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VIII Domingo de Pascua - A: PENTECOSTÉS
Catequesis del Papa Francisco sobre los dones del Espíritu Santo
Con motivo de la fiesta de Pentecostés, compartimos las catequesis del Papa Francisco sobre los dones del Espíritu Santo que realizó en el 2014, acceda a ellos en los siguientes enlaces:
Primer don del Espíritu Santo: La sabiduría
Segundo don del Espíritu Santo: La comprensión/entendimiento/inteligencia
Tercer don del Espíritu Santo: Consejo
Cuarto don del Espíritu Santo: Fortaleza
Quinto don del Espíritu Santo: Ciencia
Sexto don del Espíritu Santo: Piedad
Séptimo don del Espíritu Santo: Temor de Dios
ESPECIAL VIRGEN DE FÁTIMA
Catequesis del Papa. La pasión por la evangelización: el celo apostólico del creyente 13. Los testigos: san Francisco Javier
AUDIENCIA GENERAL
Plaza de San Pedro
Miércoles, 17 de mayo de 2023
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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Prosiguiendo nuestro itinerario de la Catequesis con algunos modelos ejemplares de celo apostólico… recordemos que estamos hablando de evangelización, de celo apostólico, de llevar el nombre de Jesús, y hay muchas mujeres y hombres en la historia que lo han hecho de manera ejemplar. Hoy, por ejemplo, elegimos a san Francisco Javier, que es considerado, dicen algunos, como el más grande misionero de los tiempos modernos. Pero no se puede decir quién es el más grande, quién es el más pequeño... Hay tantos misioneros ocultos, que incluso hoy, hacen mucho más que san Francisco Javier. Y Javier es el patrón de las misiones, como santa Teresa del Niño Jesús. Pero un misionero es grande cuando va. Y hay muchos, muchos, sacerdotes, laicos, monjas, que van a las misiones, también de Italia, y muchos de ustedes. Cuando, por ejemplo, me presentan la historia de un sacerdote candidato a obispo: pasó diez en la misión de tal lugar... esto es grande, salir de la patria para predicar el Evangelio. Es el celo apostólico. Y esto debemos cultivarlo mucho. Y mirando la figura de estos hombres, de estas mujeres, aprendemos.
San Francisco Javier nace de una familia noble pero empobrecida de Navarra, en el norte de España, en 1506. Va a estudiar a París ―es un joven de mundo, inteligente, capaz―. Allí encuentra a Ignacio de Loyola que le da ejercicios espirituales y le cambia la vida. Y deja toda su carrera mundana para hacerse misionero. Se hace jesuita, toma sus votos. Luego se convierte en sacerdote, y va a evangelizar, enviado a Oriente. En aquella época los viajes de los misioneros a Oriente... era enviarlos a mundos desconocidos. Y él va, porque estaba lleno de celo apostólico.
Inicia así, en los tiempos modernos, el primero de un numeroso grupo de misioneros apasionados, preparados para soportar fatigas y peligros inmensos, a alcanzar tierras y encontrar pueblos con culturas y lenguas completamente desconocidas, impulsados sólo por el fortísimo deseo de dar a conocer a Jesucristo y su Evangelio.
En poco más de once años realizará una obra extraordinaria. Fue misionero durante once años más o menos. Los viajes en nave en aquella época eran durísimos, y peligrosos. Muchos morían en el viaje por naufragios o enfermedades. Hoy desgraciadamente mueren porque les dejamos morir en el Mediterráneo... Javier pasa en las naves más de tres años y medio, un tercio de la duración de su misión. En los barcos pasa más de tres años y medio, yendo a la India, y luego de la India a Japón.
