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La Familia Cristiana: 3º Parte


P. Vicente Gallo, S.J.

3. La familia en el desarrollo de la sociedad



“El Creador del mundo estableció la sociedad conyugal (el matrimonio) como origen y fundamento de la sociedad humana; la familia es la célula primera y más vital de la sociedad humana entera” (Vaticano II, Decreto sobre el Apostolado de los seglares, 11). La familia, en su servicio a la vida, da su aporte a la sociedad no sólo poniendo en ella los nuevos ciudadanos que son los hijos, sino también siendo la primera escuela de las virtudes sociales conforme a las que debe desarrollarse toda sana sociedad, en la convivencia de vecindad, laboral y política, del Municipio, del Estado, del Mundo.

Esas virtudes, que se dan en primer lugar en la familia, y que deben vivirse en toda sociedad humana, son, entre otras, la generosidad y la gratuidad en la entrega, la cordialidad en la acogida a cada uno por parte de todos, la disponibilidad desinteresada para todo servicio que se necesite, el encuentro de todos en el auténtico diálogo, la sensibilidad ante los miembros necesitados de la familia, el servicio generoso atendiendo a los necesitados, el espíritu de verdadera solidaridad entre todos como miembros que son de un mismo cuerpo. Virtudes obligadas para que la sociedad no sea una masificación deshumanizadora de personas reunidas pero no integradas.

Así mismo la Sociedad, por ejemplo el Estado, debe tutelar el mayor bienestar y los derechos de sus miembros que son la familias, o de las personas en su caso, desde la virtud de la subsidiariedad; no quitando a las personas o a las familias el ejercicio de los deberes y las funciones que les competen y que ellas pueden realizar por sí solas o asociadas libremente, por ejemplo la educación. El Estado o el Municipio, solamente estarán, en esos casos, para prestar a las personas o familias la ayuda que necesiten, o la suplencia debida cuando se sientan ya incapaces de hacerlo por cuenta propia.

Si el Estado debe legislar y hacer cumplir lo legislado, no será para coartar o impedir, sino para favorecer la estabilidad del vínculo matrimonial, y la seguridad física o económica de todas las personas, de todas las familias, pero, sobre todo, de los impedidos, de los niños y de los ancianos. También tiene que procurar el logro más fácil de una vivienda digna, la protección de los menores frente a la droga o la pornografía, la sana diversión y los deportes, el derecho a emigrar buscando mejores condiciones de vida, y el ser acogidos; junto con tantos otros derechos que a las personas y las familias les corresponden. Y la Iglesia tiene derecho, a la vez que la obligación, de recordar esto al Estado en nombre de Dios, sobre todo cuando lo incumple.

El cristianismo no se ha inventado la sacralidad de los derechos y de los deberes que competen a las personas y a las familias. Pero es desde las fuentes de la Revelación divina, como se ayuda para conocerlos y para dar el debido valor divino a esos derechos y deberes que, de otra manera, tendría solamente valor humano fácilmente violable. El Matrimonio, por ejemplo, enriquecido con el valor de Sacramento, da al amor conyugal, y al vínculo de ambos esposos haciendo “una sola carne”, la estabilidad y todas las demás exigencias que provienen de un amor como el de Cristo a su Iglesia.

Desde la fe cristiana, las familias no sólo son parte constitutiva de la sociedad humana, sino del Reino de Dios. No se deja a la familia a merced de las puras fuerzas humanas de los cónyuges, sino que se les alcanza la ayuda de la gracia divina con sus dones, que la sostienen y la animan. Recordando nuestra fe la necesaria solidaridad social, insiste en la necesidad de preocuparse de los pobres incluso de los que nadie se preocupa, de los que pasan hambre, de los ancianos, de los enfermos, los drogadictos, los que carecen de familia, etc. Y propone ejemplos preclaros, como Teresa de Calcuta, para que la sociedad, a nivel local, del País y de mundo entero, entiendan cuál ha de ser la debida solidaridad y subsidiaridad que en nombre de Dios se proclama.


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1º Parte: La familia es comunidad de personas
2º Parte: La familia en el servicio a la vida


Agradecemos al P. Vicente Gallo, S.J. por su colaboración.
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