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¿Qué es el Año Litúrgico? 11° Parte - El Ayuno en la Cuaresma



P. Rodrigo Sánchez Arjona Halcón, S.J.

LA CUARESMA
Continuación


EL AYUNO EN LA CUARESMA

El ayuno es siempre una práctica ascética de desprendimiento, pero el ayuno bíblico es ante todo una práctica religiosa, pues por él los fieles quieren expresar su total abandono en Dios con una actitud de humildad. Así fue el ayuno de Moisés, así lo fue el de Elías, y así lo fue el de Jesús (Ex 34,28, 1 Re 19,8; Mt 4,1-11)

El ayuno perfecto en la tradición de la Iglesia es el “ayuno de los vicios”; el ayuno de los alimentos simboliza la actitud de lucha contra el pecado para hacer en todo la voluntad de Dios:

“A lo que cada cristiano debe hacer en todo tiempo, debe dedicarse ahora con mayor fe y amor; de este modo satisfaremos esta obligación, que se remonta hasta los Apóstoles, de ayunar durante cuarenta días, no sólo reduciendo nuestra alimentación sino sobre rodo absteniéndonos del pecado” (León Magno, 1 Sermón sobre la Cuaresma)

Y de esta manera el ayuno se convierte en una cura espiritual de efectos sorprendentes, así nos lo dice San Agustín:

“Cuando el cuerpo se modera con el ayuno, el alma, adquiriendo conocimiento de sí misma, entiende con cuánta afición debe seguir al Redentor” (Sermón 120)

En último término el ayuno cuaresmal de la Iglesia busca que los cristianos participen del misterio de la Cruz del Señor:

“En estos días, pues, se han decretado… ayunos mayores con el fin de que, tomando nuestra parte en la Cruz de Cristo, hagamos también nosotros algo de lo que él ha hecho por nosotros, según estas palabras del Apóstol: Si sufrimos con él, con él seremos glorificados” (León Magno, 9 Sermones sobre Cuaresma)

La liberación del peso de la carne, que produce la mortificación del ayuno y de la penitencia, abre a los fieles la puerta de la oración contemplativa, que admira los caminos misericordiosos de Dios, que descubre la nada del ser humano, y que hace sentir al corazón humano la presencia abrasadora del Dios vivo, que corrige, interpela, amenaza, anima y alienta a sus siervos.
Esta última reflexión nos conduce a la dimensión más religiosa del desierto, cual es la trasformación de la inhóspita soledad en el lugar privilegiado, en donde el ser humano puede escuchar la voz amante y el llamado amistoso de Dios:

“La llevaré al desierto
Y le hablaré a su corazón”
(Oseas, 2,16)

Así, pues, el sentido espiritual más hondo de la Cuaresma está en que este tiempo litúrgico nos hace presente el misterio de Jesús tentado por el demonio y vencedor de las seducciones diabólicas, y nos pone en contacto con él mediante las celebraciones religiosas cuaresmales.

Esto nos explica por qué los fieles experimentan en sí durante este tiempo deseos sinceros de conversión, de purificación, de salvación eterna, y por qué buscan el desierto, por lo menos en la soledad más retirada de sus corazones, para reafirmarse en su creencia yen su confianza en Dios, y para preparase a las luchas constantes y agotadoras contra el “Seductor del mundo entero”, mediante una mortificación más intensa y una contemplación más asidua de los caminos salvadores del Señor. No puede extrañarnos, si al final de la Cuaresma, los cristianos se sienten más alentados por la esperanza de la victoria de Cristo sobre Satanás en sus vidas.

Las prácticas cuaresmales de la Iglesia en la actualidad pueden ser agrupadas en los acápites siguientes: Celebraciones litúrgicas, ejercicios piadosos, y prácticas personales de devoción. Todas ellas están ordenadas a la preparación de la Pascua.

Según el Vaticano II los catecúmenos y los fieles deben entregarse en este tiempo a la penitencia, a oír con más frecuencia la Palabra de Dios y a la oración. Para facilitar estas prácticas la reforma litúrgica nacida del Concilio Vaticano II ha restituido por lo menos en el ciclo dominical A las lecturas y oraciones de la antigua celebración cuaresmal romana, y ha creado un ciclo de lecturas para los días de entre semana sugestivo, para que los pastores del Pueblo de Dios puedan fácilmente llegar al objetivo de pastoral litúrgica de este tiempo señalado por las Normas Universales sobre el Año Litúrgico:

“La liturgia cuaresmal prepara para la celebración del ministerio pascual tanto a los catecúmenos, haciéndolos pasar por los diversos grados de la iniciación cristiana, como a los fieles, que recuerdan el bautismo y hacen penitencia”
Por esta razón la Ordenación General del Misal Romano recomienda que se predique homilía todos los días de la Cuaresma.

La gran puerta de la Cuaresma es hoy el Miércoles de Cenizas. En la rúbrica inicial de este día se lee en el Misal:

“En la Misa de este día se bendicen y se imponen las cenizas, confeccionadas de los ramos de olivos y de otros árboles bendecidos el año pasado”.

Y al final de la celebración de este día litúrgico se lee también en el misal la siguiente aclaración:

“La Bendición e imposición de las cenizas pueden tenerse también sin misa. En este caso se debe seguir todo el ceremonial: canto de entrada, colecta, lecturas con sus cantos como en la Misa. Sigue la homilía, la bendición e imposición de las cenizas. Termina el rito con la oración de los fieles”.

La liturgia de este día fue creada para dar comienzo a la penitencia de los pecadores públicos, que querían reconciliarse con la Iglesia el Jueves Santo. Hoy el rito de la ceniza se extiende a todos los fieles, pues todos deben considerarse pecadores (1 Jn. 1,8). Para la Biblia la ceniza es un símbolo de la brevedad de la vida (Job. 30,19) y de la conversión penitente (Dan. 9,3). Por eso el sacerdote al imponer la ceniza dice una de estas dos fórmulas:

“Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc. 1,15)
“Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás” (Genesis 3,19).

Pero para la liturgia de este día de Cenizas todos los símbolos exteriores de penitencia deben llevar ante todo a la conversión interior del corazón:

“Señor, fortalécenos con tu auxilio al comenzar la Cuaresma, para que nos mantengamos en espíritu de conversión” (Colecta)
“Rasgad los corazones, no las vestiduras” (1º Lectura)
“Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme” (Salmo Responsorial)
“Tú en cambio cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre que está allí, en los secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará” (Mt. 6,17-18)


Esta mirada a lo “secreto” del hombre vigilado continuamente por Dios es la que deberá iluminar al Pueblo de Dios en los próximos días, para que los cristianos “fieles a las prácticas cuaresmales puedan llegar, con corazón limpio, a la celebración del ministerio pascual” (Bendición de las cenizas). De esta manera la liturgia del Miércoles de Ceniza centra perfectamente la labor de los pastores y la actividad espiritual de los fieles durante la Cuaresma.


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Bibliografía: P. Rodrigo Sánchez Arjona Halcón S.J. Año Litúrgico y Piedad Popular Católica. Lima, 1982

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