Libro de Job



P. Fernando Martínez Galdeano, S.J.


Job, paciente y rebelde

Desconocemos quién haya podido ser el autor de este libro que lleva el nombre de Job. Sus comienzos (cap. 1-2) y tam­bién sus párrafos finales (42,7-17) están redactados en una prosa simple, mientras que el diálogo, argumentos y polémica lo están en verso; una lírica de gran valor lite­rario, a juicio de los críticos y estudiosos.


Por otra parte, el análisis interno del libro tiende a situar la sección poética en el siglo V a.C., a excepción de los discur­sos de Elihú (32-37) y el himno a la sabi­duría (28) que están considerados como más recientes. La parte en prosa (prólogo y epílogo) quizás se remonte a los siglos décimo o noveno. Todo el libro de Job ha de ser contemplado como una unidad que gira alrededor del acuciante interrogante de ¿por qué sufre el justo?


El drama de Job


Una leyenda antigua nos transmite el caso de un hombre rico, llamado Job, que es respetuoso con Dios y en él pone toda su confianza y como tal procura comportarse. Sin embargo el maligno (Satán) piensa que la fe confiada de Job es interesada porque ella le atrae la bendición de Dios. Pide permiso entonces a ese mismo Dios para probarle. Y Job pasa de repente de la abundancia a la miseria. Su reacción inicial es modélica: “El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó. ¡Bendito sea el nombre del Señor!” (1,21). Persiste en­tonces Satán en probarle y pide permiso para quitarle la salud. Y el cuerpo de Job se cubre de una llaga desde la planta de los pies hasta la coronilla. Y su aspecto alcanza a deteriorarse tanto que su misma mujer le reprocha:" —¿Todavía perseveras en tu rectitud ? ¡Maldice a Dios y muérete! Pero él respondió: —Hablas como una mujer necia. Si se acepta de Dios el bien ¿no habremos de aceptar también el mal?” (2,9s.) En esta situación de inmenso dolor y sufrimiento aparecen tres amigos que vienen a visitarle y hasta consolarle. Y se inicia un diálogo cuyas formas literarias dramática y poética tratan de expresar más de lo que las pala­bras dicen. La fe es probada en el dolor.


El drama de Job es el de todo creyente que sufre sin motivo aparente. ¿Cómo se puede creer en un Dios justo y bondadoso, al sentir la experiencia en carne propia del sufrimiento del inocente? Sin duda que el autor del libro de Job ha vivido esta expe­riencia y por eso escribe y se pregunta. 


"Elifaz, Bildad y Sofar, los tres visitantes de Job se quedaron estupefactos y mudos ante su terrible sufrimiento. Después “de siete días y siete noches” (2,13), Job exacer­bado por el dolor insufrible "abrió la boca y maldijo el día de su nacimiento" (3,1). Job había perdido la paciencia y todo su ser se había rebelado contra Yahvéh. “¿Por qué alumbró con su luz a un desgraciado, y dió vida a los que están llenos de amar­gura... a quien no encuentra su camino, y a quien Dios cierra el paso?” (3,20ss.)


La discusión con sus amigos: Sus tres amigos intervienen por turno, y con exten­sos discursos insisten en la explicación, la tradicional de que el sufrimiento que aflige a los hombres está en proporción con sus pecados. El justo y paciente Job rechaza esta aseveración pues en su caso la propor­ción sería abusiva. El había sido siempre un hombre justo y honrado en conciencia: “¡Ojalá se pesara mi desgracia, y se acumu­larán en la balanza mis calamidades! Pesa­rían más que la arena del mar" (6,2s.)


Sus amigos le exhortan a que se sienta como un gran pecador ante un Dios, que «no rechaza al pisto, ni brinda su apoyo a los malvados” (8,20). Y Job responde que Dios es muy fuerte y que no tiene sentido el tratar de llevarle a juicio. Es cierto que nadie está sin falta alguna y de forma irre­prochable y en santidad ante El, pero Job se ve a sí mismo y se siente inocente, y así quiere manifestarlo ante ese su Dios santo: "Sin embargo, hablaré sin temor ante él, porque yo no me siento culpable" (9,35). Y Job llega a suplicarle que le haga saber sus cargos ocultos contra él (10,2).



