María, aquí estamos, tus hijos, reunidos en torno a ti en el alba del nuevo Milenio.
Hoy la Iglesia, con la voz del Sucesor de Pedro, busca amparo bajo tu protección materna e implora confiada tu intercesión ante los desafíos ocultos del futuro.
Hoy queremos confiarte el futuro que nos espera, rogándote que nos acompañes en nuestro camino.
Hoy, como nunca en el pasado, la humanidad está en una encrucijada.
Y, una vez más, la salvación está sólo y enteramente, oh Virgen Santa, en tu hijo Jesús.
Por eso, Madre, como el apóstol Juan, nosotros queremos acogerte en nuestra casa para aprender de ti a ser como tu Hijo.
Estamos aquí, ante ti, para confiar a tus cuidados maternos a nosotros mismos, a la Iglesia y al mundo entero.
Ruega por nosotros a tu querido Hijo, para que nos dé con abundancia el Espíritu Santo, que abra los corazones a la justicia y al amor, guíe a las personas y las naciones hacia una comprensión recíproca y hacia un firme deseo de paz.
Te encomendamos a todos los hombres, comenzando por los más débiles, y a cuantos están solos y sin esperanza.
A ti Madre, aurora de la salvación, confiamos nuestro camino en el nuevo Milenio, para que bajo tu guía todos los hombres descubran a Cristo, luz del mundo y único Salvador. Amén.
Juan Pablo II
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