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Ofrecimiento Diario - Orando con el Papa Francisco en el mes de JUNIO 2020: Dejarse tocar por el Corazón de Jesús





RED MUNDIAL DE ORACIÓN DEL PAPA
APOSTOLADO DE LA ORACIÓN

INTENCIONES DEL PAPA PARA EL MES DE JUNIO




OFRECIMIENTO DIARIO

Padre Bueno, sé que estás conmigo.
Aquí estoy en este nuevo día.
Pon una vez más mi corazón
junto al Corazón de tu Hijo Jesús,
que se entrega por mí y que viene a mí en la Eucaristía.
Que tu Espíritu Santo me haga su amigo y apóstol, 
disponible a su misión de compasión.
Pongo en tus manos mis alegrías y esperanzas,
mis trabajos y sufrimientos, todo lo que soy y tengo,
en comunión con mis hermanos y hermanas de esta red mundial de oración.
Con María te ofrezco mi jornada por la misión de la Iglesia y por la intención de Oración del Papa para este mes:

«Recemos para que aquellos que sufren encuentren caminos de vida, dejándose tocar por el Corazón de Jesús.»

AMÉN




VÍDEO DEL PAPA
INTENCIONES DEL MES




Este mes de junio de 2020, el Papa Francisco centra su intención de oración universal en la evangelización: «El camino del corazón”.

El Santo Padre pide a todos los fieles que recen “para que aquellos que sufren encuentren caminos de vida, dejándose tocar por el Corazón de Jesús”.

«Muchas personas sufren por las graves dificultades que padecen.
Nosotros podemos ayudarlas acompañándolas por un camino lleno de compasión que transforma la vida de las personas y los acerca al Corazón de
Cristo que nos acoge a todos en la revolución de la ternura.
Recemos para que aquellos que sufren encuentren caminos de vida, dejándose tocar por el Corazón de Jesús.»

Papa Francisco – Junio 2020


ORACIÓN

Señor Jesús, manso y humilde de Corazón.
Es en Ti que encontramos el descanso para nuestras agitaciones
y la curación que nos libera del mal y de nuestro egoísmo.
Lleno de fe, Te pedimos:
Haz que nuestros corazones sean como el Tuyo,
lleno de misericordia y compasión,
capaz de perdonar
y dar sentido y alegría a los que más lo necesitan,
especialmente aquellos que viven en un mayor sufrimiento.
Haz de cada uno de nosotros,
miembros de la Red Mundial de Oración del Papa,
verdaderos discípulos y apóstoles
de su misión de compasión por el mundo.

Amén

Padre Nuestro…
Ave María...
Gloria...



LUEGO DEL OFRECIMIENTO DIARIO
RECEMOS DURANTE LA MAÑANA, EL DÍA Y POR LA NOCHE

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DESCARGUE EN PDF LAS ORACIONES
Revista virtual RED MUNDIAL DE ORACIÓN DEL PAPA, JUNIO 2020, Nº44.
AQUÍ.



PROPUESTA PARA EL MES

Dinamiza las celebraciones del Corazón de Jesús que se organicen en tu comunidad, colaborando con el párroco o titular del templo, dando participación a todos sus miembros y entusiasmándolos, ya sea durante el mes, en su novena, Triduo o Solemnidad.

Interiorízate más sobre el itinerario de formación “El Camino del Corazón” a través de la página web y redes sociales de la Red Mundial de Oración del Papa y sus diversas plataformas digitales o de papel, y encuentra formas de hacerlo, individualmente o en grupos.

A lo largo del mes, asume un compromiso más explícito y consciente de mostrar, con la propia vida, los sentimientos del Corazón de Jesús, de una manera especial hacia los que más sufren.

Fuente: ClickToPray




REFLEXIÓN SOBRE LA INTENCIÓN DEL PAPA PARA EL MES DE JUNIO

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RECURSOS EN LA RED

A. Cada Primer Viernes en Youtube, se pude buscar "El Video del Papa".

B. "Click To Pray" es una aplicación para teléfonos inteligentes (iOS y Android) en donde puedes unirte cada día a la red Mundial de Oración del Papa. Descarga ClickToPray[App Store] [Google Play]

C. Para comunicarnos:
apostolado.oración.peru@gmail.com



PENTECOSTES




Escuchar AUDIO o descargar en MP3


P. Adolfo Franco, jesuita.

Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-23):

AL anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Palabra del Señor

Fiesta del Espíritu Santo. Y cuánta falta nos hace especialmente en circunstancias como ésta.

Hoy celebramos una fiesta importante, la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, y el origen de la Iglesia. Es el Espíritu Santo anunciado por Jesús, el que guiará los pasos de esos Apóstoles en la vida de la Iglesia naciente, y los hará fuertes en las enormes dificultades iniciales. Y es una cosa penosa que para muchos cristianos este Espíritu Santo. sea casi un desconocido. Todos sabemos que es una de las tres Divinas Personas y sin embargo no nos es fácil tenerlo presente en nuestra vida espiritual; nos es más fácil tener presentes al Padre y a Jesucristo.

Y es tan importante el Espíritu Santo; tan importante, como que es Dios. Pero además Él está continuamente presente y actuante en la misma vida de Cristo. Toda la vida de Jesús está llena de la presencia del Espíritu Santo. Ya la misma concepción virginal de Jesús en el vientre de María, se hace por obra del Espíritu Santo. Es el mismo Espíritu el que desciende sobre Jesús cuando es bautizado en el Jordán, para anunciar que Jesús es el Hijo amado de Dios.

Es notable la presencia del Espíritu en la vida y la actuación de Jesús. Por eso se dice en el Evangelio que el Espíritu Santo es el que lo lleva al desierto, y después de las tentaciones de Jesús, también es el Espíritu el que lo lleva a Galilea para empezar ya la predicación. Y por eso mismo en su primera predicación en la sinagoga de Nazaret, el párrafo que Jesús escoge para su predicación es el que dice: “El Espíritu está sobre mí”. Toda la vida de Jesús está animada por esta presencia continua del Espíritu Santo.

