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Poesía y Oración: Libro El Cantar de los Cantares



P. Fernando Martínez Galdeano, S.J.

Al parecer se trataría de un libro de la Biblia “enigmático”, dada la ingente multitud de los variados comentarios, originales interpretaciones, etc, que ha suscitado. Su título es considerado como una expresión superlativa muy del gusto oriental que se inclina a exagerar lo concreto y sensible para así poder atisbar algo de lo inefable, de lo inmaterial y de lo no corpóreo.

Sería, por tanto, el “cantar” que supera a todos los demás cantares. Por todo ello, parece esencial el identificar a este escrito como lo que es, como un “cantar”.

El canto suele expresar con su melodía y sus ritmos bastante más que lo que dicen sus palabras aunque éstas se escriban con la belleza expresiva que corresponde a la poesía lírica. La música y el canto poseen la virtualidad de trasponer lo corpóreo, de transfigurarlo. El amor humano ha sido y seguirá siendo la fuente de inspiración dominante por su ternura y su drama, de la canción y de la música populares. Y en ellas los amores románticos entre hombre y mujer fascinan y resuenan en lo hondo del corazón de todo ser humano que haya sentido el atractivo, el anhelo y la ilusión fascinante de amar y ser amado. Amores y desamores trazan el guión de la vida.

En el Cantar de los Cantares se recoge una serie de “letras” (poemas) de canciones dedicadas al amor entre un hombre y una mujer jóvenes. Resaltan su belleza literaria y su exquisita elegancia.
Ahora bien, ¿cómo se explica que estos poemas escritos para ser cantados se consideren parte integrante de la sagrada Escritura? En ellos no aparece alusión alguna a Dios, y sin embargo, se da la paradoja de que al surgir estos escritos, sobre todo en tiempos del post-exilio fueran contemplados y aceptados como “inspirados” por el aliento vital de Yahvéh.

En efecto, su redacción última podría situarse a fines del s. V a.C., en la época de la restauración del organizador Nehemías. Esta redacción definitiva, con mucha probabilidad fue precedida por una tradición oral y musical que se remontaría a tiempos bastante superados. La referencia inicial a Salomón como autor del libro (1,1), como ya lo hemos indicado en la iniciación a los libros sapienciales (capítulo 12°), es una licencia usada para conferir autoridad al texto. No hay datos para concretar la autoría de estos poemas de amor humano.

Y respecto a la interpretación del Cantar de los Cantares, a su sentido último, pues se trata de un libro “inspirado”, la disparidad es grande entre los especialistas del tema. Hay quienes siguen la tradición profética (la que subrayan Oseas, el déutero - Isaías, Jeremías y Ezequiel) como clave de su interpretación. El significado del Cantar sería así alegórico: el esposo se identificaría con Yahvéh y la esposa con el pueblo elegido de Israel. No olvidemos la época del sentirse abandonado en la que aparece el texto. Judá está bajo el dominio persa.

Otra interesante línea de interpretación sería la sapiencial. Conforme a esta clave, el significado del Cantar no sería sino el de presentar la bondad natural (no sacral) del amor humano que se ofrece a sí mismo. “Vió entonces Dios todo lo que había hecho, y todo era muy bueno” (Gn 1,31).

Pero “la música” que el poema entraña desbordaría al texto lírico. Lo melódico y rítmico añade a la poesía la emoción y el sentimiento de los sonidos. Pero, ¿quién ama como se ama en el Cantar? Hay parejas felices, pero ¡qué pocas se comportan como un par de enamorados inspirados! “Cuando un hombre es joven canta canciones de amor (Cantar de los Cantares); cuando un hombre se hace adulto enuncia máximas de vida (Proverbios); cuando un hombre es viejo, habla de la vacuidad de las cosas y de la vida (Qohélet)”, afirmaba un sabio rabino llamado Jonathán.

Desde el sentimiento del amor humano, cantado de forma lírica, se abría en tiempos de la restauración (fines del s. V a.C.) una perspectiva interpretativa de un futuro mesiánico que se vislumbra y percibe en el “amor más fuerte que la muerte” (8,6). Puede entenderse este amor fuerte como una participación del mismo ser de Yahvéh en favor de su pueblo elegido Israel. Este amor que comunica y transmite fortaleza es en palabras de san Pablo el que manifiesta Cristo por su Iglesia como esposa: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y llegarán a ser los dos uno sólo. Gran misterio éste, que yo relaciono con la unión de Cristo y de la Iglesia” (Ef 5,31s.) Pareciera que el verdadero amor reflejo de lo alto, adquiere una permanencia y seguridad a lo largo de los días y del tiempo que pasa y envejece.

Siguiendo una visión e interpretación más espiritual, el “Cantar de los Cantares” ha venido a ser ya un clásico de la mística cristiana. La doctora Santa Teresa de Avila (1515-1582) en sus Meditaciones sobre los Cantares establece un diálogo de amor místico entre Dios y el alma. Y para san Juan de la Cruz (1542-1591), el diálogo es entre Cristo y el alma. Transcribimos unos versos de su Cántico Espiritual: “¡Oh noche que guiaste, / oh noche amable más que el alborada! / ¡Oh noche que juntaste / amado con amada, / amada en el amado transformada!” No hay duda, que se trata de un amor más fuerte que la muerte.

