El inicio del Génesis: La Creación - 2º Parte


P. Ignacio Garro, S.J.

SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA



1. Relatos de la Creación en el Génesis (Continuación)

1.2. Relato Yahvista

1.2.1. Creación del hombre

Manantial: Gen 2, 6: 
“Pero un manantial brotaba sobre la tierra". Manantial = Símbolo de fecundidad y de vida.  Medio para elaborar con la tierra y fabricar el barro.  Aspecto mítico tomado posiblemente de la cultura asirio ‑ babilonia.

Formó: Gen 2, 7: 
“Entonces Yahvé Dios formó al hombre con polvo del suelo”. Formar, modelar, el texto sagrado dice que Dios formó, modeló, al hombre del polvo del suelo. La materia escogida es la tierra, arcilla, o barro, si está húmeda. Polvo si está seca. Esta imagen nos muestra a Dios como si fuera el alfarero del hombre y nos enseña el cuidado que tiene con su imagen y criatura predilecta; tenemos que  darnos cuenta de esto, pues es necesario, ver hasta qué punto la persona humana es digna de todo respeto.

Insufló: Gen 2, 7: 
“e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente”. Soplar, echar aire, dar vida. El "ruah" = (soplo) de Dios, da vida al hombre, dándole un alma espiritual, le hizo participar de su divinidad.

El Edén o el Paraíso: Gen 2, 8: 
“Luego plantó Yahvé Dios  un jardín en el Edén”. Lugar, o estado existencial agradable, pacífico, lleno de felicidad, simbolizado con imágenes orientales como un lugar alegre, fresco, agradable, lleno de paz y de vida.  Simboliza la eterna presencia de Dios y la participación del hombre de sus dones. 

Árbol de la vida: Gen 2, 9a: 
“Yahvé Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles deleitosos a la vista y buenos para comer; y en medio del jardín, el árbol de la vida”. Árbol de la vida, es el símbolo de la inmortalidad, quien come del Árbol de la Vida, no morirá, será inmortal.

Árbol del bien y del mal: Gen 2, 9b: 
“y el árbol de la ciencia del bien y del mal”. Conocer el bien y el mal no significa querer saber todo. Tampoco significa negar el poder discernir en una ocasión particular entre el bien y el mal: Dios no puede negar semejante conocimiento a una criatura razonable. “Conocer del árbol de la ciencia del bien y del mal”, significa ser capaz de decidir por sí mismo sin ayuda de nada ni de nadie, lo que es bueno y lo que es malo, según el parecer propio. Esto sólo a Dios corresponde. Por eso desobedecer el mandato de Dios es como querer ser igual a Dios. Significa no aceptar en la vida un camino de dependencia confiada en la sabiduría de Dios y corresponder con una obediencia amorosa y humilde, o lo que es lo mismo es rechazar alimentarse del  “árbol de la vida”  que une constantemente a la criatura con su Creador.

Laboriosidad y cuidado: Gen 2, 15: 
“Tomó, pues, Yahvé Dios al hombre y lo dejó en el jardín del edén, para que lo labrase y cuidase”. Dios llama al hombre para que sea su colaborador en la obra de la creación.  Dios no es ocioso, ni quiere que el hombre sea ocioso, sino su colaborador.

Mandato y obediencia: Gen 2, 16: 
“Y Dios impuso  al hombre este mandamiento: “de cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás si remedio”. Dios no deja al hombre en el paraíso para que haga lo que quiera sino que le impone un mandato a cumplir: que no coma del Árbol de la Vida, ni del Árbol del Bien y del Mal.

Creación de la mujer: Gen 2 18: “Dijo luego Yahvé Dios: 
“No es bueno que le hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”.  El hombre no ha sido creado para vivir  solo, como una isla, requiere comunicación existencial, alguien que le entienda, que le comprenda, con quien pueda dialogar y compartir. Gen 2, 22: “De la costilla que Yahvé Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre. Entonces éste exclamó: “esta vez sí que es hueso de mis huesos  y carne de mi carne”. La mujer creada de la costilla del hombre. El autor sagrado no nos enseña de qué manera creó Dios a la mujer. El hombre no encuentra en los animales ninguno igual a él, y reconoce como “otro yo” al ser que ha sido formado de su cuerpo.
La imagen del costado del hombre nos da a entender la unidad de la humanidad y, al mismo tiempo nos explica la compenetración, complementariedad  y atractivo mutuo de los sexos. Hombre y mujer son iguales en dignidad, complementarios en su sexualidad. Es un simbolismo en el que señala la igualdad y dignidad de la mujer en relación con el hombre, es igual a él, es compañera (no esclava, ni sierva), creada para tener ayuda mutua y compenetración en el amor.

