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¿Qué es la Biblia? - 3º Parte

P. Ignacio Garro, S.J.


8. Autores de la Biblia




La Constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II nº 11, dice que los Libros Sagrados tienen una doble paternidad: “En la redacción de los libros sagrados Dios eligió a hombres, que utilizó usando sus propias facultades y medios, de forma que, obrando El en ellos y por ellos, escribieron, como verdaderos autores, todo y sólo lo que El quería”. Dios es el autor primero y principal, el escritor sagrado el autor cooperador instrumental, inspirado por Dios, que escribe la verdad de lo inspirado con su propia inteligencia y creatividad.


8.1. La Biblia, libro inspirado por Dios. ¿Qué es inspiración?

Los cristianos creemos que la Biblia es un libro inspirado por Dios que, como dice el Conc. Vat. II en la Constitución dogmática: “Dei Verbum”, nº 11, dice: “En la composición de los libros sagrados, Dios se valió de hombres elegidos, que usaban de todas sus facultades y talentos. De ese modo, obrando Dios en ellos y por ellos, como verdaderos autores pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios quería”. 

Y en el nº 12: “Dios ha hablado en la Sagrada Escritura por medio de los hombres y de una forma humana”. La Historia de la Biblia es la Historia de la Palabra de Dios a los hombres: “Dios que había hablado muchas veces ya en los tiempos antiguos y de diversos modos a nuestros padres por medio de los profetas, últimamente, en nuestros días, nos ha hablado por medio de su Hijo ...” Hebr, 1,1-2.

¿Qué es inspiración? Inspiración es: “la especial influencia o influjo por el que Dios por medio del Espíritu Santo ilumina la mente y el corazón del escritor sagrado, o escritores sagrados, para la redacción de los Libros Sagrados”.

Esta influencia especial y divina es la que sirve en el Concilio Vaticano I en la Constitución dogmática, “Dei Filius”, para afirmar que Dios es el autor de los Libros Sagrados, y dice: “porque habiendo sido escritos bajo el influjo del Espíritu Santo tienen a Dios por autor, y como tales han sido confiados a la Iglesia”, Denz 3006.

La Escritura inspirada por Dios: en la Sagrada Escritura, se atribuyen al Espíritu Santo las profecías y todos los acontecimientos históricos que hacen referencia a la salvación. La eficacia salvadora de la Sagrada Escritura radica en el hecho de que ha sido palabra escrita "inspirada por Dios". Cuando la palabra de Dios se convierte en escritura no se convierte en letra muerta, sigue siendo palabra eficaz. Para comprender la idea que el A.T. tiene de la inspiración de la Escritura, seria bueno compararla con la inspiración profética. Los profetas se saben bajo la ineludible fuerza de la palabra de Dios. Para expresar el impulso divino hacia la actividad profética, Ezequiel emplea la expresión: "la mano del Señor cayó sobre mí ". 

En la inspiración Dios no dicta palabra por palabra y el hombre pasivamente escribe, no es así, Dios inspira, mueve, ilumina, ayuda a la realización e inteligencia del escritor sagrado para que entienda un hecho histórico que a su vez es salvífico. 

El autor inspirado sin perder ninguna de sus facultades físicas ni racionales, antes al contrario valiéndose de ellas, es instrumento inteligente, útil para expresar, comunicar o redactar aquello que Dios quiere expresar y comunicar a su pueblo. 

Por eso se dice que la palabra escrita tiene a Dios como autor inspirador y causa principal y el escritor sagrado como autor realizador que entiende y escribe aquello que se le ha inspirado y es a la vez causa instrumental escribiendo lo inspirado con sus propias palabras, estilo literario, su psicología personal, etc.  

