La Iglesia - 9º Parte: La Institución de la Iglesia - Jesús y el Reino de Dios

P. Ignacio Garro, S.J.

SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA


4.8. Jesús y el Reino de Dios

Tensión  escatológica y dinamismo del Reino de Dios  y de la Iglesia : "Ya ...  pero todavía no"

Reino de Dios: La palabra Reino de Dios, viene de la palabra hebrea "Malak" = reinar; "malakh" = rey; "malkut" = reinado, o reino. En la traducción de los 70 se traduce a la palabra griega "basileia" que significa "reino", o "reinado", en latín: "regnum" = reinado.

Jesucristo en la predicación de su vida pública y apostólica da al tema "Reino de Dios" el primer puesto en la predicación. Lo que anun­cia en los pueblos de Galilea es la buena nueva (buena noticia) del Reino de Dios, Mt 4, 23; 9, 35. Mateo dice: "Reino de Dios"; Marcos dice: "Reino de los cielos", conformándose a los usos del lenguaje ra­bínico: las dos expresiones son equivalentes.

Signos que acompañan a la instauración del Reino: Los milagros: son los signos salvíficos sensibles que acompañan la presencia del Rei­no entre los hombres y hacen entrever que ya ha llegado la salva­ción. Con la venida del Reino de Dios llega a su fin el dominio de Satán, del pecado y de la muerte sobre los hombres. Así Jesús dice: "Si yo lanzo los demonios por el Espíritu de Dios, ha llegado, pues a vosotros el Reino de Dios", Mt 12, 28. Por eso comenzó Jesús su la­bor apostólica con estas frases: "El tiempo se ha cumplido y el Rei­no de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva", Mc 1, 15.

Jesucristo es el Rey de este Reino. Jn 18, 33-37. Y la soberanía divi­na, que irrumpe con Cristo, anuncia como la higuera una primavera nueva, Mt 13, 28, s.s., es un vino nuevo que se mete en odres nuevos, Mc 2, 22, s.s. El pan de vida que El da, Mt 7. 24,30; el vestido de fies­ta que El reclama, Lc 15, 22 y la paz que alborea, Mt 10, 12-15, apuntan hacia un reino que aún ha de llegar. La buena nueva se anuncia a los pobres y a los pecadores, Mc 2, 15; Mt 11,19, y su contenido es la curación de los pecados, Lc 7, 36, 50. Así pues, la soberanía de Dios aparece "ya" presente en la persona de Cristo, aunque sin haber logrado "todavía" su consumación final, Mc 13, 28. Los emisarios (discípulos) son instruídos por el propio ­ Cristo para que continúen predicando que el Reino de Dios está cer­ca, Mt 10, 7. En toda la predicación de Jesús, el Reino de Dios apa­rece, por tanto, como un tiempo intermedio que camina hacia un fi­nal definitivo. Quien ha sido llamado por Cristo debe seguirle rá­pidamente y sin titubeos, Lc 9, 59-62 y los apóstoles no deben de per­der tiempo ni siquiera con los saludos habituales de cortesía, Lc 10, 4.

Reino de Dios e Iglesia: Tras estos datos bíblicos del tema del Rei­no de Dios, veamos las relaciones entre el Reino de Dios y la Iglesia.

El pensamiento teológico actual compendia en la expresión "Reino de Dios" todo cuanto puede decirse de Dios, de su ser y su conocimien­to ontológico, de su querer y su acción, del fin y sentido de su ­actuación, de su poder que es su amor que nos salva. Creación del Universo, su conservación y gobierno del mundo, la obra de la Histo­ria de la Salvación universal por medio de la redención de su Hijo Jesucristo, la consumación y santificación del mundo por medio del Espíritu Santo, enviado por el Padre y el Hijo en la Iglesia de ­Cristo, así como la consumación escatológica, que todavía ha de lle­gar, todo se resume en la expresión "Reino de Dios".

