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119. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - La vuelta de Elías

 



P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


IV. JESÚS REGRESA A GALILEA Y MARCHA A TIERRAS DE PAGANOS PASA DE NUEVO POR GALILEA

PASA DE NUEVO POR GALILEA

(Junio - Setiembre, año 29)


119.- LA VUELTA DE ELIAS

TEXTOS

Mateo 17, 9-13

Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: "No contéis a nadie la vi­sión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos. Preguntáronle entonces sus discípulos: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que Elías debe venir primero?" Respondió él: "Ciertamente, Elías ha de venir a restaurar todo. Os digo, sin embargo, que Elías ha venido ya, pero no le han reconocido, sino que han hecho con él cuanto han querido. Así también el Hijo del Hombre tendrá que padecer de parte de ellos". Enton­ces los discípulos comprendieron que se refería a Juan Bautista.

Marcos 9, 9-13

Cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos observaron esta recomendación, discutiendo entre sí qué era eso de "resu­citar de entre los muertos". Y le preguntaban: "¿Por qué dicen los escribas que Elías debe venir primero?" El les contestó: "Elías vendrá primero y restablecerá todo; mas ¿cómo está escrito del Hijo del hombre que sufrirá mucho y que será despreciado? Pues bien, yo os digo que Elías ha venido ya y han hecho con él cuanto han querido, según estaba escrito de él."

INTRODUCCIÓN

Mateo y Marcos nos cuentan esta conversación que Jesús mantuvo con sus apóstoles mientras bajaban del Monte Tabor.

En primer lugar, dirigiéndose, sin duda, a los tres apóstoles elegidos que habían presenciado el misterio de su Transfiguración, les ordena que no comuniquen a nadie la visión que han tenido. Los apóstoles deben callar hasta que el Señor haya resucitado, con el fin de evitar toda agitación polí­tico-mesiánica en el pueblo. Además, el pueblo estaba incapacitado para llegar a comprender el misterio de la divinidad de Cristo.

A continuación, los apóstoles le hacen una pregunta sobre la venida anun­ciada del profeta Elías. La presencia de Elías en la Transfiguración suscitó la pregunta. Sobre el tema de Elías ya hemos tratado en las meditaciones 57 y 114. Pero los apóstoles no habían acabado de entender las palabras del Señor cuando alabando a Juan Bautista dijo:

"El es Elías, el que iba a venir." (Mt 11, 14) El Señor vuelve a repetir su enseñanza de que Elías ya vino en la persona de Juan Bautista.

La profecía de la segunda venida del profeta Elías antes de la llegada del Mesías era una objeción que ponían para admitir a Cristo como Mesías. Cristo no podía ser el Mesías, pues todavía no había venido el profeta Elías. Ya nos es conocido el texto del profeta Malaquías anunciando esta venida de Elías: "He aquí que yo os envío al profeta Elías antes que llegue el día de Yahvé grande y terrible" (3, 22)

Jesucristo no niega la doctrina de los escribas y fariseos sobre la venida de Elías anterior a la llegada del Mesías. Y debía venir, según los planes de Dios, para "restaurar todo", es decir, "para poner orden en Israel a fin de que la venida del Mesías tuviera lugar en medio de la alegría de un pueblo purificado" (P. Bonnard, Comentario al Evangelio de San Mateo, versículos citados).

Lo que Jesucristo afirma es que Elías ya ha venido y, por el rechazo de los escribas y fariseos, no pudo cumplir con su misión de preparar al pueblo de Israel para la llegada del Mesías. Y da a entender que la venida de Elías no era sino un símbolo de la venida del Precursor, de Juan Bautista. Y los fariseos y escribas lo rechazaron, no quisieron reconocerle como precursor del Mesías, lo despreciaron, y el rey Herodes llegó a meterle en la cárcel para después hacerlo degollar. Los evangelistas hacen notar que: "entonces los discípulos comprendieron que se refería a Juan Bautista".

Y termina Cristo su respuesta indicando que de la misma manera que hi­cieron con el Precursor "cuanto han querido", "así también el Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos."