La Sagrada Escritura es palabra de Dios dirigida a la Iglesia como continuadora de la obra de Cristo. La Biblia, expresión inspirada de la fe apostólica ha sido escrita en todas sus partes para la Iglesia de todos los tiempos. A ella ha sido confiada, pertenece a la Iglesia, pero no por eso deja de ser Palabra de Dios, Palabra de Cristo, Cabeza de su Iglesia. Y a esa Palabra, como norma se ha de someter la Iglesia.

El Espíritu De Cristo lleva a la Iglesia a una comprensión cada día más plena de la escritura inspirada. El Espíritu vivificador introduce en una mayor profundidad de la verdad divina a todo aquel que desea alimentarse de esta Palabra en la Iglesia. El recto entendimiento de la Biblia está encomendado a la Iglesia en cuanto tal. Este conocimiento fiel de la Palabra de Dios lo alcanzan los creyentes particulares en la medida en que éstos procuran entenderla en el ámbito y en el espíritu de la Iglesia.


8.2. El hecho de la inspiración: La Revelación

El hecho de la inspiración divina dice relación con la Revelación de Dios a los hombres. ¿Qué es la revelación? 

El Conc. Vat. II en “Dei Verbum”, nº 2, habla en estos términos de la Revelación: “Dispuso Dios en sus Sabiduría revelarse a sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, Efes 1, 9, mediante el cual los hombres por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre y al Espíritu Santo y se hacen partícipes de la naturaleza divina, 2 Petr 1, 4. En consecuencia por esta revelación, el Dios invisible  habla a los hombres como amigos, Col 1, 15; Tim 1, 17; movido por su gran amor, Ex 33, 11; Jn 15, 14-15, mora con ellos, Bar, 3,38, para invitarlos y admitirlos a la comunión con El. Este plan de la revelación se realiza por gestos y palabras intrínsecamente conexas entre sí, de forma que las oras realizadas por Dios en la Historia de la Salvación, manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras ... Pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana, se nos manifiesta por la revelación de Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la Revelación”.

Por eso la revelación es el acto por el que Dios descubre, o da a conocer, a los hombres su designio salvífico. Dios se revela primero en la historia del pueblo de Israel por medio de los acontecimientos históricos y de signos cuyo significado están encargados de dar los profetas, por la reflexión inspirados de los sabios. Dios finalmente se revela en su Hijo Jesucristo, quien por medio de su muerte y resurrección, y enviando el Espíritu santo funda la Iglesia  y valiéndose de sus apóstoles lleva el mensaje de salvación a todo el género humano.     
   
De lo dicho anteriormente se sigue que el Espíritu Santo mueve e impulsa al escritor sagrado para que entienda, diga o exprese y escriba lo que Dios le inspira. Así aparece Dios, por medio de su Espíritu Santo, como autor y causa principal de los Libros Sagrados, y el escritor sagrado como autor y realizador y causa instrumental en la redacción, inteligencia y expresión del hecho acontecido. (Ejemplo: el artista que pinta = inspirador; el pincel instrumento en las manos del artista, para realizar el cuadro, la obra en sí)
                

8.3. Alcance de la inspiración

La inspiración sólo se refiere directamente a los libros sagrados escritos que son originales, tal y como salieron de las manos del autor inspirado. Las copias de dichos libros, transcripciones, traducciones, versiones lingüísticas, etc, son inspirados en tanto en cuanto concuerdan y guardan absoluta fidelidad a los escritos originales.
                

8.4. Consecuencias de la inspiración: La Verdad de la Sagrada Escritura o Inerrancia

La inerrancia o ausencia de error en la Biblia es una consecuencia de la inspiración divina al autor inspirado. Naturalmente el Espíritu no se hace responsable de todo lo escrito por el autor sagrado, como dice Dei Verbum nº 11: ese aliento o presencia del Espíritu se encuentra en aquella “verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra salvación”. No se trata pues de verdades del orden histórico o científico, sino de verdades relativas a la salvación del hombre; y para rastrear la verdad, “para sacar el sentido exacto de los textos sagrados, hay que atender no menos diligentemente el contenido y unidad de toda la Sagrada Escritura, teniendo en cuenta la Tradición viva de toda la Iglesia y la analogía de la fe”.