Al llegar a Goa, en la India, la capital del Oriente portugués, la capital cultural y también comercial, Javier pone su base, pero no se detiene allí. Va a evangelizar a los pobres pescadores de la costa meridional de la India, enseñando catecismo y oraciones a los niños, bautizando y cuidando a los enfermos. Después, durante una oración nocturna ante la tumba del apóstol san Bartolomé, siente que debe ir más allá de la India. Deja en buenas manos el trabajo que ya había iniciado y zarpa con valentía hacia las Molucas, las islas más lejanas del archipiélago indonesio. Para esta gente no había horizontes, iban más allá... ¡Qué valor tenían estos santos misioneros! También los de ahora, aunque no van en barco durante tres meses, van en avión durante 24 horas, pero cuando llegan allí es lo mismo. Hay que estar allí, y recorrer tantos kilómetros, internarse en los bosques... Y Javier, en las Molucas, pone en verso y en el idioma local el catecismo y enseña a cantar el catecismo, que con el canto se aprende mejor. Por sus cartas entendemos bien cuáles eran sus sentimientos. Escribe: «Los peligros y los sufrimientos, aceptados voluntariamente y únicamente por amor y servicio de Dios nuestro Señor, son ricos tesoros de grandes consolaciones espirituales. ¡Aquí dentro de algunos años uno podría perder los ojos por demasiadas lágrimas de alegría!» (20 de enero de 1548). Lloraba de alegría al ver la obra del Señor.
Un día, en India, se encuentra con un japonés, que le habla de su lejano país, donde ningún misionero europeo había ido antes. Y Francisco Javier tenía la inquietud del apóstol, ir más lejos, más allá, y decide partir lo antes posible, y llega después de un viaje lleno de aventuras en el junco de un chino. Los tres años en Japón son durísimos, por el clima, las oposiciones y el desconocimiento de la lengua, pero también aquí las semillas plantadas darán grandes frutos.
El gran soñador, Javier, en Japón entiende que el país decisivo para la misión en Asia era otro: China, que con su cultura, su historia, su grandeza, ejercía de hecho un predominio en toda esa parte del mundo. También hoy, China es un polo cultural, con una gran historia, una hermosa historia... Por eso vuelve a Goa y poco después se embarca de nuevo esperando poder entrar en China. Pero su plan fracasa: muere a las puertas de China, en una isla, la pequeña isla de Sancián, frente a las costas de China esperando en vano poder desembarcar en tierra firme cerca de Cantón. El 3 de diciembre de 1522, muere en completo abandono, sólo un chino junto a él a velarle. Así termina el viaje terreno de Francisco Javier. Había envejecido, ¿cuántos años tenía? ¿Ochenta ya? No... Tenía solamente cuarenta y seis años, había pasado su vida en la misión, con celo. Dejó la culta España y llegó al país más culto del mundo en aquel momento, China, y murió ante la gran China, acompañado de un chino. ¡Todo un símbolo!
Su intensa actividad estuvo siempre unida a la oración, a la unión con Dios, mística y contemplativa. Nunca abandonó la oración, porque sabía que ahí reside la fuerza. Dondequiera que estaba, cuidaba mucho de los enfermos, los pobres y los niños. No era un misionero "aristocrático": siempre iba con los más necesitados, los niños que más necesitaban educación, catequesis, los pobres, los enfermos... Iba hasta las fronteras de la asistencia donde creció en grandeza. El amor de Cristo fue la fuerza que lo llevó hasta los confines más lejanos, con continuas fatigas y peligros, superando fracasos, decepciones y desánimos, más aún, dándole consuelo y alegría para seguirlo y servirlo hasta el final.
Que san Francisco Javier que hizo esta gran cosa, en tal pobreza, y con tal valentía, nos dé un poco de este celo, de este celo para vivir el Evangelio y anunciar el Evangelio. A muchos jóvenes de hoy que tienen algo de inquietud y no saben qué hacer con esa inquietud, le digo: Miren a Francisco Javier, miren el horizonte del mundo, miren a los pueblos tan necesitados, miren a tanta gente que sufre, a tanta gente que necesita a Jesús. Y vayan, tengan coraje. También hoy hay jóvenes valientes. Pienso en tantos misioneros, por ejemplo, en Papúa Nueva Guinea, pienso en amigos míos, jóvenes, que están en la diócesis de Vanimo, y en todos los que han ido a evangelizar en la línea de Francisco Javier. Que el Señor nos dé a todos la alegría de evangelizar, la alegría de llevar adelante este mensaje tan hermoso que nos hace felices a nosotros y a todos.
