3º Parte - Problemas al vivir en pareja: La Salud
P. Vicente Gallo, S.J.
Los problemas en la vida de pareja pueden venir, a caso, en el tema de la salud: del esposo, de la esposa, o de los hijos. Cuando la enfermedad ya está diagnosticada o ya cuando los síntomas ya empiezan a aparecer, no es normal que surjan sentimiento de gozo ni de aceptación; sino múltiples sentimientos negativos en quien lo padece y en quien lo ve: el dolor, la pena, el temor de que la cosa vaya a peor, y la angustia ante la impotencia o acaso ante la falta de dinero para un tratamiento adecuado.
Porque esos problemas de salud complican casi siempre lo doloroso de la situación por el desequilibrio económico que ocasionan, dado lo caros que suelen ser los tratamientos necesarios y los costos de las medicinas. Hay casos en que no se trata de simple desequilibrio, sino de imposibilidad para cubrir tantos gastos con los ingresos que se tienen en casa. Agravándose todavía más el asunto cuando resulta inútil todo lo que se gasta, pero sería obligado hacerlo por razones de humanidad.
Ojalá no haya motivos para reproche por no haberse prevenido mejor, por no haberse cuidado (por ejemplo ante el alcoholismo), o por tener una predisposición hereditaria (por ejemplo en el cáncer), o por haber tenido «juntas» indeseables donde uno contrajo ese mal irresponsablemente. Las peleas por causa de ello serían lo peor que podría ocurrir. Dándose buenos consejos o palabras de aliento conversando, se puede conseguir el verse acompañados en el dolor, pero poco más; ya es algo, pero insuficiente.
Aunque la enfermedad no sea tan grave, sino pasajera, corriente, el modo verdadero de acompañarse con amor será el diálogo, comunicarse ambos los sentimientos que están teniendo en tal situación; tenerse esa confianza de intimidad, diciéndose el uno al otro: «estamos juntos, es lo importantes, y nos amamos». Alivia mucho hacer el diálogo unidos de las manos y acabar besándose, para manifestar ese amor que los une, y enfrentar así el dolor.
Sufrir el dolor es inevitable en la vida; pero cuando el está ungido con el bálsamo de un amor sincero, se hace más soportable. Podrá llegar acaso la muerte, ojalá no suceda en esta situación. Pero si sucede, morir viéndose amado profundamente por quienes le acompañan a uno, es menos doloroso. Y lleva a la eternidad ese amor que lo fue hasta lo último. Entonces se halla que valió la pena haber vivido juntos para compartir también el dolor.
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Agradecemos al P. Vicente por su colaboración.
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