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20. Meditaciones: Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - Oración de Jesús. Jesús recorre Galilea predicando


P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, jesuita

Introducción

Breves indicaciones para hacer con fruto las meditaciones

Acto de fe, esperanza y amor a Jesucristo


II MINISTERIO DE JESÚS EN GALILEA

(Mayo 28 - Mayo 29)


A.- HASTA LA ELECCIÓN DE LOS APÓSTOLES


20.- ORACIÓN DE JESÚS. JESÚS RECORRE GALILEA PREDICANDO


TEXTO


Mateo 4, 23-25

Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Su fama llegó a toda Siria; y le traían todos los pacientes aquejados de enfermedades y sufrimientos diversos, endemoniados, lunáticos y paralíti­cos, y los sanó. Y le siguió una gran muchedumbre de Galilea, Decápolis. Je­rusalén y Judea, y del otro lado del Jordán,

Marcos 1,35-39

De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario, donde se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca; al encontrarlo, le dijeron: " Todos te buscan". El les contestó: "Va­yamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique: pues para esto he salido". Y recorrió toda Galilea predicando en sus sinago­gas y expulsando los demonios.

Lucas 4,42-44

Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar solitario. La gente le andaba bus­cando, y llegando donde El, trataban de retenerle para que no les dejara. Pero dijo: "También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque para esto he sido enviado". E iba predicando por las sinagogas de Judea.


INTRODUCCIÓN

Marcos es el primero que nos revela un gran misterio del Hijo de Dios. Su vida de oración. Después de todo un día agotador de trabajo apostólico en Cafarnaúm, Jesús, "de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó y fue a un lugar solitario, donde se puso a orar".

Lucas nos indica lo mismo implícitamente al decirnos que "se fue a un lugar solitario". Y es precisamente Lucas el que en otro pasaje, también después de un día de gran trabajo apostólico, nos dirá que Jesús "Buscaba siempre lugares solitarios y allí se ponía a orar". (Lc 5,16)

Y esta oración de Jesús aparece de una manera especial en todos aquellos momentos que son transcendentes para su obra redentora, para la glorifica­ción de su Padre Dios y para el bien de los hombres.

  • En el Bautismo (Lc 3,11)
  • Primera multiplicación de los panes (Mc 6,46)
  • Elección de los apóstoles (Lc 6,12)
  • En la confesión de fe de Pedro (Lc 9,18)
  • En la Transfiguración (Lc 9,28)
  • En el fruto del trabajo apostólico de sus discípulos (Lc 10,17-20)
  • En la Resurrección de Lázaro (Jn 11,41-43)
  • En el huerto de Getsemaní (Lc 22, 41-42).
  • Su oración Sacerdotal (Jn cap. 17)

A esta oración de Jesús, los tres Evangelistas unen la actividad apostólica del Señor que iba recorriendo toda la Galilea enseñando y proclamando la Buena Nueva y sanando toda enfermedad y dolencia.


MEDITACIÓN

1) La Oración de Jesucristo.

Es de capital importancia para todo cristiano, pero de manera especialísima para los que consagran su vida al Señor y al apostolado, caer en la cuenta y profundizar en el sentido que tenía para Cristo su oración al Padre.

El, el Hijo de Dios, el que permanecía siempre unido a su Padre, el que podía decir que "Mi Padre nunca me deja solo", "Mi Padre y Yo somos una mis­ma cosa", siente sin embargo la necesidad de retirarse a lugares solitarios y permanecer largos ratos, a veces, noches enteras en oración íntima con su Padre. Quién medite en este ejemplo de Cristo tiene que sentir necesaria­mente la importancia y transcendencia de la oración, y hacer de ella parte cotidiana de su vida. La oración era para Cristo la base de su trato personal con su Padre y el origen de todo su apostolado.

El P. Karl Rahner tiene una breve explicación del sentido de la oración de Cristo, que creo puede ser de extraordinaria utilidad para todos los creyen­tes. Presentamos un resumen de su explicación.

La oración de Jesús es primero y ante todo oración teológica. Jesús dialo­ga con el hombre, pero lo definitivo para El es el Padre. El Padre es el prin­cipio base y fin de ese diálogo. Cristo revela quién es Dios, quién es el Pa­dre. Jesús tiene plenamente conciencia de las misteriosas relaciones que lo unen con su Padre: "Mi Padre" - "Tú eres mi Hijo muy amado". La ora­ción de Jesús emerge de esta comunión con su Padre; Jesús busca la sole­dad para hundirse más y más en el huerto de este misterio. Su oración está impregnada del sentimiento de adoración a la par que de alabanza y acción de gracias, y de sumisión. Jesús está en constante dependencia amorosa res­pecto a la voluntad de su Padre.

