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A Dios, lo que es de Dios
El P. Adolfo Franco S.J. nos comparte su reflexión sobre el Evangelio del domingo 22: "El Señor en el Evangelio nos dice que para ser buenos cristianos hay que ser también buenos ciudadanos." Escuchemos el audio o descarguémoslo en MP3. Acceda AQUÍ.
Los Retos de la Familia - 9° Parte: Los retos-desafíos de la Familia
Continuamos compartiendo la segunda parte de la conferencia brindada por Mons. Juan Antonio Reig Pla Obispo de Alcalá de Henares sobre los retos y desafíos de la familia. En esta entrega iniciamos las tareas que se presentan para la pastoral familiar renovada de acorde a los desafíos actuales. Acceda AQUÍ.
Santísima Trinidad: 16° Parte - Fundamento de la Trinidad - continuación
El misterio de la Trinidad nos permite tener algunas luces sobre la relación de procedencia de las Tres Personas Divinas y la relación entre ellas que ésto produce. En esta entrega el P. Ignacio Garro S.J. nos comparte este tema. Acceda AQUÍ.
Parábola de los dos hijos
El P. Adolfo Franco, S.J. nos comparte su reflexión sobre el Evangelio: "No bastan las buenas palabras sino las buenas acciones." Escuche el audio o descárguelo en MP3. Acceda AQUÍ.
Libros Históricos del Antiguo Testamento: Textos para leer y orar
Ya concluimos el estudio de los libros históricos del Antiguo Testamente, y por ello el P. Fernando Martínez nos propone un plan para la lectura de estos libros, de forma que tengamos una mirada integral de ellos, reforcemos nuestro estudio. Acceda AQUÍ.
Parábola de los viñadores homicidas
El P. Adolfo Franco, S.J. nos comparte su reflexión sobre el Evangelio: "El Señor nos hace reflexionar para ver qué fruto le damos con la vida (esa es nuestra viña) que Él nos ha dado." Escuchemos el audio o descarguémoslo en MP3. Acceda AQUÍ.
Catequesis del Papa Francisco
Compartimos las últimas catequesis del Papa Francisco, que sigue con la serie sobre La Esperanza Cristiana, acceda en los siguientes enlaces:
Audiencia general del 11 de octubre - La espera vigilante.
Audiencia general del 4 de octubre - Misioneros de esperanza hoy.
Audiencia general del 27 de septiembre - Los enemigos de la esperanza.
Audiencia general del 20 de septiembre - Educar a la esperanza.
Audiencia general del 11 de octubre - La espera vigilante.
Audiencia general del 4 de octubre - Misioneros de esperanza hoy.
Audiencia general del 27 de septiembre - Los enemigos de la esperanza.
Audiencia general del 20 de septiembre - Educar a la esperanza.
Parábola del banquete nupcial
El P. Adolfo Franco S.J. nos comparte su reflexión sobre el Evangelio: "Aceptemos las invitaciones de Dios." Escuchemos el audio o descarguémoslo en MP3. Acceda AQUÍ.
Ofrecimiento Diario - Orando con el Papa Francisco en el mes de OCTUBRE 2017
Compartimos la intención del Papa Francisco para este mes de Octubre y las oraciones que nos permitan unirnos a él en oración a través de la Red Mundial. Acompañamos con la reflexión sobre la intención de este mes. Acceda AQUÍ.
Oraciones diarias Click To Pray en PDF y Videos - OCTUBRE 2017
Oremos en Octubre junto al Papa Francisco a través de la Red Mundial de Oración. Podemos descargar las oraciones del mes en PDF, o acceder día a día por VÍDEO. Acceda AQUÍ.
Oraciones diarias para unirnos a la Red Mundial del Papa en el mes de OCTUBRE 2017 - ClickToPray, 1 al 31
Compartimos las oraciones diarias de ClickToPray - Red Mundial de Oración del Papa, para continuar unidos en oración a lo largo del día durante Octubre. Agradecemos al P. José Enrique Rodríguez S.J. Secretario Nacional del Apostolado de la Oración - Perú, por compartir este material. Acceda AQUÍ.
La espera vigilante
PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 11 de octubre de 2017
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy quisiera pararme en la dimensión de la esperanza que es la espera vigilante. El tema de la vigilancia es uno de los hilos conductores del Nuevo Testamento. Jesús predica a sus discípulos: «estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas; sed como aquellos hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que en cuanto llegue y llame, al instante le abran» (Lc12, 35-36).
En este tiempo que sigue a la resurrección de Jesús, en el que se alternan de forma continuada momentos de serenidad con otros angustiosos, los cristianos no se rinden nunca. El Evangelio recomienda ser como los siervos que no van nunca a dormir, hasta que su jefe no ha vuelto. Este mundo exige nuestra responsabilidad y nosotros la asumimos completa y con amor. Jesús quiere que nuestra existencia sea trabajosa, que nunca bajemos la guardia, para acoger con gratitud y estupor cada nuevo día que Dios nos regala. Cada mañana es una página en blanco que el cristiano comienza a escribir con obras de bien. Nosotros hemos sido ya salvados por la redención de Jesús, pero ahora esperamos la plena manifestación de su señoría: cuando finalmente Dios sea todo en todos (cf 1 Cor 15, 28). Nada es más cierto en la fe de los cristianos que esta «cita», esta cita con el Señor, cuando Él venga. Y cuando este día llegue, nosotros, los cristianos, queremos ser como aquellos siervos que pasaron la noche con los lomos ceñidos y las lámparas encendidas: es necesario estar listos para la salvación que llega, listos para el encuentro. ¿Habéis pensado, vosotros, cómo será el encuentro con Jesús, cuando Él venga? Pero, será un abrazo, una alegría enorme, ¡una gran alegría! ¡Debemos vivir a la espera de este encuentro!
El cristiano no está hecho para el tedio; en tal caso, para la paciencia. Sabe que también en la monotonía de ciertos días siempre iguales se esconde un misterio de gracia. Hay personas que con la perseverancia de su amor se convierten en pozos que riegan el desierto. Nada sucede en vano y ninguna situación en la que un cristiano se encuentre inmerso es completamente resistente al amor. Ninguna noche es tan larga como para hacer olvidar la alegría de la aurora. Y cuanto más oscura es la noche, más cercana está la aurora. Si permanecemos unidos a Jesús, el frío de los momentos difíciles no nos paraliza; y si también el mundo entero predica contra la esperanza, si dice que el futuro traerá solo nubes oscuras, el cristiano sabe que en ese mismo futuro está el retorno de Cristo. Cuando sucederá, ninguno lo sabe, pero el pensamiento de que al final de nuestra historia está Jesús Misericordioso sirve para tener confianza y no maldecir la vida. Todo se salvará. Todo. Sufriremos, habrá momentos que susciten rabia e indignación, pero la dulce y potente memoria de Cristo alejará la tentación de pensar que esta vida está mal.
Después de haber conocido a Jesús, nosotros no podemos hacer otra cosa más que escrutar la historia con confianza y esperanza. Jesús es como una casa y nosotros estamos dentro y desde las ventanas de esta casa miramos el mundo. Por eso, no nos cerramos en nosotros mismos, no lamentamos con melancolía un pasado que parece dorado, sino que miramos siempre adelante, a un futuro que no es solo obra de nuestras manos, sino que sobre todo es una preocupación constante de la providencia de Dios. Todo aquello que es opaco un día se convertirá en luz.