Guía del Libro del Cantar de los Cantares

1,1-4
• Prólogo.

1,5-2,7
• Primer cantar: diálogo de dos esposos jóvenes con intervención del coro. (2,8-3,5)
• Segundo cantar: monólogo de la esposa enamorada con final del esposo. (3,6-5,1)
• Tercer cantar: palabra del poeta; intervención de los esposos.

5,2-6,3
• Cuarto cantar: palabras de la esposa interrumpidas por el “coro”.

6,4—8,4
• Quinto cantar: palabras de ambos esposos interrumpidas por el “coro”. (8,5-7a)
• Epílogo: la posesión total.

8,7b-14
• Adiciones: protección de la hermana menor; la viña del amado es la mejor para mí; buscando siempre el bien de la persona amada.


AMOR DE ENAMORADOS

En los libros del A.T. nunca se ha sacralizado la procreación humana. Siempre cuidó Israel de no caer en el mito de la fertilidad, tan propio de las culturas de la época, necesitadas de la prole numerosa de los rebaños y de la copiosa cosecha que nace de las semillas. Cierto que los hijos son un don de Dios, particularmente el hijo de la promesa: "Ysacándole afuera, le dijo: —Mira al cielo y cuenta las estrellas, si puedes contarlas. Y le dijo: —Así será tu descendencia. Y creyó él en Yahvéh (...) Sara tu mujer te dará a luz un hijo, (...) Yo estableceré mi alianza con él, una alianza eterna, la de ser el Dios suyo y el de su posteridad" (Gn 15,5-6; 17,19). El espíritu deYahvéh está presente en la vida y la historia de los que en El ponen su confianza, al estilo de Abraham.

En el Cantar de los Cantares no se sacraliza el amor mutuo de una pareja de enamorados, pero el espíritu de Yahvéh también está presente en tales circunstancias para aquellos que confían en El que es fuente de amor. En definitiva, el amor entre hombre y mujer alcanzará la felicidad no en una ensoñación sino en la bondad y entrega libre del uno para el otro. Y en esa donación igualitaria y no confusa puede hacerse presente el espíritu del Señor. 

A este respecto, impresiona por su hondura el pensamiento lírico de un poeta libanés reciente: 

"¡Maestro, háblanos del matrimonio! 
Y él responde diciendo: 
Han nacido juntos y juntos están eternamente. 
Estarán juntos cuando las blancas alas de la muerte 
acaben con sus días. 
¡Ah, estarán juntos incluso 
en la callada memoria de Dios! 
Pero dejen que en su vivir juntos haya espacio, 
y dejen que los vientos del paraíso 
dancen entre ustedes. 
Amense el uno al otro, 
pero no hagan del amor una cadena: 
dejen más bien que haya un mar en movimiento 
entre las luchas de sus almas. 
Que el uno llene el vaso del otro, 
pero no beban los dos en la misma taza: 
Dé el uno el pan al otro, 
pero no coman de la misma hogaza.
Canten y bailen juntos, elégrense, pero respeten la propia intimidad: 
también las cuerdas del laúd están solas
pero vibran por la misma música. 
Dénse los corazones pero no para poseerlos, 
porque solo la mano de la vida 
puede contener sus corazones. 
Estén juntos en pie, mas no muy cerca, 
porque las columnas del templo 
se encuentran separadas 
y la encina y el ciprés 
no crecen una a la sombra del otro."


QUÉ HERMOSA ERES, MI AMADA,
QUÉ HERMOSA ERES!
TUS OJOS DE PALOMA, POR ENTRE EL VELO;
TU PELO ES UN REBAÑO DE CABRAS, 
DESCOLGÁNDOSE POR LAS LADERAS DE GALAAD. 
SON TUS DIENTES UN REBAÑO ESQUILADO 
RECIÉN SALIDO DE BAÑAR,
CADA OVEJA TIENE MELLIZOS,
NINGUNA HAY SIN CORDEROS.
TUS LABIOS SON CINTA ESCARLATA
Y TU HABLAR MELODIOSO;
TUS SIENES, ENTRE EL VELO,
SON DOS MITADES DE GRANADA.
ES TU CUELLO LA TORRE DE DAVID,
CONSTRUIDA CON SILLARES,
DE LA QUE PENDEN MILES DE ESCUDOS,
MILES DE ADARGAS DE CAPITANES.
SON TUS PECHOS DOS CRÍAS MELLIZAS DE GACELA, 
PACIENDO ENTRE AZUCENAS.
MIENTRAS SOPLA LA BRISA Y 
SE ALARGAN LAS SOMBRAS,
ME VOY AL MONTE DE LA MIRRA,
IRÉ POR LA COLINA DEL INCIENSO.
¡TODA ERES HERMOSA, AMADA MÍA
Y NO HAY EN TÍ DEFECTO!
(Cantar 4,1-7)




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Agradecemos al P. Fernando Martínez, S.J. por su colaboración.
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