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Domingo VII Tiempo Ordinario. Ciclo C – "Amen a sus enemigos"


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P. Adolfo Franco, jesuita.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (6, 27-38):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros.»

Palabra del Señor

Jesús nos invita a que lleguemos al amor total sin condiciones.

Jesús predica de palabra lo que realizará de obra: el amor a los enemigos. Es la expresión más exigente de la caridad cristiana. Se trata del desinterés más puro, y que manifestará de verdad que somos hijos de Dios; pues El es bueno con los malvados y desagradecidos.

Alguien que vino al mundo, a pesar de que los suyos no le recibieron, que murió por los pecadores, que oró por los que lo traicionaron, ese alguien, Jesucristo, tiene autoridad para enseñarnos esta doctrina tan elevada. Que está por encima de la lógica humana. Una moral simplemente humana no puede atisbar esa elevación tan sublime del amor, que llegue incluso a amar a los enemigos; a dar, sin esperar recompensa; a hacer bien a los que nos odian.

Jesucristo, para que quede bien claro lo que quiere enseñarnos, lo dice de variadas formas, y aludiendo a diversas situaciones: si te pegan en una mejilla, presenta la otra; si te quitan el manto, da también la túnica; ser compasivos, como el Padre Celestial. Incluso nos advierte: no juzgar, no condenar,.. porque seremos medidos con la misma medida que hayamos medido a los demás.

Esta es una de las características más saltantes del cristiano. Es un amor puro y sin límites: puro porque no admite mezcla de intereses personales: es un amor que sólo pretende amar; y es un amor sin límites, porque no hace distinción de personas, a nadie deja fuera, nunca dice basta.

Estamos ante un mandato difícil, que nos excede ¿será posible amar así? Hay situaciones que uno puede fácilmente imaginar, y que se viven en la realidad, que enseguida contrastan, y como que se oponen a esta norma del cristiano. ¿Cómo amar a quien ha ofendido a un hijo? Un amigo, socio en los negocios, se aprovecha de mi buena fe y me arruina, y él se queda con todo ¿Lo puedo amar? ¿Tengo que desistir de plantear una denuncia legal? (se dice que al que te quite el manto, le des también la túnica) Una mujer es violada por un delincuente ¿Lo debe amar?

Esta y otras situaciones variadísimas, que se dan con mucha frecuencia, nos ponen contra la pared, nos hacen toparnos con realismo con el mandamiento del amor. ¿La afirmación de Jesús es realista? ¿Siquiera se puede plantear de verdad una conducta así? No podemos eludir la dificultad, y casi la imposibilidad de lo que Jesús nos pide.

Y no quisiera camuflar la exigencia del Evangelio, al buscar respuestas a esas dificultades, al intentar dar alguna explicación. No hay duda de que Jesús está planteándonos una actitud heroica. Actitud que algunos han tenido: San Esteban, cuando era apedreado, oró por sus enemigos, Santa María Goretti oró por el asesino que quiso violarla. Pero hay que tener cuidado, porque al poner tan excelentes ejemplos, sin advertirlo podríamos querer excluirnos, y afirmar que ese mandamiento está propuesto para algunos pocos héroes, y no para el cristiano, que de verdad quiere serlo.

El reclamar el derecho justo por medios legales, no va en contra del amor cristiano; el tener sentimientos (no fomentados) hostiles, no nos impide desear la conversión del que nos perjudicó. El defender a un tercero, atacado injustamente (de cualquier manera, que sea atacado u hostigado) no va contra el mandamiento del amor, aunque actuemos con fuerza contra el enemigo en este caso.

Amar, quiere decir, desear el bien a otro, buscar que sea mejor, orar para que lo sea; quitar del corazón actitudes hostiles, instintos asesinos, deseos de venganza, deseos de destrucción del que nos ha hecho daño. Todo este conjunto de actitudes se encierra dentro del concepto del amor verdadero, del amor cristiano. Y es en última instancia lo que nos pide Jesús.


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Voz de audio: José Alberto Torres Jiménez.
Ministerio de Liturgia de la Parroquia San Pedro, Lima. 
Agradecemos a José Alberto por su colaboración.

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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.

Para otras reflexiones del P. Adolfo acceda AQUÍ.

 


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