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La Familia Cristiana: 4º Parte

P. Vicente Gallo, S.J.

4. La familia en la misión de la Iglesia


La familia cristiana es “la Iglesia doméstica” (LG 11). Es una “comunidad salvada” en Cristo por el Bautismo de sus integrantes y el Matrimonio de los padres que son cabeza de la familia; reunidos por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, en esa comunidad de fe que es la familia cristiana. Es, a la vez, una “comunidad salvadora”, transmitiendo al mundo entero el testimonio de ese amor de Dios que nos salva, desde la convivencia en unidad de “un solo corazón y una sola alma”, que es el Mensaje salvador de Jesucristo. “Un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como una es la esperanza a que hemos sido llamados: un solo Señor con una sola fe y un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos” (Ef 4, 4-6). La humanidad, integrando una unidad semejante a la de Dios, por un amor semejante al suyo, es la “utopía” más digna de ser soñada.

La familia cristiana, en la Iglesia, es una comunidad creyente y evangelizadora. Alimentando su fe con la Palabra de Dios y los Sacramentos, en ella se vive el Matrimonio como lugar de la Alianza de amor entre Dios y los hombres, como se da en Jesucristo con su Esposa la Iglesia. A la vez es “signo” que anuncia a los demás la Buena Nueva del Reino de Dios establecido en el mundo por el amor de Cristo a su Iglesia, en medio de los hechos, los problemas y dificultades de cada día, manteniendo viva la esperanza firme en el destino al que se camina, que es el Cielo con Cristo resucitado (FC 49-50).

La familia cristiana, célula viva del Cuerpo que es la Iglesia, es una comunidad de fe al servicio del hombre. La ley que la rige se basa no en las legislaciones humanas, sino en “el amor de Dios que ha sido infundido en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rm 8, 2). No entiende el amor como instinto animal, ni como atracción humana calurosa para servirse unos a otros mientras dure esa atracción. Sino como atracción de Dios hacia los hombres, que vive en el corazón de ellos para servirlos y salvarlos. En una familia cristiana, todos deben amarse con la firmeza y la hondura del amor mismo de Dios.

Hechos Cuerpo de Cristo por la fe y los sacramentos, son de veras miembros de su mismo Cuerpo; mediante los cuáles, amándose con el amor de Dios, Cristo los ayuda desde ese amor cuando se ven necesitados, y los salva de poder verse perdidos. Es Dios quien los ama, los sirve y los salva desde el corazón de cada uno de los que forman la familia. Si el hermano a quien amamos y ayudamos, aunque no sea cristiano, es Dios que en él está necesitado de cada uno de nosotros, mucho más es ello verdad entre los miembros de una familia de bautizados, unidos en un mismo cuerpo por el sacramento del matrimonio, del que la familia cristiana procede (FC 63)

“Otro cometido de la familia cristiana es el de formar a los hombres para el amor, y para practicar el amor en toda clase de relación humana con los demás, de tal modo que ella no se encierre en sí misma, sino que permanezca abierta a la comunidad, inspirándose en un sentimiento de solidaridad, de justicia y de preocupación por los otros, consciente esa familia de su responsabilidad hacia toda la sociedad”, dijo Pablo VI en un mensaje a las familias cristianas en el mundo contemporáneo (citado en FC 64).

La familia cristiana es una comunidad en diálogo con Dios, inserta en la Iglesia de Cristo, el Pueblo Sacerdotal, mediante el Sacramento del Matrimonio. El amor con el que en ella se vive y se sirve, y las realidades felices o penosas de cada día, son medios de santificación propia y del mundo, a la vez que una ofrenda de sacrificio grato a Dios, igual que en la Casa de Nazaret.

El don de la gracia de Dios, en Jesucristo, no termina con la celebración del matrimonio como sacramento, sino que se ha de vivir a lo largo de toda su existencia de casados, prolongada en los hijos, imbuidos todos siempre por el Espíritu de Cristo (GS 49). El Matrimonio, como los otros Sacramentos, “está ordenado a la santificación de los hombres, a la edificación del Cuerpo de Cristo, y, en definitiva, a dar culto a Dios”, dice el Vaticano II en su Constitución sobre la Liturgia, 59. Pues “también los laicos, como adoradores que en todo lugar actúan santamente en Cristo, consagran al mundo entero a Dios”, dice también el mismo Concilio (LG 34). Vivirlo conscientemente, debe ser su espiritualidad.

El servicio específico de las familias cristianas, para la transformación del mundo en Reino de Dios, se deriva de la unión vital con Cristo; alimentando la fe con la Palabra de Dios y los Sacramentos (la Penitencia y la Eucaristía principalmente), así como en la ofrenda de las propias vidas mediante el amor, y en la oración hecha en familia. “De esta manera la familia cristiana está llamada a santificarse y a santificar a la comunidad eclesial y al mundo” (FC 55). Con su “espiritualidad matrimonial”.

¿Somos conscientes de que vivir cristianamente nuestra relación de pareja como Sacramento equivale a hacer realidad lo que es el Reino de Dios en sus células las Familias Cristianas?


Entregas anteriores:

1º Parte: La familia es comunidad de personas
2º Parte: La familia en el servicio a la vida
3º Parte: La familia en el desarrollo de la sociedad



... Agradecemos al P. Vicente Gallo, S.J. por su colaboración.

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