la
efusión del Espíritu Santo sobre la comunidad cristiana, el Espíritu es el "pneuma de Dios", que habita
en sus miembros, Rom 8, 9-11: "es el
Espíritu Santo, principio de una vida propiamente divina", pues "en efecto, todos los que son guiados
por el Espíritu de Dios son Hijos de Dios.... El Espíritu mismo se une a
nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios". Rom
8, 14-16.
Habiendo recibido el Espíritu de Dios como
primicias, los creyentes en Cristo están capacitados en la Iglesia para
entender las cosas del Espíritu y expresarlas en términos espirituales, 2 Cor
1, 22; l Cor. 2, 12. Contraponiendo al hombre bio-físico, "psíquico" que se guía solamente por la
"psyjé", al hombre espiritual "pneumático",
es decir, "sobrenatural", que tiene al Espíritu divino como principio
y motor de toda su vida, S. Pablo coloca a los cristianos en este segundo
término, ya que la fe es obra del Espíritu, y les exhorta a dejarse dirigir por
este Espíritu de Dios para ser cada día más espirituales, capaces de entender
los planes salvíficos de Dios en sus vidas y en todo el género humano. La
noción de S. Pablo de "Templo de
Dios", en el Espíritu implica también el pensamiento fundamental de la
concepción eclesiológica de que la Iglesia de Cristo es una Iglesia "santa".
Se trata primero, del indicativo de una
santificación que se realiza en Cristo Jesús, l Cor 1, 2, en el baño
sacramental del bautismo por mediación del Espíritu Santo: "Pero habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido
justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro
Dios", 1 Cor 6, 11; 2 Cor 13, 13. El don de esta santificación y
elevación de la Iglesia implica, en segundo lugar el imperativo moral de que sus
hijos la realicen en una vida cristiana santa. De aquí la preocupación
constante en S. Pablo de mantener a los santos inmunes contra las
infiltraciones del paganismo, con sus ritos idolátricos, y sus costumbres
relajadas, 2 Cor 6, 11-18, y sus frecuentes amonestaciones a desterrar del seno
de la comunidad cristiana toda manifestación de malicia, perversidad,
injusticia, impureza y tantas otras desviaciones morales y frecuentes entre los
paganos, pero incompatibles con la nueva existencia de los creyentes en
Cristo, llamados a ser santos en la Iglesia Santa, l Cor 5, 7-13; 6, 9-10; 2
Cor 6, 1-10.
Sólo siguiendo fielmente este imperativo
moral, los cristianos realizan en su pleno sentido el ideal paulino de
constituir el Templo santo de Dios, mientras la infidelidad a dichas exigencias
de santidad moral entre les cristianos la equipara S. Pablo con la destrucción
del santuario de Dios. l Cor 3, 17. El don del Espíritu Santo no sólo es el
elemento constitutivo de la comunidad cristiana, según la concepción
eclesiológica de S. Pablo, sino también el principio animador de su vida
eclesial. El Espíritu Santo cuida del orden de las comunidades cristianas, y
éstas se hallan plenamente bajo su dirección. S. Pablo nos ha legado
testimonios abundantes de la posesión del Espíritu y de sus manifestaciones
carismáticas en las comunidades cristianas, l Cor 12 y 14.
No sólo el ministerio apostólico y cuantos
ejercen funciones y tareas ministeriales en las comunidades locales son
considerados por S. Pablo como instrumentos del Espíritu Santo Rom 12, 6-16; 1
Cor 12, 4-6, sino todos sus diversos miembros han recibido del único Espíritu
sus propios carismas: "A cada uno se
da la manifestación del Espíritu para el provecho común", l Cor 12,
7. Toda esta diversidad de carismas está puesta al servicio de la comunidad.
Su índole comunitaria se manifiesta en la naturaleza misma de estos dones del
Espíritu: el ministerio apostólico, la fe, la palabra de sabiduría, la palabra
de ciencia, el carisma de curaciones, etc, que cuantos han recibido estos dones
del Espíritu deben de ponerlos al servicio y utilidad de la comunidad con
diligencia y amor fraterno. Rom 16, 6-16; l Cor 13,
4-28.
Por lo tanto la Iglesia es el Templo santo en
el Señor, en el cual los cristianos han sido edificados hasta ser morada de
Dios en el Espíritu, Efes 2, 22, o Santuario del Dios vivo, ya que en ellos se
cumple la promesa del A T : "Habitaré en medio de ellos y andaré
entre ellos; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo", Lev 26, 11-12;
Ez 37, 26-27. Al cumplirse ahora la promesa del Señor, Dios habita en este
Templo en el Espíritu, o en esta construcción del Espíritu, en cuanto la
Iglesia es obra e instrumento del Espíritu, que la edifica, y es también su
principio vital con la distribución de sus gracias. l Cor 3, 16-17. l Cor 12 y
14.
Así S. Pablo con la triple imagen de la
Iglesia: "Pueblo de Dios", "Cuerpo de Cristo" y
"Templo de Dios en el Espíritu",
sitúa el misterio de la Iglesia en una perspectiva trinitaria.
- La Iglesia viene a la existencia en virtud de la acción creadora de Dios Padre, Señor absoluto de la Iglesia. Del Padre parte la acción creadora del "Pueblo de Dios", (nexo con la génesis histórica de este término). También emplea otras expresiones parecidas a esta como "familia de Dios", Efes 2, 19. Siendo Dios el Padre de este pueblo y Señor de la casa de la cual los gentiles no son ya forasteros, sino familiares de Dios (filiación divina). Dios Padre es el que edifica la Iglesia y Cristo es la piedra angular y los creyentes son juntamente edificados para llegar a ser templo santo y morada de Dios en el Espíritu.
- La relación de la Iglesia a Cristo es igualmente un elemento esencial en la concepción eclesiológica de S. Pablo. La imagen que más ha empleado (refiriéndola al Hijo) es la de Cuerpo de Cristo. Cristo es la piedra angular, Efes 2, 20, que une las paredes laterales del edificio. Cristo asume en estas imágenes de la construcción una función determinante. Como fundamento, en su orden único, de la comunidad, sobre él ejercen además la misión fundacional los apóstoles y los profetas, y en él son edificados los creyentes como piedras vivas, siendo él el principio de unidad y solidez y crecimiento de la Iglesia, que llega a ser morada de Dios en el Espíritu.
- La función del Espíritu Santo en la Iglesia es concebida por S. Pablo como un inhabitar del Espíritu en la comunidad cristiana en cuanto tal y en sus miembros en particular. Esta inhabitación la atribuye S. Pablo al Espíritu como función peculiar de la Tercera Persona divina, en virtud de la cual la comunidad y el cristiano son templo de Dios en el Espíritu. Para el Apóstol se trata de una inhabitación eficazmente activa del Espíritu en la Iglesia, determinando su crecimiento y su actividad en los diversos aspectos de su vida eclesial. Proclamación del mensaje cristiano, floración carismática, vida cultual y sacramental y funciones ministeriales. La teología posteriormente se ha hecho eco de esta presencia y actividad del Espíritu Santo, llegando a afirmar que es éste el "corazón" y el "alma" de la Iglesia.
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Agradecemos al P. Ignacio Garro S.J. por su colaboración.
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