Y no sólo es con Jesús y con la Iglesia naciente, en realidad deberíamos saber que el Espíritu Santo es el origen de todo lo mejor de nuestra propia vida interior. Si nos diéramos cuenta de su actuación real en nosotros, entonces disiparíamos esa niebla con que rodeamos el concepto del Espíritu Santo.

Por poner un ejemplo: el mismo San Pablo dice que el Espíritu Santo ora en nosotros, que gime con gemidos inenarrables. Podríamos decir que todos los impulsos hermosos que brotan en nuestro corazón, cuando superamos un rencor, o cuando nos brota el deseo de extremar nuestra generosidad, son acciones que brotan por influjo del Espíritu Santo. Los deseos insaciables de verdad, de buscar la luz con todas sus consecuencias. Todos esos deseos brotan de la acción del Espíritu en nosotros. La generosidad con que las personas son capaces de desprenderse de sus gustos, para socorrer a otros. La tranquila acogida que una madre de pueblo joven da a los hijos de su vecina, que ha muerto prematuramente. Todos esos y muchos más de los actos e impulsos generosos de nuestros corazones, son simplemente destellos del Espíritu Santo. ¡Qué maravilloso debe ser el Espíritu Santo que produce tales destellos!

Pero además en esta fiesta del Espíritu Santo debemos meditar en la importancia superior de nuestro espíritu, por encima de todo lo material que nos rodea, y no sólo nos rodea, sino que a veces nos aprisiona. El mundo material, los objetos, todo lo que tiene una relación especial con nuestros sentidos, tienden a imponerse a todo lo demás. Y es el interior, nuestro espíritu, lo que más importa en nosotros. Porque nuestro espíritu es nada menos que un Templo vivo del Espíritu Santo.

Pero en general el mundo tiende a deslizarse demasiado a la materia, a lo que se puede medir y se puede contar. Así es nuestra civilización tecnificada. Nuestra civilización se siente orgullosa de sus avances técnicos, y realmente esos adelantos son impresionantes e importantes. Nuestra civilización ha llegado a dominar la materia midiéndola de una forma antes insospechada. Y la medida ciertamente es un instrumento fundamental del progreso. Todo esto es importante y está muy bien. Pero este progreso tecnológico muchas veces nos ha desviado la atención. Y dirigimos más nuestro corazón y nuestra mente a los instrumentos, a los cuadros estadísticos, a la informática.

Por eso es necesario también que en esta fiesta del Espíritu Santo, hagamos resaltar la suprema importancia de nuestro espíritu y de todo lo que es espiritual en el hombre. Cualquier chispa del espíritu humano es más importante y más valiosa que todos los progresos tecnológicos, que todos los chips y todos los procesadores. El amor del corazón, sus deseos, sus nostalgias, sus alegrías, no caben dentro de ninguna estadística y son más trascendentales que todas las mediciones.

El hombre vale por su espíritu, y el cristiano vale por su espíritu transformado por la gracia. Y es importante que esto lo subrayemos con nuestro comportamiento, con nuestras preferencias, con nuestras metas.

Incluso las realizaciones puramente naturales de nuestras potencias espirituales (imaginación, inteligencia, poesía), también es necesario que las valoremos debidamente; que valoremos esas producciones geniales del espíritu humano, como el pensamiento filosófico, la poesía, la música, la obra artística. Todo eso contribuye más a la calidad humana, que todas las comodidades que nos brinda el progreso. Y mucho más si añadimos además las producciones sobrenaturales de la gracia en nuestro espíritu: una oración nos enriquece más, es más cultura que todos los aparatos, una obra de caridad cristiana es más progreso que los cohetes espaciales.

Por eso hoy decimos con vehemencia: “ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles e infunde en ellos el fuego de tu amor”.




...


Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.

Para otras reflexiones del P. Adolfo acceda AQUÍ.

Intención del Papa Francisco para el mes de Junio: DEJARSE TOCAR POR EL CORAZÓN DE JESÚS


Caminos de vida, con Amor Eterno te amé

Tuve la oportunidad de vivir mi primer retiro del Camino del Corazón, itinerario espiritual de la Red Mundial del Papa. Conocer este itinerario espiritual fue una experiencia totalmente nueva, ya que propicia un encuentro personal e íntimo con el Corazón de Jesús. El Corazón de Jesús me sorprendió al dejarme ver la fuente inagotable de su amor, del amor de Dios por cada uno nosotros.

Descubrí el amor inmenso que Dios tiene para cada uno de nosotros y no porque me lo dijeran, sino porque Él mismo me lo mostró en el silencio, de corazón a corazón.

Dios nos amó primero. Antes que viniéramos a este mundo Dios se tomó el tiempo de crearnos, y nos
ama no de una manera genérica sino de una manera personal, tanto así que cada uno de nuestros nombres está grabado en la palma de sus manos.

¡Qué hermosa verdad! ¡Que dulce sensación saberse amado y que su amor continúa hoy! Su amor es tan
grande que envió a su Hijo que murió por nosotros, y de esta manera salvarnos del pecado, mostrando el verdadero amor de Dios por su pueblo. Hoy, ese amor se manifiesta cada día en la Eucaristía donde Jesús se entrega nuevamente por amor hacia nosotros.

Cuando comprendes el amor tan infinito que Dios tiene por ti, no puedes evitar darle gracias y exaltarle, y es imposible que ese amor no se desborde hacia los demás. Es así como he logrado comprender como los santos pudieron llegar a amar a los demás de una manera tan radical y diferente.

Gracias a que descubrieron ese amor infinito, no fue difícil renunciar a sí mismos para dejarse amar
totalmente por Dios. Y ese amor llenó tanto sus corazones que desbordó en amor por los demás.

