MENSAJE DE NAVIDAD
“En la tierra paz a los hombres que ama el Señor” (Lc 2, 14)
Al acercarse la Navidad el mundo cristiano se inclina para contemplar al niño de Belén, al hijo de María que es al mismo tiempo el Hijo de Dios eterno, y que amado en el regazo maternal de su Madre, la Virgen de Nazareth, viene a nosotros esperando ser recibido con amor y fraternidad.
En este tiempo privilegiado reflexionamos en el sentido auténtico de la Navidad como un momento de compartir con ternura y alegría la generosidad del corazón; como un momento de sembrar con gestos de solidaridad las semillas de la paz y del perdón; como un momento de vencer la oscuridad del egoísmo y la ambición para pensar en las necesidades de los demás y en el bien común por encima de nuestros intereses personales; como un momento privilegiado para extender nuestra responsabilidad con el pobre y necesitado, que son también nuestros hermanos.
Quiero de modo particular mirar a la familia y, haciendo nuestras las palabras de nuestro amado Papa Francisco, recordarles que: “Aquello que pesa más de todas las cosas es la falta de amor. Pesa no recibir una sonrisa, no ser recibidos. Pesan ciertos silencios. A veces, también en familia, entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre hermanos. Sin amor el esfuerzo se hace más pesado, intolerable. Pienso en los ancianos solos, en las familias se tienen que fatigar porque no reciben ayuda para sostener a quien en casa tiene necesidad de atención especial y cuidados”. Y, con el Santo Padre le recordamos el llamado de Jesucristo: “Vengan a mí, todos ustedes que están cansados y oprimidos y yo los aliviaré”. Navidad es encontrarse con Jesús.
Contemplando al Hijo de Dios que nace pobre en Belén, miramos a niños y adolescentes de nuestro mundo y advertimos con dolor que hay niños que no pueden nacer porque se les niega el derecho a la vida; nos desgarra el alma la muerte de aquellos niños inocentes acribillados por las armas del odio y la venganza; nos apena el sufrimiento de tantos niños cuyos hogares han sido destruidos por el divorcio; levantamos nuestra voz por aquellos niños y niñas que son víctimas de la trata de personas, actos indignos e inhumanos, delitos de lesa humanidad. Estos pequeños y pequeñas son las víctimas inocentes que en esta Navidad reflejan el rostro de Jesús que nace en Belén y a los que tenemos que ayudar, cuidar, defender y amar.
En esta Navidad, con el espíritu de concordia, comunión y perdón que nos trae, quiero hacer llegar mi más cordial saludo a todos los peruanos que viven en esta Patria amada y también a los que viven en el extranjero. Quiero hacer llegar mi saludo a todos los Poderes del Estado, a nuestros hermanos trabajadores, a los Congresistas, a los estudiantes, a las madres de familia, a todos los fieles Católicos y a todas las personas de buena voluntad. Que en esta Navidad podamos unirnos a los coros celestiales para cantar: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”.
Que nadie se sienta ajeno a la salvación que nos trae Jesús; que nadie sea excluido del Banquete de la vida y de la mesa del progreso y del amor fraternal, y que la luz de la fe nos permita construir una Patria grande, pacífica y atenta a las necesidades de los más débiles y olvidados.
Esperando la llegada ya cercana del 2015, damos gracias al Señor por todo lo acontecido en este año. A la vez deseamos que el nuevo año nos permita alcanzar todos nuestros buenos propósitos y metas.
Con el corazón del Niño de Belén quiero enviarles un abrazo a todos ustedes pidiendo a Dios les colme de bienestar, paz y salud.
¡Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo!
Lima, Diciembre 2014
+ Monseñor Salvador Piñeiro
Arzobispo Metropolitano de Ayacucho
Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana
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