P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPATEOLOGÍA DE SAN PABLO - 1° ENTREGA
10. EL ESTADO DEL HOMBRE SIN CRISTO
En la carta a los Romanos Pablo, después del saludo inicial y de la acción de gracias, pasa al tema del motivo de la carta: la Salvación, la Justificación nos viene del Padre por medio de su Hijo Jesucristo. A continuación presenta su tesis de la justificación por la fe. Pero primero tiene que explicar bien la situación del género humano que vive en tinieblas y en sombra de muerte a causa del pecado de Adán y de sus propios pecados.
10.1. EL PECADO Y SU EXTENSIÓN
a. Punto de partida
En el pensamiento de Pablo, el punto de partida es el hombre integral en su situación existencial: hombre irredento; hombre sin Cristo. Pablo considera esta existencia como una existencia bajo el influjo del pecado. Sin Cristo el hombre está condenado irremisiblemente. El pecado lo domina como un tirano y lo conduce a la muerte, Rom 3, 23: “Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios”; y en 1 Cor 15, 56: “El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado es la Ley”; y en Rom 6, 23: “Pues el salario de la muerte es el pecado, pero el don de Dios, la vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro”; y en Rom 7, 5: “Porque cuando estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas, excitadas por la Ley, actuaban en nuestros miembros, a fin de que produjéramos frutos de muerte”; y en Rom 8, 6: “Pues, las tendencias de la carne son muerte; mas las del espíritu vida y paz”.
b. Todos pecadores
- Todos los hombres, sin excepción, bajo la ira de Dios a causa de sus pecados, Rom 1, 21-32: “Porque, habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció, jactándose de sabios se volvieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una representación en forma de hombres corruptibles, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles. Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos; a ellos que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del Creador, que es bendito por los siglos. Amén”; y también los judíos, aunque recibieron la Ley santa y buena, Rom 2, 9-12: “Tribulación y angustia sobre toda alma humana que obre el mal; del judío primeramente y también del griego”.
- Los gentiles para Pablo conocían a Dios en la creación y, por eso, no tienen excusa al no haberlo honrado ni haberle dado gracias, Rom 1, 18-20: “En efecto, la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que aprisionan la verdad en la injusticia; pues lo que de Dios se puede conocer, está en ellos manifiesto: Dios se lo manifestó. Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad, de manera que son inexcusables”; y en 1Cor 6, 9-10: “¿No sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? ¡No os engañéis! Ni impuros, ni idólatras, ni adúlteros, ni afeminados, ni homosexuales, ni ladrones, ni avaros, ni borrachos, ni ultrajadores, ni explotadores heredarán el Reino de Dios”.
- Pablo acusa también a los judíos. Ellos tenían en la Ley mosaica una manifestación clara de la voluntad de Dios. Y, sin embargo no la observaron. No tienen, por consiguiente, nada que pueda salvarlos de la ira divina, Rom 2, 1-3: “Por eso no tienes excusa quienquiera que seas, tú que juzgas, pues juzgando a otros, a ti mismo te condenas, ya que obras esas mismas cosas tú que juzgas y sabemos que el juicio de Dios es según verdad contra los que obran tales cosas. Y ¿te figuras, tú que juzgas a los que cometen tales cosas y las cometes tú mismo, que escaparás al juicio de Dios?”.
- Pablo finaliza con esta afirmación en Rom 3, 10: "Ya demostramos que tanto judíos como griegos están todos bajo el pecado"; y en Rom 3, 23; "Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios"; Gal 3, 22: “Pero la Escritura encerró todo bajo el pecado, a fin de que la promesa fuera otorgada a los creyentes mediante la fe en Jesucristo”.
c. Origen del pecado
El pecado invade la humanidad con la caída de Adán, Rom 5, 12: “Por tanto, como por un hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, ya que todos pecaron”; y ejerce un poder propio de rey, lo cual quería decir: poder absoluto, Rom 5, 21: “así, lo mismo que el pecado reinó por la muerte, así también reinará la gracia en virtud de la justicia para la vida eterna por Jesucristo nuestro Señor”.