Y pensemos que Dios no se desmiente a sí mismo. Nunca. Dios no desilusiona nunca. Su voluntad con nosotros no es confusa, sino que es un proyecto de salvación bien delineado: «Dios quiere que todos los hombres sean salvados y alcancen la conciencia de la verdad» (1 Tm 2, 4). Por ello, no nos abandonamos al fluir de los eventos con pesimismo, como si la historia fuera un tren del que se ha perdido el control. La resignación no es una virtud cristiana. Como no es de cristianos levantar los hombros o bajar la cabeza ante un destino que nos parece ineludible.
Aquellos que tienen esperanza en el mundo nunca son personas sumisas. Jesús nos recomienda esperarlo sin estar de brazos cruzados: «Dichosos los siervos que el Señor, al venir, encuentre despiertos» (Lc 12, 37). No existe constructor de paz que a fin de cuentas no haya comprometido su paz personal, asumiendo los problemas de los demás. La persona sumisa no es un constructor de paz, sino que es un vago, uno que quiere estar cómodo. Mientras el cristiano es constructor de paz cuando arriesga, cuando tiene el coraje de arriesgar para llevar el bien, el bien que Jesús nos ha dado, nos ha dado como un tesoro.
Cada día de nuestra vida repitamos aquella invocación que los primeros discípulos, en su lengua aramea, expresaban con las palabras Marana tha y que encontramos en el último versículo de la Biblia: «Ven, señor Jesús» (Ap 22, 20), es el retorno de cada existencia cristiana: en nuestro mundo no tenemos necesidad de nada más que de una caricia de Cristo. ¡Qué gracia si, en la oración, en los días difíciles de esta vida, sentimos su voz que responde y nos asegura: «Mira, vengo pronto» (Ap 22, 7)!
Tomado de:
www.vatican.va
Misioneros de esperanza hoy
PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL
Plaza de San Pedro
Miércoles 4 de octubre de 2017
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En esta catequesis quiero hablar del tema «Misioneros de esperanza hoy». Estoy contento de hacerlo al inicio del mes de octubre, que en la Iglesia está dedicado de modo particular a la misión y también, en la fiesta de San Francisco de Asís, que fue un gran misionero de esperanza.
En efecto, el cristiano no es un profeta de desventura. Nosotros no somos profetas de desventura. La esencia de su anuncio es lo opuesto, lo opuesto a la desventura: es Jesús, muerto por amor y que Dios resucitó la mañana de Pascua. Y este es el núcleo de la fe cristiana.
Si los Evangelios se parasen en la sepultura de Jesús, la historia de este profeta se sumaría a las muchas biografías de personajes heroicos que pasaron su vida por un ideal. El Evangelio sería entonces un libro edificante, también de consulta, pero no sería un anuncio de esperanza.
Pero los Evangelios no se cierran con el viernes santo, van más allá; y es precisamente este fragmento posterior el que transforma nuestras vidas. Los discípulos de Jesús estaban abatidos aquel sábado después de su crucifixión; aquella piedra en la puerta del sepulcro había cerrado también los tres años emocionantes vividos por ellos con el maestro de Nazaret. Parecía que todo había acabado, y algunos, desilusionados y asustados, estaban ya dejando Jerusalén.
¡Pero Jesús resurgió! Este hecho inesperado voltea y subvierte la mente y el corazón de los discípulos. Porque Jesús no resurge solo por sí mismo, como si su renacimiento fuera una prerrogativa de la que estar celoso: si sube hacia el Padre es porque quiere que cada ser humano tome parte en su resurrección y que cada criatura sea arrastrada hacia arriba. Y en el día de Pentecostés los discípulos se transformaron en el aliento del Espíritu Santo.
No tendrán solamente una hermosa noticia que llevar a todos, sino que serán ellos mismos diversos que antes, como renacidos en una vida nueva. La resurrección de Jesús nos transforma con la fuerza del Espíritu Santo. Jesús está vivo, está vivo entre nosotros, está vivo y tiene esa fuerza de transformar.
¡Qué bonito es pensar que se es anunciador de la resurrección de Jesús no solamente de palabra, sino con hechos y con el testimonio de la vida! Jesús no quiere discípulos capaces solo de repetir fórmulas aprendidas de memoria. Quiere testigos: personas que propaguen esperanza con su modo de acoger, de sonreír, de amar. Sobre todo de amar: porque la fuerza de la resurrección hace que los cristianos sean capaces de amar incluso cuando el amor parece haber perdido sus razones. Hay un «más» que vive en la existencia cristiana y que no se explica simplemente con la fuerza de ánimo o un mayor optimismo.
La fe, la esperanza nuestra no es solo un optimismo; es otra cosa, ¡más! Y como si los creyentes fueran personas con un «pedazo de cielo» de más sobre la cabeza. Es hermoso esto: nosotros somos personas con un pedazo de cielo de más sobre la cabeza, acompañados de una presencia que alguno no es capaz ni siquiera de intuir.
Así, el deber de los cristianos en este mundo es el de abrir espacios de salvación, como células de regeneración capaces de restituir la savia a aquello que parecía perdido para siempre. Cuando el cielo está completamente nublado, es una bendición quien sabe hablar del sol.
El verdadero cristiano es así: no quejumbroso y enfadado, sino convencido, por la fuerza de la resurrección, de que ningún mal es infinito, ninguna noche dura sin fin, ningún hombre está definitivamente equivocado y ningún odio es invencible por el amor. Claro, alguna vez los discípulos pagarán con un alto precio esta esperanza dada a ellos por Jesús. Pensemos en tantos cristianos que no han abandonado su pueblo, cuando ha llegado el tiempo de la persecución.
Se han quedado allí, donde incluso el mañana era incierto, donde no se podía hacer proyectos de ningún tipo, se quedaron esperando en Dios. Y pensemos en nuestros hermanos, en nuestras hermanas de Oriente Medio que dan testimonio de esperanza y también ofrecen la vida por este testimonio. ¡Estos son verdaderos cristianos! Estos llevan el cielo en el corazón, mirando más allá, siempre más allá.
Quien ha tenido la gracia de abrazar la resurrección de Jesús puede aún esperar lo inesperado. Los mártires de cada tiempo, con su fidelidad a Cristo, cuentan que la injusticia no es la última palabra en la vida. En cristo resucitado podemos continuar esperando. Los hombres y las mujeres que tienen un «por qué» vivir resisten más que los demás en los tiempos de desventura.
Pero quien tiene a Cristo a su propio lado realmente ya no teme a nada. Y por eso los cristianos, los verdaderos cristianos, nunca son hombres fáciles y acomodados.
Su mansedumbre no se confunde con un sentido de inseguridad y de sumisión. San Pablo espolea a Timoteo a sufrir por el Evangelio y dice así: «Dios nos ha dado un espíritu de timidez, pero de fuerza, de caridad y de prudencia». (2 Tm 1, 7).
Caídos, se levantan siempre. He aquí, hermanos y hermanas, por qué el cristiano es un misionero de esperanza. No por su mérito, sino gracias a Jesús, el grano de trigo que no cae en la tierra y muere, queda él solo; pero si muere da mucho fruto (cf Jn 12, 24).