El pequeño grupo que asistimos a ese retiro del Camino del Corazón tenemos ahora una gran misión:
replicar este itinerario espiritual para que muchas personas más conozcan por ellas mismas el Corazón de Jesús y su amor ardiente hacia nosotros. Nuestra vida ya no es igual, y cada vez que volvemos a caminar los senderos del Camino del Corazón descubrimos nuevos misterios que encierra el Corazón de Jesús, pequeños detalles que en nuestra primera travesía no pudimos apreciar.

NERY QUEVEDO
COORDINADOR RED MUNDIAL DE
ORACIÓN DEL PAPA - EL SALVADOR

Fuente: Revista virtual RED MUNDIAL DE ORACIÓN DEL PAPA, JUNIO 2020, Nº44.

Para descargar la revista virtual AQUÍ.

LA FE CRISTIANA DESDE LA BIBLIA



P. Fernando Martínez Galdeano, jesuita

La finalidad y pretensión de esta Serie es bastante ambiciosa. Intentaría responder a la pregunta: ¿Cuáles son los elementos “de sentido”, los importantes para el desarrollo de nuestra fe cristiana, aquellos básicos que sobre todo brotan de una lectura espiritual de los libros bíblicos, aquellos que marcan la identidad del cristiano? No olvidemos que nuestra lectura está animada por el Espíritu que ilumina y transfigura nuestra mente limitada y frágil. “Descubrir la Biblia” se vuelve algo tan fascinante y novedoso para que quien tiene la gracia de experimentarlo en su vida, que éste tal se siente incluso asombrado porque se le desvela de alguna manera "lo que el ojo no vió, ni el oído oyó, ni ni hombre se le ocurrió pensar, éso preparó (el Señor) para los que le aman” (ICor 2,9).

Temas apuntados en Serie
El orden se establece según su relación propia, comenzando su lectura a partir del primero.

1. Jesucristo, "el viviente”.
2. Testimonio apostólico.
3. Un Dios trinitario.
4. El misterio de lo divino.
5. Dios nos quiere.
6. Es obra de Dios.
7. Muerte y resurrección.
8. El misterio pascual.
9. Por nuestros pecados.
10. El árbol de la vida.
11. El pecado del mundo.
12. Fe en Jesucristo.
13. Oración del corazón.
14. Dichosos los pobres de espíritu.
15. Unión con Jesucristo.
16. La Acción de Gracias.
17. Sacerdocio y comunidad.
18. Amaos los unos a los otros.
19. Misión de la Iglesia.
20. Opción por los pobres.
21. A la escucha de Dios.
22. La Providencia.
23. Escritura y oración.
24. María, madre nuestra.
25. El hombre nuevo.
26. Vida en el Espíritu.
27. Matrimonio y Sacramento.
28. Reinado de Dios.









Teología fundamental. 11. El Credo. La naturaleza de Dios y su obrar



P. Ignacio Garro, jesuita
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA

5. EL CREDO
(Continuación)

5.2. LA NATURALEZA DE DIOS Y SU OBRAR 
(Continuación)

5.2.4 EL ENTENDIMIENTO DIVINO 
Como nosotros observamos que el hombre posee inteligencia, hemos de afirmar esta perfección de Dios, en grado eminente: "Dios es infinito en su entendimiento, en su voluntad y en toda perfección" (Concilio Vaticano 1, Dz. 1782.) 

Dios, pues, posee una inteligencia infinita. 

Las propiedades de la inteligencia divina son: 

a) Prefecta e inmediata
La inteligencia divina no necesita pasar por la trama de los hechos, a través del tejido de relaciones y de la multitud de estratos y entrecruces: no necesita encontrar la solución de un problema para pasar a otro. A los ojos de Dios se halla patente toda la realidad en toda su cognoscibilidad, hasta en sus más profundas complejidades: " Todas las cosas están descubiertas a sus ojos"(Heb. 4, 13). 

b) Comprensiva e inmutable
El conocimiento divino no es pasajero ni superficial; no se detiene en los aspectos pasajeros de las cosas. Tampoco puede aumentarse o enriquecerse, ni se halla sometido al peligro de disminuir o desaparecer. No existen en Dios los oscuros estratos del subconsciente, sino que conoce todo en un estado de conciencia despierta y clarísima. 

c) Universal 
El espíritu humano elige los objetos de su conocimiento, pasando por alto otros o relegándolos a un segundo plano. El conocimiento divino ni selecciona ni queda reducido a una simple vista parcial: es universal y absoluto, lo mismo que su Ser. 


5.2.4.1 Conocimiento divino y Libertad humana 

¿Cómo se concilia el conocimiento divino con la libertad humana? ¿Un acto que Dios ha previsto desde toda eternidad no se realiza necesariamente? Entonces ¿cómo puede ser libre? 

Daremos dos respuestas a esta importante cuestión: 

1°. Nos constan de modo cierto, las dos verdades, a saber, que Dios todo lo sabe, y que el hombre es libre. Si no vemos cómo se concilian entre sí, no tenemos derecho a negar ninguna de las dos; tan sólo debemos reconocer la flaqueza de nuestro entendimiento. 
2°. Las cosas que Dios prevé (o mejor dicho ve) desde toda eternidad, sucederán infaliblemente, pero de acuerdo con la naturaleza de cada criatura; esto es necesariamente en las criaturas irracionales, y libremente en las criaturas libres. 

No fuera Dios Sabio si un suceso que debe ser libre de acuerdo con la naturaleza de la criatura, se tornara fatalmente necesario únicamente porque El lo conoce de antemano. 

Explicación: Las cosas que Dios prevé, sucederán infaliblemente porque la ciencia de Dios no puede fallar; pero sucederán de acuerdo con la naturaleza del ser. Así el sol y la tierra, que no tienen libertad, obedecen necesariamente las previsiones u órdenes de Dios. Pero el hombre como ser libre, debe realizarlas libremente. 