Tomado de:
https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2023/documents/20230517-udienza-generale.html
Para anteriores catequesis del Papa AQUÍ
Doctrina Social de la Iglesia - 52. El Sindicato III
P. Ignacio Garro, jesuita †
9. EL SINDICATO
Continuación...
9.8.- La crisis del concepto marxista
de "la lucha de clases".
K. Marx consiguió
que se aceptase como dogma indiscutido la necesidad de la lucha de clases como
instrumento para conseguir la justicia social. En este marco el empleo de la
huelga como arma de lucha del proletariado era también un tema indiscutible.
Tuvo que disentir el comunista Bakunin (y esta sería una de las causas que
llevaron a la ruptura con él, y a la escisión de la Primera Internacional en
1872, y al nacimiento del anarquismo) a propósito de la posibilidad o conveniencia
de la huelga general, pero sin dudar de su licitud e idoneidad en los demás
casos. Incluso en el tema de la discusión de la huelga general, los argumentos
que se manejaron fueron estratégicos o tácticos, no éticos. Hoy imperan en cambio
dos realidades: la clase obrera, al menos en el mundo occidental, se ha
aburguesado y sintoniza menos con la lucha de clases como táctica permanente y,
a la vez, ha ido tomando cuerpo la conciencia de las ventajas de la concertación
social (acuerdo entre la patronal y los sindicatos acerca de los contratos
salariales) y de la negociación, como instrumentos más eficaces que la huelga,
para garantizar la justicia social.
También ante esta
realidad, la DSI ha ido matizando su postura. Pues también en este punto, desde
una coherencia básica entre las primeras manifestaciones de la DSI y las más
recientes, es posible percibir una evolución clara.
Respecto a "la
lucha de clases", la primera actitud de la Iglesia no es positiva sino reticente.
Es un error, afirmaba León XIII, en RN, nº 14, "pensar que las clases son naturalmente enemigas y por esto deben
de estar en lucha; es más cierto que se necesitan". Por eso, en vez de
azuzar a cada una recordándoles sus derechos, la Iglesia predica a ambas sus deberes.
En la misma línea
ideológica, una de las ventajas que Pío XI en QA, nº 95, descubría en el
sistema corporativo era la mutua colaboración entre las clases sociales, de
acuerdo con uno de los principios que él mismo había establecido, en QA, nº 88,
para restaurar el orden social, amenazado en su tiempo, carente de un modelo
universalmente aceptado, como indicamos ya en su momento, como era el principio
de la libre concurrencia dentro de un pacto social.
Pero más directa y negativamente
abordó Pío XI el tema en dos ocasiones:
a.- Una, en la misma encíclica QA, nº 112. La oposición a la violencia y a
la lucha de clases es uno de los criterios que Pío XI aduce para manifestar la
distancia que toma la Iglesia ante el comunismo. Y en QA, nº 113-114, toma nota
de que el socialismo moderado ha abandonado o reducido sus pretensiones
iniciales en este punto.
b.- La otra, en "Divini Redemptoris", (19,3,1937), la encíclica
que dedica a condenar el comunismo, cinco días después de haber condenado en
"Mit Brebbender Sorge" (14,3,1937), otro totalitarismo, el
nacionalsocialismo fascista de Hitler. En la encíclica dedicada al comunismo
condena la lucha de clases como expresión del materialismo marxista, en el que
no cabe la idea de Dios.[1]
La polémica en torno
a la lucha de clases y la reticencia de la DSI ante él podían interpretarse
como un anticomunismo, e incluso antiobrerismo, visceral y cerrado. Quizá se
omite la alusión al término en los escritos siguientes.[2]
Aunque también es cierto que la atención de la DSI, y en general la de los pensadores
sociales cristianos, se traslada del concepto de "lucha de clases" al
de "lucha de bloques".
