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187. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Tercer anuncio de la pasión



P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


IX. JESUS SUBE A JERUSALEN PARA LA FIESTA DE LA PASCUA

DESDE LA ENTRADA TRIUNFAL DE JESUS EN JERUSALÉN HASTA LA ÚLTIMA CENA 

(Fines de Marzo - Primeros de Abril, año 30)

187.- TERCER ANUNCIO DE LA PASION

TEXTOS

Mateo 20, 17-19

Cuando iba subiendo Jesús a Jerusalén, tomó aparte a los Doce, y les dijo: "Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entrega­do a los sumos sacerdotes y escribas; le condenarán a muerte y le entre­garán a los gentiles, para burlarse de él, azotarle y crucificarle, y al tercer día resucitará."

Marcos 10,32-34

Iban de camino subiendo a Jerusalén, y Jesús marchaba delante de ellos; ellos estaban sorprendidos y los que le seguían tenían miedo. Tomó otra vez a los Doce y se puso a decirles lo que iba a suceder: "Mirad que su­bimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sa­cerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, y se burlarán de él, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días, resucitará."

Lucas 18, 31-34

Tomando consigo a los Doce, les dijo: "Mirad que subimos a Jerusalén, y se cumplirá todo lo que los profetas escribieron del Hijo del hombre; pues será entregado a los gentiles, y será objeto de burlas, insultado y es­cupido; y después de azotarle le matarán, y al tercer día resucitará." Ellos nada de esto comprendieron; estas palabras les quedaban ocultas y no entendían lo que había dicho.


INTRODUCCIÓN

Se acercaba la Pascua Judía. Había llegado la "hora" para Jesús. En esa Pascua entregaría él la vida por la redención de los hombres. Sale, pues, de Perea, y se encamina a Jerusalén. Le acompañan los apóstoles, otros discípulos, las santas mujeres que le acompañaban con frecuencia en sus correrías apostólicas, y probablemente otros peregrinos que acudían también a la celebración de la Pascua. La presencia de las santas mujeres aparece clara en la escena siguiente a la petición de los hijos de Zebedeo.

Entre los apóstoles y discípulos no reinaba la alegría que era característi­ca en las peregrinaciones a Jerusalén. Conocen que los fariseos, escribas, sumos sacerdotes, han intentado ya varias veces prender al Señor y que desean condenarle a muerte. La atmósfera es de miedo y angustia ante lo que pueda suceder, pero no dudan en acompañar al Señor.

El Señor se demorará algunos días en llegar a Jerusalén y continuará en este viaje impartiendo sus enseñanzas y obrando milagros. Hasta el últi­mo instante de su vida "cumplirá con la obra que le ha encargado su Pa­dre". (Cfr. Jn 4,34)

1) El Señor, camino de Jerusalén

Es admirable la imagen de Cristo que se nos presenta en esta escena. Con gran fortaleza y plena resolución Jesús marcha hacia Jerusalén a cumplir con la misión de entregar su vida por los hombres en medio de los mayores tormentos de cuerpo y alma. No vacila, no duda ni se echa atrás ante los tormentos de la cruz. Lo exige el amor a su Padre y el amor a los hombres; y toda su vida, desde que se encarnó, está guiada por es­tos dos amores.

Cristo conocía hasta el último detalle todos los sufrimientos que había de padecer. Le era bien fácil huir de ellos; si hubiese querido él mismo nos dice, el Padre hubiese puesto a su disposición más de doce legiones de ángeles que acabarían con sus enemigos. (Cfr. Mt 26,53). Admirable ejemplo de Cristo por su amor y fortaleza, por su entrega plenamente li­bre al sacrificio de la cruz.

Ante este ejemplo de Cristo de fidelidad total por llevar a cabo la misión redentora que el Padre le había confiado, todos los cristianos debemos reflexionar sobre nuestra gratitud y amor al Señor.

Toda nuestra vida debería ser una continua acción de gracias al Señor por la profundidad de su amor para con nosotros, amor que le llevó hasta la cruz. Y la mejor manera de mostrar nuestro agradecimiento y amor al Señor será el que nosotros cumplamos también con toda generosidad y perfección todas sus enseñanzas. Que cumplamos con la misión que cada uno tiene en esta vida, la misión de ser testigos del amor al Señor en to­dos los actos de nuestra existencia. Quien contemple y sienta el amor del Señor se sentirá siempre movido a cumplir su voluntad por encima de cualquier dificultad y superando cualquier sacrificio que exija de noso­tros el fervoroso seguimiento a Cristo.