Si un suceso libre de acuerdo con la naturaleza del ser, se tornara necesario únicamente porque Dios lo conoce, tendríamos esta contradicción: Dios al mismo tiempo hizo al hombre y no lo hizo libre. 

Lo hizo libre porque le dio la libertad. No lo hace libre, porque al ver de antemano lo que hará, le quita la libertad. 

Semejante contradicción no puede encontrarse en Dios.


5.2.4.2 La predestinación 
¿Cómo contestar la tan conocida objeción: Si Dios tiene previsto que me he de condenar, me condenaré, sea que obre bien o que obre mal; y si Dios tiene previsto que me he de salvar, me salvaré, sea que obre bien o que obre mal? Luego, ¿es inútil obrar el bien? 

Se puede contestar de tres maneras: indirectamente, retorciendo el argumento; directamente, mostrando que es contradictoria; y por la exposición de la doctrina católica. 
  • 1°. Indirectamente, esto es, volviendo al argumento contra el que me lo hace. El argumento citado prueba tanto como este otro: Si Dios ha previsto que me he de morir de hambre, me moriré de hambre sea que coma o que no coma. Luego no debo comer. ¿Quién no ve que este argumento es falso? 
  • 2°. Directamente, haciendo ver que es contradictoria. Esta objeción se basa en una contradicción evidente: en efecto, si Dios ha previsto que he de salvarme, por lo mismo ha previsto también que obraré bien. Igualmente si previó que habría dé condenarme, por lo Mismo tuvo que prever que obraría mal. Pero es un absurdo suponer que Dios haya previsto que se condene el que obra bien, o que se salve el que obra mal. Esto iría directamente contra su sabiduría y su justicia. 
  • 3°. Exponiendo la doctrina. Dios me ha dado libertad para obrar. Mi salvación o mi condenación dependen del uso bueno o malo que yo haga de mi libertad. Pero este uso no deja de ser libre por ser conocido de Dios. 


5.2.5 LA VOLUNTAD DIVINA 

Al ser la voluntad una de las perfecciones de la naturaleza humana, hemos de afirmarla -por la vía de analogía y eminencia- de la naturaleza divina.

Es de fe que en Dios existe una Voluntad infinitamente perfecta (cfr. Conc. Vat. 1, Dz. 1782). 
La voluntad es la facultad espiritual e inmanente, que sigue al conocer, y con la cual la persona -humana, angélica o divina- adquiere algo o alguien.
En Dios -Ser simplícimo-, su obrar se identifica con su esencia, y Por eso -como hemos dicho- hay una identidad entre su Inteligencia, su Voluntad y su mismo Ser. Es importante no perder de vista esta importante precisión, para evitar el peligro de hablar o pensar de la divinidad antropomórficamente. 

De esta identificación de la Voluntad con el Ser de Dios, brotan sus propiedades fundamentales: simple, inmutable y eterna omnipotente, buena y justa. 
  • Es simple, porque está exenta de todo lazo interno o externo de dependencia, y en ella no hay sucesión de actos: su volición es única, aunque los efectos sean múltiples en la esfera de lo extradivino. De aquí se sigue que no pueda haber contradicción en las consecuencias del querer de Dios. 
  • Es inmutable y eterna, pues se identifica con el Ser divino. No obstante la diversidad de objetos del querer divino que se desarrolla en la sucesión del tiempo, el querer divino que ordena toda esa diversidad está siempre inmutable desde toda la eternidad sin sufrir cambio alguno. Esta inmutabilidad comporta, sin embargo, una diferencia esencial con el fatalismo, que dice estar sometido todo a un destino ciego y necesario, sin tener en cuenta para nada la actividad humana. La doctrina católica no excluye la Providencia divina ni el juego de la libertad humana; no impone a todos los seres la necesidad de obrar, sino que predispone las causas necesarias para la producción de efectos necesarios, y las contingentes o libres para la producción de efectos no necesarios.
  • Es omnipotente. La Omnipotencia de Dios consiste en que con solo su Voluntad puede hacer todo cuanto quiere. 
Dice la Sagrada Escritura: " Todo cuanto quiso el Señor lo hizo en el cielo, en la tierra y en los abismos" (Ps. 134, 6).

La razón nos certifica la Omnipotencia de Dios, porque es Infinito. Si su poder fuera limitado, Dios no sería Infinito, y dejaría de ser Dios. 
Advertencias:
  • La Voluntad de Dios está como la nuestra, dotada de libertad. Pero la Libertad de Dios es infinitamente perfecta, y así no está sometida a las imperfecciones y deficiencias de la libertad humana, la mayor de las cuales es poder pecar, esto es, elegir el mal. Dios, como perfectísimo que es, es impecable. 
  • Dios no puede morir, porque el poder morir, lejos de ser una perfección de la voluntad, es una grave deficiencia y limitación del poder. 
  • Dios no puede hacer un círculo cuadrado, porque esto es una cosa absurda, que envuelve contradicción en sí misma, y que ni siquiera podemos concebir. La Omnipotencia divina debe movernos a poner en Dios toda nuestra confianza. "No confiéis, dice la Escritura, en los hombres, porque vuestra salvación no está en manos de ellos. Dichoso el que pone su esperanza en Dios" (Ps. 117, 9, 145, 2; Jer. 17, 5, 7). 
  • Buena y justa. La Bondad es un atributo que mueve a Dios a amarse a Sí mismo, y en sí a todas las criaturas y a colmarlas de beneficios. 
Todas las páginas de la Sagrada Escritura están llenas de testimonios de la infinita bondad de Dios para con sus criaturas, especialmente con el hombre. Hasta tal punto la bondad existe en Dios, que el mismo Salvador nos la señala como atributo exclusivo de El: "Nadie es bueno sino sólo Dios" (Lc. 18, 19). 