J. Pablo II en SRS,
dedicará varías páginas a la lucha de bloques, en LE, nº 11, temió enfrentarse
con el concepto vidrioso de "lucha de clases". Comienza reconociendo
sin reticencias que "la lucha de clases existe" y que ha sido elevada
a categoría ideológica y programada como lucha política. Pero a continuación
expresa su convicción de que esto no debe de ser así. Y presenta una serie de argumentos
en los que se apoya, de corte filosófico, histórico y moral, LE, nº 12-13.
El más original es
el que se puede llamar método histórico. Analizando la historia y el proceso de
producción, es decir, utilizando las mismas fuentes argumentales del mismo Marx,
llega a la conclusión opuesta: "la lucha de clases no debe de existir,
porque el capital es fruto del trabajo". Más tarde en su visita a Chile
definió con más claridad su postura en el tema referente a la lucha de clases y
dijo: “La Iglesia cuenta en su mismo patrimonio de fe y de vida con luz y
fuerza más que suficiente para esa transformación de todas las cosas en Cristo.
Cualquier recurso a planteamientos ideológicos ajenos al Evangelio de corte
materialista en cuanto método de lectura de la realidad, o también como programa
de acción social, se cierra radicalmente a la verdad cristiana, pues ee agota
en la perspectiva intramundana, y se opone frontalmente al misterio de la
unidad en Cristo: un cristiano no puede aceptar la lucha programada de clases como
solución dialéctica de los conflictos. No debe ser confundida la noble lucha
por la justicia, que es expresión de respeto y de amor al hombre, con el
programa que ve en la lucha de clases la única vía para la eliminación de las
injusticias latentes en la sociedad y en las clases mismas” [3]
Es llamativa la
argumentación de J. Pablo II. No sólo porque hunde sus raíces en los mismos
datos que llevaron a Marx a una conclusión contraria, sino porque además da un
nuevo sentido a la frase marxista "el capital es fruto del trabajo".
Para K. Marx significaba que el capital se ha formado a base de pagar
injustamente al trabajo. J. Pablo II, sin abordar este tema, hace ver que los
bienes de la tierra llegan a ser capital, como bienes de producción, gracias al
trabajo humano. Capital y trabajo no pueden, por tanto, estar en conflicto. En
coherencia con este análisis, al tratar del sindicato, LE, nº 20, define que es
un exponente de lucha, pero "no en contra de nadie", sino a
"favor de la justicia", aludiendo a su argumentación anterior.
Por fin, tras la
caída del marxismo estatal en la Europa del Este, (agosto 1989), CA, nº 14,
presenta un análisis del concepto de lucha de clases, que distingue
cuidadosamente y claramente de la lucha por la justicia social, en el que la
lucha de clases queda condenada desde varias perspectivas éticas:
.- No se autolimita
por consideraciones jurídicas o éticas
.- No respeta la
dignidad de la persona en el adversario
.- Excluye los acuerdos
razonables
.- Busca un interés particular,
más que el bien común, (el interés del partido).
A esta especie de
lucha de clases, CA, nº 18, la compara con el militarismo, y percibe en ella
una raíz atea y en el fondo un desprecio por la persona humana, que hace prevalecer
la fuerza bruta sobre la razón y el derecho. En las circunstancias presentes,
tanto la lucha de clases como la guerra total deben ser absolutamente
rechazadas.
La DSI, ha llegado
así, antes de centrar su interés en la lucha de bloques, a un tratamiento dialéctico
de la lucha de clases, superando los análisis de las etapas anteriores a la
caída ideológica de la Europa del Este.
[1] También, J. Pablo II en CA, nº 14, une la crítica de la
lucha de clases con el ateísmo implícito que en ella lleva.
[2] Unicamente alude al término "lucha de clases"
Pablo VI cuando lo señala como uno de los niveles de expresión del marxismo
como ideología, OA, nº 26, y como movimiento histórico, OA, nº 33.