Ahora bien la importancia de la Iglesia para la realidad salvífica de ese Reino de Dios, el Concilio Vaticano II la ha expresado con la palabra más simple de la "Iglesia como sacramento universal de salvación". Para establecer las relaciones entre Reino de Dios e Iglesia valgan las siguientes afirmaciones:

1.- El Reino de Dios ha irrumpido en este mundo "ya" con la Iglesia de Cristo, y la Iglesia es aquí el único instrumento específico de ese Reino de Dios. Ahora bien, esto no significa, que la Igle­sia se identifica sin más con el Reino de Dios, ya que este término es mayor en su acepción y delimitación teológica, en lo espacial y en lo temporal. En esta perspectiva el Reino de Dios "ya" ha sido inaugurado y se ha hecho pre­sente con la venida de Cristo y se irá realizando a través de la "his­toria de la salvación" hacia su plena consumación gloriosa al final de los tiempos. 
       
2.- La Iglesia no es el Reino de Dios. Es decir, el Reino de Dios no se circunscribe solamente a la existencia y a la misión de la Iglesia. El Reino de Dios supera a la Iglesia, pero se inicia, se realiza y se consumará en el ámbito de la Iglesia. Por esto el Reino de Dios ha dado comien­zo en la Iglesia de Cristo pero "todavía no" se ha consumado, culmina­rá en la época final escatológica: la Parusía, con la Segunda venida definitiva de Jesucristo,  como el Señor, Dios de vivos y de muertos: el Juicio Final. Por todo esto es fundamental la no identificación entre el Reino de Dios y la Iglesia y debe haber una neta distinción entre ambas reali­dades salvíficas. En esto radica el justo equilibrio entre los diver­sos aspectos de la vida de la Iglesia; entre los bienes del Reino "ya" recibidos y realizados en la comunidad mesiánica de salvación, y aque­llos otros bienes "todavía no" no recibidos y que son objeto de su es­peranza escatológica, l Cor 15, 28.

Así la Iglesia de Cristo, siendo como es fruto del Reino y destinada a proclamar este señorío de Dios y hacerlo eficazmente presente en este mundo con todos sus bienes de salvación, es una comunidad de hombres esencialmente peregrinos y por lo tanto expuesta a la tentación al pecado, a la apostasía. La Iglesia es la comunidad de los "elegidos" a entrar en el Reino de Dios definitivamente escatológico, pero la per­tenencia de sus miembros a este pueblo de Dios peregrino no es garan­tía absoluta de pertenencia al Reino de Dios futuro en le gloria. So­lamente la aceptación, por la fe y la conversión continúa, Mt 4, 17, de los bienes de Dios presentes en virtud de la obra redentora de Cristo y la consiguiente agregación a la nueva comunidad mesiánica de salva­ción aseguran la entrada al final de los tiempos en el Reino de los cielos.

Aquí está el núcleo teológico de la "tensión escatológica" del Reino de Dios y la Iglesia. El Reino de Dios ha irrumpido en la historia del genero humano con la venida de Cristo, continua su presencia en el "ya" de la continuación de la obra salvífica de la Iglesia de Cristo, pero "todavía no" se ha consumado, falta un tiempo indefinido tem­poralmente hasta llegar a la plenitud y culminación de su plenitud. Entonces será el fin de los tiempos, donde Cristo vendrá a juzgar a vivos y muerto, "y todas las cosas estén sometidas a El, entonces también el Hijo se someterá a Aquel (el Padre), que ha sometido a El to­das las cosas, para que Dios sea todo en todo", l Cor 15, 28.


4.9. Actos de Cristo en orden a la fundación de la Iglesia


En la vida de Jesús no existe un proceso o acto único al que deba ad­scribirse exclusivamente la fundación de la Iglesia; cuando se habla de la fundación de la Iglesia no hay que pensar en un acto solemne mediante el cual la Iglesia hubiera sido proclamada. No existe tal acto solemne. Mucho menos existe un documento de fundación en el que tal acto se señale protocolariamente. La Iglesia creció a lo largo de la vida de Jesús conforme a su voluntad creadora. Todo lo que hi­zo, fue como una piedra puesta en la casa de Dios, que es la Iglesia, y como tal fue querido e intentado por El.

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Agradecemos al P. Ignacio Garro S.J. por su colaboración.


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