Unión del hombre y de la mujer: Gen 2, 24: 
“Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne”. Institución del matrimonio querida por Dios desde el comienzo de la existencia del género humano. Unión única e indisoluble: "y serán los dos una sola carne". La mujer y el hombre tienen la misma vida, la misma carne y, unidos en matrimonio, comparten equitativamente un misma amor para un destino común. El varón no debe de considerar como inferior a la mujer, pues los dos son una misma carne y S. Pablo nos enseña: “que nadie odia su propia carne”, Efes 5, 29.


Desnudez: Gen 2, 25: 
“Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban el uno del otro”.  El estado de desnudez simboliza una situación de pureza e inocencia. No se avergonzaban de sus cuerpos. Todo era transparencia, claridad entre sí y ante Dios.

La duplicidad de los sexos hace a los hombres colaboradores y representantes del Creador de la manera más auténtica, porque los hace capaces de cooperar, en lugar de Dios y con su bendición a la "creación continua", es decir, a la creación que se perpetúa y no tiene fin todavía, que es: la propagación de la vida humana. El sexo y la propagación de la vida han sido dispuestos por Dios y, en consecuencia, son buenos: "Procread y multiplicaos y llenad la tierra", Gen 1, 28.

El matrimonio: “Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne”, Gen 2, 24. Es la institución creada y querida por Dios para que varón y mujer se comuniquen y crezcan en el amor y procreen hijos. Esta institución matrimonial es santa, por eso dijo Jesús: “lo que ha unido Dios que no lo separe el hombre”, Mt 19, 5. Cualquier forma de desprecio del sexo, o práctica del sexo fuera del matrimonio es pecado grave, sexto mandamiento, y evidentemente, es contraria al plan de Dios.
         
En este relato se esboza también una toma de posición contra dos concepciones de la sexualidad perceptibles en el ambiente en que vivía el pueblo de Israel, puesto que la sexualidad deriva de Dios, es buena, pero habiendo sido creada, no puede ser adorada como una divinidad en los cultos y orgías sexuales.


1.3. Conclusión general de los 2 primeros capítulos del Génesis
         
El mensaje religioso encerrado en este pasaje de la creación es muy rico en enseñanza doctrinal. He aquí algunos aspectos más importantes:
         
1.3.1. La Palabra poderosa de Dios ordena, pone paz y armonía, luz y bondad en el Universo Cosmos. Hace surgir los seres con su palabra creadora. Hace vivir: “llamando a las cosas por su nombre, las cosas que no son para que sean”. Este es su poder, su victoria. Esto quiere decir que todo cuanto existe lo ha hecho por medio de su Palabra. Dios es el Dios Creador del mundo y el Señor de la historia. así lo creemos los cristianos.
         
1.3.2. La afirmación: “y vio Dios que todo lo que había hecho era bueno”, Gen 1, 31, es una confirmación que Dios es el Único Bueno, y lo ha hecho todo para que participáramos de su obra buena. También porque Dios ama a sus criaturas quiere la vida y no la destrucción. El Señor Dios  ha encomendado al ser humano la creación para que la cuide y la perfeccione.
         
1.3.3. El ser humano (hombre y mujer) es el rey de la creación. En esta parte del relato hay un marcado interés por la creación del ser humano y su destino, el mensaje religioso de la narración contiene los siguientes elementos:
         
a. Si en el primer relato de la creación del ser humano (de tradición Sacerdotal): Gen 1, 26-27, insistía en la grandeza del ser humano como “imagen y semejanza”, y como “rey de la creación”:
         
- Es imagen de Dios: hay un abismo entre el ser humano y todas las demás cosas creadas. El ser humano conoce, ama, es consciente de sus propios actos y sobre todo es consciente de su relación trascendente con Dios que le ama, le habla y puede responder. Esa es su dignidad y también su responsabilidad. Quien trabaja para que sean eficazmente reconocidos los derechos del ser humano trabaja y colabora a la mayor gloria a Dios.
         
