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186. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Parábola de los obreros de la viña

 


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


VIII. JESÚS EN PEREA

(Diciembre año 29 - Abril año 30)

186.- PARÁBOLA DE LOS OBREROS DE LA VIÑA

TEXTO

Mateo 20,1-16

"En efecto, el Reino de los Cielos es semejante a un propietario, que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Luego salió a la hora tercia y, al ver otros que estaban en la plaza parados, les dijo: Id vosotros también a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo. Todavía salió a la hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: ¿Por qué estáis aquí todo el día parados? Dícenle: Es que nadie nos ha contratado. Díceles: Id también vosotros a mi viña. Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros. Vinieron, pues, los de la hora undécima y recibieron un denario cada uno.

Cuando les tocó a los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Y al tomarlo murmuraban contra el propietario, diciendo: Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les paga como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el ca­lor. Pero él contestó a uno de ellos: Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a éste último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque soy bueno? Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos."


INTRODUCCIÓN

La parábola nos describe una situación real en aquel tiempo de Jesús, y que se repite en el mundo de hoy. La falta de trabajo y empleo hacía que los hombres saliesen temprano, por la mañana, a los lugares donde cono­cían que llegaban propietarios agrícolas que necesitaban obreros eventua­les para las faenas del campo.

En la parábola el Señor dice que el dueño de la viña salió cinco veces a contratar los obreros, al amanecer, a las nueve de la mañana, al mediodía, a las tres de la tarde y a algo más de una hora antes de la puesta del sol. A todos les invita: "Id a trabajar a mi viña." A los primeros llamados les pro­mete la paga de un denario, que solía ser el salario de un día de trabajo; a los otros les dice que les pagará lo que sea justo.

Lo extraordinario de la parábola es que el dueño de la viña a todos los obreros paga igual, sin hacer distinción entre los que fueron más tarde o incluso últimos.

El Señor a través de esta parábola nos quiere enseñar algunos aspectos del Reino de los Cielos: "En efecto el Reino de los Cielos es semejante a..."

MÉDITACION

1) El viñador sale a buscar obreros

Aquí el viñador es el mismo Cristo, quien sale en busca de obreros para su viña. Y sale cinco veces y va llamando a todos los que quieran trabajar en su viña, sin excluir a ninguno.

En esta salida y búsqueda de los obreros se simboliza el llamado que hace Cristo en todos los tiempos a todos los hombres, de cualquier condición que sean, para que vayan a su viña y trabajen en ella.

Conocemos que la viña ya simbolizaba en el Antiguo Testamento el Pue­blo de Israel, el Pueblo de Dios. (Cfr. Is 5,1-4). Y en el Nuevo Testamento, Jesús nos dirá: "Yo soy la vid, vosotros los sarmientos" (Jn 15,5) indican­do con esta metáfora que todos los hombres están llamados a ser injerta­dos en él y, así, unidos profundamente a él, formar el Nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia, comunidad de todos los que creen en El. A formar parte de esta Iglesia, de este Nuevo Pueblo de Dios, están llamados todos los pueblos y cada uno de los hombres.

El llamado a los pueblos se dejará sentir en diversas épocas de la historia de la humanidad. Hoy día se puede decir que este llamado a través de la Iglesia ha sido escuchado hasta el último confín de la tierra. A todos los pueblos ha llegado la Evangelización y hasta las tribus más primitivas es­tán siendo evangelizadas.

El Señor dice: "Id a trabajar a mi viña. " El llamado del Señor no se limita sólo a que todos los hombres entren a formar parte del Nuevo Pueblo de Dios. Cada persona que acepta el llamado de Cristo y entra a formar parte de su Iglesia debe colaborar a la Evangelización de los demás. Cada uno, según su estado de vida y según sus posibilidades, está llamado a "trabajar en la viña del Señor". Todos son llamados a un apostolado activo, a cola­borar en la obra misional de Cristo.

2) A todos los obreros se les da la misma paga

La conducta del dueño de la viña que manda llamar a los últimos y les da el mismo jornal que a los primeros que han trabajado todo el día, puede parecer desconcertante.

Dos interpretaciones, ambas valederas, explican el porqué de esa conducta del dueño de la viña.

a) La parábola se dirige concretamente a los fariseos

Según esta primera interpretación, la enseñanza de la parábola va dirigida muy especialmente a los fariseos, que creían que la salvación que traería el Mesías sería exclusivamente para ellos, el pueblo judío, el pueblo escogi­do. Ellos, el pueblo judío, están representados en la parábola por aquellos obreros que fueron los llamados a la primera hora. Ciertamente, el llamado de Cristo se dirigió primeramente al pueblo judío.

Pero con esta parábola el Señor manifiesta a los fariseos que la salvación mesiánica será para todos los pueblos que en diferentes tiempos y circuns­tancias serán llamados a participar en ella.

Todos los pueblos gentiles están representados en los demás obreros que fueron llamados en las otras horas del día.