Tomado de:
www.vatican.va
Los enemigos de la esperanza
PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 27 de septiembre de 2017
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este tiempo nosotros hablamos de la esperanza; pero hoy quisiera reflexionar con vosotros sobre los enemigos de la esperanza. Porque la esperanza tiene sus enemigos: como todo bien en este mundo, tienen sus enemigos. Y me ha venido a la mente el antiguo mito de la caja de Pandora: la apertura de la caja desencadena tantos desastres para la historia del mundo. Pero pocos recuerdan la última parte de la historia, que abre una rendija de luz: después de que todos los males salieran de la caja, un minúsculo don parece tomarse la revancha frente a todo el mal que se extendía. Pandora, la mujer que tenía la caja bajo custodia, lo divisa el último: los griegos lo llaman elpís, que quiere decir esperanza. Este mito nos cuenta por qué es tan importante para la humanidad la esperanza. No es cierto que «mientras hay vida, hay esperanza», como se suele decir. A lo sumo, es lo contrario: es la esperanza la que mantiene en pie a la vida, la que la protege, la que la custodia y la que la hace crecer. Si los hombres no hubieran cultivado la esperanza, si no se hubieran aferrado a esta virtud, nunca hubieran salido de las cavernas y no habrían dejado huella de la historia en el mundo. Es lo más divino que puede existir en el corazón del hombre.
Un poeta francés —Charles Péguy— nos dejó páginas estupendas sobre la esperanza (cf. El pórtico del misterio de la segunda virtud). Él dice de forma poética que Dios no se asombra tanto por la fe de los seres humanos, ni por su caridad, sino que lo que realmente le llena de maravilla y asombro es la esperanza de la gente: «Que los pobres hijos —escribe— vean cómo van las cosas y que crean que irán mejor mañana». La imagen del poeta recuerda a los rostros de tanta gente que está de paso en este mundo —campesinos, pobres, obreros, migrantes en busca de un futuro mejor— que ha luchado tenazmente a pesar de la amargura de un presente difícil, lleno de tantas pruebas, pero animada por la confianza de que sus hijos hubieran tenido una vida más justa y serena. Luchaban por los hijos, luchaban en la esperanza.
La esperanza es el impulso en el corazón de quien se va dejando la casa, la tierra y a veces, a familiares y parientes —pienso en los emigrantes—, para buscar una vida mejor, más digna, para sí mismos y para sus seres queridos. Y es también el impulso en el corazón de quien acoge: el deseo de encontrarse, de conocerse, de dialogar... La esperanza es el impulso para «compartir el viaje», porque el viaje se hace en dos: los que vienen a nuestra tierra y nosotros, que vamos hacia su corazón, para entenderlos, para entender su cultura, su lengua. Es un viaje a dos vías, pero sin esperanza, ese viaje no se puede hacer. La esperanza es el impulso para compartir el viaje de la vida, como recuerda la Campaña de Cáritas que inauguramos hoy. Hermanos, ¡no tenemos miedo de compartir el viaje! ¡No tenemos miedo! ¡No tenemos miedo de compartir la esperanza!
La esperanza no es virtud para gente con estómago lleno. Por eso, desde siempre, los pobres son los primeros portadores de la esperanza. Y en este sentido podemos decir que los pobres, también los mendigos, son los protagonistas de la historia. Para entrar en el mundo, Dios tuvo necesidad de ellos: de José y de María, de los pastores de Belén. Durante la noche de la primera navidad, había un mundo que dormía, acomodado sobre tantas certezas. Pero los humildes preparaban al ocultarse la revolución de la bondad. Eran pobres de todo, alguno flotaba un poco por encima del umbral de la supervivencia, pero eran ricos del bien más precioso que existe en el mundo, es decir, de las ganas de cambio. A veces, haber tenido todo en la vida es una desgracia. Pensad en un joven al que no se le ha enseñado la virtud de la espera y de la paciencia, que no ha debido sudar por nada, que a los veinte años ya quemó las etapas, «sabe ya como va el mundo»; ha sido destinado a la peor condena: la de ya no desear nada. Es esta la peor condena. Cerrar la puerta a los deseos, a los sueños. Parece un joven y, en cambio, el otoño ya ha calado en su corazón. Son los jóvenes de otoño. Tener un alma vacía es el peor obstáculo de la esperanza. Es un riesgo del que nadie puede decirse excluido; porque ser tentados contra la esperanza puede suceder incluso cuando se recorre el camino de la vida cristiana. Los monjes de la antigüedad denunciaron uno de los peores enemigos del fervor. Decían así: ese «demonio del mediodía», que va a romper una vida de empeño, precisamente cuando arde en lo alto el sol. Esta tentación nos sorprende cuando menos lo esperamos: los días se vuelven monótonos y aburridos, ya ningún valor parece merecer la fatiga. Esta actitud se llama la pereza, que erosiona la vida desde el interior hasta dejarla como un envoltorio vacío.
Cuando ocurre esto, el cristiano sabe que esa condición debe combatirse, no se aceptaba de forma pasiva. Dios nos ha creado para la alegría y para la felicidad y no para crucificarnos en pensamientos melancólicos. Por eso es importante custodiar el propio corazón, oponiéndonos a las tentaciones de infelicidad, que seguramente no provengan de Dios. Es allá donde nuestras fuerzas parecieran débiles y la batalla contra la angustia, particularmente dura, siempre podemos recurrir al nombre de Jesús. Podemos repetir aquella oración sencilla, de la que encontramos huellas también en el Evangelio y que se ha convertido en la piedra angular de tantas tradiciones espirituales cristianas: «Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, ¡ten piedad de mí, pecador!». Hermosa oración. «Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, ¡ten piedad de mí, pecador!» . Esta es una oración de esperanza, porque me dirijo a aquel que puede abrir las puertas y resolver el problema y dejarme mirar al horizonte, el horizonte de la esperanza.
Hermanos y hermanas, no estamos solo combatiendo contra la desesperación. Si Jesús ganó el mundo, es capaz de ganar en nosotros todo lo que se opone al bien. Si Dios está con nosotros, ninguno nos robará esa virtud que necesitamos absolutamente para vivir. Ninguno nos robará la esperanza. ¡Vayamos hacia delante!
Tomado de:
www.vatican.va
Educar a la esperanza
PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 20 de septiembre de 2017
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La catequesis de hoy tiene como tema «educar a la esperanza». Y por eso usaré directamente el «tú», imaginando que hablo como educador, como padre a un joven, o a cualquier persona dispuesta a aprender.
¡Piensa, allí donde Dios te ha plantado, espera! Espera siempre.
No te rindas a la noche: recuerda que el primer enemigo a derrotar no está fuera de ti: está dentro. Por lo tanto, no concedas espacio a los pensamientos amargos, oscuros. Este mundo es el primer milagro que Dios hizo y Dios ha puesto en nuestras manos la gracia de nuevos prodigios. La fe y la esperanza avanzan juntas. Cree en la existencia de las verdades más altas y más hermosas. Confía en Dios creador, en el Espíritu Santo que mueve todo hacia el bien, en el abrazo de Cristo que espera a cada hombre al final de su existencia; cree, Él te espera. El mundo camina gracias a la mirada de muchos hombres que han abierto brechas, que han construido puentes, que han soñado y creído; incluso cuando a su alrededor escuchaban palabras de burla.