[3]
Discurso
a los Obispos de Chile, el 2- 4, 1987
...
Damos gracias a Dios por la vida del P. Ignacio Garro, SJ † quien, como parte del blog, participó con mucho entusiasmo en este servicio pastoral, seguiremos publicando los materiales que nos compartió.
Para acceder a las publicaciones de esta SERIE AQUÍ.
VII Domingo de Pascua - A: La Ascensión del Señor
VI Domingo de Pascua - A: El Paráclito
V Domingo de Pascua - A: Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida
Doctrina Social de la Iglesia - 51. El Sindicato II
P. Ignacio Garro, jesuita †
9. EL SINDICATO
Continuación...
9.6.- La confesionalidad sindical
Ha habido, sin
embargo, un punto, referido al modelo sindical, que ha hecho correr mucha tinta
en los documentos de la DSI: la confesionalidad de los sindicatos, es decir, si
deben de ser sindicatos cristianos católicos, o de otra religión. Hoy no es ya
un tema de actualidad. Las circunstancias han cambiado mucho La secularidad de
la realidad terrena ha dado otros matices a este problema. Pero no puede
omitirse su recuerdo a la hora de recordar la postura de la Iglesia ente el
sindicato.
Es preciso, ante
todo, plantear bien la cuestión. Lo que se pregunta es lo siguiente: ¿tiene un católico
obligación de afiliarse a un sindicato católico o puede militar en un sindicato
de ideología neutral? Esto es lo que se plantea, no si todos los sindicatos
deben ser confesionales. La evolución de la DSI en este punto se puede resumir
así, reduciéndonos a los hitos más significativos:
- León XIII
percibió la evidente ventaja de que los católicos militasen unidos en un
sindicato católico. Pero, a la vez, se daba cuenta de que se trataba de un tema
muy complejo, en el que debían de entrar en juego otras consideraciones, y muy
principalmente la utilidad de los propios trabajadores. Por eso, sin dejar de
ponderar las ventajas de la confesionalidad, dejaba abierta la doble
posibilidad para los obreros católicos.
- Pío X tuvo que
enfrentarse a la polémica surgida en Alemania: ¿podían colaborar juntos los
trabajadores católicos y los protestantes? Para Alemania lo admitía de forma
transitoria, aunque mostraba su preferencia por la confesionalidad. De todas
formas, se abría paso a la idea de que en los asuntos económico y profesionales
podían primar una serie de factores que escapaban a la incumbencia de la
Jerarquía de la Iglesia: comienza a vislumbrarse la autonomía de lo temporal,
como había aparecido ya poco antes en la polémica suscitada en Italia propósito de la "Opera dei Congressi"
en tiempos de León XIIII.
- La misma idea se
defendía en tiempos de Pío XI, en la "Resolución" que la Sagrada
Congregación del Concilio dirigió al Cardenal Liénart, Obispo de Lille,
Francia. Dos años después, en QA, el papa Pío XI, dejaba de considerar excepción
la filiación de un católico a un sindicato neutral y establecía, como norma
general, que ésta debía ser la praxis cuando concurriesen una de estas dos
causas:
1.- La legislación hacía imposible o muy difícil la existencia de sindicatos
católicos.
2.- No era conveniente debilitar o romper la unidad del frente obrero
creando sindicatos distintos a los ya existente.
De hecho estas
circunstancias se iban haciendo tan universales que lo que antes era excepción
se va configurando como la norma general. A estas indicaciones, QA, nº 35,
añadía otras dos consideraciones:
a.- El obrero católico podía, en los casos citados, afiliarse a un sindicato
neutral con tal de que no le obligasen a actuar contra su conciencia.
b.- Los Obispos debían de crear "asociaciones religiosas", no
sindicatos, que proporcionasen al obrero católico, afiliado a un sindicato
neutral, la formación cristiana que no iba a encontrar en dicho sindicato.