Por ello la Biblia está libre de error, y por eso se habla de la Inerrancia de la Biblia, es decir, en la Biblia en lo referente a la Salvación no hay ningún error.         

8.4.1. Planteamiento del problema de la veracidad de la Sagrada escritura y doctrina de la Iglesia

Si la sagrada Escritura es Palabra de Dios, ¿quiere decir que todo cuanto leemos en la Biblia es verdad? Por ejemplo: que el mundo fue hecho en seis días, como dice el libro del Génesis. En la Iglesia siempre se investigó lo que los autores sagrados y Dios por medio de ello, querían decirnos en cada pasaje de la Sagrada Escritura. El móvil de esta investigación fue, con frecuencia, el afán de salvar aparentes contradicciones entre lo afirmado por la Escritura o los reales y supuestos conocimientos humanísticos, literarios, etc, de cada época. Pero esta preocupación alcanza especial importancia con los avances científicos y culturales del Siglo XIX.

El Papa León XIII en la Encíclica “Providentissimus Deus”, hace suya la posición de S. Jerónimo, según el cual la aparente colisión entre una afirmación bíblica y una verdad objetiva se debe :
  • A una falsa transmisión del texto (error de trascripción)
  • A una falsa traducción del texto (carencia del conocimiento perfecto de la lengua original)
  • A una falsa comprensión del que interpreta el texto (error hermenéutico).

Posteriormente ha ido madurando un concepto más matizado de la verdad de la Biblia, del sentido que damos en la Iglesia a la afirmación de que la Biblia por tener a Dios como autor, está libre de error = inerrancia.
En este proceso han influido entre otros los siguientes factores:
  • La mejor comprensión de la formación de los escritos bíblicos a través de los tiempos.
  • La atención dedicada a los géneros literarios de que se sirvieron los autores sagrados en el ambiente y en la época en que se escribieron.
  • La distinción entre lo que el autor quiere presentar como doctrina en forma de juicio formal, cuando instruye a sus lectores acerca de Dios y de su acción en la Historia de la salvación, y, por otra parte, aquellas otras expresiones que son meros enunciados y modos de hablar, propios de la época.
               
El Concilio Vaticano II, recogiendo orientaciones procedentes del Magisterio enseña que:
  • Lo que quieren decir los autores inspirados ha de tenerse como afirmado por el Espíritu Santo
  • Las Sagradas Escrituras enseñan la verdad que Dios quiso consignar en ellas para nuestra salvación
  • Las Sagradas Escrituras enseñan esta verdad firmemente, con fidelidad y sin error.

8.4.2. Lo que quiso enseñar el autor sagrado

Dios, al comunicarnos algo en la Sagrada Escritura, busca ante todo nuestra salvación. Para conocer esta verdad que Dios ha querido comunicarnos es necesario estudiar con atención los siguiente:
  • Qué querían decir los autores sagrados
  • Qué quería Dios darnos a conocer con sus palabras
               
“Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano, por lo tanto el intérprete de la Escritura para conocer lo que Dios quiso comunicarnos, debe estudiar con atención lo que los autores querían decir y Dios quería dar a conocer con dichas palabras” Concilio Vaticano II, Constitución : “Dei Verbum” nº 12.

Le verdad revelada, válida y obligatoria para el hombre de todos los tiempos aparece en los escritos bíblicos vinculada a concepciones propias y formas literarias de la época y el ambiente cultural en que fueron expresadas. En algunos casos es fácil distinguir entre lo que pertenece al contenido auténtico de la revelación divina y lo que sólo es una concepción condicionada por el tiempo en que fue redactado el texto bíblico. 

