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Teología fundamental. 8. Inmutabilidad del "depósito" de la revelación



P. Ignacio Garro, jesuita
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA


4. INMUTABILIDAD DEL "DEPOSITO" DE LA REVELACIÓN 

La Revelación de Dios a los hombres tiene su culminación en Jesucristo. Ya no es un mensajero de Dios el que viene a revelar un aspecto del plan salvador: es Dios mismo el que, en su misma realidad personal, revela el Ser y el actuar divinos. "Dios últimamente nos ha hablado por medio de su Hijo" (Heb. 1, l). En Jesús culmina la Revelación, pues es la Palabra, el Verbo hecho carne (cfr. Jn. 1,14).

Jesucristo, "con toda su presencia y manifestación, con sus palabras y obras, prodigios y milagros, y, ante todo, con su muerte y resurrección y, finalmente, enviando al Espíritu de verdad, culmina plenamente la Revelación" (Const, dogm. Dei Verum, n. 4).

De lo anterior se desprende que con la muerte del último Apóstol -testigo ocular cualificado-, se cerró el contenido del depósito revelado por Dios. La Iglesia, que es depositaria de la Palabra de Dios que es inmutable, no puede quitar o añadir nada.

Puede hablarse, sin embargo, de un progreso en el modo de explicar esas verdades.


4.1. CIERTO PROGRESO 

Todas las verdades enseñadas por Dios a los hombres están contenidas en la Escritura y en la Tradición. Pero no se han conocido y profundizado en toda su amplitud .

De acuerdo con estas dos ideas precisemos en qué sentido se puede admitir el progreso del dogma católico, y en qué sentido no.

Podemos sentar estos tres principios:

1º. Con la muerte de los Apóstoles quedó terminada la Revelación; y después de ellos Dios 
no ha revelado ninguna verdad nueva.

En consecuencia, cuando la Iglesia define solemnemente un nuevo dogma, no establece una verdad nueva, no contenida en la Escritura y en la Tradición; sino que por el contrario
declara que esta verdad está contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición; y que por lo mismo hay que admitirla.


2º. Los dogmas no pueden cambiar de sentido; pero sí pueden cambiar los términos en que son expresados.

a). o pueden cambiar de sentido. Repugna que lo que la Iglesia aceptó ayer como verdadero, hoy lo rechace como falso; o el caso inverso. Ello equivaldría a negar la asistencia que Dios prometió.

b). pero sí sucede que los dogmas se pueden expresar con palabras más claras y precisas.

Ejemplos: El dogma de la Santísima Trinidad se expresó al principio diciendo que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Fue Tertuliano quien empleó por primera vez la fórmula que después quedó definitiva: En Dios hay Tres Personas y una sola es su Naturaleza.

Desde un principio se admitió que por las palabras de la consagración el pan se cambia en el cuerpo de Cristo. Pero la palabra transubstanciación (cambio de una substancia a otra) la empleó por primera vez la Iglesia en el IV Concilio de Letrán (1215).

En consecuencia el dogma es invariable, pero las explicaciones y términos de los teólogos pueden cambiar. La Iglesia sólo los acepta como la mejor manera de expresar por el momento el Dogma de que se trata.


3º. Progreso del Dogma consiste en que la Iglesia enseña de modo claro y explícito, verdades que estaban contenidas en la Escritura y en la Tradición de modo velado e implícito. 

Así el dogma de la infalibilidad del Papa estaba contenida en forma implícita y velada en las palabras: "Tú eres Pedro, y sobre ti edificaré mí Iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mt. 16, 18). O en estas otras, dirigidas también a San Pedro: "He rogado por ti para que tu fe no perezca, y tú confirmado en ella confirma a tus hermanos" (Lc. 22, 32).

Y el Concilio Vaticano I definió el dogma de una manera precisa y explícita, precisando que el Papa es infalible cuando habla de dogma o de moral a toda la Iglesia en calidad de maestro supremo.

No debe extrañarnos este progreso pues la Sagrada Escritura es un libro lleno de profunda y misteriosa sabiduría, de suerte que no entrega de una vez todas las verdades que contiene, sino a medida que se estudia y se reflexiona sobre ellas.


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Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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