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201. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - El tributo debido al César


 

P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


IX. JESÚS SUBE A JERUSALÉN PARA LA FIESTA DE LA PASCUA

DESDE LA ENTRADA TRIUNFAL DE JESÚS EN JERUSALÉN HASTA LA ÚLTIMA CENA 

(Fines de Marzo - Primeros de Abril, año 30)


JESÚS ENTRA EN EL TEMPLO DE JERUSALÉN

201.- EL TRIBUTO DEBIDO AL CÉSAR

TEXTOS

Mateo 22,15-22

Entonces los fariseos se fueron y deliberaron sobre la forma de sorpren­derle en alguna palabra. Le envían sus discípulos, junto con los herodianos, a decirle: "Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios con franqueza, y que no te importa de nadie, porque no miras la condición de las personas. Dinos, pues, qué te parece ¿es lí­cito pagar tributo al César o no?" Más Jesús, conociendo su malicia, dijo: "Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Mostradme la moneda del tribu­to." Ellos le presentaron un denario. Y les dice: "¿De quién es esta ima­gen y la inscripción?" Dícenle: "Del César." Entonces les dice: "Pues lo del César, devolvédselo al César; y lo de Dios, a Dios." Al oír esto, que­daron maravillados y, dejándole, se fueron.

Marcos 12,13-17

Envían donde él algunos fariseos y herodianos, con el fin de sorprenderle en alguna palabra. Vienen y le dicen: "Maestro, sabemos que eres since­ro y no te importa de nadie, porque no miras la condición de las perso­nas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?" Pero él, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: "¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea." Se lo trajeron y les dice: "¿De quién es esta imagen y la inscripción?" Ellos le contestaron: "Del César." Jesús les dijo: "Lo del César, devolvédselo al César; y lo de Dios, a Dios." Y se maravilla­ban de él.

Lucas 20,20-26

Quedándose ellos al acecho, le enviaron algunos espías, que fingieran ser justos, para sorprenderle en alguna palabra y poderle entregar al poder y autoridad del procurador. Y le preguntaron: "Maestro, sabemos que ha­blas y enseñas con rectitud, y que no tienes en cuenta la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al César o no?" Pero él, habiendo conocido su astucia, les dijo: "Mostradme un denario. ¿De quién lleva la imagen y la inscrip­ción?" Ellos contestaron: "Del César." El les dijo: "Pues bien, lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios."
No pudieron sorprenderle en ninguna palabra ante el pueblo y, maravi­llados por su respuesta, se callaron.


INTRODUCCIÓN

Al atardecer del Lunes Santo el Señor volvió a Betania, y al día siguien­te, muy temprano, salió de nuevo para Jerusalén. Así nos lo parece indi­car San Marcos (Cfr. Mc 11,20). Como de costumbre, entró en el Templo y se puso a enseñar.

Los jefes de los judíos habían quedado humillados por el Señor el día anterior; pero no cesan en su afán de poderle coger preso. Los fariseos traman una estratagema para sorprender al Señor con preguntas malévo­las y capciosas. Esperaban que alguna respuesta que diese el Señor fuera motivo para condenarle y desprestigiarle ante el pueblo. Serán varias las preguntas que le harán. Pero el Señor con su sabiduría infinita contestará de tal manera que los que quedarán confundidos serán sus mismos adversarios. El Señor terminará su actividad en este Martes Santo con una acusación detallada de todos los vicios de los escribas y fariseos.

La primera de estas preguntas capciosas es la que vamos a considerar ahora. Notemos que los fariseos no quieren ser ellos mismos los que se presenten ante el Señor para interrogarle. Saben que el Señor conoce su hostilidad y suponen que a ellos no les responderá. Además no quieren ser de nuevo humillados por el Señor, como lo habían sido en otras oca­siones.

Por eso envían a algunos discípulos suyos y también a algunos herodianos. Estos últimos no formaban un grupo religioso sino que cons­tituían más bien una especie de partido político que apoyaba al rey Herodes. Más bien eran muy poco religiosos y se caracteri­za­ban por una vida bastante relajada en sus costumbres.

Los fariseos y los herodianos se consideraban enemigos entre ellos; pero se unen en su odio a Jesús y los herodianos se prestan al nuevo juego de los fariseos. Instruidos por ellos se presentan ante el Señor con una acti­tud totalmente hipócrita de alabanza y estima para captarse su benevo­lencia y confianza. Y es así como le proponen la pregunta sobre el pago del tributo al César.

Se discutía en las escuelas de los rabinos sobre la licitud de este pago. Para ellos era como un reconocimiento de la autoridad del César sobre el pueblo judío en contra de la fidelidad que debían exclusivamente a Dios, el único y verdadero Rey de Israel. La pregunta estaba muy bien pensa­da, porque cualquier respuesta que diese el Señor sería ocasión para condenarle. Si respondía que no, sería acusado ante las autoridades ro­manas y sería condenado por éstas; si respondía que sí, iría en contra del pensamiento popular del pueblo judío, de toda la gente que le estaba es­cuchando en el Templo, y todos se pondrían en su contra y a favor de los fariseos. Estos ya podrían prender a Jesús y condenarle según sus leyes. Meditemos la actitud de Cristo y su respuesta.


MEDITACIÓN

1) "Devolved al César lo que es del César"

Lo primero que hace el Señor es desenmascarar la hipocresía de los que le interrogan. El, que conoce lo que hay en el corazón del hombre, como tantas veces se nos dice en el Evangelio, nunca puede ser engañado, ni jamás podrá ser captada su benevolencia con sólo palabras de adulación. Palabras de alabanza que brotan de un corazón sincero, y acompañadas de buenas obras, sí serán gratas al Señor y atraerán toda clase de gracias y beneficios.