No pienses nunca que tu lucha aquí abajo es del todo inútil. Al final de la existencia no nos espera el naufragio: en nosotros palpita una semilla absoluta. Dios no defrauda: si ha puesto una esperanza en nuestros corazones, no quiere destruirla con frustraciones continuas. Todo nace para florecer en una eterna primavera. Dios también nos hizo para florecer. Recuerdo ese diálogo cuando el roble pidió al almendro: «Háblame de Dios». Y el almendro floreció.
Donde quiera que estés, ¡construye! Si estás en el suelo, ¡levántate! Nunca te quedes caído, levántate, deja que te ayuden a levantarte. Si estás sentado, ¡ponte en camino! Si el aburrimiento te paraliza, ¡ahuyéntalo con buenas obras! Si te sientes vacío o desmoralizado, pide que el Espíritu Santo llene de nuevo tu nada. Obra la paz en medio de los hombres, y no escuches la voz de quien esparce odio y divisiones. No escuches esas voces. Los seres humanos, por muy diferentes que sean unos de otros, han sido creados para vivir juntos. Ante los contrastes, paciencia: un día descubrirás que cada uno es depositario de un trozo de verdad.
Ama a las personas. Ámalas una a una. Respeta el camino de todos, sea lineal o dificultoso, porque cada uno tiene su propia historia que contar. Cada uno de nosotros tiene su propia historia que contar. Cada niño que nace es la promesa de una vida que una vez más demuestra ser más fuerte que la muerte. Todo amor que surge es un poder de transformación que anhela la felicidad. Jesús nos entregó una luz que brilla en las tinieblas: defiéndela, protégela. Esa luz única es la riqueza más grande confiada a tu vida.
Y sobre todo, ¡sueña! No tengas miedo de soñar. ¡Sueña! Sueña con un mundo que todavía no se ve, pero que ciertamente vendrá. La esperanza nos lleva a creer en la existencia de una creación que se extiende hasta su cumplimiento definitivo, cuando Dios será todo en todos. Los hombres capaces de imaginar han regalado a la humanidad descubrimientos científicos y tecnológicos. Han surcado los océanos, y pisado tierras que nadie había pisado nunca. Los hombres que han cultivado esperanzas son también los que han vencido la esclavitud, y han traído mejores condiciones de vida a esta tierra. Piensa en esos hombres.
Sé responsable de este mundo y de la vida de cada hombre. Piensa que toda injusticia contra un pobre es una herida abierta, y disminuye tu propia dignidad. La vida no cesa con tu existencia, y a este mundo vendrán otras generaciones que sucederán a la nuestra, y muchas más. Y cada día pide a Dios el don del valor. Recuerda que Jesús venció al miedo por nosotros. ¡Él venció al miedo! Nuestro enemigo más traicionero no puede contra nuestra fe. Y cuando te encuentres atemorizado frente a algunas dificultades de la vida, recuerda que no vives solo para ti. En el bautismo, tu vida fue sumergida en el misterio de la Trinidad, y tú perteneces a Jesús. Y si un día te asustas o piensas que el mal es demasiado grande para desafiarlo, piensa simplemente que Jesús vive en ti. Y es Él quien, a través de ti, con su apacibilidad quiere someter a todos los enemigos del hombre: el pecado, el odio, el crimen, la violencia; todos nuestros enemigos.
Ten siempre el valor de la verdad, pero recuerda esto: no eres superior a nadie. Recuérdalo: no eres superior a nadie. Aunque fueras el último en creer en la verdad, no te apartes de la compañía de los hombres. Aunque vivieras en el silencio de un eremita, lleva en tu corazón el sufrimiento de cada criatura. Eres cristiano; y en la oración todo se lo restituyes a Dios. Y cultiva ideales. Vive por algo que sobrepasa al hombre. Y si algún día uno de estos ideales te pasara una factura considerable, no dejes nunca de llevarlo en tu corazón. La fidelidad consigue todo. Si te equivocas, levántate: nada es más humano que cometer errores. Y esos errores no tienen que convertirse para ti en una prisión. No te dejes aprisionar por tus errores. El Hijo de Dios no vino por los sanos, sino por los enfermos; por lo tanto también vino por ti. Y si te vuelves a equivocar en el futuro, no tengas miedo, ¡levántate!, ¿Sabes por qué?. Porque Dios es tu amigo.
Si te hiere la amargura, cree firmemente en todas las personas que todavía trabajan para el bien: en su humildad está la semilla de un mundo nuevo. Relaciónate con las personas que han mantenido su corazón como el de un niño. Aprende de la maravilla, cultiva el asombro.
Vive, ama, sueña, cree. Y, con la gracia de Dios, no desesperes nunca.
Tomado de:
www.vatican.va
Los Retos de la Familia - 9° Parte: Los retos-desafíos de la Familia
LOS RETOS DE LA FAMILIA EN EL CONTEXTO ACTUAL
Mons. Juan Antonio Reig Pla Obispo de Alcalá de Henares Vicepresidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre el matrimonio y la familia (Sección Española)
Continuación
III. LOS RETOS-TAREAS DE LA PASTORAL FAMILIAR RENOVADA
Atendiendo a las cuestiones que considero más urgentes y a las circunstancias que concurren en este momento referidas al matrimonio y a la familia, señalo, a continuación, aquellas tareas que habría que tener en cuenta para promover, entre todos, una pastoral familiar renovada. Todas ellas deben ser pensadas, oradas y llevadas a cabo desde la verdad del designio amoroso de Dios revelado en la persona de Cristo. «En Cristo, la caridad en la verdad se convierte en el Rostro de su Persona, en una vocación a amar a nuestros hermanos en la verdad de su proyecto» (Benedicto XVI, Encíclica Caritas in veritate, n. 1, 29-06-2009). En ocasiones sólo cabe proponer la verdad en la caridad, orar y acompañar; así lo enseñaba el Cardenal Jorge Mario Bergoglio: aproximarse bien a la realidad, aproximarse bien al prójimo «implica comunicar la belleza de la caridad en la verdad. Cuando la verdad es dolorosa y el bien difícil de realizar, la belleza está en ese amor que comparte el dolor, con respeto y de manera digna» (Conferencia “Comunicador ¿Quién es tu prójimo?”, 10-10-2002).
1. La gestación del sujeto cristiano: la iniciación cristiana según el modelo del catecumenado bautismal
La pastoral familiar en estos momentos constata la debilidad del sujeto cristiano. Los candidatos a la celebración del sacramento del matrimonio, aunque bautizados, manifiestan una fe muy débil; muchos de ellos sin práctica ni experiencia cristiana. Ha descendido alarmantemente la nupcialidad y se ha retrasado el momento de celebrar el sacramento del matrimonio. Muchas parejas solicitan el sacramento cuando llevan años conviviendo y, muchos, con hijos.
Esta situación reclama vincular la pastoral familiar con una lúcida iniciación cristiana, ‒según el modelo del catecumenado bautismal‒, de los niños-adolescentes, jóvenes y adultos. Esto exige, a su vez, una conversión pastoral de la parroquia y de los procesos catequéticos. La parroquia necesita contar con las familias cristianas, adquirir un rostro familiar y desarrollar procesos comunitarios donde sea posible la gestación del sujeto cristiano. La implicación de laicos formados, en comunión con los sacerdotes, es imprescindible. Los movimientos matrimoniales y familiares, los nuevos movimientos y las comunidades eclesiales pueden prestar un buen servicio a las parroquias. Estas deben contar con su equipo de Pastoral Familiar que conozca bien las claves de la antropología adecuada, la doctrina católica sobre la vida, el sacramento del matrimonio y la familia, así como las orientaciones de la Familiaris consortio, del Directorio de la Pastoral Familiar en España, la Exhortación del Papa Francisco Amoris laetitia y del resto del Magisterio de la Iglesia.