MEDITACIÓN

1) La interpretación de la Sagrada Escritura

Podemos encontrar una enseñanza que siempre ha tenido gran actualidad en la Iglesia. El estudio de la Palabra de Dios, de las Escrituras, puede presentar muchas dificultades. La interpretación literal de algunos textos llevaría a doctrinas equivocadas, como vemos que llevó a los escribas en el caso del texto sobre Elías. Y muchas herejías de la Iglesia se han basa­do en textos de la Escritura mal interpretados.

Para los cristianos existe un criterio fundamental que da seguridad a la in­terpretación de la Escritura. Jesucristo confió a su Iglesia el Depósito de la fe y el magisterio de esa fe en nombre suyo, y prometió la ayuda del Espí­ritu Santo para que la Iglesia nunca se desviase de la verdad. Cada cristia­no no es libre para interpretar las Escrituras como a él le parezca, debe se­guir el Magisterio de la Iglesia. Los protestantes se apartaron de este crite­rio fundamental y sus religiones y sectas se han multiplicado por cientos.

Debemos mostrar una gratitud al Señor que nos ha concedido el don del Magisterio de la Iglesia que con seguridad infalible nos conduce a toda la verdad revelada por Cristo, y al mismo tiempo debemos mostrar una acti­tud de sumisión voluntaria a todo lo que ese Magisterio nos enseña.

2) Los hombres ante los designios de Dios

Los designios de Dios para los hombres son siempre de infinita bondad y misericordia. Dios quiere la salvación de todos los hombres y que todos vengan al conocimiento pleno de la verdad revelada (Cfr. 1 Tim 2,4). Pero Dios no coacciona la libertad del hombre; le ofrece la salvación, pero no se la impone. Siempre será culpa del hombre el rechazo de la salvación que Dios le ofrece.

En este pasaje que estamos considerando aparecen claramente los desig­nios de Dios para con su pueblo, designios de salvación por medio del Mesías, cuya llegada debía preparar el profeta Elías.

Sin embargo, los escribas y fariseos, y bajo su influencia, el pueblo judío rechaza al Precursor y rechaza al mismo Mesías, y en ese rechazo la sal­vación ofrecida por Dios no llega a ellos.

Profundicemos en la inmensa responsabilidad que cada hombre tiene, al poder decidir con su libertad responsable la aceptación o el rechazo a la invitación, infinitamente generosa, que Dios nos hace por medio de su Hijo, muerto en la cruz por nosotros, para nuestra salvación. Con inmenso agradecimiento tengamos siempre un corazón abierto a las gracias del Se­ñor y una libertad siempre decidida a cumplir, por encima de todo, la vo­luntad del Señor, voluntad llena de amor y de bien para nosotros; enton­ces, no tenemos que temer por nuestra salvación, al contrario, estaremos seguros por los méritos de Cristo.

3) "Han hecho con él cuanto quisieron"

El Señor se refiere con esta frase al martirio de Juan Bautista. Y cuántos serán a través de la historia que por ser fieles al Señor tendrán también que entregar su vida a una muerte violenta. Dios permite en su providen­cia el martirio de los apóstoles, el sufrimiento de los discípulos de Cristo. Evidentemente que ese sufrimiento y ese martirio nace de un pecado gravísimo por parte de los hombres, y en cuanto pecado Dios lo aborrece y castigará a los que obren cruelmente contra los que siguen al Señor, pero lo permite, porque ese sufrimiento y ese martirio será una gloria excelsa para todos los que sufran la persecución por el nombre de Jesús.

Misterio insondable de la Providencia de Dios, pero que debe alegrar y confortar a todos los que padecen persecución por ser fieles al Señor. Para el mártir es una gracia extraordinaria del Señor entregar su vida por él. Y como siempre, el Señor irá el primero a la cabeza de todos los mártires. "Así tendrá que padecer por parte de ellos el Hijo del Hombre." El mayor mártir de toda la historia es Jesucristo, nuestro Señor. Teniendo siempre presente el ejemplo de Cristo, no debemos nunca temer ni los desprecios, ni las humillaciones, ni las persecuciones que puedan venir sobre nosotros por causa de nuestro seguimiento al Señor. Por encima de todos los valo­res humanos, pongamos el supremo y absoluto valor de creer amar y se­guir fielmente al Señor.


Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.




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