La bondad reviste en Dios de diversas formas, y según ellas, toma nombres diferentes. Se llama: 
a) Amor cuando es un afecto de su voluntad lo inclina a buscar nuestro bien. 
b) Liberalidad cuando se manifiesta por obras y beneficios. 
c) Gracia cuando no dispensa auxilios sobrenaturales.
d) Ternura o compasión cuando se compadece de nuestras necesidades.
e) Paciencia y mansedumbre cuando tolera a los malos y se demora en castigarlos. 
f) Misericordia o clemencia cuando perdona nuestros pecados.

Para corresponder a la infinita bondad de Dios, debemos: 
a) Agradecer sus beneficios y pagarle Amor con amor
b) Pedirle confiadamente las gracias necesarias y el perdón de nuestras culpas. 

Inmensa diferencia existe entre el Dios verdadero y los dioses del paganismo, entre la religión cristiana y las falsas religiones. Estas, aún en los pueblos más civilizados, están llenas de ignominia.

  Los dioses eran mentirosos, crueles, vengativos, lujuriosos y llenos de todos los defectos. Muchas veces llegaron a ser la personificación de los vicios; así entre los griegos y romanos, Venus era la diosa de la impureza, Baco de la embriaguez, Mercurio del hurto, Némesis de la venganza, etc.; y el modo de honrarlos, era imitarlos y entregarse a los más abominables excesos. 

¡Qué distinto se muestra nuestro Dios! El es espejo purísimo de santidad; aborrece todo mal, ya sea el error, que es el mal del entendimiento, ya el vicio, que es el mal de la voluntad . Es modelo de todas las virtudes; y todos deben imitar su Santidad si quieren gozar de El, porque a su cielo nada entra manchado. En fin, ha dejado a su Iglesia numerosos medios de expiación y santificación que todos podemos y debemos aprovechar para nuestro perfeccionamiento. 

De la excelsa bondad divina se sigue que Dios es infinitamente justo. 

La justicia de Dios consiste en que "retribuye a cada cual según sus obras", premiando al bueno y castigando al malo (cfr. Prov. 2, 14). 

Al hablar de la Providencia explicaremos por qué Dios permite en el mundo los males y el pecado.



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Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
Para acceder a las publicaciones anteriores acceder AQUÍ.

La fe cristiana desde la Biblia: Jesucristo, "el viviente"



P. Fernando Martínez Galdeano, jesuita.

El culmen de los evangelios es el relato de la muerte y resurrección de Jesús. Y el escrito de los Hechos no es sino su continuación a través de su Espíritu actuante. Este espíritu se nos comunica en la Iglesia y de forma personal en Cristo. Aquel Jesús que pasó su vida en este mundo e hizo el bien a mucha gente y predicó un mensaje de salvación, aquel Jesús murió a manos de quienes le rechazaron, pero fue transfigurado a una nueva vida, una vida que no muere, una vida que fluye de la mano fuerte y poderosa de Dios. Aquel Jesús transfigurado vive. El es “el viviente” por excelencia. ¡Ha resucitado! No a una vida como la que tenía antes de su muerte. El es el mismo, pero distinto. El es el Señor, capaz de comunicarnos la vida divina, su propia vida permanente. Ya no sólo le llamamos “Jesús” (Dios que salva), sino también el Cristo (el ungido, el consagrado por Dios), el Mesías (el enviado de Dios a los hombres), el Hijo de Dios (el que procede de Dios que es padre y éste nos quiere como tal), y el Señor nuestro (por quien todas las cosas han sido creadas).

Entre las fórmulas de fe cristiana anteriores a la redacción definitiva de los escritos evangélicos, sobresale la de san Pablo que algunos la sitúan entre los años 40 y el 42, y hay quienes le atribuyen una mayor antigüedad, colocándola a escasa distancia del hecho que reflejan, ya hacia el año 35: “En primer lugar, les he dado a conocer la enseñanza que yo recibí. Lo que yo les he enseñado es que Cristo murió por nuestros pecados, tal como dicen las Escrituras; que lo sepultaron, y que resucitó al tercer día, como también lo dicen las Escrituras; y que se apareció a Pedro, y después a los apóstoles. Más tarde se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, y muchos de ellos viven todavía, aunque algunos ya han muerto. Después se apareció a Santiago, y luego de nuevo a todos los apóstoles. En último lugar, también se me apareció a mí, aunque yo fuera como uno que hubiera nacido de forma anormal” (1 Cor 15,3-8).

Jesús al resucitar no da un paso atrás, sino un paso adelante. No es que regrese a la vida de antes, es que entra en la vida total. No reingresa en el tiempo, entra allí donde no existe el tiempo como el que nosotros conocemos. Jesús, tras su resurrección, no “vuelve a estar vivo” sino que se convierte, como subraya el Apocalipsis, en “el viviente”, en el que ya no puede morir. Su resurrección nos descubre una nueva vida y, con ello, transforma el sentido de la vida actual, al mostrarnos una que es más definitiva y que no está limitada por la muerte. ¡Es la vida verdadera! “No temas, yo soy el primero y el último, el viviente” (Ap 1,17s.). 


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Agradecemos al P. Fernando Martínez, S.J. por su colaboración.
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Catequesis del Papa sobre la Oración: 3, «El misterio de la creación»


PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Biblioteca del Palacio Apostólico
Miércoles, 20 de mayo de 2020

[Multimedia]


 

Catequesis: 3. El misterio de la creación

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Continuamos nuestra catequesis sobre la oración, meditando sobre el misterio de la Creación. La vida, el simple hecho de existir, abre el corazón del ser humano a la oración.