¿QUÉ ES EL HOMBRE PARA QUE LE DES IMPORTANCIA, PARA QUE TE OCUPES DE ÉL, PARA QUE LE PASES REVISTA POR LA MAÑANA Y LO EXAMINES A CADA MOMENTO?, ¿POR QUE NO APARTAS DE MÍ LA VISTA, NI SIQUIERA CUANDO TRAGO SALIVA? SI HE PECADO, ¿QUÉ TE HE HECHO? CENTINELA DEL HOMBRE, ¿POR QUÉ ME HAS TOMADO COMO BLANCO, Y ME HE CONVERTIDO EN CARGA PARA TÍ? ¿POR QUÉ NO ME PERDONAS MI DELITO Y NO ALEJAS MI CULPA? MUY PRONTO ME ACOSTARÉ EN EL POLVO, ME BUSCARÁS Y YA NO EXISTIRÉ, (JOB 7,17-21”) 
SOY INOCENTE; NO ME IMPORTA LA VIDA, DESPRECIO LA EXISTENCIA; PERO ES LO MISMO -OS LO ASEGURO—; DIOS ACABA CON INOCENTES Y CULPABLES; SI UNA CALAMIDAD SIEMBRA LA MUERTE REPENTINA, ÉL SE BURLA DE LA DESGRACIA DEL INOCENTE; DEJA LA TIERRA EN PODER DE LOS MALVADOS Y TAPA LA CARA A SUS GOBERNANTES; ¿QUIÉN SINO ÉL LO HACE?
(...) Y SI SOY CULPABLE, ¿PARA QUÉ FATIGARME EN VANO? AUNQUE ME FROTARA CON JABÓN ME LAVARA LAS MANOS CON LEJÍA, ME HUNDIRÍAS EN EL FANGO Y MIS VESTIDOS ME DARÍAN ASCO. DIOS NO ES HOMBRE COMO YO, PARA DECIRLE: VAMOS A COMPARECER EN JUICIO; NO HAY UN ARBITRO ENTRE NOSOTROS QUE PUEDA PONER LA MANO SOBRE AMBOS, (JOB 9,21-24. 29-33)

Uno de sus amigos que le acompañan (Sofar) se escandaliza ante la actitud crítica de Job y le increpa para que acepte su obstinado pecado: “Mas tú, si enderezas tu corazón, si tiendes tus manos hacia Dios, si apartas el mal que hay en tí...” (ll,13s.) Pero Job no se calla y responde con fuerza que es verdad que Dios es muy sabio, pero por eso mismo, no tiene que ser defendido con argucias, sofismas y falsedades. Y sus amigos no parecen honestos en mente y razón. El quiere, por tanto, una respuesta de ese mismo Dios en esta vida, que es la única válida conforme a la tradición reci­bida: “¿Puede un hombre muerto el revivir? Si fuera así, todos los días de mi vida espera­ría hasta que llegase mi relevo” (14,14).

Los amigos se impacientan y acusan de nuevo a Job de arrogancia y de orgullo. En ellos, sus amigos, no va a encontrar un defensor el rebelde y obstinado y paciente Job, y él lo sabe; pero tiene fe en que su verdadero abogado defensor, va a ser ese Dios santo. Él saldrá en su defensa en una última y definitiva instancia: “Pues yo sé que mi defensor está vivo, y que el, al final, se alzará sobre el polvo” (19,25).
Sofar vuelve a la carga con una soflama acerca de lo efímero y vacío del bienestar de los malvados. Y Job le responde: “Hay quienes (malvados) mueren en pleno vigor, en el colmo de la dicha y de la paz. (...) Otros en cambio, mueren llenos de amargura, sin haber gustado la felicidad. (...) Vuestras res­puestas son pura falsedad” (21,23.25.34).
Elifaz acusa a Job de una serie de peca­dos y le insta a la conversión humilde (22). Job hace caso omiso e insiste en que quiere una respuesta oportuna del mismo Dios. Eso del pecado no vale como explicación.

Ante el silencio de Dios

Sólo y en medio de una oscura soledad y una gran amargura Job se enfrenta al pesado silen­cio de Dios (22-27). El busca la auténtica sabiduría que sólo se encuentra en el res­peto a Dios (28). Hace un recuento de su vida (29-31) y emplaza a ese mismo Dios para que le responda: “¡Es mi última pala­bra; que el Poderoso me responda!” (31,35) Job se siente abandonado de Dios.