Y el Señor no sólo enseña a los fariseos la verdad del llamado universal a todos los pueblos paganos, sino que además les hace ver que aun aquellos que sean llamados en los últimos tiempos de la historia, gozarán de todos los bienes mesiánicos igual que los que hayan sido llamados en primer lu­gar; la salvación que se les brinda a todos los pueblos es la misma que ac­tualmente Cristo está brindando al pueblo judío, aunque éste desgraciada­mente rechace esa salvación. Se terminaron los privilegios y las discrimi­naciones.

b) La parábola se dirige a todos y cada uno de los hombres que acep­ten el llamado de Cristo

En esta interpretación no se trata ya de oponer el pueblo judío a los pue­blos paganos; se trata de una verdad fundamental de nuestra fe cristiana: Todos están llamados a participar de la salvación que trae Cristo, aun aquellos que sólo al final de su vida se conviertan y acepten el llamado de Cristo. Hasta el último instan­te de su existencia humana, toda persona tie­ne la posibilidad de arrepentirse, de convertirse sinceramente al Señor y, consi­guien­temente, recibir como premio la vida eterna de gloria y felici­dad. Acordémonos del Buen Ladrón que justo al final de su vida, con un acto de profundo arrepentimiento y reconocimiento del Señor, mereció oír de sus labios: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso."

En esta interpretación, el "denario" de la paga que se da a los obreros tiene un sentido muy especial. Notemos que el denario era la paga mínima del jornal de un día para poder garantizar al obrero y su familia satisfacer las necesidades fundamentales de la vida. El denario en la parábola se inter­preta como el premio esencial de la vida eterna que se concede a toda per­sona, por pecadora que haya sido, con tal que se haya arrepentido. Dios es infinitamente genero­so con todos los pecadores, y no puede permitir que ningu­no de ellos se condene, si en su corazón hay arrepentimiento y con­versión. Sólo de esta salvación, de entrar en la gloria eterna, trata la pará­bola.

La parábola, por lo tanto, nada nos dice sobre los distintos grados de gloria que cada bienaventurado pueda alcanzar. Por otros contextos del Nuevo Testamento conocemos que cada cual reci­bi­rá su premio según sus obras.

"El Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre con sus Ángeles y entonces dará a cada uno según sus obras." (Mt 16, 27)

"Fíjense que vengo pronto, llevando el pago que daré a cada uno conforme a su trabajo. Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Ultimo, el Princi­pio y el Fin." (Apoc. 22, 12-13)

"Es preciso que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada cual reciba lo que haya merecido durante su vida, por sus obras bue­nas o malas." (2 Cor 5,10; Cfr. Rom 14, 11-12)

El denario, pues, representa solamente la entrada en el Reino de Dios, la salvación, la vida eterna, el premio que el Señor concede a todos los que mueran en su gracia y en su amor. Pero, supuesta la salvación, la entrada en ese Reino Glorioso de Dios, cada uno de los bienaventurados, según hayan sido sus obras y sus méritos, recibirá una menor o mayor plenitud en esa gloria y felicidad.

Todos recibirán la gloria de la vida eterna y todos serán felices; no habrá celos ni envidias entre los bienaventurados. Cada uno recibirá el grado de gloria de que es capaz y quedará plenamente saciado. Pero esa capacidad es diversa en unos y otros de acuerdo a la entrega que hayan tenido al Se­ñor durante la vida.

3) "¿Por qué miras con malos ojos que yo sea bueno?"

El Señor pronuncia esta sentencia contra los fariseos que criti­ca­ban a Je­sús porque andaba con pecadores y publicanos, y mostraba su gran miseri­cordia perdonando a los que se arrepen­tían.

Los primeros obreros, que se quejan al dueño de la viña porque da el denario también a los obreros de última hora, repre­sen­tan a estos fariseos que con todo egoísmo querían que la salvación mesiánica fuese exclusiva­mente para ellos. Aquel dueño de la viña no fue arbitrario en su decisión de dar el denario a todos. Fue un amo compasivo que no quiso que ningu­no de sus obreros se quedase sin lo que era esencial para su subsistencia. Así obra el Señor con todos. Nadie quedará privado de la salvación eterna, nadie que haya acogido al Señor, aunque sea en el último momento de su vida.

Es la generosidad de Dios la que se pone aquí de manifiesto y que conde­na la mezquindad de los fariseos que querían sólo para ellos la salvación. Y además se pone de manifiesto la gratuidad de la salvación. Nadie tiene derecho a ella. Dios la concede porque es bueno y no quiere que se pierda ni uno solo de sus hijos. Y la salvación es don inmenso que se concede por iniciativa del mismo Dios.

Es Dios mismo quien sale en busca de los hombres, el que los invita a en­trar en su viña y a trabajar en ella. Sin la iniciativa de Dios nadie podrá sal­varse.

4) "Los últimos serán los primeros y los primeros, últimos."

De ninguna manera quiere decir el Señor que los más fervorosos, los que más se han esforzado en trabajar por el Reino de Dios, serán considerados los últimos. El Señor tenía presente en esta parábola la futura suerte de los pueblos gentiles y de los judíos. Y esta sentencia del Señor se refiere ex­clusivamente a los judíos. El pueblo judío por haber despreciado al verda­dero Mesías y el llamado a la salvación, serán pospuestos a todos los pue­blos paganos.

También podía referirse el Señor, de manera especial, a los fariseos que por su soberbia se creían los primeros en el Reino de Dios. Ellos se verían pospuestos a los pecadores y prostitutas arrepentidos: "En verdad, los publicanos y las prostitutas entrarán antes que ustedes en el Reino de los Cielos." (Mt 21,31)

También puede tener aplicación la sentencia del Señor a aquellos que du­rante toda su vida han sido cristianos pero han llevado una vida poco fer­vorosa, en contraste con aquellos que habiendo sido incluso grandes peca­dores se han convertido y después de su conversión, aunque haya sido tar­día, se han entregado en cuerpo y alma al servicio del Señor. Aquéllos se­rán pospuestos a éstos.



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.




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