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Los escritos de San Pablo: Su Teología - Las relaciones con el Espíritu




P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA

TEOLOGÍA DE SAN PABLO - 10° ENTREGA

13. LA RESPUESTA DEL HOMBRE A LA INICIATIVA DE DIOS

13.2. LAS RELACIONES CON EL PADRE, CON JESUCRISTO Y EL ESPÍRITU

Continuación

13.2.3. Relaciones con el Espíritu


Para expresar nuestras relaciones con el Espíritu, Pablo usa formulas sinónimas a las que usa para indicar las que tenemos con Cristo:

a.- "ser en Cristo" --  "ser en el Espíritu": Rom 8, 9: “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece”.
b.- "Cristo habita" -- "El Espíritu habita": 1 Cor 3, 16: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?.
c.- "según Cristo  --- "según el Espíritu": Rom 8, 4-5: “a fin de que la justicia de la ley se cumpliera en nosotros que seguimos una conducta, no según la carne, sino según el espíritu. Efectivamente, los que viven según la carne, desean lo carnal; mas los que viven según el espíritu, lo espiritual”.
d.- "por medio de Cristo" -- "por medio del Espíritu", 1 Cor 2, 10: “Porque a nosotros nos lo reveló Dios por medio del Espíritu; y el Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios”.

El cristiano vive "en Cristo" o "en el Espíritu". Unido al Espíritu el creyente se encuentra en la nueva esfera vital que lo une a Dios. Se halla penetrado permanentemente por el Espíritu Santo. Esto lo expone claramente Pablo cuando escribe  en Rom 8, 9-11: "Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece; mas si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo haya muerto ya a causa del pecado, el Espíritu es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros. Aquel que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros”.
La comunión del Espíritu Santo, 2 Cor 13, 13: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sea con todos vosotros”; y en Filp 2, 1: “Así pues, hay una exhortación en nombre de Cristo, un estímulo de amor, una comunión en el Espíritu, una entrañable misericordia”. Es la síntesis de la vida cristiana.

1º. Los creyentes:

a.- Han sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo: 1 Cor 12, 13: “Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y  libres. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu”.
b.- Han sido justificados en el Espíritu: 1 Cor 6, 11: “Y tales fuisteis algunos de vosotros. Pero habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu  de nuestro Dios”.
c.- En un solo Espíritu tienen acceso al Padre: Ef 2, 18: “Por Él, unos y otros tenemos libre acceso al Padre en un mismo Espíritu”.
d.- Están sellados en el Espíritu Santo: Ef 4, 30: “No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el que fuisteis sellados para el día de la redención”.
e.- Forman en el Espíritu una morada de Dios: Ef 2, 22: “en quien también vosotros con ellos estáis siendo edificados, para ser morada de Dios en el Espíritu.
f.- Están llenos del Espíritu: Ef 5, 18: “No os embriaguéis con vino , que es causa de libertinaje; llenaos más bien del Espíritu”.

2º. Además de eso:

  • La revelación se realiza en el Espíritu: Ef 3, 5: “misterio que en generaciones pasadas no fue dado a conocer a los hombres, como ha sido ahora revelado a sus santos apóstoles y profetas con el Espíritu”.
  • El Reino de Dios con su justicia, alegría y paz consiste en el Espíritu: Rom 14, 17: “Que el Reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo y gozo en el Espíritu Santo”.
  • Existe una circuncisión en el Espíritu: la del corazón: Rom 2, 29: “El verdadero judío lo es en el interior, la verdadera circuncisión, la del corazón, según el espíritu y no según la letra. Ese es  quien recibe  de Dios la gloria y no de los hombres”.
  • Hay un amor en el Espíritu: Col 1, 8: “y nos informó también de vuestro amor en el Espíritu”.
  • Existe un orar en el Espíritu: Ef 6, 18: “siempre en oración y súplica orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos”.

3º. Por otra parte:

El Espíritu vive en nosotros, 1 Cor 3, 16-17: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?”; y en Rom 8, 9.11: “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece”; y en 2 Tim 1, 14: “Conserva el buen depósito mediante el Espíritu Santo que habita en vosotros”; y en Efes 2, 22: “en quien también vosotros con ellos estáis siendo edificados, para ser morada de Dios en el Espíritu”.