Entra en esta escena Elihú, un hombre joven un tanto presuntuoso, quien en una serie de monólogos (32-37) reprende con altanería tanto al viejo Job como a sus tres amigos de mayor edad. Su preocupación es que Dios pudiera aparecer como culpable de la situación. El lo tiene claro. Dios por encima de todo. En realidad, su alegato en defensa y apoyo de Dios no añade nuevos argumentos, fuera de algunos atisbos que indican que el sufrimiento puede formar parte de una oculta pedagogía: “Dios salva al que sufre a través del sufrimiento; por medio de la tribulación le hace entender. ¿Quién es maestro como él?" (36,15.22)

     Dios mismo le responde
Al fin, Dios responde a Job, desde la oscura tormenta (38-41). Este es un Dios poderoso, sabio y también justo, pero silencioso. No premia ni castiga en esta vida la conducta de los hombres, pero es un Dios providente que no deja al arbitrio de los malvados la his­toria y el final absoluto de la humanidad, y aunque ésta sea una historia de pecado, también lo es de salvación. Lo que el justo no debe hacer es responsabilizar a Dios del mal que acontece. Y ante tales palabras Job le respondió con humildad y sencillez: “Hablé a la ligera; ¿qué puedo responderte? (...) Así he hablado yo, insensatamente, de maravillas que me superan y que ignoro. (...) Te conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos”. (40,4; 42,3.5)

La fe, a pesar de los pesares
¿Por qué sufre el justo? Esta es la pregunta que pro­voca el libro de Job. Su respuesta es más bien de índole negativa: No es un castigo de Dios (42,7-9). El autor aunque monta un “final feliz” (42,10-17), no atina a dar con una respuesta más positiva, más con­sistente, pues carece de la perspectiva de una vida futura más allá de esta vida. Pero, éso sí, tiene fe apasionada en Yahvéh, una fe ciega, y una confianza sin límites en su sabiduría creadora y providente, y sólo en ella pone toda su esperanza. Al final sólo Dios permanece y él nos acompaña.

YAHVÉH RESPONDIÓ A JOB DESDE EL SENO DE LA TEMPESTAD Y DIJO: CIÑE TUS LOMOS COMO UN BRAVO; VOY A PREGUNTARTE Y TÚ ME INSTRUIRÁS. ¿DE VERDAD QUIERES ANULAR MI JUICIO?, PARA AFIRMAR TU DERECHO ¿ME VAS A CONDENAR? ¿TIENES UN BRAZO TÚ COMO EL DE DIOS? ¿TRUENA TU VOZ COMO LA SUYA? ¡EA, CÍÑETE DE MAJESTAD Y DE GRANDEZA, REVÍSTETE DE GLORIA Y DE ESPLENDOR! ¡DERRAMA LA EXPLOSIÓN DE TU CÓLERA, CON UNA MIRADA HUMILLA AL ARROGANTE!
¡CON UNA MIRADA ABATE AL ORGULLOSO, APLASTA EN EL SITIO A LOS MALVADOS! ¡HÚNDELOS JUNTOS EN EL SUELO, CIERRA SUS ROSTROS EN EL CALABOZO! ¡Y YO MISMO TE RENDIRÉ HOMENAJE, POR LA VICTORIA QUE TE DA TU DIESTRA! (JOB 40,6-14)


DIOS Y EL SUFRIMIENTO HUMANO


En sintonía con las quejas y resentimientos de Job, nos asalta el sufrimiento humano tanto individual como colectivo. De nuestra experiencia personal (cada uno tiene su propia historia concreta en este aspecto), podemos saber algo de dolores de paso, de enfermedades críticas, quizás de operaciones quirúrgicas. No pocos quizás saben del envejecer y de la pérdida inexorable de sus facultades físicas y mentales. Todo ésto es normal biológicamente, pues nacemos para morir. 


A veces la causa de un sufrimiento es un accidente, algo que bien podía no haber sucedido. Por otra parte las relaciones interpersonales son complejas. Se quiebra el amor, la amistad, la confianza mutua, etc. Estas heridas que sólo cicatriza el tiempo, parecen abrirse de vez en cuando y sangran. La vida es dura económicamente para muchos, y el ganársela con un trabajo adecuado no depende sólo de uno. Con frecuencia, fuente oculta de sufrimiento es la insatisfacción propia. Los años van pasando y las frustraciones personales y secretas deprimen el ánimo con un sombrío pesimismo. La soledad acompaña a la persona y el amigo verdadero es un raro tesoro. 


Hay sufrimientos humanos de uno y de muchos, cau­sados por mentes irresponsables, ignorantes, injustas y hasta violentas. Cuando así actúan no parecen personas sino una especie de "monstruos morales en los que se mezclan lo absurdo y lo inhumano. ¡Hay sufrimientos y sufrimientos! 


