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9. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Las bodas de Caná


 

P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


I.- LOS COMIENZOS DE LA VIDA PÚBLICA DE JESÚS

(Fines del Año 27 - Principios del Año 28)


A. - PREDICACIÓN DE JUAN BAUTISTA Y PRIMERA ACTIVIDAD APOSTÓLICA DE JESÚS

9.- LAS BODAS DE CANÁ

TEXTO

Juan 2,1-11

Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y como faltara vino, le dice a Jesús su madre: "No tienen vino". Jesús le res­ponde: "¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora". Dice su madre a los sirvientes: "Haced lo que él os diga".

Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de dos o tres metretas cada una. Les dice Jesús: "Llenad las tinajas de agua". Y las llenaron hasta arriba. "Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala". Ellos lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua con­vertida en vino, como ignoraba de dónde era, (los sirvientes, los que habían probado el agua, sí que lo sabían), llama el maestresala al novio y le dice: "Todo el mundo sirve primero el vino bueno, y cuando ya están bebidos, el in­ferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora."

Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos.

INTRODUCCIÓN

"Tres días después". No tenemos certeza a qué se refiere ese "después" ¿Desde cuando hay que contar los tres días de que nos habla el Evangelista? Lo más probable es que se refiera al v.43 donde se nos dice que Jesús quiso partir a Galilea. Esos tres días se refieren entonces a los tres días que tarda­ría en hacer el viaje desde la región del Jordán hasta Caná de Galilea.

En las aldeas y ciudades pequeñas, una boda era un acontecimiento excep­cional y se procuraba que toda la gente que participaba en ella quedase ple­namente alegre y satisfecha. Se preparaba hasta el último detalle, y los pa­rientes y amigos más cercanos colaboraban en todo lo que era necesario.

Y recordemos que en Israel, toda boda evocaba profundos sentimientos reli­giosos, pues en ella se veían simbolizados los esponsales de Yahvé con su pueblo; era el símbolo de la Antigua Alianza (Cfr. Is 54, 4-8; 62, 4-5; Ez 16). Cristo mismo quiere simbolizar la Nueva Alianza comparándola con su des­posorio con la Iglesia (Cfr. Ephes 5,25ss: Apco.21) al que alude claramente en algunas de sus parábolas. (Cfr. Mt 22,1-14; 25, 1-13)

El vino simboliza en los oráculos proféticos los tiempos del Mesías, cuando los lagares estarán repletos de buen vino (Am 9, 13ss; Joel 2,24:4, 18).

Y en el monte de Sión se celebrará un banquete de manjares suculentos y de vino oloroso (Is 25,6). El mismo Jesús habla del fruto de la vid que se beberá en el Reino (Mt 26,29) y contrapone el vino nuevo al vino viejo. (Cfr. Mc 2,22)

Conocemos también que Juan en su Evangelio siempre expone los milagros, las señales de Jesús impregnados de profundos simbolismos. En este sentido, al meditar este pasaje no podemos olvidar el simbolismo mesiánico que tiene toda la escena.

MEDITACIÓN

1) María y Jesús invitados a las bodas

María no era de Caná y vivía en Nazaret; pero, o era parienta de los novios o era muy amiga de la familia. El hecho es que fue invitada, y al ser invitada ella, lo fue también su hijo Jesús. Y ambos aceptan gustosos la invitación, y se hacen presentes a la boda.

Jesús se complace y bendice con su presencia el amor entre el hombre y la mujer. Más tarde elevará el matrimonio cristiano a la categoría de sacramen­to y estará presente en todos los matrimonios cristianos.

2) "No tienen vino".

En medio de la fiesta surge una situación embarazosa para los novios y sus familiares. Y esa situación es la que hará que intervenga María. Comienza a faltar el vino, elemento esencial en todo banquete de bodas. María, que pro­bablemente como amiga de la familia de los novios, había colaborado en todo, se da cuenta inmediatamente de esa situación, y quiere evitar a los novios esa vergüenza, ese mal rato, ese quedar mal ante los invitados.

Y María acude al Señor, a su Hijo, y sin duda alguna, en una actitud de súpli­ca le dice: "No tienen vino".

Puede parecer extraño que ante esa necesidad material sin mayor transcendencia, María pensase en pedir a su Hijo un milagro para remediar tal necesidad. Quizá, María había comprendido que su Hijo había comenzado su vida pública de Mesías, que ya se presentaba rodeado de discípulos, que su predicación y sus acciones irían acompañados de hechos milagrosos; aun­que no conozcamos con exactitud el motivo, lo cierto es que María, movida por la gracia de Dios, hizo esa súplica a su Hijo que implícitamente suponía un milagro.

La súplica de María nos revela también la delicadeza de su corazón y su solicitud maternal aún en las cosas más triviales. San Juan sólo menciona a la Virgen al comienzo de la vida pública de Cristo (Las Bodas de Caná), y al pie de la cruz, cuando Cristo nombra a su Madre, Madre espiritual de todos los hombres.

En ambas escenas aparece María en su solicitud e intercesión por los hombres.

