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77. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - La parábola de la semilla que crece por sí sola



P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA

(Mayo 28 - Mayo 29)


D. DISCURSO DE LAS PARÁBOLAS

77.- LA PARABOLA DE LA SEMILLA QUE CRECE POR SI SOLA

TEXTO

Marcos 4, 26-29

También decía: "El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega."


INTRODUCCIÓN

Jesucristo vuelve a tomar un ejemplo de la vida agrícola de Palestina. El ve el esfuerzo que hace el agricultor en la siembra; y el trabajo también se mul­tiplicará cuando llegue la hora de la siega. Pero entre ambos extremos, el agricultor vive sin gran esfuerzo de trabajo y se alegra cada día viendo cómo la semilla que plantó va creciendo y convirtiéndose en hierba, primero, en espiga, después; y finalmente aparece ya el trigo maduro y abundante.

Por supuesto, no quiere decir el Señor que el agricultor viva despreocupa­do de su campo sembrado; tendrá que tener cuidado de que no vengan plagas, de que no entren en su campo salteadores; tendrán también que re­gar, abonar la semilla. Pero, ciertamente, es un trabajo mucho más descan­sado, y sobre todo, el tiempo entre la siembra y la cosecha es un tiempo de optimismo, alegría y seguridad al ir viendo crecer cada día la semilla. Este es el sentido real de la narración de la parábola.


MEDITACIÓN

La gran enseñanza de la parábola la encontramos explicada en San Pablo: "Yo planté, Apolo regó; más fue Dios Quien dio el crecimiento. De modo que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que hace crecer."

Es la gran verdad de nuestra fe cristiana. En las cosas de Dios, en todo lo referente a la vida de gracia, a la vida de fe, esperanza, caridad, a la mis­ma perseverancia final, el hombre es completamente impotente. "Nadie puede decir: Jesús es Señor sino por influjo del Espíritu Santo." (1 Cor 12,3). Pablo había aprendido muy bien la enseñanza de Cristo: "Sin mí no podéis hacer nada" (Jn 15,5). En cambio: "El que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto." (Jn 15,5)

La parábola así entendida puede tener diversas aplicaciones, todas ellas te­niendo como base la total confianza en Dios, que es el que asegura el fruto de la semilla plantada. El dará crecimiento a esa semilla.

1) Aplicación a la Iglesia

La Iglesia fue fundada por Cristo y es el Reino de Dios en la tierra. Son los hombres, los que contribuyendo a la gracia de Dios, constituyen esa Igle­sia y hacen que esa Iglesia se vaya plantando en todos los pueblos del mundo. Es cierto que la Iglesia, Reino de Dios, sufrirá toda clase de perse­cuciones y tendrá que superar muchísimos obstáculos. Pero la Iglesia sabe y es muy consciente de que subsistirá hasta el fin de los tiempos, y que en todas partes producirá frutos de salvación. Esta confianza y optimismo de la Iglesia no se basa en sus propias fuerzas ni en los mecanismos humanos de otras instituciones, sino en la plena confianza en Cristo Salvador, que es el único que da verdadero crecimiento a esa Iglesia y el que produce los frutos de vida eterna.

2) Aplicación al trabajo apostólico

El misionero, el apóstol, el que va por los caminos del mundo predicando la palabra de Dios, predicando a Cristo y enseñando toda su doctrina, ja­más debe confiar en cosechar frutos, si cree que esos frutos se deben a su trabajo, a su preparación y arte de predicar. Es cierto que él tiene obliga­ción de trabajar duramente, de estar lo mejor preparado posible para cum­plir su misión, pero lo que realmente cuenta para que produzca espigas y buen trigo es su unión con el Señor, que esté lo más posible unido al Se­ñor, pues él no es otra cosa que un instrumento en manos del Señor para dar crecimiento y frutos a su trabajo apostólico. Profunda humildad, pro­funda vida de oración, abnegación y santidad, serán los que le capaciten para que, a través suyo, sea el Señor el que de fruto a su trabajo y obtenga una magnífica cosecha para el Reino de Dios. Es éste también el secreto del optimismo y de la confianza que todo buen apóstol de Cristo lleva en su corazón al cumplir su misión. Quizá no vea de inmediato los frutos, ni sea él el que recoja la cosecha, pero está convencido que todo trabajo apostólico, realizado en unión sincera con Cristo, dará su fruto. Por eso, no cabe el desaliento ni ninguna clase de pesimismo. La fe y la confianza en el Señor superan todas las dificultades y los fracasos que, con frecuen­cia, pueden presentarse.

3) Aplicación a cada cristiano

Hay cristianos de buena voluntad, fervorosos, que siempre están preocupa­dos por su santidad, porque no ven con sus ojos que adelantan en la vida espiritual, y pasan tiempo y tiempo teniendo los mismos defectos. Lo esencial de la vida de santidad es tener siempre una actitud de conocer, meditar la palabra de Dios, el Evangelio, y un deseo sincero de amar a Je­sucristo, poniendo por obra sus enseñanzas. Mientras mantengamos esa actitud, no tenemos que estar siempre mirándonos a nosotros mismos y examinarnos para ver si hoy soy más perfecto que ayer. Si mantenemos esa actitud sincera frente al Señor de querer conocerle, amarle y servirle, este­mos ciertos que el Señor hará que crezcamos, aún en medio de las debili­dades y posibles caídas y miserias. Debemos vivir en una actitud de mucha mayor confianza en el Señor, de abandono en su providencia, de gran hu­mildad ante nuestras miserias, y de total seguridad que, no por mis méritos, sino por la bondad infinita del Señor, al final de mi vida seré trigo bueno para los graneros de la Casa del Padre Celestial. Todo cristiano de buena voluntad y que sea sincero en el deseo de ir aprovechando en su vida cris­tiana, debe ser también un cristiano optimista y alegre. El Señor está con él y tiene garantizado el crecimiento y la cosecha final en el día del Juicio.


Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.






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