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La Misa: 17° Parte - La Misa del Vaticano II: Liturgia de la Palabra - Primera lectura, salmo y segunda lectura



P. Rodrigo Sánchez Arjona Halcón, S.J.


7.3. LITURGIA DE LA PALABRA

La “Palabra de Dios” es una de las dos mesas puestas en la Iglesia de Dios para el alimento de los fieles: “La mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo” (Vaticano II, DV.21). El autor de la Imitación de Cristo, con su piedad conocida, decía de estas dos mesas:
“Una mesa es del Sagrado Altar que tiene el pan santo, esto es, el Cuerpo precioso de Cristo; otra mesa es de la Ley Divina que contiene la doctrina santa, enseña la fe recta y conduce hasta lo más interior del velo, donde está el Santo de los santos (L. 4, c. 1, n. 4).
Y Orígenes compara el Cuerpo de Cristo y la Palabra de Dios para concluir la reverencia debida al uno y a la otra:
“Sabéis, los que tenéis la costumbre de asistir a los divinos misterios, cómo, cuando recibís el Cuerpo del Señor, lo guardáis con toda cautela y veneración, para que no caiga ni un poco de él, para que no resbale nada del don sagrado. Porque pensáis que sois responsables, y pensáis bien, si algo se os cae por negligencia. Pues si usáis de tanta cautela pana conservar el Cuerpo del Señor, y con razón la usáis ¿por qué pensáis que es de menos culpa descuidar la Palabra de Dios, más que descuidar su Cuerpo? (In Exod. hom. 13,3).
Los fieles han de comer primero de la mesa de la Palabra para comer después digna y fructuosamente de la mesa del Cuerpo de Cristo, con razón, pues, el Concilio Vaticano II ha recordado que ambas mesas forman una unidad litúrgica:
“Las dos partes de que consta la Misa, a saber, la liturgia de la Palabra y de la Eucaristía, están tan íntimamente ligadas que constituyen un solo acto de culto. Por ello el Sagrado Sínodo exhorta vehementemente a los pastores de almas para que, en la catequesis, instruyan cuidadosamente a los fieles acerca de la participación en toda la Misa, sobre todo los domingos y fiestas de precepto” (SC. 56).
Los católicos deben conocer bien los Libros Sagrados y su mensaje de salvación; por eso el Concilio determinó que sea más abundante la “mesa de la Palabra de Dios" y para conseguir este intento mandó que en un período determinado de años “se lean al pueblo las partes más significativas de la Sagrada Escritura” (SC. 51). Pues cuando se lee en la asamblea litúrgica la Sagrada Escritura, Dios habla a su pueblo, Cristo sigue anunciándole el Evangelio (SC. 7,33).

El Espíritu de Dios es el que ha inspirado y movido a los diversos escritores humanos a redactar los Libros Sagrados; él es quien los ha iluminado y ayudado para trasmitirnos correctamente el mensaje religioso de Dios.

De ahí la reverencia que se debe tener ante la Palabra contenida en la Biblia, de ahí también la atención que los fieles deben prestar a la proclamación de la Palabra de Dios y de ahí el cuidado con que los ministros deben anunciarla.


Lectura del Antiguo Testamento

Con cierta frecuencia la primera lectura de la Misa se toma del Antiguo Testamento. Entre los libros de esta vieja alianza destacan ante todo los libros de la Ley, que explican el origen del mundo, los antepasados del Pueblo de Dios, la liberación de Egipto, la marcha por el desierto...

Los libros de los jueces, de los reyes y de las crónicas nos narran los acontecimientos históricos del Pueblo de Dios en Palestina. Los Profetas, hombres profundamente religiosos, denunciaron los pecados de Israel y anunciaron la misericordia sin término de Dios.

El libro de los Salmos refleja todavía el alma orante de Israel y nos enseña a alabar a Dios con frases inspiradas por el Espíritu del Señor.

Por eso, al terminar la primera lectura, se suele cantar o recitar un salmo como el eco de la lectura en los corazones de los fieles presentes. La Ordenación General del Misal nos indica cómo debe cantarse o recitarse dicho salmo:
“El salmista o cantor del salmo, desde el ambón o desde otro sitio oportuno, proclama las estrofas del salmo, mientras toda la asamblea escucha sentada y además participa con su respuesta, a no ser que el salmo se pronuncie todo él seguido, es decir, sin intervención de respuestas" (36).

Dios Sigue hablando por los Apóstoles

Los Apóstoles siguen presentes en todas las comunidades cristianas a través de sus escritos, ellos siguen siendo los Mensajeros de Cristo, sus Embajadores, los Maestros de la Iglesia, los Fundamentos de la fe católica. Por eso un segundo grupo de lecturas en la Misa se ha cogido de las cartas u otros escritos dejados por algunos Apóstoles o por sus discípulos.

A la segunda lectura le sigue el Aleluya u otro versículo, según las exigencias del tiempo litúrgico, los cuales, si no se cantan, pueden omitirse.





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Referencia bibliográfica: P. Rodrigo Sánchez Arjona Halcón, S.J. "La Misa en la religión del pueblo", Lima, 1983.






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