2. Itinerarios de maduración de la masculinidad y la feminidad
Para amar y donarse en cualquier ámbito de la vida (conyugal, familiar, laboral, etc.), primero hay que poseerse, a esta virtud la llamamos castidad; es por ello que castidad y caridad no son virtudes “privadas” sino que son dos virtudes con dimensión social y política que es esencial revindicar en el foro público.
Pero además, castidad y caridad se configuran y expresan, en los seres humanos, en la diferencia varón-mujer, y de ninguna otra manera, de ahí la necesidad de que el padre y la madre realicen su misión educativa diferente pero complementaria a la vez. Desde la infancia es necesario cultivar y reafirmar el sentido de la masculinidad en los hijos varones y el sentido de la feminidad en las hijas. Para ello es necesario una colaboración permanente con la escuela y la catequesis a través de itinerarios de maduración de la feminidad y la masculinidad en el contexto de la iniciación cristiana. Sólo podemos amar como varones o mujeres. Los Centros de Orientación Familiar emergen aquí como un instrumento en estos procesos de maduración cuando las heridas afectivas se hacen evidentes.
3. La educación afectivo-sexual
Junto a la iniciación cristiana, y como contenido necesario en los procesos catequéticos, es urgente introducir programas de educación afectivo-sexual. Esta se confía de manera singular a las familias. Las parroquias y los centros educativos cooperan con los padres para complementar y desarrollar todos sus aspectos.
La educación sexual tiene como horizonte acompañar y orientar la vocación al amor; implica el desarrollo de las virtudes y, de modo especial, la virtud de la castidad. Tanto la vocación al amor, la conquista con la gracia de la libertad personal para el don, como la virtud de la castidad reclaman espacios familiares y comunitarios donde se visibilice el trato respetuoso, la belleza de la amistad y el gozo de la convivencia y la fraternidad cristiana.
Las escuelas de padres y las escuelas de familia pueden prestar una buena ayuda para este tipo de educación.
4. La preparación del matrimonio
La preparación para el matrimonio cristiano ha de ser vista como un proceso gradual y continuo que la Familiaris consortio sistematiza en tres etapas: remota, próxima e inmediata.
Esta preparación, acompañada de la educación afectivo-sexual, ha de vivirse como un proceso evangelizador desarrollado al modo del discipulado de Cristo. En definitiva se trata de discernir la llamada del Maestro a seguirle en la vocación esponsal-conyugal como un camino que tiene como horizonte la santidad de vida.
Este discipulado en el que se discierne la vocación al matrimonio, la elección del que puede ser el futuro esposo o la futura esposa, ha de desarrollarse como un itinerario de fe que incluya toda la experiencia de la Iglesia: oración, escucha de la Palabra, celebración de la Penitencia y de la Eucaristía, acompañamiento del testimonio de otros matrimonios, formación cristiana y, según las etapas, preparación para la celebración fructuosa del sacramento del matrimonio y para la vida y misión de la familia.
La Familiaris consortio indica que las etapas de preparación al matrimonio “se han de programar a modo de catecumenado y como verdaderos itinerarios de fe” (FC 66). Con esto se está indicando que no es suficiente proponer a los jóvenes algunas verdades que les puedan ayudar o algunos testimonios que les sirvan de guía. Se trata de verdaderos procesos de evangelización que han de vincularse tanto con los procesos catequéticos ordinarios como con la pastoral juvenil.
Para la preparación próxima e inmediata se ha de ofrecer itinerarios, procesos de auténtico discipulado que cuenten con el tiempo suficiente para desplegar todos los aspectos de la vida cristiana y los específicos de la vida matrimonial y familiar. Dada la situación de nuestros jóvenes no habría que disminuir las exigencias de estos itinerarios que pueden ser complementados con momentos de convivencia, retiros y ejercicios espirituales.
5. La preparación inmediata a la celebración del sacramento del matrimonio
Como complemento de lo dicho anteriormente, la preparación inmediata a la celebración del sacramento del matrimonio requiere una atención especial. Además de acoger a los novios con respeto y con una mirada cargada de ternura y misericordia, se ha de procurar mejorar todos aquellos aspectos que contribuyan a la validez del matrimonio y a su celebración fructuosa.
a) Las entrevistas para los expedientes matrimoniales
Estas son una ocasión espléndida para conocer en profundidad a los candidatos y deben ser desarrolladas con la seriedad que merecen por parte de laicos formados y reservando el tiempo necesario para el trato pastoral con el sacerdote. Más allá del carácter burocrático, las entrevistas son ocasiones de evangelización y de propuestas de itinerarios a seguir.
b) La celebración de la Penitencia y de la Eucaristía
Los sacerdotes, ayudados de los laicos, han de procurar que dentro del itinerario de la preparación inmediata, se incluya la celebración penitencial, la renovación de las promesas del bautismo si se considera oportuno y la celebración de la Eucaristía. Por su parte el sacerdote debe aconsejar que celebren el sacramento en gracia de Dios y en el contexto de la Eucaristía. Para ello deberá mostrarse disponible a acompañarles en la conversión y confesión de los pecados.
c) Contenidos doctrinales y vida cristiana
En el desarrollo de la preparación inmediata, además de los temas fundamentales de la vida cristiana, los candidatos deben conocer bien la doctrina de la Iglesia sobre el sacramento del matrimonio, sus notas de unidad e indisolubilidad, las características del amor conyugal, la vocación a la paternidad y a la maternidad ejercidas de manera responsable y la necesidad de cultivar su pertenencia a la Iglesia para ser acompañados en el desarrollo de su vida matrimonial.
d) Celebración expresiva de la fe
Los aspectos de la celebración requieren ser cuidados para que sean expresivos de fe y de verdadera fiesta evitando todo tipo de exageraciones.
6. La formación del laicado
La Pastoral Familiar necesita de laicos bien formados y testigos de vida cristiana auténtica. Para ello es urgente ofrecer en todas las diócesis ámbitos formativos específicos en los aspectos de Bioética, Matrimonio, Familia y Doctrina Social de la Iglesia. Los Institutos de Familia están llamados a cumplir esta misión procurando extender sus propuestas formativas a las zonas donde puedan acceder verdaderamente los laicos.
La conversión pastoral de la que nos habla el Papa Francisco requiere apostar seriamente por una formación integral y específica de los laicos. A ellos se les confían la mayor parte de las tareas de la pastoral familiar: el crecer como familias que sean verdaderos sujetos de evangelización y transmisión de la fe; el colaborar en la educación sexual y en la preparación al matrimonio; el promover las escuelas de familias y cuantos medios formativos puedan ayudar a los esposos y padres; el desarrollar procesos preventivos y de verdadera orientación en los Centros de Orientación familiar; el desarrollar itinerarios de formación en las cuestiones referentes a la vida humana, a la educación de los hijos; la ayuda a las familias con situaciones difíciles: falta de armonía familiar, adicciones, trastornos de orientación e identidad sexual, situaciones de pobreza —que tienden a ampliarse y perpetuarse como parte orgánica de verdaderas estructuras de pecado en el campo de la economía y la política— maltrato, enfermedades, esterilidad, etc.