9.7.- Problemas que subsisten
hoy en el mundo sindical.
Simplificando se
puede decir que el sindicato nació para conseguir, frente a las pretensiones
del capital, una defensa eficaz de las reivindicaciones salariales de los
trabajadores. Hoy, sin embargo, sus pretensiones históricas o están en parte conseguidas,
aunque siempre se puede avanzar más en esta línea, o, incluso son patrimonio de otras entidades: la misma
Administración del Estado, o de la Patronal, y tienen tanto interés como el
sindicato por algunos de sus objetivos, por ejemplo, crear el máximo número posible
de empleos o puestos de trabajo. Una de las tareas típicas de los sindicatos en
países de desarrollo es la negociación de los convenios colectivos, la
representación de los trabajadores en la participación de la empresa, etc. Y esto
con atención a intereses superiores macroeconómicos. Y así, ciertamente los
objetivos sindicales ha evolucionado mucho a lo largo de los últimos años. Los
documentos de la DSI han tenido siempre conciencia de que el sindicato tenía otros
fines, además de su finalidad reivindicativa salarial. En este sentido, ya León
XIII en RN, nº 32, suponía que debía haber diferentes asociaciones de obreros
para diferentes fines, sindicatos, mutuas de vivienda, patronatos, etc, y
proponía como objetivos que no deben de olvidarse la prosperidad tanto familiar
como individual de los obreros, moderar con justicia las relaciones entre
obreros y patronos, robustecer en unos y en otros la observancia de los
preceptos evangélicos, el cultivo del espíritu, el pleno empleo, la seguridad
social, etc. Es decir, pensaba en unos sindicatos con una finalidad integral:
"un aumento de los bienes del cuerpo y del espíritu y de la fortuna".
- Pío XI, trata
lateralmente del sindicato en QA, nº 91-96, es decir, habla de él a la hora de
evaluar el modelo corporativo italiano. Pero lo que dice supone con claridad
que el sindicato debe de tener, ante la Administración del Estado, un papel
consultivo y representativo.
- Pío XII, dice:
"el fin esencial de los sindicatos es representar y defender los intereses
de los trabajadores en los contratos de trabajo". Esta doble tarea de
representar y defender los intereses de los trabajadores va a ser
insistentemente repetida por el Magisterio social posterior a Pío XII, con la
encíclica M et M, de Juan XXIII y el Conc. Vat. II en G et S, repiten literalmente
estos mismos conceptos.
- Pablo VI, seguirá
avanzando por este camino. La finalidad del sindicato ya no es sólo la defensa
de los derechos e intereses de los trabajadores ni favorecer la participación
en los asuntos comunes de los trabajadores. Es también objetivo importante
educar el sentido de responsabilidad hacia el bien común, P P, nº 38-39; OA, nº
14. Y esta actitud responsable hacia el bien común es parte del desarrollo integral
de cada persona, es una condición de vida más humana hacia la que debe de
tender todo hombre que quiera desarrollarse, a tenor de la conocida definición
de desarrollo que ofrece PP, en que dice que lo importante no es "tener
cada vez más" sino "ser cada vez más".
Juan Pablo II, considera
imprescindible el sindicato, como quedó indicado más arriba. Y le invita a que
el sindicato se ocupe también de tareas educativas, asistenciales, promoción de
la vivienda, etc, y a no defender solamente los intereses de sus afiliados, cayendo
en el egoísmo de defender solamente los intereses del grupo de la clase social
obrera, en LE, nº 20, dice: "Las
exigencias sindicales no pueden transformarse en una especie de
"egoísmo" de grupo o de clase, por más que puedan y deban tender también
a corregir, con miras al bien común de la sociedad, incluso todo lo que es
defectuoso en el sistema de propiedad de los bienes de producción o en el modo
de administrarlos o disponer de ellos".
En CA, nº 15, el
papa dedica una reflexión abundante a los sindicatos y, en concreto, a su finalidad.
