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Textos claves del Nuevo Testamento - 8. "...murió por nuestros..."


P. Fernando Martínez Galdeano, jesuita

Sin fe, la cruz es algo sin sentido alguno: “Nosotros anunciamos a Cristo crucificado. Este Cristo es para los judíos, una piedra en que tropiezan; y para los griegos, cosa de locos; mas para los que Dios ha llamado, sean judíos o griegos, es poder y sabiduría de Dios” (1 Cor 1,23-24).

Más aún era necesario que Jesús muriera así, en una cruz: “Y cuando llevaron a cabo todo lo que estaba escrito sobre él, le bajaron del madero y le depositaron en un sepulcro. Pero Dios le resucitó triunfante de la muerte” (Hch 13,29-30). Estaba ya en la Escritura: “¡Qué lentos sois para comprender y cuánto os cuesta creer lo dicho por los profetas! ¿No tenía que sufrir el Mesías todo ésto antes de entrar en su gloria?” (Le 24,25-26).

Y la clave para captar el misterio de la cruz está en que la fuerza de Dios se manifiesta en la debilidad propia y de los demás: “Vuestra fe no es fruto de la sabiduría humana, sino del poder de Dios” (ICor 2,5); “A vosotros Dios os ha injertado en Cristo Jesús, que se ha convertido a su vez, para nosotros, en sabiduría, en fuerza salvadora, santificadora y liberadora” (1 Cor 1,30). La ley no salva, y ante ella nos sentimos pecadores: “Cuantos viven pendientes de cumplir la ley están bajo el peso de una maldición. Así lo dice la Escritura: Maldito sea quien no cumpla en todo momento lo escrito en el libro de la ley (...). Fue Cristo quien nos libró de la maldición de la ley, haciéndose por nosotros maldito” (Gal 3,10.13).

Por eso decimos que murió por nuestros pecados: “Primero y ante que nada os transmití lo que \o mismo había recibido, que Cristo murió por nuestros pecados” (ICor 15,3); “Por él se reconcilian todos los seres, (...) a todos concede Dios la paz mediante la muerte de Cristo en la cruz” (Col 1,20). De aquí radica en verdad nuestra salvación: “Dios nos restablece en su amistad por medio de una fe en continuo crecimiento” (Rm 1,17); “El fue quien en su cuerpo soportó nuestros pecados sobre el madero, para que muertos a los pecados, vivamos para alcanzar la salvación” (IPe 2,24).


 

Agradecemos al P. Fernando Martínez SJ por su colaboración.

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