Y la oración de Jesús es también una oración eclesial, es decir, una oración comprometida. Si existe un diálogo con el Padre, Jesús sabe que ese diálogo tiene también como finalidad salvar al hombre y llevarlo al Padre. La oración de Jesús quiere expresarse en la acción. Ella guía toda la actividad de Jesús. San Lucas, principalmente, es quien ha puesto de manifiesto que todas las decisiones mayores, los momentos fuertes de Jesús, emergen de la oración. Lejos de aislarlo de los hombres, la oración lo hunde más profundamente en el corazón de su misión (Mc 11,25; Mt 5, 23 - 24), que es salvar el mundo. La oración le hace comprender el sentido de su venida, hacer más suya la historia humana y dar plenitud y cumplimiento a la expectación de su pueblo. Le permite comprender por experiencia su vocación de siervo de Yahvé y responder a las exigencias inauditas que lleva consigo (Oración del Huerto).

La oración le permite vencer los estremecimientos de la carne y las cobar­días de la flaqueza humana, respondiendo a la voluntad divina por una sumi­sión incondicionada, heroica, absoluta. La oblación del Calvario se efectúa con gran grito (Mt 27, 50) que proclama a la faz del mundo la sumisión filial y amorosa de Jesús respecto del Padre. La oración de Jesús es oblación por los hombres y su oblación es oración.

Finalmente, la oración de Jesús es también oración escatológica. Cristo hace presente con su oración las realidades del más allá. Hace presente su Padre Dios; la resurrección y la vida; hace presente el Reino de Dios y todos sus valores.

2) Celo apostólico de Jesús.

Fruto de esa oración íntima con su Padre es su decisión de salir a predicar por toda la región de Galilea. Y nos habla de un deber y de una misión: "Debo anunciar a las otras ciudades la Buena Nueva del Reino de Dios, porque para eso fui enviado".

Y como meditábamos en la meditación anterior, no se contenta con ir "pro­clamando la Buena Nueva del Reino", sino que después de su trabajo como Profeta y Maestro, como Luz del mundo y Verdad infinita, se queda entre el pueblo en actitud de verdadero Salvador de los cuerpos y de las almas, y ad­mite a todos los enfermos que traen, a todos los aquejados por cualquier cla­se de males y dolencias. Y a todos ellos con el poder de su palabra y el po­der de su contacto físico los sana y les devuelve la alegría de la vida junto con la alegría de la fe. Igualmente expulsaba a los demonios. Sanaba a los que eran atormentados por espíritus inmundos.

Un gentío inmenso seguía al Señor, nos dice San Mateo. Evidentemente que en muchos de esos seguidores prevalecería el interés material de las cura­ciones; pero en otros muchos la verdadera fe en el Señor y la aceptación de su doctrina sería la principal causa de su seguimiento. Habían encontrado al verdadero Mesías y al verdadero Salvador de Israel.

El pueblo cristiano de hoy día, todos nosotros debemos reavivar de nuevo el entusiasmo por la persona de Cristo y la admiración por su doctrina. Estamos ya acostumbrados a las enseñanzas del Señor que no nos emocionan. Cada enseñanza de Cristo sigue siendo una manifestación de la sabiduría infinita de Dios; cada palabra de Cristo descubre los misterios más profundos de Dios y del hombre, su destino eterno, su dignidad, su misión aquí en la tierra. Nunca deberíamos leer o meditar las palabras del Señor sin un sentimiento de profunda admiración, enorme gratitud y sincera aceptación.

Pero también deberíamos incrementar nuestra fe en el poder de Cristo. Aquel que obró tantos milagros, que tuvo tanta compasión de la gente, de los enfermos, de los pobres y hambrientos, es el mismo Cristo de hoy resucitado que está a la derecha del Padre. Nos hace falta mucha más fe en el poder misericordioso del Señor y mucha más oración para pedirle y rogarle por to­dos los problemas humanos que afligen a millones y millones de hermanos nuestros y hermanos de Cristo. Toda acción de ayuda, de caridad, debe ir acompañada de nuestra oración confiada al Señor, que siempre mostró sus preferencias por los pobres y los que sufren.



Examen de la oración


Referencia: Meditaciones Vida, Muerte y Resurrección de Jesucristo - P. Fernando Basabe Manso de Zúñiga, SJ.


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Siéntete en libertad de compartir en los comentarios el fruto o la gracia que el Señor te ha regalado en esta meditación.








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