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220. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - "Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros"


 

P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


X. MEDITACIÓNES SOBRE LA ÚLTIMA CENA

220. "CON ANSIA HE DESEADO COMER ESTA PASCUA CON VOSOTROS."

TEXTO

Lucas 22, 14-18

Cuando llegó la hora, se puso a la mesa con los apóstoles; y les dijo: "Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer; porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios."

Y tomando una copa, dio gracias, y dijo: "Tomad esto y repar­tidlo entre vo­sotros; porque os digo que, a partir de este momen­to, no beberé del producto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios."


INTRODUCCIÓN

San Lucas es quien nos narra el comienzo de la Cena Pascual. Una vez sen­tados a la mesa, el Señor abre su corazón a los apóstoles y les comunica el gran deseo que tiene de celebrar esa última Pascua con ellos. Pero junto con este deseo, el Señor manifiesta sus sentimientos por la despedida. Sabe que los apóstoles se van a sentir tristes, pero intenta consolarlos con las palabras que les dice a continuación, que no son sino una promesa de que un día esta­rán todos juntos en el Reino de Dios. Meditemos el sentido de todas estas palabras del Señor.


MEDITACIÓN

1. "Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer."

Es la revelación de los sentimientos nobilísimos, del amor pleno, llenos de amor, que Cristo tiene al comenzar esta Cena Pascual. Sabe que lo que le espera es la agonía de Getsemaní, su Pasión y su muerte en cruz, pero es tal el amor filial a su Padre y su amor redentor a los hombres, que está desean­do que llegue "su hora". El mundo, la humanidad, quedarán transformados después de su muerte. Ya habrá esperanza y salvación para todos los que quieran recibirlas de su amor. Y muy concretamente Jesús desea celebrar esta Pascua con sus discípulos: En ella instituirá el misterio de la Eucaristía y proclamará la nueva ley de la caridad fraterna.

Con cuánta fe, esperanza y amor deberíamos nosotros participar siempre en esa misma Pascua de Cristo, que se renueva en cada Eucaristía que se cele­bra. Si Cristo, por amor a nosotros, muestra ese deseo profundo de entregar­nos su Cuerpo y su Sangre, aunque sólo fuera por un mínimo de gratitud, deberíamos arder nosotros también en deseos de participar en la Eucaristía de recibir su Cuerpo y su Sangre. Pero más aún, es a través de esa Eucaris­tía, como consideraremos más adelante, que se renuevan en nosotros todos los frutos de la redención de Cristo.

"Ya no comeré la Pascua hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios."

No quiere decir el Señor que en el Reino definitivo de Dios, el Reino escatológico, vayan a celebrarse nuevas pascuas, y vaya de nuevo a comer­se el Cordero Pascual. Lo que el Señor nos dice tiene un sentido muy pro­fundo. La Pascua que entonces celebraba iba a dar cumplimiento a todo lo que simbolizaba la Pascua judía. Si ésta simbolizaba la liberación de la escla­vitud del pueblo judío, aquélla hacía realidad la total liberación del pecado, de la muerte, del imperio de Satanás, y conduciría al nuevo pueblo de Dios hacia la verdadera tierra prometida, el Reino de Dios en la gloria y en la eternidad. Y en este sentido el Reino de Dios en su etapa definitiva, en el cielo, podía llamarse con toda razón Pascua Eterna.

Ante la despedida, que implícitamente hace el Señor a sus apóstoles, quiere que ellos se sientan animados con la perspectiva de una Pascua eterna con él en el Reino de Dios. Todas las palabras del Señor en esta Cena Pascual son palabras de gran consuelo para sus discípulos y para todos los que hayan de creer en él. El Señor no piensa sino en consolarles; y qué mayor consuelo que prometerles que todos ellos gozarán de una Pascua eterna con él. Y este es el destino de todos los que hayan sido verdaderos discípulos del Señor.

"No beberé del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios." El rito pascual comenzaba con el escanciamiento de vino en la copa del que presidía la mesa, y éste hacía pasar la copa a todos los comensales para que bebiesen de ella. Jesucristo cumple con este rito; y al dar la copa a sus discí­pulos es cuando pronuncia las palabras que hemos transcrito.

Jesús mismo bebió de esa copa, como se desprende de lo que dice el Señor: "a partir de este momento, no beberé del producto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios."

Recordemos que la alegría, la felicidad, la comunicación con Dios en el Rei­no de los cielos se había comparado, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, con un gran banquete donde habría suculentos manjares y deli­ciosos vinos, banquete al que invitaba Dios. (Cfr. Is 25,6-8; Is 65,13-14; Mt 22,1-14; Lc 14,15-24).

De ninguna manera podemos entender el vino de que habla Jesús como un vino real y verdadero, propio de los banquetes de esta tierra. Todo el sentido escatológico que tiene este pasaje nos hace comprender con certeza que Je­sús simbolizaba en el vino el gozo y la felicidad de la vida eterna.

Es una nueva manera de consolar a sus discípulos. El va a partir, pero el triunfo del Reino de Dios es definitivo y en él no habrá más que gozo y felici­dad; y ese gozo y felicidad lo compartirá con sus discípulos. Maravillosa pro­mesa para todos los discípulos de Cristo.


...


Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.


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