2) Tercer anuncio de la Pasión

El Señor parece que hace un alto en el camino y llama aparte al grupo de los Doce para descubrirles por tercera vez el misterio de su Pasión y de su Muerte. Y a diferencia de las dos veces anteriores (Cfr. medit. 116 y 121), en esta ocasión quiere darles todos los detalles de su Pasión: "será objeto de burlas", "será insultado y escupido", "será azotado", y "será crucificado".

Quiere darles a entender que nada le sucederá fortuitamente. Que su Sa­biduría Infinita conoce todo de antemano. Y que, consiguientemente, si va a Jerusalén, va por decisión propia dispuesto a entregar su vida. Y quizás les repitiese la sentencia que ya les había dicho en otra oportuni­dad: "Nadie me quita la vida; sino que yo la entrego libremente" (Jn 10,18).

Y añade la promesa infalible de su resurrección al tercer día. Esta pro­mesa es la que tenía que dar garantía a los apóstoles de que él era el Hijo de Dios, de que su misión era divina. El Señor quería reavivar la fe de sus apóstoles, la fe que un día proclamó Pedro: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo." (Mt 16,16)

Jesucristo quiere que conozcan previamente todo lo que va a suceder para que cuando suceda no queden desconcertados y puedan permanecer firmes en la fe, y tengan la seguridad de que le volverán a ver resucitado. Pero el Señor fracasará en su intento de que los apóstoles lleguen a com­prender el misterio de su Pasión y su Muerte.

3) Reacción de los apóstoles

"Ellos nada de esto comprendieron; estas palabras les quedaban ocultas y no entendían lo que les había dicho."

Era ya la tercera vez que les anunciaba directamente su Pasión y Muerte, y otras muchas veces había hecho alusión a ellas. Y ahora se las anuncia­ba con palabras tan claras que nadie podía dejar de entender lo que el Se­ñor anunciaba.

¿Qué se nos quiere decir al indicarnos que no entendieron nada? No se refiere a la materialidad de las palabras y a los hechos concretos a que se refería Jesús. Se nos quiere decir que estaban completamente incapacita­dos para poder conciliar la gloria de Cristo que ellos mismos habían visto en sus milagros, en la misma Transfiguración, con el desenlace fi­nal de una muerte ignominiosa y llena de tormentos. Que Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios, fuese vencido por sus enemigos, era algo incon­cebible en la mentalidad de los apóstoles. Y era tan inconcebible, que cuando esas profecías de Cristo se cumplan en su persona, todos perde­rán la fe y abandonarán al Señor.

La inteligencia humana es ciertamente incapaz de entender todo el mis­terio de la Redención de Cristo a través de la humillación de su Pasión y Muerte. Y es que el hombre no puede llegar a comprender hasta dónde le ama Dios. El misterio de la Pasión y Muerte de Cristo es el misterio más insondable del amor de Dios a los hombres. Sólo la fe y la gracia nos ha­rán comprender algo de ese misterio del amor infinito de un Dios Padre que envía a su Hijo para Redención de la Humanidad, y del Hijo que se entrega libremente al sacrificio de la Cruz para llevar a cabo esa reden­ción.

Y la comprensión del misterio de la Cruz de Cristo nos llevará a com­prender el misterio de la cruz en nuestra vida, que siempre debe ser par­ticipación en la Cruz de Cristo. La cumbre de la perfección y del amor al Señor se manifiesta en aceptar y amar la cruz que el Señor ponga en el camino de nuestra vida. La frase de San Pablo debe ser el ideal de todo cristiano: "En cuanto a mí ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucifi­cado y yo un crucificado para el mundo!" (Gal 6,14)

Pero es necesario recalcar que Jesucristo, siempre que anuncia su Pasión y su Muerte, anuncia simultáneamente el misterio de su Resurrección y Gloria. Es el misterio que llena siempre de esperanza y alegría el cora­zón del hombre. Con Cristo toda muerte termina siempre en Resurrec­ción y Gloria.


...


Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.










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