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Intención del Papa Francisco para el mes de octubre: Por la misión de los consagrados



VIDA CONSAGRADA Y MISIÓN

P. José Enrique Rodríguez, jesuita.
Párroco de San Pedro, Santuario Arquidiocesano del Sagrado Corazón de Jesús
Lima - Perú.

Por la evangelización: La misión de los consagrados.

«Para que los consagrados y las consagradas despierten su fervor misionero y estén presentes entre los pobres, los marginados y con los que no tienen voz.»


El padre Carlos Riudavets SJ, fue asesinado el 10 de agosto de este año en un colegio para jóvenes de los pueblos awajún y wampis del nor oriente peruano, en la Región Amazonas. Durante 38 años vivió en un reducido espacio entre dos pequeños poblados: Chiriaco y Yamakai-éntsa, un gran mundo para desarrollar con gran dedicación su vocación evangélica de servicio a los demás.

El padre Carlos se entregó y desgastó para que esos jóvenes recibieran una educación de calidad que les permitiese crecer y desarrollarse plenamente como hijos de Dios, como personas y como pueblo. Los antiguos misioneros de esa zona ya necesitaban relevo en ese trabajo de frontera. Aunque él no había pedido específicamente esa misión, aceptó el desafío de hacer funcionar esa gran maquinaria que es un colegio donde viven 200 alumnos durante el año, con muy pocos recursos y con muy pocas personas para llevarlo adelante.

Hubo elementos que caracterizaron siempre al padre Carlos: un gran cariño, permanente alegría y un gran sentido común; además, horas y horas de muchísimo trabajo. Como religioso fue compañero y amigo inagotable. Como sacerdote, fiel servidor y animador de la comunidad para la construcción de un mundo fraterno. 50 años atrás la Iglesia pidió a la Compañía de Jesús atender pastoralmente esa parte del Perú, desconocida por la mayor parte de peruanos, a pesar de que es una auténtica “frontera viva”, sin embargo marginada no solo geográfica sino socialmente. Los viejos misioneros llevaron la tarea hasta el límite. El Colegio Valentín Salegui, Fe y Alegría 55, fue una de las nuevas formas de asumir el antiguo desafío. Aquí se entregó como educador, preocupado del desarrollo pleno de las capacidades de las personas y, por tanto, de los pueblos que ellas integran.

Como se dijo en su entierro en la capilla de Chiriaco: “Si bien es cierto que estamos tristes porque ha habido alguien que no supo o no quiso leer el mensaje de la vida del padre Carlos y pensó que le arrebataba su vida en medio de una violencia absurda e inhumana, nos consuela saber que no es cierto, que a Carlos no le pudieron arrebatar su vida, porque durante 38 años él la había regalado a manos llenas a Jesús de Nazaret, a la Iglesia, a sus compañeros de comunidad, a sus alumnos, al pueblo Awajún y Wampis. Ya apenas le quedaba nada que le pudiesen arrebatar. Gracias Señor por tu regalo. Gracias Carlos por tu vida”.

En este mes que nos unimos al Papa Francisco pidiendo “para que los consagrados y las consagradas renueven su fervor misionero y se hagan presentes entre los pobres, los marginados y aquellos que no tienen voz”, recibimos este ejemplo para la Iglesia en el Perú y en especial para que las nuevas generaciones abran sus preocupaciones a la Amazonía.



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Agradecemos al P. José Enrique Rodríguez jesuita, por su colaboración.

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