Del mismo modo necesitan los laicos conocer bien, sin reduccionismos y en toda su amplitud, la Doctrina Social de la Iglesia para su compromiso temporal y para desarrollar de manera asociada aquellas instituciones y asociaciones que favorezcan el desarrollo de la institución familiar y la defensa de la vida humana. Hoy es urgente, además, “la necesidad de prestar un gran interés a las mediaciones naturales, y efectuar una crítica correlativa de las estructuras sociales y políticas contrarias a la naturaleza. Jean Daniélou16 ideó una fórmula acertada, utilizada como título de un pequeño libro, L’oraison problème politique, queriendo decir con ello una verdad muy general: la vida interior no sería posible a la mayoría sin la ayuda de estructuras sociales sanas, sin el arraigo en esta multitud de bienes que, ordenados a su fin supremo, constituyen conjuntamente el bien común de una sociedad”17.
Por tanto, “conviene rehabilitar la política. Una de las consecuencias del llamado «final de la política» es la respuesta comunitarista, que concluye lógicamente en la aceptación de la privatización de la religión. Se comprende como huida o toma de distancia hacia el carácter invivible de una gran comunidad sin fronteras definidas, sin pasado y sin ideal común, aunque participe lamentablemente del mismo fenómeno de destrucción si se define sin otra pretensión que ella misma, en nombre de una identidad privada. Por otra parte hay que ser conscientes del hecho de que, si hoy el terreno propiamente político ha sido prácticamente abandonado por las jóvenes generaciones de católicos occidentales, es en gran parte porque ante el fenómeno de destrucción de los marcos culturales e institucionales nacionales que caracterizan a la fase actual de la modernidad, el mundo católico más «occidentalizado» ha seguido sus pasos, sin dejar otro opción que el repliegue a un espíritu desencarnado. En este caso, el colmo del comunitarismo se alcanza cuando el refugiarse en la «sociedad civil» y la pérdida de sentimiento de pertenencia nacional vuelven a los hechos a un encierro en formas de sociabilidad religiosa (reuniones, peregrinaciones, grupos de oración), sin duda buenas en sí mismas, pero muy alejadas de la implicación de los laicos en la primacía que hay que conceder al bien común»18.
7. Escuela de padres
Las Escuelas de padres parten de la necesidad de formar y acompañar a los padres cristianos que hoy tienen que educar a sus hijos en un entorno muy diferente. Cada vez es mayor número de estímulos que impactan en el aprendizaje de los hijos y también mayor la dificultad de ser educados por la familia. La organización familiar se hace diferente y más compleja, y la sociedad y el Estado invaden y asumen cuestiones de la educación de los niños que aun siendo responsabilidad de los padres quedan fuera de su control en edades cada vez más tempranas. Los padres cristianos se ven en ocasiones, superados en sus fuerzas por esta necesidad de educar en un continuo “contra-corriente”, con el añadido de estar ellos mismos afectados por esa dolencia del “sujeto débil” que cada vez afecta a más personas.
Referencias
16 Daniélou, Jean, L’oraison problème politique, Paris, Fayard, 1968.
17 Dumont, Bernard, Hitos para salir de la crisis, bases para una salida de la crisis, preámbulo. En Iglesia y Política, cambiar el paradigma. Itinerarios, 2013.
18 Ibidem.
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Santísima Trinidad: 16° Parte - Fundamento de la Trinidad - continuación
P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA
2.1. LAS PROCESIONES DIVINAS INMANENTES EN GENERAL
Continuación
TESIS 2°. “La segunda persona divina, el Hijo, procede del Padre por generación” (de fe).
A. Explicación
Admitido que en Dios se dan procesiones inmanentes y que la primera Persona divina no procede de nadie, pasamos a considerar esas procesiones divinas en las otras Personas. Y afirmamos que la segunda Persona procede del Padre por medio de "generación", sin determinar aún en qué consiste la naturaleza íntima de esa divina "generación".
Interesa, pues, aplicar el concepto de "generación". Teniendo en cuenta lo que la filosofía y la teología entienden por esta palabra, podríamos definir la "generación" como: "el origen que un ser vivo tiene de otro ser vivo mediante una operación vital que tienda por sí misma a comunicar su misma naturaleza". Vemos que se requieren tres condiciones para que exista generación:
- Que un ser viviente proceda de otro viviente, por ejemplo, como un hombre de otro hombre.
- Que lo engendrado sea de la misma naturaleza que el generante.
- Que proceda mediante una operación vital que por sí misma tienda a comunicar al engendrado la misma naturaleza que hay en el que engendra.
Cuando hablamos de generación en esta tesis, nos referimos lógicamente a la "generación" divina que es inefable y cuyo concepto puede aplicarse sólo analógicamente a las generaciones creadas que nosotros conocemos. En efecto, la "generación" divina es eterna, mientras que las generaciones de las criaturas son en el tiempo. La "generación" divina es inmaterial, como corresponde a una naturaleza espiritual; la generación creada es material.
B. Magisterio de la Iglesia
- Símbolo de los Apóstoles: " Creo... en Jesucristo su único Hijo"
- Símbolo de Nicea: " Creemos... en un solo Señor Jesucristo, Hijo de Dios, nacido unigénito del Padre, es decir de la substancia del Padre..."
- Símbolo de Constantinopla: "Creemos... en un solo Señor Jesucristo, el Hijo Unigénito de Dios, nacido
- Símbolo Niceno-Constantinopolitano: "Creo en un solo Señor Jesucristo, Hijo Único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, Dios de Dios; Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado de la misma naturaleza que el Padre, por quien fueron hechas todas las cosas, quien por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó de los cielos...".
C. Adversarios
Todos aquellos que niegan la Trinidad, especialmente los arrianos, para los cuales el Verbo procede del Padre por creación temporal y, por tanto, no le corresponde el nombre del Hijo más que por adopción y en sentido amplio y no en sentido de consubstancial.
D. Sagrada Escritura
- Jn 1,14-18: "... A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, Él lo ha contado".
- Jn 3,16.18: " Porque tanto amó Dios al mundo que dió a su Hijo único... pero el que no cree (en Él), ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios".
- Rom 8,32: "El que no perdonó a su propio Hijo...".
Observemos que la segunda Persona no sería ni se llamaría Hijo único, natural, verdadero, propio y amado del Padre si no procediera de El por verdadera generación.
E. Conclusión
En la procesión del Hijo a partir del Padre se dan en grado eminente y despojado de imperfecciones, los elementos esenciales del concepto de generación: origen que un ser viviente tiene de otro ser viviente por comunicación de su propia naturaleza. En la generación divina del Hijo no se dan las imperfecciones de la generación creada.
EL ESPÍRITU SANTO PROCEDE DEL PADRE Y DEL HIJO POR VÍA DE ESPIRACIÓN
TESIS 3°. "La tercera Persona divina, el Espíritu Santo, procede del Padre y del Hijo como de un solo principio, no por generación sino por una única espiración" (de fe)
A. Explicación
Hemos tratado de la primera Persona que no tiene principio de procedencia, y de la segunda Persona que procede sólo del Padre por generación. En esta tesis consideramos a la tercera Persona. Y afirmamos:
- Que procede del Padre y del Hijo
- Como de un solo principio y una única "espiración"
- Y no por "generación".
