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171. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - El uso de las riquezas

 


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


VIII. JESÚS EN PEREA

(Diciembre año 29 - Abril año 30)

171.- EL USO DE LAS RIQUEZAS

TEXTO

Lucas 16, 9-13

"Yo os digo: Haceos amigos con las riquezas injustas, para que, cuando lleguen a faltar, os reciban en las eternas moradas.

El que es fiel en lo mínimo, lo es también en lo mucho; y el que es injusto en lo mínimo, también lo es en lo mucho. Si, pues, no fuisteis fieles en las riquezas injustas, ¿quién os confiará las verdaderas? Y si no fuisteis fieles con lo ajeno, ¿quién os dará lo vuestro?

Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y ama­rá al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro.

No podéis servir a Dios y al Dinero.


INTRODUCCIÓN

Como señalábamos en la meditación anterior sobre la parábola del Mayor­domo Sagaz, estas nuevas enseñanzas de Jesús se pueden interpretar como otras aplicaciones de la parábola centradas en el uso del dinero. Aquel mayordomo se había granjeado amigos por el medio injusto de con­donar gran parte de la deuda a los acreedores de su amo; pero al mismo tiempo se había mostrado administrador infiel de su amo al dilapidar su hacienda y falsificar las facturas de deuda que había a favor de él. En co­nexión con estos hechos, el Señor hablará sobre el recto uso del dinero, de las riquezas, y sobre la fidelidad en el servicio a Dios.

MEDITACIÓN

1) "Yo os digo: usad del dinero injusto para ganaros amigos; de modo que, cuando se acabe, os reciban en las moradas eternas."

El Señor de ninguna manera aprueba la conducta inmoral del mayordomo, como ya explicamos en la meditación anterior. El Señor se fija solamente en un detalle importante en la conducta de ese mayordomo: para granjear­se amigos que pudieran después retribuirle, les beneficia económicamente. Y a propósito de este hecho concreto, el Señor exhorta a todos los ricos di­ciéndoles: "Usad del dinero injusto para ganaros amigos; de modo que, cuando se acabe, os reciban en las moradas eternas."

En primer lugar, el Señor llama al dinero "dinero injusto".

El dinero es "injusto" porque muchas veces se ha obtenido por medios in­justos, y en otras ocasiones porque el uso del dinero se hace de manera in­justa. La expresión se encuentra ya en el Antiguo Testamento (cfr. Eccli. 5,8), y se refiere al peligro que traen las riquezas en orden a conseguir la vida eterna; y esta es la enseñanza de Cristo repetidas muchas veces en el Evangelio, donde llega a decir que "es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que los ricos entren en el Reino de los cielos." (Mc 10,25)

Para evitar esos peligros y para que en vez de ser un obstáculo para la sal­vación se conviertan en medio eficaz de conseguirla, la gran recomenda­ción que hace el Señor es que los que tienen dinero deben ser muy genero­sos en sus limosnas, en sus ayudas a todos los necesitados, en procurar el bien a todos los demás. Los amigos a los que alude el Señor son los bene­ficiados por esas obras de caridad. Se nos presenta aquí una idea falsifica­da en una escena de recibimiento en el cielo por parte de los pobres agra­ciados con las limosnas del rico. Pero, en un sentido más profundo, "los amigos" se refieren al mismo Dios, que acepta como hecho a sí mismo lo que hagamos por cualquier hermano necesitado. El será el verdadero ami­go que nos recibirá en el cielo y nos retribuirá todas las obras de caridad que hayamos hecho. (Cfr. Mt 25,40)

"Cuando se acabe": se refiere a la hora de nuestra muerte. Al morir deja­mos aquí todas las riquezas y no llevaremos nada a la otra vida. Es enton­ces cuando necesitamos de los amigos que nos reciban en "las moradas eternas", es decir, en el cielo.

2) "Si no fuisteis fieles en las riquezas injustas, ¿quién os confiará las riquezas verdaderas?"

Comienza el Señor proponiendo un proverbio que tiene aplicación en to­dos los aspectos de la vida: "Quien es fiel en lo mínimo, también es fiel en lo mucho." No será de fiar quien no muestra fidelidad en las cosas peque­ñas.

Y el Señor aplica este proverbio a las riquezas, es decir, a la fidelidad en el uso correcto del dinero, de las riquezas.

En contraposición a los bienes espirituales, a los bienes de la salvación eterna, las riquezas son consideradas como bienes pequeños, insignifican­tes. Y la advertencia del Señor es muy clara: El que no ha administrado bien sus bienes materiales en esta vida, el que no ha hecho un recto uso del dinero, no recibirá después en la otra vida los bienes de salvación.

El que se cierra en su egoísmo y abusa de los bienes, riquezas que posee, se cierra también a la gracia de Dios, al don supremo de la salvación. Por el contrario, el hombre fiel, generoso, despren­di­do en el uso de sus riquezas, recibirá al final el premio de la vida eterna, la única verdadera riqueza.

Y en esta enseñanza se nos manifiesta también la idea central del Evange­lio con respecto a las riquezas materiales. Esas rique­zas no son nuestras, sino que somos meros administradores de ellas. El verdadero dueño es Dios, y al final de la vida tendremos que darle cuenta de cómo las hemos usado. Por eso el Señor habla de bienes "ajenos". Y por bienes "ajenos" se entienden también todos los bienes perecederos que tendremos que aban­donar a la hora de nuestra muerte; no nos acompañarán en la otra vida. En cambio, por "bienes propios" se entiende los bienes que Dios nos regala para que duren para siempre, los bienes que nada ni nadie nos podrá arre­batar: los bienes de la salvación del alma. Pues estos bienes sobrenaturales y eternos no los concederá Dios a quien ha sido infiel en la administración de los bienes terrenales.

3) "No podéis servir a Dios y al Dinero"

Esta sentencia del Señor la meditamos en la enseñanza de Cristo en el Ser­món del Monte (Cfr. Med. 45)



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.



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