SACERDOTES SEGÚN TU CORAZÓN
P. José Enrique Rodríguez, jesuita.
Párroco de San Pedro, Santuario Arquidiocesano del Sagrado Corazón de Jesús
Lima - Perú.
Por la evangelización: Estilo de vida de los sacerdotes:
“Recemos por los sacerdotes para que, con la sobriedad y la humildad de sus vidas, se comprometan en una solidaridad activa hacia los más pobres.”
La triple misión de Cristo (sacerdote, maestro, pastor) es extendida a todo bautizado, mujer o varón. Los fieles ejercen el llamado sacerdocio común "en la recepción de los sacramentos, en la oración y acción de gracias, en el testimonio de la santidad de vida, la abnegación y la caridad activa" (LG 10). Por la participación en el sacrificio eucarístico de Cristo, ofrecen la víctima divina y a sí mismos a Dios; por la oblación y por la comunión, cada uno a su modo, todos toman parte en la acción litúrgica (LG 11). Es distinto del sacerdocio ministerial y es enteramente real participando ambos del sacerdocio de Cristo.
El objetivo y la misión del sacerdocio ministerial es hacer vivir el sacerdocio de los fieles. Toca a los sacerdotes alimentar en los fieles el sentido de la filiación divina, que es la participación de cada uno en la comunión trinitaria. Con el ministerio de santificación, educan a los fieles a participar siempre más intensamente en el oficio sacerdotal, profético y real de Cristo, ayudándolos a edificar la Iglesia, según los dones recibidos de Dios, de modo activo y corresponsable. Los obispos, cabeza y signo de cada Iglesia particular, deben reunir y armonizar la reciprocidad entre el sacerdocio jerárquico y el sacerdocio bautismal.
A obispos y presbíteros corresponde estar siempre alimentados por la Palabra de Dios, por el estudio personal y por el recogimiento, para estar atentos a la voz del Espíritu (Ap 2,11). Deben trasmitir “el buen olor de Cristo” (2 Cor 2,15) por la santidad de su vida y la caridad pastoral, para que, con el testimonio de sus vidas, el mundo crea.
En medio de la confusión sobre el sentido de la vida, toca a ellos tener compasión de la multitud porque están “como ovejas sin pastor” (Mc 6, 34) e iluminar haciendo presente la luz de la Palabra de Dios, la luz que es Cristo mismo. No inventan, no crean ni proclaman ideas propias, lo que no significa que sean neutros, como el portavoz que lee un texto que quizá no hace suyo. La interiorización y vivencia de la fe transforman a quienes tienen el oficio y misión de mensajeros, para que ya no vivan ellos, sino que en ellos viva Cristo, a la manera de Pablo (Gal 2,20).
La voz del sacerdote puede parecer «voz que grita en el desierto» (Mc 1, 3), pero precisamente en eso consiste su fuerza profética. No en vano en la Jesús pidió por ellos al Padre “no que los saques del mundo, sino que los preserves del maligno” (Jn 15,5). Por eso el sentido profético implica no ser homologado ni homologable a una cultura o mentalidad dominante, sino (a pesar de la soledad que implica e incluso la persecución) mostrar la única novedad absoluta en Cristo, el Dios cercano, el Dios que camina por el desierto con los desheredados del mundo.
Agradecemos al P. José Enrique Rodríguez por su colaboración.
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