Quiere esto decir que, según las nociones ya conocidas, en Dios además de que el Hijo procede del Padre, vía generación, procede también el Espíritu Santo mediante una acción divina inmanente, "procesión", que ciertamente no es "generación" y, por tanto, esta nueva Persona que procede no puede llamarse Hijo. Procede del Padre y del Hijo como de un solo principio, por una única "espiración" y se llama Espíritu Santo.
De aquí que la "procesión" que no es "generación" se le ha denominado "espiración" (del Padre y del Hijo como de un solo principio), porque es la "procesión" del Espíritu Santo. En esta "procesión" del Espíritu Santo se puede hablar de un principio del Espíritu Santo que se denomina: "espiración activa", y es el acto mediante el cual el Padre y el Hijo se constituyen en "principio" del Espíritu Santo, y de una "espiración pasiva" que es el término de la espiración activa, esto es, la "procesión" que es la tercera Persona o Espíritu Santo.
Ayudémonos del esquema para entender mejor la Trinidad:
1º. Espiración Activa:
2º. Espiración Pasiva:
B. Magisterio de la Iglesia
- Concilio Romano: "Si alguno no dijere que el Espíritu Santo es verdaderamente y propiamente del Padre, como el Hijo, de la divina substancia y verdadero, es hereje"
- Conc. Constantinopolitano: "Y creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre, que junto con el Padre y el Hijo es adorado y glorificado"
- Símbolo Atanasiano: "El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, no hecho, ni creado, ni engendrado, sino procedente"
- Conc. IV de Letrán: " El Padre no viene de nadie, el Hijo del Padre solo, y el Espíritu Santo igualmente de uno y de otro, sin comienzo, siempre y sin fin. El Padre que engendra, el Hijo que nace y el Espíritu Santo que procede (por espiración)".
C. Adversarios
Los peumatómacos o macedonianos: (o enemigos del Espíritu Santo), llamados así por su fundador el Obispo Macedonio, muerto en 362. Negaban la divinidad del Espíritu Santo a quien consideraban como criatura del Hijo apoyándose en las palabras de S. Juan: "Todas las cosas fueron hechas por El", Jn,1,3. Era una influencia derivada del arrianismo y negaban claramente la "procesión inmanente" del Espíritu Santo. La secta cristiana de los "pneumatómacos" nacida del semi-arrianismo, extendió el subordinacionismo al Espíritu Santo, enseñando, en referencias a la cita de Hebreos 1,14, que era una criatura y un ser espiritual subordinado como son los ángeles. Esta herejía macedoniana la atacaron los padres de la Iglesia S. Atanasio, S. Basilio, S. Gregorio Niseno, y Dídimo de Alejandría, defendiendo la divinidad del Espíritu Santo y su consubstancialidad con el Padre. Finalmente esta herejía fue condenada por el Sínodo de Aljandría (362) bajo la poresidencia de S. Atanasio, y también por el Concilio II de Constantinopla (381).
Los griegos cismáticos: bajo la dirección de Focio, (S.IX), afirman que el Espíritu Santo procede sólo del Padre, pero no del Hijo, y por lo tanto rechazan la fórmula "Filioque" introducida en el símbolo.
Algunos modernistas afirman: que el dogma de la procesión del Espíritu Santo por parte del Hijo no dimana en modo alguno de las palabras mismas del Evangelio.
D. Sagrada Escritura
D.1. Explícitamente, afirma que el Espíritu Santo procede del Padre:
- Jn 15,26: "Cuando venga el Abogado (Paracletos) que Yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu de Verdad, que procede del Padre. El dará testimonio de mí".
D.2. Implícitamente, se afirma que el Espíritu Santo procede del Hijo:
- Jn 16,13-15:"Cuando venga El, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad completa pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo comunicará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: recibirá de lo mío y os lo comunicará a vosotros".
- Jn 14,26: " El Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre".
- Jn 15,26: "Cuando venga el Abogado que Yo os enviaré por parte del Padre".
En estos textos no sólo se afirma que el Espíritu Santo es enviado por el Padre, sino que también es enviado por el Hijo. Ahora bien, la misión o el envío de una Persona divina implica procedencia, pues la misión no es otra cosa que la comunicación de la voluntad de la Persona que envía a la Persona enviada para que ésta realice algo fuera de ellas, Jn 5,43. Y, como es lógico, en las Personas divinas la comunicación de voluntad no puede hacerse mediante un mandato o un consejo, al ser todas ellas iguales en naturaleza numérica, sino en cuanto la persona enviada recibe de la Persona que envía la naturaleza divina, es decir, en cuanto que procede de ella por la comunicación de su misma naturaleza.
- Gal 4,6: "Envió Dios a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama:"¡ABBA", Padre!".
- Rom 8,9: "El que no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece".
- Hech 16,6-7: "Pero no se lo permitió el Espíritu de Jesús".
En estos y en otros textos que pudieran aducirse, el Espíritu Santo es llamado Espíritu del Padre, pero también Espíritu del Hijo, Espíritu de Cristo, Espíritu de Jesús. Por estas expresiones se indica la relación a modo de pertenencia, y ésta no puede ser en las Personas divinas sino la relación de origen o procedencia.
E. Conclusión
En primer lugar, el Hijo recibe del Padre todo lo que Éste tiene, salvo la paternidad. Pero el Padre tiene que de Él procede el Espíritu Santo. Luego el Hijo recibe del Padre que el Espíritu Santo procede también de Él.
La razón que da Sto. Tomás se apoya en que el único motivo de distinción entre las divinas Personas es: la relación de origen de una Persona a otra, ya que en Dios "todo es uno donde no obsta la oposición de relación". Si el Espíritu no procediera también del Hijo, no podría distinguirse realmente de Él.
Artículo 2º. Exposición especulativa de las procesiones divinas inmanentes
1. El principio formal de las procesiones divinas
Una vez que se ha demostrado la existencia de dos procesiones inmanentes en Dios: (Una, del Padre al Hijo, vía generación. Otra, del Padre y del Hijo al Espíritu Santo, vía espiración). Y, del "principium quod" (o supuesto subsistente del que se originan las procesiones) y es el Padre en la generación del Hijo; y el Padre y el Hijo, como un solo principio, en la procesión del Espíritu Santo, vía espiración, cabe indagar cuál es el "prinicipium quo" (o principio formal) de estas dos procesiones, es decir, qué es lo que explique de algún modo la razón de esas procesiones, siempre teniendo a la vista los datos de la Revelación. Veamos el siguiente esquema:
PADRE (principium Quod) ----------> VERBO (principium Quo)
del PADRE y el HIJO (principium Quod) ------> ESPIRITU SANTO (principium Quo)
TESIS 4°. "La segunda Persona, el Hijo, procede del Padre, según la operación del entendimiento"
A. Explicación
Teniendo en cuenta todo lo dicho anteriormente, la tesis afirma que el principio formal próximo de la segunda Persona es el entendimiento del Padre, es decir, que el Hijo procede del entendimiento del Padre o según su operación intelectual. Así como en nuestro entendimiento procede el verbo, idea, concepto o palabra a modo de generación, siquiera en un sentido limitado y lato, de modo análogo en el entendimiento del Padre procede el Verbo, Idea, Concepto o Palabra mediante una generación perfecta y en sentido estricto.
La tesis se refiere a la procesión del Verbo por la operación intelectiva divina. Por la expresión "según la operación del entendimiento" se quiere evitar que se entienda que el Hijo es la misma operación intelectiva del Padre, siendo, como es, el término de esa intelección divina.