La primera página de la Biblia se parece a un gran himno de acción de gracias. El relato de la Creación está ritmado por ritornelos donde se reafirma continuamente la bondad y la belleza de todo lo que existe. Dios, con su palabra, llama a la vida, y todas las cosas entran en la existencia. Con la palabra, separa la luz de las tinieblas, alterna el día y la noche, intervala las estaciones, abre una paleta de colores con la variedad de las plantas y de los animales. En este bosque desbordante que rápidamente derrota al caos, el hombre aparece en último lugar. Y esta aparición provoca un exceso de exultación que amplifica la satisfacción y el gozo: «Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien» (Gn 1,31). Bueno, pero también bello: se ve la belleza de toda la Creación.

La belleza y el misterio de la Creación generan en el corazón del hombre el primer movimiento que suscita la oración (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2566). Así dice el Salmo octavo que hemos escuchado al principio: «Al ver tu cielo, hechura de tus dedos, la luna y las estrellas que fijaste tú, ¿qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo de Adán, para que de él te cuides?» (vv. 4-5). El hombre orante contempla el misterio de la existencia a su alrededor, ve el cielo estrellado que lo cubre —que los astrofísicos nos muestran hoy en día en toda su inmensidad— y se pregunta qué diseño de amor debe haber detrás de una obra tan poderosa... Y, en esta inmensidad ilimitada ¿qué es el hombre? “Qué poco”, dice otro salmo (cf. 89,48): un ser que nace, un ser que muere, una criatura fragilísima. Y, sin embargo, en todo el universo, el ser humano es la única criatura consciente de tal profusión de belleza. Un ser pequeño que nace, muere, hoy está y mañana ya no, es el único consciente de esta belleza. ¡Nosotros somos conscientes de esta belleza!.

La oración del hombre está estrechamente ligada al sentimiento de asombro. La grandeza del hombre es infinitesimal cuando se compara con las dimensiones del universo. Sus conquistas más grandes parecen poca cosa... Pero el hombre no es nada. En la oración, se afirma rotundamente un sentimiento de misericordia. Nada existe por casualidad: el secreto del universo reside en una mirada benévola que alguien cruza con nuestros ojos. El Salmo afirma que somos poco menos que un Dios, que estamos coronados de gloria y de esplendor (cf. 8,6). La relación con Dios es la grandeza del hombre: su entronización. Por naturaleza no somos casi nada, pequeños, pero por vocación, por llamada, ¡somos los hijos del gran Rey!

Esta es una experiencia que muchos de nosotros ha tenido. Si la trama de la vida, con todas sus amarguras, corre a veces el riesgo de ahogar en nosotros el don de la oración, basta con contemplar un cielo estrellado, una puesta de sol, una flor..., para reavivar la chispa de la acción de gracias. Esta experiencia es quizás la base de la primera página de la Biblia.

Cuando se escribió el gran relato bíblico de la Creación, el pueblo de Israel no estaba atravesando días felices. Una potencia enemiga había ocupado su tierra; muchos habían sido deportados, y se encontraban ahora esclavizados en Mesopotamia. No había patria, ni templo, ni vida social y religiosa, nada.

Y sin embargo, partiendo precisamente de la gran historia de la Creación, alguien comenzó a encontrar motivos para dar gracias, para alabar a Dios por la existencia. La oración es la primera fuerza de la esperanza. Tú rezas y la esperanza crece, avanza. Yo diría que la oración abre la puerta a la esperanza. La esperanza está ahí, pero con mi oración le abro la puerta. Porque los hombres de oración custodian las verdades basilares; son los que repiten, primero a sí mismos y luego a todos los demás, que esta vida, a pesar de todas sus fatigas y pruebas, a pesar de sus días difíciles, está llena de una gracia por la que maravillarse. Y como tal, siempre debe ser defendida y protegida.

Los hombres y las mujeres que rezan saben que la esperanza es más fuerte que el desánimo. Creen que el amor es más fuerte que la muerte, y que sin duda un día triunfará , aunque en tiempos y formas que nosotros no conocemos. Los hombres y mujeres de oración llevan en sus rostros destellos de luz: porque incluso en los días más oscuros el sol no deja de iluminarlos. La oración te ilumina: te ilumina el alma, te ilumina el corazón y te ilumina el rostro. Incluso en los tiempos más oscuros, incluso en los tiempos de dolor más grande.

Todos somos portadores de alegría. ¿Lo habiaís pensado? ¿Qué eres un portador de alegría? ¿O prefieres llevar malas noticias, cosas que entristecen? Todos somos capaces de portar alegría. Esta vida es el regalo que Dios nos ha dado: y es demasiado corta para consumirla en la tristeza, en la amargura. Alabemos a Dios, contentos simplemente de existir. Miremos el universo, miremos sus bellezas y miremos también nuestras cruces y digamos: “Pero, tú existes, tú nos hiciste así, para ti”. Es necesario sentir esa inquietud del corazón que lleva a dar gracias y a alabar a Dios. Somos los hijos del gran Rey, del Creador, capaces de leer su firma en toda la creación; esa creación que hoy nosotros custodiamos, pero en esa creación está la firma de Dios que lo hizo por amor. Qué el Señor haga que lo entendamos cada vez más profundamente y nos lleve a decir “gracias”: y ese “gracias” es una hermosa oración.


Tomado de:



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Catequesis del Papa sobre la Oración: 4, «La oración de los justos»


PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Biblioteca del Palacio Apostólico
Miércoles, 27 de mayo de 2020

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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Dedicamos la catequesis de hoy a la oración de los justos.

El plan de Dios para la humanidad es bueno, pero en nuestra vida diaria experimentamos la presencia del mal: es una experiencia diaria. Los primeros capítulos del Libro del Génesis describen la expansión progresiva del pecado en las vivencias humanas. Adán y Eva (cf. Gn 3,1-7) dudan de las intenciones benévolas de Dios, pensando que se trate de una deidad envidiosa que impide su felicidad. De ahí la rebelión: ya no creen en un Creador generoso que desea su felicidad. Su corazón, cediendo a la tentación del Maligno, es presa de delirios de omnipotencia: “Si comemos el fruto del árbol, nos haremos semejantes a Dios” (cf. v. 5). Y esta es la tentación: esta es la ambición que penetra en el corazón. Pero la experiencia va en la dirección opuesta: sus ojos se abren y descubren que están desnudos (v. 7), sin nada. No lo olvidéis: el tentador es un mal pagador, paga mal.