Es imagen de Dios: “Varón y mujer”, la pareja humana es imagen de Dios, por su amor y entrega fecunda; la familia puede reflejar algo del misterio de amor que hay en Dios como Trinidad que son una comunidad de personas unidas en el amor.
         
- Dominar la creación: El dominio de los hombres sobre los animales y la tierra manifiesta también que es un ser superior al resto de las cosas creadas. El ser humano debe aprovechar los recursos de la naturaleza. El Concilio Vaticano II en la Constitución Dogmática sobre: “La Iglesia en el mundo” dice: “Creyentes y no creyentes, están generalmente de acuerdo en este punto: todos  los bienes de la tierra deben ordenarse en función del ser humano, centro y cima de todos ellos”. El desarrollo de las ciencias, la conquista del espacio, los avances tecnológicos de toda índole pueden y deben de orientarse en esta línea de colaborar y perfeccionar la obra de la creación.
         
- En el relato de la creación del ser humano (de tradición Yahvista): Gen 2, 4-25 se nos dicen dos cosas:
  • El hombre es frágil, (está hecho de tierra)
  • El hombre depende totalmente de su Creador (Dios lo “modela” como un alfarero y “le pone nombre”).

         
b.- En la Biblia, poner nombre a una cosa es dominarla, tener poder sobre ella. Si el hombre “pone nombre a los animales” por mandato de Dios, eso quiere decir que tiene dominio sobre ellos. Israel, el pueblo elegido y formado por Dios, vecino de otros pueblos que adoran a los animales, necesita comprender en profundidad el abismo que separa un hombre de un animal.
         
c.- El ser humano: hombre y mujer, tienen un mismo origen y un mismo fin: caminan juntos hacia un mismo destino. Que históricamente la mujer sea considerada con frecuencia como inferior al hombre o como su esclava más que como compañera, es una consecuencia del pecado. Ella ha sufrido a lo largo de la historia más que el hombre la falta de reconocimiento de su dignidad. El autor sagrado señala el gran misterio de las relaciones entre el hombre y la mujer como una ley natural, fundada en la igualdad, en el amor y en la sabiduría del Creador. La diversidad de características: masculinidad y feminidad ponen de relieve la belleza y complementariedad del amor que los une.
         

Resumiendo, podemos sintetizar diciendo: en la creación del ser humano hay que distinguir dos niveles: uno, de orden natural y otro, de orden sobrenatural
         
1. A nivel natural, Dios les otorgó:
                   
  • Inteligencia racional humana para entender y vivir en la verdad             
  • Voluntad  para desear ordenadamente lo que la inteligencia presenta como el bien              
  • Libertad para realizar y decidir su vida en el horizonte de la verdad, uso de la inteligencia, y del bien, uso de la voluntad (cuya máxima expresión de la Verdad y del Bien es : DIOS), por eso el ser humano siente una gran atracción hacia Dios.               
  • Finalmente, Dios les otorgó un alma humana espiritual, con la que el hombre quedaba elevado a la categoría de persona humana y se diferenciaba esencialmente de los demás animales. Con el alma humana el ser humano puede tener una relación filial con Dios, ayudado con la gracia santificante.


         
2. A nivel sobrenatural, Dios les otorgó:
                   
  • La Gracia santificante sobrenatural para vivir su condición de hijos de Dios, es decir, este nivel sobrenatural es el que potencia, ilumina, el nivel natural de la creación humana y lo eleva a la condición sobrenatural y trascendente para poder vivir en la presencia de Dios y disfrutar de la trascendencia divina, es decir, vivir como verdaderos hijos de Dios. En este estado de gracia divina es donde se puede afirmar que la filiación divina que Dios otorgó al ser humano fue para que viviera felizmente en la Suma Verdad que es Dios, en el Sumo Bien que es Dios y así poder realizar y dirigir sus vidas humanas libremente hacia Dios Padre.   
  • Como consecuencia del don de la gracia santificante, que es gracia de filiación divina, Dios les otorgó los dones preternaturales; debido a esta integración de la gracia sobrenatural en la naturaleza humana, antes del Pecado original, Adán y Eva podían vivir inteligente, voluntaria y libremente como verdaderos hijos de Dios. A este situación de plenitud, de paz y felicidad se le llama “el estado paradisíaco”.   

