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Es Palabra de Dios


P. Fernando Martínez Galdeano, S.J.


Son libros inspirados por Dios


Todos los libros que componen la Biblia, a pesar de ser muy diferentes son considerados por los cristianos como “inspirados “ por ese Dios verdadero que se revela en Jesús de Nazaret. El Dios que se manifiesta en la persona de Jesús, es un Dios cercano, que quiere nuestro bien, que nos quiere junto a sí para que en él alcancemos una felicidad que colme nuestros deseos de inmortalidad y bienestar. Es un Dios inter-personal.

El Dios del Nuevo Testamento es el Dios que necesitamos y deseamos para lograr nuestra plenitud incluso humana. El Dios del Antiguo Testamento se nos presenta como el Dios compasivo que ama a su pueblo que a tientas lo busca. Y así, de forma paciente y pedagógica (ajustada a las mentes rudas y primitivas de aquellos tiempos) nos va llevando hacia el descubrimiento en Jesús, del Dios como “buena noticia” (evangelio) para nosotros, pues él es como nuestro padre que nos quiere junto a sí más allá del tiempo, transfigurando nuestras vidas a ratos ya desde ahora. Siglos antes de Jesús, por tanto, el Antiguo Testamento es un claro testimonio del Dios, creador y señor, manifestado en la historia de su pueblo. Se trata, repito, de una historia de salvación, de liberación más allá de nuestras expectativas. Esa historia, en Jesús, se hace también nuestra y mucho más confiada y liberadora. Jesús no vino a condenar sino a salvar. (Jn 3,17)

Esta inspiración divina creciente alienta en todos los libros de la Biblia. Es una inspiración que proviene del espíritu de un Dios a favor de los hombres de buena voluntad, especialmente limitados y débiles. Los libros de la biblia son libros inspirados porque tratan de transmitirnos, a veces sin que sus autores piensen en ello, la comunicación de ese espíritu de Dios no hecho por hombre, y es que es fuente de amor divino, y que nunca alcanzaríamos a descubrir en su verdad, si no fuera por la percepción en nosotros de ése su mismo espíritu que se nos concede de forma gratuita. "La revelación que la Sagrada Escritura contiene y ofrece ha sido puesta por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo. La santa madre Iglesia, fiel a la fe de los apóstoles, reconoce que todos los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, con todas sus partes, son sagrados y canónicos, tienen a Dios como autor, y como tales han sido confiados a la Iglesia”. (DV n.11)


¡Quien tenga oídos para oír, que oiga!
(Mt 11,15)

¡ES PALABRA DE DIOS!: En la liturgia, particularmente en la Eucaristía, después de leer un trozo de la Sagrada Escritura, se termina con esta exclamación. ¿Cuál es su significado?

Primero, ello supone que el creyente escucha. ¡Quien tenga oídos que oiga! (Mt 11,15) Se da un grado de atención y búsqueda. Segundo, que el Espíritu pueda dejarse oír en la entrañas de la persona (“inspira”). Tercero, lo que dice el texto recoge algo del Dios verdadero, algo que está escrito para iluminar nuestro camino hacia él. Cuarto, se nos ofrece el texto por medio de la comunidad eclesial que guarda estos escritos como un tesoro. Y Quinto, el que su palabra ésta viva y llega a resonar en nosotros de forma existencial. Nuestro ser vibra entonces es su sintonía. A veces se llega a experimentar la fe.


Jesucristo es el centro

Para cualquier buen cristiano creyente, Jesucristo es el centro de su fe, es la revelación de Dios verdadero y en él pone toda su confianza. El es, por tanto, la clave de una interpretación coherente de los textos inspirados de la Biblia. En el Nuevo Testamento, la persona de Jesucristo, su luz y su fuerza que dan vida, es el que sobresale de una manera clara e insistente. Su espíritu, que alienta en sus libros se hace presente y actual porque su espíritu nunca muere.

La lectura, contemplación e interpretación del Antiguo Testamento ha de ser realizada, por tanto, desde la plenitud global del Testamento Nuevo, como un camino pedagógico, como un progreso espiritual junto al Señor que conduce a su gente, a pesar de los pesares, hacia “la plenitud de los tiempos”, hacia el tiempo oportuno de salvación que acontece con la presencia en este mundo de un Jesús de Nazaret, nuestro Salvador y Señor. Todo puede ya ser así transfigurado hacia una vida nueva.


LA PLENITUD DE LOS TIEMPOS: Es una referencia a la venida del enviado Jesús a este mundo. Conforme al designio de Dios ya era entonces un tiempo apropiado para recibir a ese Dios que se nos manifiesta en Jesús. La visión del tiempo oportuno desde la eternidad pertenece al Dios creador. A la pregunta: “¿No será éste el tiempo en que has de restituir el reino de Israel? Respondió Jesús: No os toca a vosotros saber los tiempos y los momentos que el Padre señaló con su poder. Eso sí, recibiréis la fortaleza del Espíritu que descenderá sobre vosotros”. (Hch 1,6-8) En esta historia de la salvación liberadora, la plenitud de los tiempos coincide con los que precedieron a la ruina del Templo, a la destrucción de la ciudad de Jerusalén, y a la dispersión del pueblo judío. “El plazo se ha cumplido. El reino de Dios está llegando” (Mc 1,15).


¿Qué significa “testamento”?

Es una palabra que deriva del latín y no sólo significa el acto jurídico por el que una persona dispones de sus bienes para el momento de su muerte, sino que también puede tener el sentido de la palabra hebrea “berit”, como pacto de alianza entre Dios y su pueblo “elegido” desde su gestación, pues su iniciador da fe a una promesa.

A las relaciones entre Dios y los hombres que como pueblo confían en él, se las designa en la Biblia como la “alianza”. Es un término y concepto que se toma de la vida política de entonces. La Alianza queda sellada mediante un sacrificio sagrado y también mediante un banquete.

El guión más nuclear del Antiguo Testamento es la Alianza que el Señor Dios y no un ídolo, concluyó con Israel en el Sinaí. Moisés representaba a Israel. La firma de la Alianza fue rubricada con una comida sagrada de unos setenta ancianos de Israel ante la montaña venerada, como símbolo de la presencia del Dios verdadero.

Esta ancestral Alianza de este pueblo de Israel va a ser como una señal de la Nueva. Esta ya es una Alianza entre ese mismo Dios y los hombres por medio de Jesucristo; éste representa a toda la humanidad al tiempo que ofrece por ella como comunicación de luz y de vida. Esta es una Alianza perfecta porque en Jesús están vinculados no sólo los hombres, sino de una forma muy especial Dios mismo, pues él es sobretodo el Hijo del Dios vivo. Y en su persona y en su vida aceptada en fidelidad hasta el fin se refleja el amor que Dios nos tiene que salta hasta la vida junto a él, desbordando así la realidad humana de un pueblo en la tierra. Y el signo actual y real de esta Alianza es la eucaristía para quienes creen en él.

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Agradecemos al P. Fernando Martínez Galdeano, S.J. por su colaboración.

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