Ante semejante panorama, el Dios en el que creemos se nos vuelve lejano, incierto, injusto y no bondadoso. El planteamiento es duro, pero es el que se hace sentir en Job. Es el crisol de nuestra fe. O nos volvemos tontos, cínicos o verdaderos creyentes. 


El Dios de Job , ¿es un Dios impasible ante el sufrimiento humano? El autor sagrado después de la última intervención de Job, ya en el epílogo escribe: "Yahvéh dijo a Elifaz de Temán: Mi ira se ha encendido contra tí y contra tus dos amigos, porque no habéis hablado de mi con verdad, como mi siervo Job" (42,7).


En otras palabras, Dios no ha dejado de acompañar a Job en su dolor. Job es "su servidor", está cercano a Él siempre. Esta presencia de Dios en la sombra pertenece a su misterio, algo que también le aconteció a Jesús: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mt 27,46). Bajo la luz del Jesús traspasado pero resucitado Tomás exclama: "¡Señor mío y Dios mío!" (Jn 20,24-29). Y el mismo Job, rebelde y paciente, llega a decirle a Yahvéh: "Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos" (42,5).








HE CONSIDERADO LA TAREA QUE DIOS HA PUESTO A LOS HUMANOS PARA QUE EN ELLA SE OCUPEN. EL HA HECHO TODAS LAS COSAS APROPIADAS A SU TIEMPO; TAMBIÉN HA PUESTO EL AFÁN EN SUS CORAZONES, SIN QUE EL HOMBRE LLEGUE A DESCUBRIR LA OBRA QUE DIOS HA HECHO DE PRINCIPIO A FIN. COM­PRENDO QUE NO HAY EN ELLOS MÁS FELICIDAD QUE ALEGRARSE Y BUSCAR EL BIENESTAR EN SU VIDA. Y QUE TODO HOMBRE COMA Y BEBA Y LO PASE BIEN EN MEDIO DE SUS AFANES, ESO ES DON DE DIOS. (Ecl 3,10-13)


GUÍA DEL LIBRO DE JOB

(1.1-2,13) 
• Prosperidad de Job. 
• Satán pide permiso para probarle. 
• Es probado. 
• Sus amigos Elifaz, Bildad y Sofar acuden a consolarle.

(3,1-14,22) 
• Job maldice el día de su nacimiento. 
• Elifaz: ante Dios todos somos pecadores, merecedores de castigo. 
• Job se siente incomprendido y traicionado. 
• Bildad: Dios siempre es justo; le ruega que reconozca su pecado. 
• Job quiere saber el por qué de su tragedia. 
• Sofar: ¡ojalá conocieras la sabiduría de Dios! 
• Job no admite la false¬dad como obra de la sabiduría de Dios.

(15,1-21,34) 
• Elifaz: condena el lenguaje de Job. 
• Este espera que su defensor sea Dios mismo.
• Bildad: el malvado no tendrá sino tinieblas. 
• Job se siente abandonado de todos.
• Sofar: el castigo del impío. • ¿Acaso no triunfan los malvados?, responde Job.

(22,1-27,23) 
• Elifaz: invitación a la conversión. 
• Job quiere encontrarse con Dios pero éste se esconde; Dios está por encima de todo. 
• Bildad: todo es impuro ante Dios.
• Job insiste en su inocencia. • Sofar: la suerte del malvado.

(28,1-28) 
• Poema de la sabiduría.

(29,1-31,40b) 
• Job siente nostalgia de sus días de antaño. 
• La desventura presente.
• Pide justicia y proclama su inocencia.

(32,1-37,24) 
• Intervención de Elihú. 
• Inculpa a Job de presunción. 
• No se trata de disculpar a Dios. 
• El no es indiferente al dolor humano. 
• Este tiene el sentido de la medida y la disciplina, porque Dios es sabio y poderoso.

(38,1-42,6) 
• Interviene Yahvéh: el misterio de la creación, de la naturaleza y del mundo animal.
• Job se siente confundido. 
• Dios está sobre las fuerzas del mal: Behemot y Levia- tán. 
• Job manifiesta su ignorancia y confía en que Yahvéh mismo le instruya.

(42,7-17) 
• Epílogo: Dios censura a los amigos de Job, y éste es rehabilitado.

DIOS SALVA AL QUE SUFRE, A TRAVÉS DEL SUFRIMIENTO; POR MEDIO DE LA TRIBULACIÓN LE HACE ENTENDER. ¿QUIÉN ES MAESTRO COMO ÉL? (JOB 36,15.22) 


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Agradecemos al P. Fernando Martínez, S.J. por su colaboración.
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