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Las otras cartas de Pablo: a los Efesios

P. Fernando Martínez Galdeano, S.J.

Una "Encíclica"


La carta a la iglesia de Efeso tiene más de cincuenta y cinco versículos idénticos con los de la carta a la iglesia de los Colosenses. El pensamiento central como acabamos de ver, es que “Jesucristo es suficiente y es el mediador válido para nuestra salvación”. La carta a los Efesios es algo así como un desarrollo de esta idea. Se presenta a Dios “dándonos a conocer sus planes más secretos, lo que había decidido realizar en Cristo, llevando la historia a su plenitud al constituir a Cristo en cabeza de todas las cosas, las del cielo y las de la tierra” (1,9-10)

Según la mentalidad griega y también judía de los tiempos de Pablo, la ruptura y separación entre el bien y el mal alcanza a la creación, a la naturaleza, al mundo, al hombre mismo, e incluso se extiende hasta alcanzar las esferas superiores (que afectan a Dios mismo y a los demonios) Es como una cruenta guerra que se desarrolla en el universo entero. Pero lo inadmisible para la concepción paulina es la idea de una real separación entre Dios y el hombre, entre la naturaleza y la gracia. Esta desunión por muy visible que pueda aparecer, no está en el designio de Dios. Y el único camino para esta “divinización”, y también para que la desarmonía del universo evolucione hacia la armonía es que las cosas todas, los hombres y “poderes” en los cielos y en la tierra se unan en Jesucristo. En los tres primeros capítulos de la carta, Pablo presenta su visión sobre este misterio escondido en Cristo, conforme al designio del Padre.

Los siguientes capítulos tratan de responder a la pregunta capital: ¿cuál es el papel de la Iglesia en esta tarea divina de unidad y armonía? Su respuesta es que la Iglesia ha de anunciar a Cristo como posibilidad única de armonía; lo cual conlleva el que la Iglesia misma ha de cuidar en sí misma de realizar y practicar esta armonía. Concibe así Pablo a esta Iglesia como “el cuerpo de Cristo”. Es ésta una visión grandiosa y mística de la Iglesia universal, y en aquel tiempo ningún otro cristiano fuera de san Pablo habría sido capaz de diseñar tamaña proyección. Y aunque el vocabulario y estilo del texto no sean propiamente del apóstol, la creatividad en el pensar sí es una de sus características predominantes y por ellos la carta es intensamente paulina.

Pero, ¿a quiénes va dirigida esta carta a los efesios? Los estudiosos señalan que es poco probable que su destino fuera la comunidad cristiana de Efeso, pues carece toda ella de alusiones personales. Esto es más sorprendente dado el hecho de que el apóstol permaneció en esta ciudad más tiempo que en cualquier otra. Además, se constata que en ninguno de los mayores y más significativos manuscritos primitivos del nuevo testamento en griego aparecen las palabras “en Efeso” del versículo inicial (1,1). Todos ellos dicen: “Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús.” Y ésta es la fórmula que usaron en sus comentarios los padres griegos de la antigüedad al referirse a los destinatarios que aparecen en el primer versículo de esta carta.

La interpretación más aceptada de esta omisión del destinatario es que la carta era una circular de Pablo a todas las iglesias del Asia Menor, para insistirles en que la paz que ha de alcanzar a todos los hombres y a todas las cosas sólo es posible en Cristo, y que la tarea de la Iglesia universal es la de ser su instrumento siendo ella misma “cuerpo de Cristo”. Así se explicarían las frases que aparecen en la dicha carta a los cristianos colosenses: “Cuando (vosotros los colosenses) hayáis leído esta carta, haced que se lea también en la iglesia de Laodisea (parece referirse a la llamada posteriormente hasta hoy “a los Efesios”), conviene que también vosotros la leáis” (4,16). Se trataría así de una carta (a los Efesios) circular (“encíclica”) destinada a las iglesias cristianas del Asia Menor confusas por el inicio y difusión de la herejía “colosense”. Además la Iglesia es vista como “esposa de Cristo”, querida siempre aunque ella sea limitada y pecadora.

Dad lugar a la renovación espiritual de vuestra mente y vestíos del hombre nuevo, creado a imagen de Dios para una vida verdaderamente recta y santa (Ef 4,23)


Efeso

En esta ciudad residía una gran colonia judía. Cuando Pablo, ya de vuelta de su segundo viaje, se detuvo en Efeso (aprox. Año 52), prometió volver (Hch 18-19-21). Cumplió Pablo su promesa y en su tercer viaje se quedó allí más de doa años (Hch 19,8.10). Por esa época, Efeso era una ciudad importante. Al cabo de cierto tiempo, la propagación del cristianismo provocó la reacción adversa de los comerciantes y orfebres que prosperaban alrededor del templo de Artemisa, diosa de la fertilidad (Hch 19,23-41). Efeso fue centro de las actividades de Pablo. El cristianismo se extendió a Colosas y otras ciudades cercanas. Durante su estancia, el apóstol escribió sus cartas a los Corintios y las enviadas a los Gálatas y Filipenses. Después de la partida de Pablo, su fiel discípulo Timoteo quedó a cargo de su iglesia. Posteriormente, Efeso llegó a ser también el centro de operaciones del apóstol san Juan, que tuvo jurisdicción sobre las siete principales iglesias mencionadas en el Apocalipsis. Según la tradición María, la madre de Jesús, convivió con su comunidad.

Guía de la Carta a los Efesios

1,1-14 Saludo – El plan salvador de Dios – Al ser injertados en Cristo, habéis sido sellados con el Espíritu Santo prometido.

1,15-23 Que Dios os conceda conocer a Jesucristo; que llene de luz los ojos de vuestro corazón – Todo lo ha puesto Dios bajo el dominio de Cristo.