Y la respuesta que da el Señor deja confundidos a sus adversarios y ma­ravillados a todos los que le escuchan. Al mismo tiempo esa respuesta establece un principio básico de conducta humana con relación a sus de­beres con la autoridad civil.

¿Qué significa "devolver al César lo que es del César"? De hecho, la si­tuación concreta del pueblo judío era de sumisión al Imperio Romano. Estaban bajo las autoridades del Imperio, bajo la autoridad del César. Los súbditos tenían obligación de acatar las leyes que dimanaban de la autoridad civil siempre que esas leyes no fueran en contra de la Ley de Dios.

Al decir el Señor "devolved al César lo que es del César", no quiere decir que los tributos que habían de pagar fuesen para enriquecerse el César, sino que es una manera de expresar el acatamiento que se debía a las ór­denes que dimanaban de la autoridad.

El Señor no entra en el problema de si es justa o no la ocupación de Judea por el Imperio Romano. De hecho, él nunca habló a favor de una rebelión contra el Imperio; él sabía que esa rebelión no traería ninguna buena consecuencia para el pueblo judío, sino su total ruina.

La enseñanza de Cristo tampoco quiere decir que los pueblos tengan que tener una actitud pasiva ante las injusticias que se cometen contra él. Debe luchar contra toda clase de injusticia; pero esa lucha no puede desembocar en una rebelión violenta y de sangre, sino en casos extremos y cuando se prevea que las consecuencias de esa rebelión serán favora­bles para los oprimidos. Es la doctrina que siempre ha enseñado la Igle­sia: "Como es sabido, la insurrección revolucionaria - salvo en caso de tiranía evidente y prolongada, que atentase gravemente a los derechos fundamentales de la persona y dañase peligrosamente el bien común del país - engendra nuevas injusticias, introduce nuevos desequilibrios y pro­voca nuevas ruinas. No se puede combatir un mal real al precio de un mal mayor." (Paulo VI, Populorum progressio, n. 31)

La sociedad civil y sus autoridades tienen una autonomía en todo lo refe­rente a buscar el bien común de todos los súbditos. Autonomía que no significa, de ninguna manera, precisión de Dios y de sus mandamientos, sino que no depende de ninguna otra autoridad para establecer en con­creto las leyes y normas que han de regir la economía, la política, el ordenamiento jurídico y demás aspectos de la vida de los ciudadanos, se­gún los principios de la justicia y de la recta moral. Por eso la enseñanza de Cristo, sobre todo lo referente a los bienes temporales "no sólo no pri­va al orden temporal de su autonomía, de sus propios fines, leyes, me­dios e importancia para el bien del hombre, sino que, por el contrario, lo perfecciona en su valor y excelencia propia y, al mismo tiempo, lo ajusta a la vocación plena del hombre sobre la tierra." (Conc. Vat. II, Decreto sobre el Apostolado de los Seglares, n. 7)

Y el súbdito tendrá siempre obligación moral de cumplir con las leyes que dimanen de la autoridad civil, siempre que no sean claramente injus­tas y no vayan contra los mandamientos de Dios.

2) "Devolved a Dios, lo que es de Dios"

Lo que el Señor quiere enseñarnos con esta sentencia suya es que jamás la sumisión a la autoridad pública puede ser un obstáculo para el cumpli­miento de todos nuestros deberes con Dios. Y por supuesto, cuando haya conflicto entre las leyes del estado y las Leyes de Dios, como ya hemos indicado anteriormente, siempre debe prevalecer el cumplimiento de las Leyes de Dios.

El cristiano jamás podrá absolutizar el compromiso político, sus ideales económicos, la misma cultura de su país y cualquier otro aspecto de los valores humanos. Sólo Dios es absoluto y sólo las leyes que él impone, siempre para nuestro bien, serán de valor absoluto.

A Dios le debemos el culto de alabanza y adoración, nuestra entrega to­tal al cumplimiento de su voluntad, de todos sus mandamientos, nuestra gratitud y amor por habernos hecho hijos suyos y destinarnos a la vida eterna, Todos estos valores son valores absolutos y primarios que deben estar por encima de cualquier otro valor.

No otra cosa es lo que significa el primer mandamiento de la Ley de Dios: "Amar a Dios sobre todas las cosas."

Y en este sentido nos enseña el Señor algo fundamental en la vida del cristiano. Jamás el cristiano deberá separar su vida pública, su vida pro­fesional y de trabajo, su vida política, econó­mi­ca, social, de lo que es su fe y de su compromiso con el Señor. Al contrario, manteniendo la fideli­dad a la autonomía que tienen las cosas temporales, debe sin embargo procurar "instaurar el orden temporal y el actuar directamente y de forma concreta en dicho orden, dirigidos por la luz del Evangelio y la mente de la Iglesia y movidos por la caridad cristiana... y buscar en todas partes y en todo la justicia del Reino de Dios... establecer rectamente el orden temporal y ordenarlo hacia Dios por Jesucristo." (Conc. Vatic. II, Decreto sobre el Apostolado Seglar, n. 7)

Todos los cristianos deberían examinarse con franqueza sobre cómo cumplen con esta enseñanza profunda del Señor que debe regir todas sus relaciones con la autoridad civil y todo su comportamiento en la valora­ción y uso de todas las cosas temporales, su comportamiento en todos los campos de la política, economía, profesión, relaciones sociales.


...


Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.





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