Sólo el primer aspecto es el que se refiere a la intención reveladora de Dios y el que, por tanto, debe considerarse como libre de error. Así, por ejemplo, es sabido que los evangelios sinópticos describen el fin del mundo de acuerdo a las ideas del judaísmo contemporáneo. Los evangelistas quieren enseñarnos, ante todo, el hecho de que habrá fin del mundo, no tanto la forma exacta de cómo va a ocurrir.

Por otro lado, no hay que intentar ningún concordismo artificial entre la Biblia y la ciencia. Dios no pretendió darnos en la Biblia una enseñanza científica, por ejemplo, acerca del origen y la evolución de la materia. En la Biblia Dios pretende revelarnos su designio de salvación. Más que la preocupación por defender la verdad bíblica de un imaginario conflicto con la ciencia, el cristiano ha de estar especialmente interesado en saber qué es en verdad lo que ha querido decirnos en cada caso el autor inspirado y qué es lo que ha querido manifestarnos Dios, atendiendo, sobre todo, al conjunto de los libros bíblicos interpretados a la luz del NT.



9. El Canon en la Sagrada Escritura (Canonicidad)

Llamamos "kanon", que significa en griego = regla, lista, o colección de libros y que fueron declarados inspirados por la Iglesia. Tales libros se considera que tienen por escrito la revelación divina y por ello son para los creyentes "norma" de su fe y de su conducta moral. Todo libro "canónico" es inspirado. Pero es teóricamente admisible que un libro inspirado no haya sido reconocido como tal por la Iglesia y no sea por tanto, canónico o normativo. A propósito de canon conviene conocer algunos términos y tener claro el significado que le da la Iglesia Católica.

  1. Libros protocanónicos: Proviene de la palabra griega “protos” = primero y ”kanonikos” = regla o lista de los libros admitidos en un primer momento del proceso histórico que siguió la Iglesia para reconocer los libros de la Escritura.
  2. Libros Deuterocanónicos: Proviene de la palabra griega “deuteros” = segundo, y  “kanonicos“= lista o regla de los libros, o fragmentos de libros, admitidos después en el canon. "Deuterocanónicos", son los libros admitidos como canónicos en una segunda vez; esto no quiere decir que no estén inspirados o que contengan errores. Para la Iglesia Católica son tan inspirados los protocanónicos como los deuterocanónicos. Sólo el A.T. tiene libros deuterocanónicos, a saber: Judit, Tobías, I Macabeos y II Macabeos, Sirácida (Eclesiástico), Sabiduría, Baruc y algunos capítulos redactados en griego de Ester y Daniel.
  3. Libros apócrifos: Proviene de la palabra griega “apo“ = de, desde y “krufos“ = encubrir, ocultar, fingir.  Son libros parecidos a los declarados como inspirados y verdaderos, pero no son libros verdaderamente inspirados, y por lo tanto no aportan nada a la revelación. 

Fue el Concilio de Trento quien definió en 1545, cuáles eran los libros inspirados. Señaló, pues, el canon o lista de ellos. No hizo más que reafirmar la Tradición de la Iglesia. Los padres conciliares estudiaron a fondo la vida y la historia de la Iglesia para descubrir cuáles eran los libros que desde siempre, habían gozado de máxima autoridad y habían sido tratados por la liturgia y por los teólogos como verdadera Palabra de Dios. El Concilio de Trento se limitó, pues, a reconocer solemnemente después de un largo proceso lo que ya la Iglesia vivía.

Efectivamente, los autores inspirados interpretan, recogen, sistematizan y ponen por escrito lo que recuerdan de las intervenciones salvadoras de Dios, de las palabras de los profetas y de la vida de Jesús. Y lo que ellos mismos enseñan y viven. Expresan la vida profunda de la comunidad y al mismo tiempo la perfeccionan, enriquecen y clarifican. 

La historia de la formación del canon es la historia de la toma de conciencia de algo vital para la Iglesia y presente en ella desde sus orígenes.


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Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.

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