Pablo insiste en el paralelismo Adán - Cristo. El primer Adán dañó a la humanidad con abundancia el "nuevo Adán", Cristo, la repara con sobreabundancia. Sin Cristo, la potencia del pecado introducida en el mundo con Adán produce efectos de muerte eterna a través de los pecados personales que ratifican la primera trasgresión, Rom 5, 15-21: “Pero con el don no sucede como con el delito. Si por el delito de uno murieron todos ¡cuánto más la gracia de Dios y el don otorgado por la gracia de un hombre, Jesucristo, se han desbordado sobre todos!, ... En efecto, si por el delito de uno reinó la muerte por un hombre ¡con cuánta más razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia, reinarán en la vida por uno, Jesucristo!”.
d. Vocabulario
Pablo considera el pecado como deuda, Rom 3, 24-25: “ y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús, a quien exhibió Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre, mediante la fe, para mostrar su justicia, habiendo pasado por alto los pecados cometidos anteriormente”; Col 1, 14: “ (Cristo) en quien tenemos la redención; el perdón de los pecados”; Ef 1, 7: “En Él (Cristo) tenemos por medio de su sangre la redención, el perdón de los delitos, según la riqueza de su gracia”.
Por la redención Dios adquiere a su Pueblo, Ef 1, 13-14: “En él también vosotros, tras haber oído la Palabra de la verdad, el Evangelio de vuestra salvación, y creído también en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es prenda de nuestra herencia, para la redención del pueblo de su posesión, para alabanza de su gloria”.
También considera el pecado como una fuerza que domina al hombre. Pablo personifica el pecado y lo hace intervenir en la vida y en la historia de la humanidad. Pero el pecado principalmente, como acción del hombre, es infidelidad, desobediencia a la voluntad salvífica de Dios. Tres términos son usados especialmente por el Apóstol para indicar la maldad del pecado:
- “hamartía” = pecado como un apartarse del camino de Dios, Rom 3, 24-25: “Y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo-Jesús, a quien exhibió Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre, mediante la fe para mostrar su justicia, habiendo pasado por alto los pecados cometidos anteriormente”. Y en Rom 5, 12 y s.s. dice: “Por tanto, como por un hombre entro el pecado en el mundo y por el pecado la muerte, y así la muerte alcanzó a todo los hombres, ya que todos pecaron”.
- “paráptoma” = caída, falta moral, Rom 4, 25: “(Jesús nuestro Señor) quien fue entregado por nuestros pecados, y resucitó para nuestra justificación”. Y también en Rom 5, 15: “Pero con el don no sucede como con el delito. Si por el delito de uno murieron todos, ¡cuánto más la gracia de Dios y el don otorgado por la gracia de un hombre, Jesucristo, se han desbordado sobre todos!”. Y en 2 Cor 5, 19: “Porque en Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino poniendo en nosotros la palabra de la reconciliación”.
- “parábasis” = es la trasgresión de la ley, conociendo la ley: “Tú que te glorías en la ley, transgrediéndola, deshonras a Dios”. Y en Rom 5, 14: “con todo, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés aun sobre aquellos que no pecaron con una trasgresión semejante a la de Adán, el cual es figura del que había de venir”. Y en Gal 3, 19: “Entonces ¿para qué la ley? Fue añadida en razón de las transgresiones hasta que llegase la descendencia , a quien iba destinada la promesa, promulgada por los ángeles y con la intervención de un mediador”.
e. Lista de pecados
En varias ocasiones Pablo enumera pecados que excluyen de la participación del Reino de Dios, como en 1 Cor 5, 10-11: “No me refería a los impuros de este mundo en general o a los avaros o a los ladrones o idólatras. De ser así, tendríais que salir del mundo. ¡No!, os escribí que no os relacionarais con quien, llamándose hermano, es impuro, avaro, idólatra, difamador, borracho o ladrón. Con esos, ¡ni comer!”.
Y avisa en 1 Cor 6, 9-10: “¿No sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? ¡No os engañéis! Ni impuros, ni idólatras, ni adúlteros, ni afeminados, ni homosexuales, ni ladrones, ni avaros, ni borrachos, ni ultrajadores, ni explotadores heredarán el Reino de Dios”. Y en 2 Cor 12, 20: “En efecto, temo que a mi llegada no os encuentre como yo querría; ni me encontréis como querríais: que haya discordias, envidias, iras, ambiciones, calumnias, murmuraciones, insolencias, desórdenes”.
Y en Gal 5, 19-21: “Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordias, celos, iras, ambición, divisiones, disensiones, rivalidades, borracheras, comilonas y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios”.