         
Esto quiere decir que Dios creó a la pareja humana y los hizo inteligentes para vivir en la verdad, les otorgó voluntad para vivir practicando el bien y finalmente les hizo libres, con capacidad de amar, para poder participar del amor y presencia de Dios y colaborar en la obra de la creación.
         
Sintetizando podemos resumir que los creó para estas tres cosas: Amar, Obedecer y Servir a Dios.
         
  1. AMAR: Dios es Amor. El Dios – Amor, crea a la criatura humana a su imagen  y semejanza, es decir con capacidad de amar y de ser amada. En definitiva este horizonte es el mismo que el primer mandamiento de la ley de Dios: “Amarás Al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu espíritu, sobre todas las cosas...”. Deut 6,5; Mt 22, 37.      
  2. OBEDECER: El Dios - Amor, no es un Dios anárquico o que vive en el vacío. Quiere el orden y la sabiduría de las cosas creadas. Es el orden y la perfección de la creación. Quiere también el orden y la obediencia entre el ser humano y Él. La criatura humana debe de aceptar los mandatos de Dios y así serle grato cumpliendo la voluntad de Dios, por eso el mandato de Gen 2,16-17, debe de cumplirse, pues en su cumplimiento halla el ser humano el máximo de su realización: obedeciendo, halla su plenitud; de no cumplirse este mandato de Dios la criatura humana (desobediencia, como rebeldía), hallará la muerte. Por eso, en el Génesis, vemos que la obediencia al mandato de Dios es vital. Olvidar el mandato de Dios es causa de muerte. Por eso el mandato de Dios es bendición, sabiduría de Dios, ordena la vida de la criatura humana y la protege del caos, el desorden y la muerte.      
  3. COLABORAR - SERVIR: El Dios Creador quiere que la criatura humana inteligente, voluntaria y libremente, colabore en actitud de servicio en la obra de la creación, y de hecho esta colaboración, excepto en las obras de pecado e injusticia, ha sido excelente. Dios no quiere que el ser humano viva ocioso o caóticamente, quiere y pide su colaboración y así mostrar su creatividad y posibilidades humanas. En efecto, vemos cómo, a través de los siglos, las criaturas humanas han colaborado en tantas obras de civilización y avance científico y cultural. El hombre ha sido llamado a ser un colaborador servicial de Dios, llevando a la perfección la obra que Dios comenzó. El Dios Creador quiere una humanidad trabajadora, servicial, colaboradora en el orden de su creación. Y que esta colaboración y perfección sea para bien del ser humano. También en Cristo quiere su colaboración en el orden de la redención.

         
Por lo tanto podemos afirmar que la condición de la criatura humana, significa que el hombre, de acuerdo con su realidad total, en su existencia y en la consumación de su naturaleza corpóreo-espiritual, está constituido exclusiva y globalmente por una relación trascendental que comienza en Dios y acaba y finaliza en Dios, (nivel sobrenatural), como su origen y como su fin: este es el horizonte de la filiación divina. En Adán y Eva Dios realizó su proyecto primero y principal de crear al ser humano para vivir en una relación trascendente de filiación divina, los creó como verdaderos hijos de Dios, para que vivieran en suma paz y felicidad.
         
Finalmente y como síntesis teológica hemos de decir que el Dios Creador lo creó todo de la nada. Dios es el Dios Único y Absoluto. La criatura humana es obra de Dios, es limitada y contingente, ha sido creada para vivir en un horizonte de filiación divina. Se crea así una relación de dependencia saludable y vivificante. Si la criatura humana vive, acepta y respeta la relación filial, que es relación de criatura aceptando y obedeciendo a su Creador, cumple la voluntad de Dios, observa sus mandatos, se realiza el plan de Dios  en la dimensión Creador – criatura.  Si vive de esta manera Dios le bendecirá  y le protegerá.
         
Si el hombre respeta y acepta  esta relación de Creador ‑ creatura y acepta la voluntad de Dios y el plan de Dios, será feliz y participará de la bondad, sabiduría y belleza de Dios = don de su presencia. Si el hombre no acepta esta relación Creador ‑ creatura y se independiza de la voluntad de Dios y de su plan de amor, el hombre automáticamente se perderá y se dará cuenta que sin Dios no es nada. Este es el Pecado original.

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Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.

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