El mal se vuelve aún más arrollador con la segunda generación humana, es más fuerte: es la historia de Caín y Abel (cf. Gn 4,1-16). Caín tiene envidia de su hermano: está presente el gusano de la envidia; aunque es el primogénito, ve a Abel como un rival, uno que amenaza su primacía. El mal se asoma a su corazón y Caín es incapaz de dominarlo. El mal empieza a penetrar en el corazón: los pensamientos son siempre los de mirar mal al otro, con sospecha. Y esto sucede también con el pensamiento: “Este es malo, me perjudicará”... Y este pensamiento se va abriendo paso en el corazón..Y así la historia de la primera fraternidad termina con un asesinato. Pienso, hoy, en la fraternidad humana...guerras por doquier.

En la descendencia de Caín se desarrollan los oficios y las artes, pero también se desarrolla la violencia, expresada en el siniestro cántico de Lámec, que suena como un himno de venganza: «Yo maté a un hombre por una herida que me hizo y a un muchacho por un cardenal que recibí. Caín será vengado siete veces, mas Lámec lo será setenta y siete» (Gn 4,23-24). La venganza: “Lo has hecho ¡vas a pagarlo!”. Pero eso no lo dice el juez, lo digo yo. Y yo me vuelvo juez de la situación.Y así el mal se propaga como un incendio hasta ocupar todo el cuadro: «Viendo Yahveh que la maldad del hombre cundía en la tierra, y que todos los pensamientos que ideaba su corazón eran puro mal de continuo« (Gn 6,5). Los grandes frescos del diluvio universal (cap. 6-7) y la torre de Babel (cap. 11) revelan que es necesario un nuevo comienzo, como una nueva creación, que tendrá su cumplimiento en Jesucristo.

Y sin embargo, en estas primeras páginas de la Biblia, también está escrita otra historia, menos llamativa, mucho más humilde y devota, que representa el rescate de la esperanza. Aunque casi todos se comportan con brutalidad, haciendo del odio y la conquista el gran motor de las vivencias humanas, hay personas capaces de rezar a Dios con sinceridad, capaces de escribir de otra manera el destino del hombre. Abel ofrece a Dios un sacrificio de primicias. Después de su muerte, Adán y Eva tuvieron un tercer hijo, Set, de quien nació Enós (que significa “mortal”), y se dice: «En aquel tiempo comenzaron a invocar el nombre del Señor» (4,26). Luego aparece Henoc, un personaje que “anduvo con Dios” y fue arrebatado al cielo (cf. 5,22.24). Y finalmente está la historia de Noé, un hombre justo que «andaba con Dios» (6,9), frente al cual Dios detiene su propósito de borrar a la humanidad (cf. 6,7-8).

Leyendo estas historias, uno tiene la impresión de que la oración sea el dique, el refugio del hombre ante la oleada de maldad que crece en el mundo. Pensándolo bien también rezamos para ser salvados de nosotros mismos. Es importante rezar: “Señor, por favor, sálvame de mí mismo, de mis ambiciones, de mis pasiones”. Los orantes de las primeras páginas de la Biblia son hombres artífices de paz: en efecto, la oración, cuando es auténtica, libera de los instintos de violencia y es una mirada dirigida a Dios, para que vuelva a ocuparse del corazón del hombre. Se lee en el Catecismo: «Este carácter de la oración ha sido vivido en todas las religiones, por una muchedumbre de hombres piadosos» (CCC, 2569). La oración cultiva prados de renacimiento en lugares donde el odio del hombre solo ha sido capaz de ensanchar el desierto. Y la oración es poderosa, porque atrae el poder de Dios y el poder de Dios da siempre vida; siempre. Es el Dios de la vida y hace renacer.

Por eso el señorío de Dios pasa por la cadena de estos hombres y mujeres, a menudo incomprendidos o marginados en el mundo. Pero el mundo vive y crece gracias al poder de Dios que estos servidores suyos atraen con sus oraciones. Son una cadena que no hace ruido, que rara vez salta a los titulares, y sin embargo ¡es tan importante para devolver la confianza al mundo! Recuerdo la historia de un hombre: un jefe de gobierno, importante, no de esta época, del pasado. Un ateo que no tenía sentido religioso en su corazón, pero de niño escuchaba a su abuela rezar, y eso permaneció en su corazón. Y en un momento difícil de su vida, ese recuerdo volvió a su corazón y dijo: “Pero la abuela rezaba...”. Así que empezó a rezar con las fórmulas de su abuela y allí encontró a Jesús. La oración es una cadena de vida, siempre: muchos hombres y mujeres que rezan, siembran la vida. La oración siembra vida, la pequeña oración: por eso es tan importante enseñar a los niños a rezar. Me duele cuando me encuentro con niños que no saben hacerse la señal de la cruz. Hay que enseñarles a hacer bien la señal de la cruz, porque es la primera oración. Es importante que los niños aprendan a rezar. Luego, a lo mejor, pueden olvidarse, tomar otro camino; pero las primeras oraciones aprendidas de niño permanecen en el corazón, porque son una semilla de vida, la semilla del diálogo con Dios.

El camino de Dios en la historia de Dios ha pasado por ellos: ha pasado por un “resto” de la humanidad que no se uniformó a la ley del más fuerte, sino que pidió a Dios que hiciera sus milagros, y sobre todo que transformara nuestro corazón de piedra en un corazón de carne (cf. Ez 36,26). Y esto ayuda a la oración: porque la oración abre la puerta a Dios, transformando nuestro corazón tantas veces de piedra, en un corazón humano. Y se necesita mucha humanidad, y con la humanidad se reza bien.