En Rom 1, 24-31: “Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos; a ellos que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del Creador, que es bendito por los siglos, Amén. Por eso los entregó a sus pasiones infames; pues sus mujeres invirtieron las relaciones por otras contra la naturaleza; igualmente los hombres, abandonando el uso normal de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismo el pago de su extravío. Y como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, los entregó Dios a su mente insensata, para que hicieran lo que no conviene: llenos de toda injusticia, perversidad, codicia y maldad, henchidos de envidia, de homicidio, de contienda, de engaño, de malignidad, difamadores, detractores, enemigos de Dios, ultrajadores, altaneros, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes a sus padres, insensatos, desleales, desamorados, despiadados, los cuales, aunque conocedores del veredicto de Dios que declara dignos de muerte a los que tales cosas practican, no solamente las practican, sino que aprueban a los que las cometen”.
Y en Col 3, 5-9: “Por tanto, mortificad cuanto en vosotros es terreno: fornicación, impureza, pasiones, malos deseos y la codicia que es una idolatría, todo lo cual atrae la ira de Dios sobre los rebeldes, y que vosotros en otro tiempo practicasteis, cuando vivíais de ese modo. Mas ahora, desechad también vosotros todo esto: cólera, ira, maldad, maledicencia y obscenidades, lejos de vuestra boca. No os mintáis unos a otros, despojados del hombre viejo con sus obras”.
Pablo avisa a su discípulo Timoteo, 2 Tim 3, 1-5: “Ten presente que en los últimos días sobrevendrán momentos difíciles, los hombres serán egoístas, avaros, fanfarrones, soberbios, difamadores, rebeldes a los padres, ingratos, irreligiosos, desnaturalizados, implacables, calumniadores, disolutos, despiadados enemigos del bien, traidores, temerarios, infatuos, más amantes de los placeres que de Dios, que teniendo la apariencia de piedad, reniegan de su eficacia. Tú guárdate también de ellos”.
f. Cristo triunfa sobre el pecado
Cristo, nuevo Adán, salva al hombre y lo libera del dominio del pecado, Rom 5, 17-19: “En efecto, si por el delito de uno reinó la muerte por un hombre ¡con cuánta más razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia, reinarán en la vida por uno, por Jesucristo!. Así pues, como el delito de uno atrajo sobre todos los hombres la condenación, así también la obra de justicia de uno procura a todos la justificación que da la vida. En efecto, así como por la desobediencia de un hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno todos serán constituidos justos”.
El cristiano justificado por la fe y el bautismo, Gal 3, 26-29: “Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Los que os habéis bautizado en Cristo os habéis revestido de Cristo; ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si sois de Cristo, ya sois descendencia de Abrahán, herederos según la promesa”.
El cristiano ha muerto al pecado y se convierte en una nueva criatura, Rom 6, 5-6: “Porque si nos hemos injertados en él por una muerte semejante a la suya, también lo estaremos por una resurrección semejante; sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con él, a fin de que fuera destruido el cuerpo de pecado y cesáramos de ser esclavos del pecado”. Y en 2 Cor 5, 17 dice: “Por tanto, el que está en Cristo es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo”.
El cristiano vive en el Espíritu, Rom 8, 9: “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el espíritu ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no le pertenece”. Aunque el que vive en el espíritu puede volver a pecar, Rom 6, 11-12: “Así también vosotros, consideraos como muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal de modo que obedezcáis a sus apetencias”.
g. La vida cristiana
La justificación nuestra es un triunfo de la sabiduría y del amor de Dios hacia nosotros, Rom 8, 32: “El que no perdonó ni a su propio Hijo antes bien lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con él graciosamente todas las cosas?”. Y en Efes 3, 10-11: “Para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora manifestada a los principados y potestades en los cielos mediante la Iglesia, conforme al designio eterno realizado en Cristo Jesús, Señor nuestro, quien mediante la fe en él, nos da valor para llegar confiados a Dios”. Y en 1 Cor 1, 21-24: “De hecho como el mundo mediante su sabiduría no conoció a Dios en su divina sabiduría, quiso salvar a los creyentes mediante la locura de la predicación; así, mientras los judíos piden signos y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, locura para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios”.
El amor de Dios se manifiesta en nuestra vida haciendo que todo concurra para nuestro bien, Rom 8, 28: “Por lo demás, sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio”.
Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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