P. Vicente Gallo, S.J.
1. Escuchar a Dios
“Así dice Yahvé de los ejércitos, el Dios de Israel: ¡Añadid, si queréis, vuestros holocaustos a los sacrificios y comed después de la carne! Que cuando yo saqué a vuestros padres de Egipto, no les hablé ni les ordené nada referente a sacrificios y holocaustos. Lo que les mandé a vuestros padres, más bien, fue esto: ‘Escuchad mi voz, que entonces Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi Pueblo. Caminad por el camino que os he indicado para que os vaya bien’. Pero ellos no me escucharon, no me hicieron caso, sino que siguieron la inclinación de su corazón malvado; me dieron la espalda, y no la cara. Desde el día en que saqué a vuestros padres de Egipto hasta el día de hoy, os he enviado continuamente a mis siervos los Profetas. Pero tampoco los escuchasteis a ellos, no me oísteis ni me hicisteis caso, endurecisteis la cabeza peor que vuestros padres. Puedes decirle esto a mi Pueblo, que se quedarán sordos. Puedes llamarlos, que no te responderán. Diles entonces esto: ‘Este es el Pueblo que no ha escuchado la voz del Señor su Dios, ni ha querido aprender’. Ha muerto la fidelidad, ha desaparecido de su boca” (Jr 7, 21-28).
Jesús, Dios hecho hombre, viendo que venía a él una gran multitud, se subió a una barca y, desde allí, les habló en parábolas. Les dijo aquello del sembrador, la tierra en que fue cayendo la semilla, y el fruto que dio. Y acabó diciéndoles: “El que tenga oídos para oír, que entienda”(Mt 13). Después les explicó a los Doce que la semilla es la Palabra de Dios; pero que unos, ni la escuchan; otros, la oyen pero no la acogen; otros, la acogen, pero no la dejan prosperar desde sus propias apetencias; otros, sí la dejan dar fruto, pero unos dan el 100, otro el 60, otros el 30, en proporción a como la cultivan.
Son muchos los que acuden a Dios; pero para pedirle a El, no para escuchar lo que El nos quiera decir. Los que le dejan siquiera hablar, unos le “oyen”, pero pocos le “escuchan” y “le hacen caso”, como denunciaba el Profeta. No dan la cara, sino la espalda. Igual que se hace leyendo la Biblia, ante una exhortación de la Iglesia, o ante una inspiración del Espíritu Santo que nos habla. Exactamente igual a como ocurre en la vida de relación de la pareja en matrimonio, debemos añadir.
En nuestra fe cristiana, muy frecuentemente nos quedamos en cumplir preceptos acerca de Ritos, en ir a Procesiones, Novenas o Sermones, y con ello se dice “soy muy católico”. Pero sin caminar por los senderos que nos indica Cristo cuando nos habla por medio de su Espíritu y de su Iglesia. Sabemos muy bien quedarnos sordos. Cuando en el matrimonio un esposo lo hace así con su pareja, es a Dios ante quien, como sordos, no le escuchan. En el otro, te necesita Dios. Desde el otro, es Dios el que te habla; y es a Dios a quien no escuchas al ser duro de cabeza y no dar la cara sino la espalda cuando te habla el otro, como muy bien nos ha dicho Jeremías el Profeta de Dios.
Desde nuestra fe tiene esto una aplicación todavía más radical y profunda. Ya para el Profeta se trataba de que Dios era el Esposo y la Esposa era Israel (Jr 2, 2; 3, 20; etc). Para Pablo, Cristo es Dios el Esposo, y la Iglesia es su Esposa (2Co 11, 2. La Iglesia, transmitiendo la Buena Nueva de Jesucristo, nos enseña que, por el Sacramento del Matrimonio, un cónyuge es Cristo el Esposo, y el otro es la Iglesia su Esposa (Ef 5, 25-33; Ap 19, 7 y 21, 2). Por lo cuál es totalmente válido afirmar que, si un esposo cristiano escucha a su pareja, es a Dios a quien escucha; lo mismo que cuando no escucha, cuando se queda sordo, cuando da la espalda y no la cara a lo que el otro habla, es con Dios con el que tiene ese comportamiento pecador.
También es cierto que cada esposo, igual que escucha o no escucha a su pareja, lo hace con sus hijos, con sus amigos o compañeros en la vida, y con el mismo Dios, con cualquiera que le habla. Sobre todo si, al hablarle, le quiere decir algo íntimo que, al escucharlo, le compromete, y prefiere optar por “quedarse sordo”, como le decía a Israel el Profeta.
... Agradecemos al P. Vicente Gallo, S.J. por su colaboración.
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1 comment:
Gracias padre por tan hermosa reflexion, estoy seguro que ayudara a muchos matrimonios. Bendiciones.
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