De esta presencia se deriva lo siguiente:

  • El cristiano es templo de Dios y con todo su ser debe dar a Dios un "culto" espiritual: Rom 12, 1: “Os exhorto, pues, hermanos por la misericordia de Dios, a que os ofrezcáis a vosotros mismos como un sacrificio vivo, santo, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual”; y en 1 Cor 3, 16: “¿No sabéis que sois templo del Espíritu de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros”.
  • El cristiano es propiedad de Dios y de Cristo. Eso se quiere indicar cuando se habla de que ha sido sellado (= signo de propiedad) con el Espíritu: Efes 1, 13: “En Él también vosotros, tras haber oído la Palabra de la verdad el Evangelio de vuestra salvación, y creído también él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa”; y en Rom 8, 16: “El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios”.
  • El Espíritu es para nosotros principio de vida espiritual, y física, Rom 8, 11: “Y si el Espíritu de Aquel que resucitó  a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros”.
  • El Espíritu es para nosotros anticipación de los bienes celestiales: los frutos del Espíritu: Gal 5, 22: “En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley”.
  • El Espíritu nos da la luz necesaria para penetrar en el misterio de Dios, 1 Cor 2, 12: “Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para conocer las gracias que Dios nos ha dado”.
  • Y nos hace crecer en el amor, Efes 3, 19: “y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, y os llenéis de toda la plenitud de Dios”; y en  Col 1, 9: “pues Dios tuvo a bien hacer residir en Él toda la plenitud y reconciliar por Él todas las cosas, pacificando mediante la sangre de su cruz los seres de la tierra y de los cielos”.
  • El Espíritu es una fuerza interior que nos santifica, 2 Tes 2, 13: “nosotros en cambio debemos de dar gracias en todo tiempo a Dios por vosotros, hermanos, amados del Señor, porque Dios os ha escogido desde el principio para la salvación mediante la acción santificadora del Espíritu y la fe en la verdad”; ayuda nuestra debilidad en la oración: Rom 8, 26-27: “Y de igual manera, también el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables, y el que escruta los corazones conoce cuál es la aspiración del espíritu y que su intercesión a favor de los santos es según Dios”.
  • El Espíritu nos da la confianza plena de hijos de Dios: Rom 8, 14-17: “En efecto, todos los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y vosotros no habéis recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abba! Padre. El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos de Dios; coherederos de Cristo, si compartimos sus sufrimientos, para ser también glorificados”.
  • El Espíritu actúa en nosotros para desarrollar la nueva vida, que es una vida de libertad:
  • De la Ley: Gal 5, 1: “Para ser libres nos ha liberado Cristo. Manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la ley”; y en Gal 5, 18: “Pero, si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley”; 2 Cor 3, 17: “Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la  libertad”.
  • De la carne: Gal 5, 16: “Os digo esto: proceded según el Espíritu, y no deis satisfacción a las apetencias de la carne”.
  • Del pecado y de la muerte: Rom 8, 2: “Porque la ley del espíritu que da la vida en Cristo Jesús te liberó de la ley del pecado y de la muerte”.
  • De los, "elementos del mundo",  Gal 4, 6-7: “Y, como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama ¡Abbá, Padre!. De modo que ya no eres esclavo sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de Dios”.
  • Del mundo: 1 Cor 2, 12: “Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para conocer las gracias que nos ha dado”.
  • Del fatalismo: Él se nos da en arras: 2 Cor 1, 22: “Y el que nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones”.
  • La "nueva creación" nacida del Espíritu es la Iglesia: 1 Cor 12, 13: “Porque en un solo Espíritu hemos sido bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos, griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu”. El Espíritu es un espíritu de comunión, Efes  4, 3: “poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz”. Y en Filip 2, 1: “Así pues, si hay una exhortación en nombre de Cristo, un estímulo de amor, una comunión en el Espíritu, una entrañable misericordia”;
  • Él distribuye los carismas para común utilidad, 1 Cor 12, 4: “Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos”. Y en  Efes  4, 1-7: “Os exhorto, pues, yo, prisionero por el Señor, a que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamados, con toda humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros por amor, poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una es la esperanza a que habéis sido llamados. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos. A cada uno de nosotros le ha sido concedida la gracia a la medida de los dones de Cristo”.
  • El Espíritu es la nueva Ley escrita en el corazón, Rom 8, 2: “Porque la ley del espíritu que da la vida en Cristo Jesús te liberó de la ley del pecado y de la muerte”; y la fuerza y amor de los cristianos: 2 Tim 1, 7: “Porque no nos dio el Señor un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza”.
Finalmente, la vida cristiana, vida "en el Espíritu" tiende a su plenitud en la vida futura porque ahora solo hemos recibido las primicias del Espíritu, Rom 8, 23: “también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo”; y poseemos al mismo Espíritu como arras, 2 Cor 1, 22: “Y el que nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones”.

Este Espíritu con su presencia activa y operante nos hace capaces de comprender los dones de Dios 1 Cor 2, 12: “ nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios”; y nos transforma en hombres espirituales, Gal 6,1: “Hermanos, si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes  ser tentado”;  y en 1 Cor 2, 15: “En cambio, el hombre de espíritu lo juzga todo; y a él nadie puede juzgarle”.



Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.

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