DÍA SÉPTIMO
Vivir en la fe de la resurrección
Isaías 60, 1-3.18-22 Llamarás a tu muralla “Victoria” y a tus puertas “Alabanza”
Salmo 118, 1.5-7 No he de morir, viviré
Romanos 6,3-11 Por el bautismo fuimos sepultados en Cristo… para que también nosotros emprendamos una vida nueva
Mateo 28, 1-10 Jesús les dijo: “No tengan miedo…”
La perseverancia de los primeros cristianos en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones sólo fue posible con el poder de la vida de Jesús resucitado. Este poder continúa actuando, como dan prueba los cristianos de la Jerusalén actual. A pesar de las dificultades de la situación donde se encuentran, y cualquiera que sea la posible semejanza con Getsemanía y Gólgota, saben en la fe que todo se renueva en la verdad de la resurrección de Jesús de entre los muertos.
La luz y la esperanza de la resurrección transforman todo. Como anunció Isaías, la oscuridad se cambia en luz; todos los pueblos son iluminados. La fuerza de la resurrección irradia desde Jerusalén, lugar de la Pasión del Señor, y atrae a todas las naciones hacia su claridad. Es una nueva vida, donde la violencia se descarta y donde se encuentra seguridad en la salvación y la alabanza.
En el salmo, encontramos las palabras para celebrar la experiencia central del cristianismo: el paso de la muerte a la vida. Es la señal permanente del amor inquebrantable de Dios. Este paso de los terrores de la muerte a la nueva vida es lo que define a todos los cristianos. Ya que, como nos enseña San Pablo, por el bautismo hemos estado en el sepulcro con Cristo y hemos resucitado con Él. Hemos muerto con Cristo, y vivimos para compartir su vida de resucitado. Podemos ver al mundo diferentemente, con compasión, paciencia, amor y esperanza, porque, en Cristo, las dificultades del momento nunca pueden ser la palabra final de la historia. A pesar de nuestras divisiones, nosotros los cristianos, sabemos que el bautismo nos reúne para permitirnos llevar la cruz en la luz de la resurrección.
Según el Evangelio, esta vida de resucitado no es un simple concepto o una idea alentadora; ella se arraiga en un acontecimiento vivo en el tiempo y en el espacio. Es el acontecimiento que nos relata la lectura del Evangelio de manera muy humana y expresiva. Desde Jerusalén, el Señor resucitado saluda a sus discípulos de todas las épocas, pidiéndonos a todos seguirlo sin temor. Va delante de nosotros.
ORACIÓN
Dios, que proteges a la viuda, al huérfano y al extranjero en un mundo donde muchos conocen la desesperación, Tú has resucitado a tu Hijo para llevar esperanza a la humanidad y renovación a la tierra. Sigue consolidando y unificando tu Iglesia en sus luchas contra las fuerzas de la muerte en un mundo donde la violencia hacia la creación y hacia la humanidad obscurecen la esperanza en la nueva vida que Tú ofreces. Te lo pedimos en nombre de Cristo resucitado, en la fuerza de su Espíritu. Amén.
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Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.
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