TERCERA CONTEMPLACIÓN
MIENTRAS ESTABAN EN BELÉN, LLEGÓ PARA MARÍA EL MOMENTO DEL PARTO
(Lucas 2, 6)
Canto de adviento:
Lector: En el principio la Palabra existía y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.
Todos: Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros.
LECTURA BÍBLICA: del Profeta Isaías 9, 1 – 6
“El pueblo que caminaba a oscuras vio una luz intensa. Sobre los que vivían en tierra de sombras brilló una luz. Acrecentaste el gozo, hiciste grande la alegría. Se han alegrado al verte, como se alegran en la cosecha, como se gozan repartiendo el botín. Porque el yugo que les pesaba y el palo que golpeaba su hombro – la vara del tirano – has quebrado, como el día de Madián. Porque toda bota que taconea con estrépito y el manto revolcado en sangre, serán para la quema, pasto del fuego. Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado, y el señorío reposará en su hombro, y se llamará “Admirable-Consejero, Dios-Poderoso, Siempre-Padre, Príncipe de Paz. Grande es su señorío y la paz no tendrá fin sobre el trono de David y sobre su reino, para restaurarlo y consolidarlo por la equidad y la justicia. Desde ahora y hasta siempre, el celo de Yahvéh hará eso”.
LECTURA ESPIRITUAL: LA NAVIDAD SEGÚN FRANCISCO DE ASÍS:
Gracias a su iniciativa se realizó la celebración de la noche buena en una cueva del monte, cerca del castillo de Greccio, en el valle de Rieti. Francisco regresando de Roma se detuvo allí unos días. Después de haber visitado tierra santa esas cuevas le hicieron recordar las de Belén. Fue el primer nacimiento en vivo de la historia con personas del pueblo en la navidad de 1223. Se cumplen 800 años. Transcribo unos párrafos del relato contado por Fray Tomás de Celano, el primer biógrafo de Francisco de Asís (1 Cel 84-87).
“La suprema aspiración de Francisco, su más vivo deseo y su más elevado propósito, era observar en todo y siempre el santo Evangelio (120) y seguir la doctrina de nuestro Señor Jesucristo y sus pasos con suma atención, con todo cuidado, con todo el anhelo de su mente, con todo el fervor de su corazón. En asidua meditación recordaba sus palabras y con agudísima consideración repasaba sus obras. Tenía tan presente en su memoria la humildad de la encarnación y la caridad de la pasión, que difícilmente quería pensar en otra cosa.Digno de recuerdo y de celebrarlo con piadosa memoria es lo que hizo Francisco tres años antes de su gloriosa muerte, cerca de Greccio, el día de la natividad de nuestro Señor Jesucristo. Vivía en aquella comarca un hombre, de nombre Juan, de buena fama y de mejor tenor de vida, a quien el bienaventurado Francisco amaba con amor singular, pues, siendo de noble familia y muy honorable, despreciaba la nobleza de la sangre y aspiraba a la nobleza del espíritu. Unos quince días antes de la navidad del Señor, el bienaventurado Francisco le llamó, como solía hacerlo con frecuencia, y le dijo: «Si quieres que celebremos en Greccio esta fiesta del Señor, date prisa en ir allá y prepara prontamente lo que te voy a indicar. Deseo celebrar la memoria del niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno». En oyendo esto el hombre bueno y fiel, corrió presto y preparó en el lugar señalado cuanto el Santo le había indicado.Llegó el día, día de alegría, de exultación. Se citó a hermanos de muchos lugares; hombres y mujeres de la comarca, rebosando de gozo, prepararon, según sus posibilidades, cirios y teas para iluminar aquella noche que, con su estrella centelleante, iluminó todos los días y años. Llegó, en fin, el santo de Dios y, viendo que todas las cosas estaban dispuestas, las contempló y se alegró. Se prepara el pesebre, se trae el heno y se colocan el buey y el asno. Allí la simplicidad recibe honor, la pobreza es ensalzada, se valora la humildad, y Greccio se convierte en una nueva Belén. La noche resplandece como el día, noche placentera para los hombres y para los animales. Llega la gente, y, ante el nuevo misterio, saborean nuevos gozos. La selva resuena de voces y las rocas responden a los himnos de júbilo. Cantan los hermanos las alabanzas del Señor y toda la noche transcurre entre cantos de alegría. El santo de Dios está de pie ante el pesebre, desbordándose en suspiros, traspasado de piedad, derretido en inefable gozo. Después el sacerdote, ante el Nacimiento, celebró solemnemente la Eucaristía, mostrando el vínculo entre la encarnación del Hijo de Dios y la Eucaristía. En aquella ocasión, en Greccio, no había figuras: el belén fue realizado y vivido por todos los presentes. Terminada la solemne vigilia, todos retornaron a su casa colmados de alegría”.
ORACIÓN DE LOS FIELES:
Lector: Te esperamos, llenos de esperanza, ven, Señor Jesús.
Todos: Ven Señor no te demores.
Lector: En ti tenemos existencia, energía y vida, oh Señor, ven y revela a todos los hombres tu presencia.
Todos: Ven Señor no te demores
Lector: Tú que eres nuestro libertador, da a todos los hombres la libertad de los hijos de Dios.
Todos: Ven Señor no te demores
ORACIÓN:
Querido Padre, Dios del cielo y de la tierra. En este tiempo de espera y esperanza te queremos dar gracias por tanto amor. Gracias por nuestra familia y por nuestro hogar. Gracias por las personas que viven con nosotros y con las que colaboramos cada día en la misión que nos has encomendado. Bendícenos en este tiempo tan especial en el que esperamos el nacimiento de tu Hijo. Ayúdanos a preparar nuestros corazones para recibir al Niño Jesús con amor, con alegría y esperanza. Estamos aquí reunidos para adorarlo y darle gracias por venir a nuestro mundo a llenar nuestras vidas. En este día de manera queremos recordar especialmente a las familias que no tienen techo, alimento, salud, vestido, trabajo. Te pedimos por ellas para que la Virgen y San José les ayuden a encontrar un cálido hogar y aprendamos todos a ser más solidarios con los que más sufren y padecen toda dolencia.
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