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Domingo VI Tiempo Ordinario. Ciclo C – "Las bienaventuranzas"


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P. Adolfo Franco, jesuita.


Lectura del santo evangelio según san Lucas (6, 17. 20-26):

En aquel tiempo, bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.

Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo: «Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis. Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis. ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas.»

Palabra del Señor


Jesús nos enseña cuál es el verdadero camino de la felicidad

San Lucas tiene su propia versión de las Bienaventuranzas. Esta lección de las Bienaventuranzas sólo aparece en San Mateo y en San Lucas (precisamente el párrafo del Evangelio de hoy). En esencia coinciden, pero en la forma hay diferencias notables. Pero no es el momento de entrar en las comparaciones entre las dos versiones, ni en discutir sobre cuál de las dos versiones es la más cercana al discurso original de Jesús mismo. Eso sería oportuno en una clase de exégesis, y no en este estilo más simple de comentario.

Lo más saltante de San Lucas es que añade a las bienaventuranzas unas “lamentaciones” o advertencias que contrastan en forma de antítesis a las bienaventuranzas: (bienaventurados los pobres... ay de vosotros los ricos). Este lenguaje sirve para dar más énfasis y contundencia al mensaje.

Sería interesante conocer cuál fue la intención de Jesús mismo al hablar así. Pudo ser que lo que quiso en este momento fue darnos una enseñanza sobre la riqueza y en general sobre los valores. Decirnos cuáles son valores auténticos y qué valores están vacíos. También pudo ser que quisiera descubrirnos el camino de la felicidad: uno piensa que la riqueza es la que conduce a la felicidad y Jesús nos advierte que ése es el camino equivocado.

Pero también pudiera ser que con esta lección Jesús lo que quiso fue decirnos cuáles son sus verdaderos discípulos y quiénes estaban preparados para recibir el Evangelio y quiénes no. Los pobres siempre los encontró mejor preparados para escucharle y para seguirle; esto como cosa general, porque sabemos de algunos ricos que fueron sus amigos y le siguieron (la familia de Lázaro, Nicodemo, Zaqueo, entre otros). Y finalmente también es posible que echase una mirada a sus seguidores de ese preciso momento, y les lanzase una ráfaga de esperanza: madres que no tenían qué dar de comer a sus hijos, hombres sin oficio, mendigos sin remedio: Jesús va posando la mirada sobre cada uno de ellos y los va señalando como bienaventurados. Comprende sus sufrimientos y los llama bienaventurados.

Seguramente el sermón de Jesús tiene de todo eso, que he pretendido analizar. El caso es que se trata de una lección que altera completamente la lógica de nuestros pensamientos, que revoluciona de verdad la situación imperante, y los planes de vida y de progreso que nos hacemos, según nuestro buen saber y entender. Es una lección, que, tomada en serio, como debe tomarse desmonta nuestros criterios uno a uno, y nos empuja a valorar la vida de otra manera.

El hombre de hoy es más que nunca un hombre para la producción, para la competitividad en la empresa. Y se valora de él precisamente eso. Y esta lección de Jesús nos dice que eso no es lo que vale, no es lo que hace al hombre mejor y más feliz. Todo este escenario de la producción, que hemos montado en la historia, especialmente desde la era de las colonias y de la industrialización, es un escenario que se lo llevará el viento, y entonces quedaremos al desnudo frente a la verdad. Jesús, que nos ama de verdad, no queda callado y nos advierte sobre la verdad, para que no fracasemos.



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Voz de audio: José Alberto Torres Jiménez.
Ministerio de Liturgia de la Parroquia San Pedro, Lima. 
Agradecemos a José Alberto por su colaboración.

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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.

Para otras reflexiones del P. Adolfo acceda AQUÍ.

 





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