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173. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - La parábola del rico y el pobre Lázaro


 

P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


VIII. JESÚS EN PEREA

(Diciembre año 29 - Abril año 30)

173.- LA PARÁBOLA DEL RICO Y EL POBRE LÁZARO

TEXTO

Lucas 16,19-31

"Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y un pobre llamado Lázaro que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico; pero hasta los perros venían y lamían las llagas.

Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: 'Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama'. Pero Abraham le dijo: 'Hijo, re­cuerda que tú recibiste bienes durante tu vida, y Lázaro, al contrario, ma­les; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros.'

Replicó: 'Con todo, te ruego, padre, que envíes a la casa de mi padre a Lázaro, porque tengo cinco hermanos, para que les avise, y no vengan también ellos a este lugar de tormento.' Díjole Abraham: 'Tienen a Moisés y a los profetas; ¡que les oigan!' El dijo: 'No, padre Abraham, sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán.' Le con­testó: 'Si no oyen a Moisés y los profetas, tampoco se convertirán, aunque un muerto resucite."


INTRODUCCIÓN

Jesucristo acababa de impartir sus enseñanzas sobre el recto uso del dine­ro y sobre el peligro al que estaban expuestos los codiciosos y avaros, peli­gro de condenación; para inculcar estas enseñanzas, el Señor propone a continuación la parábola del Rico y del Pobre Lázaro.

MEDITACIÓN

1) Situación del Rico y del Pobre Lázaro en esta vida

tos primeros versículos de la parábola nos describen con todo realismo la situación del rico y del pobre. Es una escena que tiene plena actualidad en nuestros días, donde una minoría de hombres vive con toda clase de co­modidades y en plenitud de abundancia, con gran despreocupación de la Inmensa mayoría de personas humanas que viven en la miseria. El mayor escándalo del mundo de hoy es el lujo y opulencia de unos pocos, y la miseria y hambre de casi dos terceras partes de la humanidad. Los últimos papas, Pablo VI y Juan Pablo II, con mucha frecuencia han denunciado es-198 hechos ante el mundo entero.

“Cuando tantos pueblos tienen hambre, cuando tantos hogares sufren la miseria, cuando tantos hombres viven sumergidos en la ignorancia, cuando aún quedan por construir tantas escuelas, hospitales, viviendas dignas de este nombre, todo derroche público o privado, todo gasto de ostenta­ción nacional o personal, toda carrera de armamentos, se convierte en un escándalo intolerable. Nos vemos obligados a denunciarlo." (Pablo VI, Populorum Progressio, n. 53)

"No hay ninguna razón para reservarse en uso exclusivo lo que supera a la propia necesidad, cuando a los demás les falta lo necesario. (Ibid.n.23)

2) Destino del Rico y del Pobre Lázaro

Mueren el Rico y el Pobre Lázaro y su suerte, después de la muerte, es todo lo contrario a lo que habían vivido en la tierra. El Rico es condenado a los tormentos del infierno y Lázaro entra gozoso en el "seno de Abraham", el lugar donde, según la creencia judía, descansaban las almas buenas esperando la llegada del Salvador y la resurrección definitiva.

Hay en estas palabras de la parábola del premio y castigo que reciben el po­bre y el rico, una enseñanza fundamental de nuestra fe cristiana. Aparece cla­ro que inmediatamente después de la muerte tiene lugar el juicio de Dios, lo que llamamos el "Juicio Particular". Y en ese juicio, el alma es ya premia­da o castigada de acuerdo a los méritos o deméritos que haya tenido du­rante su vida en la tierra.

¿Por qué fue condenado el rico? No se nos habla de otros pecados graves que hubiese cometido fuera del pecado gravísimo de caridad con aquel pobre que yacía ante el portal de su casa. El Señor, en otra parábola, la del Juicio Universal, nos enseñará la importancia que tendrá la caridad sincera y de obras, con los pobres y necesitados, en el Juicio de Dios. Quien no haya practicado esta caridad sólo escuchará palabras de reprobación del Señor: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis." (Mt 25,41-43).

El Concilio Vaticano II, apoyándose en esta parábola del Rico y del Pobre Lázaro, exhorta así a todos los hombres de buena voluntad: "Descendien­do a consecuencias prácticas de máxima urgencia, el Concilio inculca el respeto al hombre, de forma que cada uno, sin excepción de nadie, debe considerar al prójimo como 'otro yo'; cuidando en primer lugar de su vida y de los medios necesarios para vivirla diariamente, no sea que imitemos a aquel rico que se despreocupó por completo del pobre Lázaro." (Gaudium et Spes, n. 27)

Del Pobre Lázaro se nos dice que fue recompensado con la salvación eterna, al decirnos que entró en el "seno de Abraham". No se nos habla tampoco de los méritos de Lázaro; pero implícitamente se nos dice que so­portó su miseria en paciencia, sin rebelarse contra Dios; cumplió con la primera bienaventuranza: "Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el Reino de Dios." (Lc 6,20).

3) Respuesta de Abraham a las peticiones del Rico condenado

El Rico, que está condenado, le suplica a Abraham que Lázaro venga a re­frigerarle en medio de las llamas en que se encuentra.

Y la respuesta de Abraham es negativa, porque es completamente imposi­ble que haya comunicación entre los que están en el Hades y los que están en el "seno de Abraham", que simboliza el lugar de las almas que están salvadas; es decir, no es posible comunicación entre los condenados y los salvados, y le da a entender que su estado es definitivo e inmutable.

Enseñanza del Señor que nos advierte a todos que una vez que el alma es condenada no es posible el arrepentimiento, la penitencia.

Por eso, podemos comprender muy bien que muchas veces la predicación de Cristo se centrase en un llamado apremiante a la conversión.

Los evangelistas resumen su primera predicación en Galilea diciendo:

"El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva." (Mc 1, 15)

En la parábola se nos habla de una segunda petición del condenado; le ruega a Abraham que envíe a Lázaro a casa de sus hermanos, para advertirles de su posible condenación y puedan así convertirse.

Es una manera muy gráfica que utiliza el Señor para transmitirnos otra enseñanza.

La petición que hace el Rico condenado pudiera indicar que tiene sin em­bargo corazón compasivo con respecto a sus familiares. Sin embargo, conocemos que en el infierno, es tal el estado de desesperación, resentimien­to y odio que inunda el alma del conde­nado, que no puede darse en esa alma sentimientos de com­pa­sión y de amor hacia nadie. El Señor pone esta petición en labios del rico para manifestarnos, no su corazón compasi­vo, sino lo equivocado que estaba en su petición.

La gente puede creer que si Dios multiplicase los milagros y se apare­ciesen los muertos, todos se convertirían. Jesucristo responde, prime­ro, que tienen suficiente motivo de conversión con la revelación de Dios contenida en la Escritura. En ella tenemos la prueba de la verdad de Dios y de sus enseñanzas.

Pero, además, el Señor nos enseña que aunque se viesen milagros o se apareciesen los muertos, si el corazón está endure­cido, de nada servirían esos hechos para la conversión.

Ejemplo de esta dureza de corazón lo tenemos en el Evangelio. Los fari­seos reconocieron el milagro de la curación del ciego de nacimiento (Cfr. Jn cap.9), y reconocieron el milagro de la resurrección de Lázaro, el her­mano de Marta y María. Pero esos milagros no les llevaron a reconocer al Señor y a la conversión, sino que fue el motivo inmediato de condenar a Jesús y decidir darle muerte. (Cfr. Jn 11, 47-54)

La conversión no es problema de milagros; es problema del corazón y de llegar a tener una actitud de apertura a Dios con humildad y sinceridad.



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.




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