Además de considerarlos obviamente como: "cauce
para participar en la vida de la empresa e instrumento para negociar los
contratos laborales, los concibe sugerentemente como "lugares" donde
se expresa la personalidad de los trabajadores: sus servicios contribuyen al
desarrollo de una auténtica cultura del trabajo". La cultura es uno de
los temas dominantes en el pensamiento social de J. Pablo II. En CA, nº 24,
describe hondamente la cultura como un conglomerado de realidades humanas: "la lengua, la historia y las
actitudes que (el hombre) asume ente los acontecimientos fundamentales de la
existencia, como son nacer, amar, trabajar, morir. El punto central de toda
cultura lo ocupa la actitud que el hombre asume ante el misterio más grande: el
misterio de Dios. Las culturas de las diversas naciones son, en el fondo, otras
tantas maneras diversas de plantear la pregunta acerca del sentido de la
existencia personal".
Más adelante, en CA,
nº 35, concreta cuál es la "función
cultural" de los sindicatos: ayudar a los trabajadores a participar, de
manera más digna y plena, en la vida de la Nación, ayudar al desarrollo y
empeño por sustituir el sistema que asegura el predominio del capital sobre el
hombre por una sociedad basada en el trabajo libre, la empresa y la participación.
Y todavía concreta más cuando señala, como objetivo para los sindicatos, "La liberación y promoción integral de la persona", CA,
nº 43.
El camino recorrido
por la DSI al tratar de la finalidad del sindicato ha sido largo. Estamos muy lejos
de concebirlo exclusivamente como un grupo de presión social meramente
reivindicativo. Su finalidad incluye este aspecto, pero a la vez es mucho más
amplia. En esta ampliación del abanico de la finalidad del sindicato, la DSI,
no ha caminado sola. Cuando desde otras posiciones ideológicas y desde la misma
realidad se va descubriendo que la finalidad del sindicato debe reorientarse,
reconocerlo ha sido fácil para la DSI, que ya desde el comienzo había considerado
que los fines de la asociación obrera eran amplios e incluían en bien integral
del trabajador y de toda la sociedad, ya que si bien es verdad que el sindicato
mira al trabajador, sus derechos, y obligaciones, también se abre a otros niveles
de vida como son prestar ayuda, formación u orientación al trabajador y mirar a
la vez el bien común de la sociedad. Por eso el sindicato si bien tiene aspecto
de confrontación y de lucha, también tiene aspectos de promoción ayuda,
desarrollo y aportación al bien común.
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Damos gracias a Dios por la vida del P. Ignacio Garro, SJ † quien, como parte del blog, participó con mucho entusiasmo en este servicio pastoral, seguiremos publicando los materiales que nos compartió.
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Ofrecimiento Diario - Orando con el Papa Francisco en el mes de MAYO 2023: Por los movimientos y grupos eclesiales
junto al Corazón de tu Hijo Jesús,
que se entrega por mí y que viene a mí en la Eucaristía.
Que tu Espíritu Santo me haga su amigo y apóstol,
Pongo en tus manos mis alegrías y esperanzas,
en comunión con mis hermanos y hermanas de esta red mundial de oración.
Gracias Padre que nos das Vida por la acción de tu Espíritu
en tanta diversidad de dones y carismas para tu misión.
Deseamos vivir con fidelidad y entrega
nuestro Bautismo dando testimonio del Evangelio
en nuestra vida corriente.
Ayuda a los movimientos y grupos de tu Iglesia
a ser espacios fecundos de servicio y entrega a los demás.
Que todos sus miembros vivan con amor la disponibilidad
al servicio de los hermanos y hermanas.
Especialmente, en esta Red Mundial de Oración
te pedimos por los jóvenes y niños del MEJ,
Movimiento Eucarístico Juvenil,
para que cada día más vivan a tu estilo, Jesús,
siendo testimonio de Cristo Eucaristía, eucaristías vivas para
los demás, al servicio de las necesidades del mundo.
Amén.
Padre Nuestro…
Ave María...
Gloria...
Amén