Para San Juan, el hijo que quedó al cuidado de María, esta escena de María diciendo al Señor: "No tienen vino", simboliza la actitud continua de María, Madre, en su intercesión constante por los hombres. María, Medianera de todas las gracias, está junto al Hijo pidiendo siempre por todas nuestras ne­cesidades. Es su misión de Madre Intercesora.

3) "¿Qué nos va a ti y a mí, mujer? Todavía no ha llegado mi hora".

La respuesta de Jesús, en su formulación externa, puede parecer un claro y definitivo rechazo a la petición implícita de su madre.

La palabra "mujer" no hay que interpretarla de ninguna manera como una palabra despectiva. Más bien es término de solemnidad, de énfasis y que usa Cristo cuando está en pleno ejercicio de su misión mesiánica. En estas oca­siones el Señor quiere manifestarnos que en su misión redentora, en el cum­plimiento de los planes de su Padre Dios, no está ligado ni motivado por lazos de carne y sangre. La misma palabra "mujer" es la que usó el Señor desde la cruz al encargar a su madre su misión de maternidad con todos los hom­bres. Y con qué amor pronunciaría Jesús desde la cruz esa palabra "mujer" dirigida a su Madre en las circunstancias.

Muchos Santos Padres ven un sentido más profundo en este título de "mu­jer". Consideran que es una clara alusión al protoevan­ge­lio (Gen 3,15) donde se habla del triunfo de la "mujer" y de su linaje sobre la serpiente.

Pero lo que sí parece cierto, es que las palabras de Jesús: "¿qué nos va a ti y a mí? Todavía no ha llegado mi hora", son una negativa, y que además in­cluyen la razón del rechazo. Todavía no había llegado la hora de que Cristo se manifestase a los hombres en su poder divino de hacer milagros. Es decir, lo que parece indicarnos Cristo es que, según la voluntad de su Padre Dios, todavía no había llegado el momento de que su Hijo manifestase su gloria di­vina a través de señales milagrosas.

Sin embargo, la reacción de María es desconcertante. A pesar de esa res­puesta del Hijo, está convencida de que se escuchará su petición y que obra­rá el milagro. La mirada de Jesús, el tono de voz, el gesto con que Jesús habló a su Madre hicieron comprender a María que su petición sería escu­chada. Y sería también una luz interior y una fe muy cierta de que su Hijo aceptaría su intercesión. De lo contrario, no tendría ningún sentido, que a continuación de la respuesta de su Hijo, dijese a los criados que fuesen don­de Jesús y que hiciesen todo cuando él les indicaría.

Admirable enseñanza sobre el poder de intercesión de María. Su intercesión es tan agradable a Jesús y a su Padre Dios, que en virtud de esa intercesión hasta, podríamos decir, que los planes de Dios cambian. Se nos dice que "todavía no había llegado su hora", pero a continuación vemos que el Padre adelanta esa hora de la manifestación de la gloria de su Hijo, por la interce­sión de María.

Con razón, el pueblo cristiano llama a María "la omnipotencia suplicante". Inmensa confianza en el poder intercesor de María.

Y también encontramos aquí otra enseñanza muy importante. Lo que hizo y dijo María después de la petición a su Hijo, es lo que hace con todos sus hi­jos. Su misión será siempre mover a sus hijos a que vayan donde Jesús y que cumplan y hagan todo lo que el Señor nos enseña. Por María a Jesús.

4) El Milagro

El milagro es de una generosidad extraordinaria. Cada tinaja solía contener de 80 a 120 litros de agua. La misma generosidad mostrará cuando la multi­plicación de los panes y de los peces. Los Santos Padres han visto en esta generosidad un signo mesiánico. Según los profetas una de las señales de la llegada del Mesías sería la abundancia de toda clase de bienes materiales, de manjares y de vinos (Cfr. (Salmo 85,13; Joel 2, 24; Am 9,13-15). Esa abun­dancia de los dones materiales era un símbolo de los dones sobrenaturales que Cristo nos alcanza con la Redención. "Yo vine para que tengan vida y la tengan abundante." (Jn 10,10: Cfr. Rom 5,20)

Los Santos Padres han visto también en la excelencia de la calidad del vino un símbolo del premio y del gozo de la vida eterna.

5) Frutos del milagro

Se da el comienzo de una nueva dimensión de fe en los discípulos. María no sólo obtuvo la gracia material de la conversión del agua en vino, sino también la gracia espiritual de un crecimiento en la verdadera fe en su Hijo por parte de los discípulos.

Y así el Señor "manifestó su gloria", la gloria de Mesías y de Hijo de Dios. Primer milagro de Cristo que puso ante los ojos de sus discípulos la gloria y el poder divino del que estaba revestido internamente. Todo milagro del Se­ñor será siempre una verdadera revelación de su Persona y un mensaje de salvación para quien quiera aceptarle con fe verdadera.

Al contemplar a Cristo a través de todas las escenas del Evangelio no olvide­mos nunca penetrar en la plenitud de su divinidad: Cristo verdadero hombre, pero también verdadero Dios. Cristo, el Hijo de Dios desde toda la eternidad, encarnado en el seno de María por obra del Espíritu Santo, hecho hombre y Redentor en la cruz por amor a todos sus hermanos. Gloria a El por los siglos de los siglos.

 

Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.




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