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44. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Conciencia pura


  

P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA

(Mayo 28 - Mayo 29)


B. SERMÓN DE LA MONTAÑA

44.- CONCIENCIA PURA

TEXTOS

Mateo 6, 22-23

"La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso; pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!".

Lucas 11, 33-35

"Nadie, cuando enciende una lámpara, la pone en sitio oculto, ni bajo el celemín, sino sobre el candelero, para que los que entren vean el resplan­dor. La lámpara de tu cuerpo es tu ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso; pero si está malo, también tu cuerpo estará a oscuras. Mira, pues, que la luz que hay en ti no sea oscuridad. Si, pues, tu cuerpo es enteramente luminoso, no teniendo parte alguna oscura, será tan entera­mente luminoso, como cuando la lámpara te ilumine con su luz".


INTRODUCCIÓN

La primera parte del pasaje de San Lucas es casi igual al pasaje de San Mateo, cuando nos dice en el Sermón del Monte, que Cristo exhortaba a todos sus discípulos a ser luz del mundo. (Cfr. medit. 29)

Pero Lucas trae estas palabras en otro contexto, el de la luz o lámpara como ojo del cuerpo, por esta razón hemos transcrito aquí todo el pasaje de Lucas concordándolo con el de Mateo.

Lo importante aquí es entender bien cuál es el sentido de la comparación. Se considera al ojo humano como una lámpara que debe iluminar a todo el cuerpo. Propiamente lo que ilumina no es el ojo, sino la luz del sol, cual­quier luz que brille a nuestro alrededor. El ojo es el instrumento que hace capaz al hombre de percibir esa luz.

Sin embargo, Cristo, usando una figura retórica, considera al ojo como la misma luz que ilumina. Si el ojo está sano, recibe la luz y toda la persona, puede decirse que queda iluminada, y puede así dirigir sus pasos con se­guridad y acierto. No tropieza. Si el ojo está enfermo, no recibe luz, no la percibe, y toda la persona queda en tinieblas. Hasta aquí, el sentido literal de la comparación y de la palabra de Cristo.


MEDITACIÓN

La aplicación de esta comparación a la vida espiritual es lo que constituye la verdadera enseñanza del Señor.

El ojo es para el cuerpo, lo que el corazón es para la vida moral, entendiendo por corazón la conciencia interior, profunda del hombre.

De la misma manera que un ojo enfermo que no capta la luz, hace que pueda considerarse a toda la persona como en tinieblas; así de la misma manera, si el corazón del hombre está viciado, oscurecido; podría­mos decir si­guiendo la comparación, por las malas pasiones, los apegos desordenados al pecado y por las huellas mismas que van dejando los pecados que co­mete esa persona, por los criterios falsos del mundo, por una sobreestima de los valores y bienes materiales; repetimos, un corazón así está enfermo y toda el alma queda viciada y oscurecida en su vida moral; estará en ple­nas tinieblas espirituales.

Una conciencia recta, bien formada, con buenas intenciones, libre de peca­do y de todo apego desordenado; una conciencia que vive como supremo valor la presencia de Dios en su alma, es la que hace que toda la persona sea pureza a los ojos de Dios. Muchos autores identifican esta enseñanza de Cristo con la bienaventuranza "Bienaventurados los limpios de cora­zón, porque ellos verán a Dios."

Santo Tomás de Aquino trae una interpretación muy parecida a la que he­mos dado; él se fija solamente en lo que llamamos "pureza de intención"; que la intención con que hagamos las cosas sea realmente una intención pura, recta, por amor a Dios. Dice así: "Con el ojo se significa la inten­ción. El que quiere hacer una cosa, primero la pretende; así, si la intención es lúcida, sencilla, transparente, es decir, encaminada a Dios, todo tu cuer­po, o sea todas tus acciones serán lúcidas, dirigidas sinceramente al bien." (Comentario a Mateo 6,22-23)

Finalmente algunos comentan que lo que es el ojo para el cuerpo en el mundo de los sentidos, es el Espíritu Santo habitando por su gracia en nuestros corazones. Si el Espíritu Santo no está dentro de mi alma, todo mi ser es tiniebla. Sólo él es luz y claridad en mi corazón, y el que puede hacer que todo mi ser sea también luz y claridad de Cristo.

Terminemos esta meditación con las palabras tomadas del himno al Espí­ritu Santo:

"Luz que penetra la almas,

entra hasta el fondo del alma.

Divina luz, enriquécenos.

Mira el vacío del hombre,

si tu le faltas por dentro.

Mira el poder del pecado,

cuando no envías tu aliento."




Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.







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