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74. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Parábola de la Levadura


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA

(Mayo 28 - Mayo 29)


D. DISCURSO DE LAS PARÁBOLAS

74.- PARABOLA DE LA LEVADURA

TEXTOS

Mateo 13,33

Les dijo otra parábola: "El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fer­mentó todo."

Lucas 13,20-21

Dijo también: ¿A qué compararé el Reino de Dios? Es semejante a la leva­dura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo."


INTRODUCCIÓN

La imagen de la parábola está tomada de una escena familiar, que podía ocurrir en cualquier casa de Palestina. Es la escena de la madre de familia amasando el pan para su esposo e hijos.

No se conoce con exactitud a qué corresponde en nuestras medidas lo que en el Evangelio se llama "medida de harina". Parece, según algunos auto­res, que las tres medidas de harina corresponderían a unos dos kilos de ha­rina.

Algunos autores ven una gran similitud entre esta parábola y la del grano de mostaza; aquí la semilla pequeña crece en un gran arbusto, y en la pa­rábola de la levadura, basta un pequeño puñado de levadura para transfor­mar toda una gran masa de harina. Ciertamente, puede haber semejanza entre ambas parábolas, pero creemos que el Señor, en la parábola de la le­vadura, quiso darnos otras lecciones.


MEDITACIÓN

1) Fuerza interna transformadora de la levadura

El término de comparación con el Reino de Dios es la levadura. Y ¿en qué consiste la comparación?: de la misma manera que un poco de levadura es capaz de transformar una buena cantidad de harina, así el Reino de Dios —y aquí podemos entender Reino de Dios por el Reino de Dios en el cora­zón de cada cristiano, es Cristo habitando en el corazón del creyente— cuando entra en el corazón, en el alma de un hijo suyo, transforma ese co­razón y esa alma de tal modo que la hace "nueva criatura", en frase de San Pablo (cfr. 2 Cor 5,17) Y la levadura transforma toda la masa; de igual manera debe ser nuestra transformación total en Cristo. También San Pa­blo nos hablará de la perfección de esta transformación cuando nos diga: "Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí." (Gal 2,20).

Y esta es la meta de todo cristiano, irse transformando en Cristo, pensar como Cristo, sentir como Cristo, juzgar de las cosas con los criterios de Cristo, actuar como Cristo. Y para esto sólo es necesario que nos dejemos transformar por él; él es la levadura que ha entrado en el corazón, en la masa humana de mi ser, y si no pongo obstáculos, El irá transformándome y haciendo de mí un testimonio vivo de su presencia en el mundo.

2) La levadura añade nuevo sabor

La masa fermentada adquiere un nuevo sabor y un sabor que la hace agra­dable y apetecible. La comparación de la parábola podría indicarnos también que el Reino de Dios —Cristo en el corazón del creyente, que lo trans­forma en sí—, le comunica el sabor divino, sabor de las cosas de Dios, el sabor a El mismo. Ese corazón ya no siente el agrado por las cosas mun­danas, el apetito de las cosas terrestres. Su agrado y su apetito están en las cosas de Dios y saborea y gusta internamente de todas las enseñanzas de Cristo. San Pablo nos habla que el cristiano es "olor de Cristo agradable a Dios" (2 Cor 2,15); siguiendo el símbolo de la parábola diríamos nosotros que el Cristiano "sabe a Cristo", tiene "sabor a Cristo". Y la misma expe­riencia nos confirma esta realidad. Hay almas que viven plenamente esta parábola, quizá sin darse ellas mismas cuenta, y que en su trato con la gente verdaderamente despiden un "olor", un "sabor" a Cristo. Al momen­to se les nota que toda su vida está centrada en Cristo y que toda su vida es un reflejo de sus enseñanzas y de su misma persona.

Y al revés, cuando no hay sabor por las cosas divinas, cuando se está muy apegado a las cosas terrenas, cuando el compromiso con Cristo es muy su­perficial e inconstante, entonces sabemos con certeza que la levadura del Reino de Dios, o no ha entrado en nuestro corazón, o solamente hemos de­jado que fermentara una mínima parte de la masa de nuestro ser. ¿Lleva­mos en el alma la verdadera levadura del Reino de Dios?

3) Convertirse en levadura

Los autores suelen hacer notar una diferencia de la levadura real que fer­menta la masa, y la levadura considerada como Reino de Dios. En el caso de la levadura real, la masa fermentada no se convierte en nueva levadura para otra masa de harina. Ya cumplió su misión y ahí termina. En cambio, cuando la levadura es el Reino de Dios en el corazón del hombre, y consi­gue transformarle, ese hombre se constituye él mismo en otro tipo de "nueva levadura" para los demás. La misión del Apóstol es transformar a otros en Cristo, hacer que otros acepten en su corazón el Reino de Dios, es decir, a Cristo mismo. Pues el verdadero apóstol, que ha sido transfor­mado por Cristo y vive de Cristo y se ha hecho "olor" y "sabor" de Cristo, se ha convertido en verdadera levadura para otros. Esta parábola tiene, por tanto, un significado muy especial para los que de una manera u otra, ha­cen apostolado, y todos los cristianos deberían hacerlo, y es que, si prime­ro no admiten ellos la levadura de Cristo, jamás podrán convertirse ellos mismos en levadura para los demás. Su apostolado será un fracaso. Y qui­zá sea ésta una razón muy importante del fracaso de tanto apostolado. Quizá no sean muchos los apóstoles que sean verdadera "levadura de Cristo".



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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