2,1-22 Lo que somos, a Dios se lo debemos – Cristo es nuestra paz – No sois extranjeros o advenedizos – Sois familia de Dios, sois piedras de un edificio cimentado en los apóstoles y profetas – Y Cristo Jesús es en ese edificio la piedra angular.

3,1-21 Yo tengo como misión el anunciar a todas las naciones la incalculable riqueza de Cristo – Que Él habite por la fe en el centro de vuestra vida – Que el amor mutuo os sirva de cimiento y de raíz – Es la única manera de entender el amor de Cristo.

4,1-24 Llevad una vida en consonancia con el llamamiento recibido – No ahorréis esfuerzos para consolidar, con ataduras de paz, la unidad, que es fruto del Espíritu – Desempeñando cada uno su tarea construyamos el cuerpo de Cristo en el amor – Dad lugar a la renovación espiritual de vuestra mente y vestíos del hombre nuevo, creado a imagen de Dios para una vida verdaderamente recta y santa.

4,25-6,9 Exigencias de una vida nueva en Cristo – Sois hijos amados de Dios – Procurad pareceros a Él y haced del amor norma de vuestra vida – Injertados en Cristo, sois luz – Sus frutos son la bondad, la rectitud y la verdad – Guardaos mutuamente respeto en atención a Cristo, particularmente en las relaciones familiares.

6,10-20 Hagámonos fuertes con las armas que Dios nos proporciona, pues luchamos contra fuerzas que dominan este mundo de tinieblas – Y todo esto hacedlo orando.

6,21-24 Saludos finales.

De modo que si alguien vive en Cristo, es una nueva criatura; el hombre viejo pasó y ha aparecido el nuevo (2Cor 5,17)

“EN CRISTO JESÚS”

Esta expresión aparece más de cien veces en las cartas de san Pablo. ¿Cuál es si significado? No cabe duda que ella se refiere a su unión permanente con el Jesucristo resucitado. También abarca a los otros cristianos: “Todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gal 3,28). Esta unión en Cristo se realiza por la fe y el Espíritu que habita en nosotros: “Todos vosotros sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, pues todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo habéis sido revestidos” (Gal 3,26-27). Se podría decir que la “comunión” con Cristo y los demás cristianos se experimenta gracias a su Espíritu. Es como una vida nueva: “De modo que si alguien vive en Cristo, es una nueva criatura; el hombre viejo pasó y ha aparecido el nuevo” (2Cor 5,17). El ser revestidos viene a significar que el cuerpo mortal puede entonces ser absorbido por la vida plena: “Porque los que vivimos en esta tienda corporal suspiramos angustiados, pues no queremos quedar desnudos, sino más bien ser revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida” (2Cor 5,4). E incluso el sufrimiento del cristiano se transforma en cruz, es decir, en algo que podemos soportar como un camino doloroso hacia la vida permanente: “Por esto no desfallecemos; al contrario, aunque nuestra condición física se vaya deteriorado, nuestro ser se renueva del día en día” (2Cor 4,16)

Por todo ello me pongo de rodillas ante el Padre, origen de toda vida tanto en el cielo como en la tierra, y le pido que derrame sobre vosotros los tesoros de su bondad; que su Espíritu os llene de fuerza y energía hasta lo más íntimo de vuestro ser; que Cristo habite, por medio de la fe, en el centro de vuestra vida; que el amor os sirva de cimiento y de raíz. Seréis así capaces de entender, en unión con todos los creyentes, cuán largo y ancho, cuán alto y profundo es el amor de Cristo; un amor que desborda toda ciencia humana y os colma de la plenitud misma de Dios. (Ef 3,14-19)

Os exhorto (…) a que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamados, con toda humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros por amor, poniendo empeño en conservar la unidad del espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo espíritu, como una es la esperanza a que habéis sido llamados. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos. (Ef 4,1-6)

EDUCACIÓN DE PABLO

Nació en Tarso, ciudad de Cilicia, hacia el año 5 de nuestra era cristiana. La ciudad tenía un ganado prestigio: “Yo soy judío, de Tarso de Cilicia, ciudadano de una ciudad nada desconocida” (Hch 21,39). Tarso, puerto de mar de intenso comercio, circulaban por sus muelles, la riqueza de muchos lugares, la cultura griega y el misterio del Oriente. Eran célebres las escuelas de Tarso y su universidad competía con las de Alejandría y Atenas. Atraídos por el comercio residían en esta ciudad un buen número de judíos, formando comunidad en torno a una sinagoga. Pablo nació judío y sus sentimientos serán judíos. De familia acomodada había obtenido la ciudadanía romana. Pertenecía a la secta de los fariseos. Desde pequeño aprendió un oficio conforme al criterio rabínico de que es buena cosa que el estudio de la Ley se una a un oficio manual. Cumplidos los quince años (a 20-25) fue conducido a Jerusalén para ser instruido por Gamaliel, prestigioso doctor de la Ley. En una tarea acuciosa se escrutaban los libros sagrados para poder extraer su enseñanza y su sentido a veces oculto. Fue formado para ser un servidor de la Ley. Pero todo esto dio un vuelco de camino hacia Damasco. Ocurrió hacia el año 34 ó 35. Pablo tenía entonces unos 30 años. Descubrió en Jesús resucitado su llamamiento a ser servidor “de una alianza nueva, basada no en la letra de la ley, sino en la fuerza del Espíritu; porque la letra mata, mientras que el espíritu da vida” (2Co 3,6). Se ignora cómo Pablo había logrado su ciudadanía romana. Nos consta que el apóstol respondió al tribuno: “Pues yo lo soy de nacimiento” (Hch. 22,28).

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Agradecemos al P. Fernando Martínez, SJ por su colaboración.

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