Tomado de:

http://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2020/documents/papa-francesco_20200527_udienza-generale.html


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VII Domingo de Pascua - A: La Ascensión del Señor



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P. Adolfo Franco, jesuita

Lectura del santo evangelio según san Mateo (28,16-20)

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
«Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».

Palabra del Señor

La ascensión del Señor, además de su glorificación, es para nosotros una indicación del camino.

Jesucristo se despide de sus apóstoles al final de su vida en la tierra y les encomienda su propia labor. Ellos deben continuarla. Y ahora que ya todo está culminado, puede volver al Padre; El mismo ha descrito así su vida: salí del Padre y vuelvo al Padre. Salió del Padre para hacerse hombre en la Encarnación, y vuelve al Padre ahora en su Ascensión. Y cuántas cosas han pasado entre el momento inicial cuando empezaba su existencia humana, y éste otro momento, en que puede decir lo que exclamó desde la cruz: Todo está cumplido. Ha pasado por el mundo haciendo el bien, curando enfermos, sembrando esperanza, eliminando miedos; de cuántas maneras presentó el mensaje de salvación, a cuántas personas les dio esperanzas y les suprimió el sufrimiento. Y sobre todo proclamó muy alto que el Dios a quien adoramos es nuestro Padre y nos ama.

¿Qué pensaría Jesucristo mientras está realizando este retorno a su Padre? ¿pensaría quizá esto...?

“Recibí un encargo cuando el Padre decidió el que yo bajara a la tierra, para vivir como verdadero hombre durante treinta y tres años. Nací de una mujer escogida por mi Padre y preparada para que me acogiera en su seno purísimo. Qué hermosa madre tuve: fuerte de alma, tierna de sentimientos, toda hermosa y llena de Dios, tanto que en ella no cabía otra cosa. Con ella, cuando yo no era más que un Niño, cumplía con alegría las oraciones de todo buen israelita; pero no había en esas oraciones ni costumbre, ni rutina. Esas oraciones eran cada día nuevas, como recién inventadas. Ella me quiso con toda su alma, pasábamos tantos ratos juntos; yo me daba cuenta de que me miraba continuamente, pero no quiso retenerme para sí, siempre me dejó libre. Qué pocas cosas necesitábamos para ser plenamente felices. Viví muy pobremente porque en esa pobreza encontraba una libertad absoluta. No estar pegado a nada, y con sencillez aceptaba ser ayudado por aquellos con los que me fui encontrando; realmente me gustó el sentimiento de necesitar a mis pobres hermanos los hombres.

Recuerdo los años que viví como carpintero, junto a ese buen maestro José. Cómo le agradezco que pusiera su vida al servicio de mi obra, sin pedir nada para sí: lo dio todo, y no reclamó nada. Era un buen carpintero y sabía enseñar el oficio. El fue el protector de mi casa. Con él he paseado por los caminos y he visto lirios y pájaros, he llenado mi vista con las espigas. Algunos pudieron pensar que desperdiciaba treinta años de mi vida, de una vida tan corta de treinta y tres. Pero puedo decir que en esos años aprendí las parábolas, las que después me sirvieron para explicar lo que es el Reino de Dios. Aprendí en el libro abierto de la vida: cada persona con que me encontré fue una hermosa lección de ese libro; me gustó mucho descubrir las huellas de mi Padre que había en todos los paisajes, en cada hoja y en cada árbol y sobre todo en cada alma: sabía que esa huella de mi Padre en el corazón de cada hombre era ya el comienzo del Reino de los Cielos.

El Padre me había encomendado enseñar una doctrina, una forma de vivir, tuve mis treinta años primeros para vivirla primero, para después decir qué bienaventurados son los pobres, y yo lo había experimentado; en esos años y siempre experimenté la Providencia, la protección del Padre alimentando a los pájaros y cuidando a los suyos. En cada momento de esos treinta años iba creciendo en experiencia: vi mercaderes en perlas, y buscadores de tesoros. Cada día percibía en mí la hermosura de dejar todo por el Padre, la tranquilidad que hay en no buscar posesiones.

Después vino la nueva etapa de implantar, con la predicación y la fatiga de cada día, el Reino de mi Padre. Cuánto me ayudaron mis doce amigos. Cada uno distinto, cada uno tan amigo (y siento tanta tristeza cuando pienso en Judas). Cada uno era un noble bloque de mármol, y había que hacer de ese bloque una escultura, cada uno diferente. El Espíritu Santo terminará las doce obras maestras.

Me encontré con los enfermos, los abandonados, los sin esperanza: a cada uno les llevé el mensaje que necesitaban: al que necesitaba curación lo curé, al que necesitaba luz le ofrecí luz. Esos encuentros con las necesidades de los hombres, ¡cómo los recuerdo! Y siempre estaré con ellos. A veces me encontré con la dureza, y luché contra ella sin cansancio; nunca entenderé cómo se puede ser despiadado con los hombres para defender a Dios: los fariseos de entonces y de ahora no me entran en la cabeza, pero también por ellos me ofrecí.

Y al final, cuando se asomaba la “Hora” en que había de ser sacrificado, pude amar sin medida, porque para eso había venido al mundo, para dar la vida. Tenía todo mi Corazón para amar: y cómo me apaciguó el dolor de la Cruz, el ofrecer a mis hermanos todo el amor, hasta la última gota de agua y sangre. Ahora todos esos seres humanos son un pueblo rescatado para mi Padre, mi querido Padre (¡qué pronto nos vamos a encontrar!)...”

Y, aunque estoy subiendo al Cielo, les he certificado que nunca los dejaré solos, que estaré con ellos, con los hombres, todos los días hasta el fin del mundo”.

En realidad ¿Cuáles serían los pensamientos de Jesús cuando ascendía al cielo?




...


Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.

Para otras reflexiones del P. Adolfo acceda AQUÍ.