B. Magisterio de la Iglesia
- Pío VI (año 1794): "El nombre de Verbo importa la misma propiedad que el de Hijo, como quiera que dice S. Agustín: "en tanto se llama Verbo en cuanto que es Hijo".
- León XIII: "Con gran propiedad la Iglesia acostumbra a atribuir al Hijo las obras en que brilla la sabiduría; al Espíritu Santo, aquellas en que se manifiesta el amor".
- La Escritura y Tradición llaman al Hijo Verbo; ahora bien, en Dios que es puro espíritu, no hay otro verbo o palabra que la de la mente o entendimiento. Luego el Verbo procede del entendimiento del Padre.
C. Adversarios
Durando de Huesca (España), S.XIII, un hereje valdense que en el año 1207 regresó a la Iglesia católica y en sus errores enseñaba que el Hijo o Verbo procedería de la naturaleza del Padre. Y dice que la Escritura y Tradición aplicarían a la segunda Persona el nombre de Verbo solamente en sentido metafórico.
D. Sagrada Escritura
- Jn 1,1: "En el principio el Verbo existía, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios".
- 1 Jn 1,1-3: "Lo que existía desde el principio... acerca del Verbo de vida".
- Aquí se ve cómo el Verbo inmanente procede del entendimiento divino según la operación intelectiva de Dios. Lo que quiere decir que el Hijo procede del Padre por vía del entendimiento.
E. Conclusión
La principal razón se apoya en lo que enseña Sto. Tomás en el sentido de que en Dios no puede haber más procesiones inmanentes que las que tienen lugar según las operaciones inmanentes propias de una naturaleza espiritual, es decir, las de entender y amar. Ahora bien, la primera operación de la naturaleza espiritual es la intelección. De donde se sigue que la primera procesión inmanente en Dios ha de ser según el entendimiento.
Tesis 5°. "La tercera Persona, el Espíritu Santo, procede del Padre y del Hijo por la voluntad, o según la operación de la voluntad".
A. Explicación
Lo que en la tesis anterior hemos demostrado sobre la procesión del Verbo, estableciendo que su principio formal inmediato no es la naturaleza divina sino una operación inmanente de la misma, esto mismo lo afirmamos aquí respecto a la procesión del Espíritu Santo, sosteniendo que la tercera Persona procede del Padre y del Hijo mediante otra operación inmanente a la naturaleza espiritual, que es la voluntad.
De nuevo nos movemos en el ámbito de la analogía. Digamos en primer lugar, que, aunque la procesión del Espíritu Santo ha sido menos explicitada que la del Hijo en la Revelación, esta procesión tanto a través de la Escritura como de la Tradición designa a la tercera Persona como Espíritu Santo, Caridad, Amor y Don, atribuyéndole asimismo la santificación de las almas. Este modo de hablar indica que la tercera Persona está en relación con la voluntad divina y su operación inmanente.
De acuerdo con la analogía, si el Hijo procede del Padre según la operación intelectiva, al no quedar otra operación inmanente en Dios más que la voluntad, se infiere que el Espíritu Santo, al proceder del Padre y del Hijo, lo haga según la operación de la voluntad, cuyo acto principal y radical es el amor.
Por la expresión "según la operación de la voluntad" se quiere expresar, que el Espíritu Santo no es la misma operación de amar de Dios, sino que es el término interno del mutuo amor del Padre y del Hijo, a quien comunican su naturaleza divina, es decir, la tercera Persona que es el Espíritu Santo.
B. Magisterio de la Iglesia
- La Iglesia siempre enseñó, desde los tiempos primitivos, que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo (qui ex Patre Fiolioque procedit), si bien la expresión "Filioque" no fue aceptada en toda la Iglesia Universal hasta el S.XI bajo el pontificado de Benedicto VIII (1012-1024).
- La Iglesia Ortodoxa Griega viene enseñando desde el S.IX que el Espíritu Santo procede únicamente del Padre. Un Sínodo de Constantinopla presidido por Focio (año 879) rechazó como herético la expresión "Filioque" de la Iglesia de Roma. Contra esta declaración de Focio se declaró el 2º Concilio Universal de Lyon (1274) diciendo : "Confesamos con fiel y devota profesión que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, no como de dos principios, sino como de un solo principio ... Más como algunos, por ignorancia de la anterior verdad, han caído en errores varios, nosotros, queriendo cerrar el camino a tales errores, con aprobación del sagrado Concilio, condenamos y reprobamos a los que osaren negar que el Espíritu Santo procede eternamente del Padre y del Hijo, o también con temerario atrevimiento afirmen que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo como de dos principios y no como de uno solo".
- El Concilio de Florencia ((1438-1445), dice lo siguiente: "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo ... definimos que por todos los cristianos sea creída y recibida esta verdad de fe, y así todos profesen que el Espíritu Santo procede eternamente del Padre y del Hijo (Spiritus Sanctus ex Patre et Filio eternaliter est), y del Padre y del Hijo tiene su esencia y su ser subsistente, y de uno y otro procede eternamente como de un solo principio y por única espiración... Definimos además, que la adicción de la palabra "Filioque" = y del Hijo, fue lícita, razonablemente puesta en el Símbolo de los Apóstoles, en gracia de declarar la verdad por necesidad entonces urgente"
- Conc. XI de Toledo: " El Espíritu Santo ... se muestra proceder a la vez del uno y del otro (del Padre y del Hijo), pues se reconoce ser la caridad o santidad de entrambos".
- Catecismo de S. Pío V: " Como el Espíritu Santo procede de la voluntad divina como inflamada por el amor, puede verse que aquellos efectos, que propiamente se refieren al Espíritu Santo brotan del sumo amor de Dios hacia nosotros".
- Es verdad, teológicamente hablando, que tanto la Escritura como la Tradición llaman al Espíritu Santo, Caridad, Amor, Don. Ahora bien, en Dios que es puro espíritu no hay otro amor, ni otra caridad que la de la voluntad. Luego el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo según la operación de la voluntad.
C. Adversarios
Durando de Huesca (España) 1208. Quien afirmaba que el Espíritu Santo procedía de la “naturaleza” del Padre, y para distinguir la generación del Hijo de la espiración del espíritu Santo afirmaba que la espiración podía denominarse “per modum voluntatis”, en razón de que dicha espiración la verificaran dos Personas, el Padre y el Hijo.
D. Sagrada Escritura
Jn 16, 13-15: "Cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad completa, pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo comunicará a vosotros".
E. Conclusión
Sto. Tomás construye el siguiente argumento teológico: "El Espíritu Santo "oye y toma" del Hijo toda la verdad y ciencia. Pero la ciencia y el ser no se distinguen en el Espíritu Santo, sino que son una misma cosa. Luego, si el Espíritu Santo toma del Hijo la ciencia, toma también en El su mismo ser. Luego, el Espíritu Santo procede del Hijo, y también del Padre, puesto que la ciencia del Padre y del Hijo es la misma".
En la Trinidad no se dan más procesiones que las que se realizan según las operaciones divinas inmanentes. Ahora bien, en una naturaleza espiritual como es la de Dios no hay más que dos operaciones inmanentes, una del entendimiento, otra de la voluntad. Luego el Espíritu Santo, procede por la operación de la voluntad, ya que la procesión del entendimiento es propia del Hijo.
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Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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