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¿Qué es el Año Litúrgico? 20° Parte - Tiempo Ordinario: Domingos 1° al 15°



P. Rodrigo Sánchez Arjona Halcón, S.J.


Continuación

Para completar la visión del Año Litúrgico, tal como ha salido de la reforma del Concilio Vaticano II, debemos en este apartado hablar del Tiempo Ordinario, de las Fiestas de los Santos, de la Virgen y del Señor con la brevedad propuesta. Para ello seguiré o citaré con frecuencia las presentaciones de cada misa escritas por Pedro Jounel en el "Misal del Vaticano II” magníficamente bien logradas precisamente por su concisión.


1. EL TIEMPO ORDINARIO

Las semanas del año solar, que están fuera de los ciclos de Navidad y de Pascua, reciben el nombre de Tiempo Ordinario. Este tiempo litúrgico comienza el lunes que sigue al domingo después del 6 de enero y se extiende hasta el martes anterior al Miércoles de Cenizas. De nuevo empieza el lunes después de Pentecostés y termina al comenzarse las primeras vísperas del domingo I de Adviento.
El Tiempo Ordinario nos recuerda, como dijimos más arriba, la presencia salvadora del Misterio Pascual de Cristo en la vida cotidiana y monótona de los fieles, mientras peregrinan por este mundo hacia la vida eterna. Los domingos de este tiempo carecen de colorido propio, celebran sencillamente la Pascua del Señor; por consiguiente, fuera de la ya explicada teología del do mingo, no hay que desarrollar aquí una teología litúrgica del Tiempo Ordinario.

Corresponde, pues, a los domingos del Tiempo Ordinario todo lo dicho sobre el domingo en general: son ellos la celebración semanal de la Pascua, el día en que los católicos se reúnen para escuchar la Palabra de Dios, para participar de la Cena del Señor, y para orar y alabar a Dios Padre por Cristo en el Espíritu.

En el leccionario dominical de este tiempo las lecturas del 2° domingo se refieren a la manifestación del Señor propia de Epifanía. Para el evangelio se usan las perícopas de las Bodas de Caná y otras dos tomadas de San Juan.

A partir del domingo 3° se comienza en cada uno de los ciclos la lectura semicontinua de los Evangelios Sinópticos (ciclo A-San Mateo; el ciclo B-San Marcos; ciclo C-San Lucas). De esta manera las lecturas evangélicas dominicales dan la visión propia de cada evangelista sobre la vida y la predicación del Señor, y se consigue una cierta armonía con todo el Año Litúrgico, pues las primeras semanas los evangelios tratan de los Comienzos de la predicación de Jesús, la cual se une fácilmente con las manifestaciones del Señor, celebradas en Epifanía y al fin del Año Litúrgico se habla de los temas escatológicos.

Las lecturas del Antiguo Testamento han sido seleccionadas para que formen un solo tema bíblico con el Evangelio y manifestar así la unidad de ambos Testamentos.

Para las segundas lecturas se ha puesto una lectura semicontinua de las cartas de San Pablo y de Santiago.

En el leccionario de los días entre semana las lecturas evangélicas tienen un solo ciclo (San Marcos en las semanas I-IX; San Mateo en las X-XXI; San Lucas en las XXII-XXIV), y las primeras lecturas tienen un ciclo para los años pares y otro para los impares. Al final del Año Litúrgico se leen los libros de Daniel y del Apocalipsis de San Juan, que responden al matiz escatológico de las últimas semanas de este tiempo litúrgico (*).
(*) La Homilía, como es sabido, fue recomendada encarecidamente por el Concilio Vaticano II, ella ha de exponer durante el Año Litúrgico partiendo de los textos sagrados o litúrgicos de la misa del día los misterios de la fe y las normas morales cristianas, de ordinario debe ser predicada por el sacerdote que preside la celebración, y los domingos y fiestas no puede ser omitida. Partiendo de las lecturas bíblicas la homilía debe iluminar la vida cotidiana de los fieles haciéndoles contemplar, cómo el misterio salvador de Cristo se halla presente de modo especial en las celebraciones litúrgicas (SC. 35, 2; 52 - Ordenación General del Misal Romano 41-42).Al no poder ahora desarrollarse los textos bíblicos del Tiempo Ordinario y de las Fiestas, yo recomendaría a los sacerdotes para la preparación de la Homilía las hojas, Palabra de Dios en la Iglesia Católica, publicadas; por la Comisión Episcopal de Liturgia, y una buena traducción de la Sagrada Escritura, como podría ser la Biblia de Jerusalén.

Al no tener unidad temática las lecturas bíblicas en este tiempo tal vez el mensaje religioso de cada uno de estos domingos lo podamos hallar mejor en las antífonas y oraciones de la misa, que pueden ser repetidas los días entre semana.

Ante todo estas oraciones y antífonas nos recuerdan de una u otra forma que la presencia callada del Misterio Pascual del Señor en la vida cotidiana de los fieles los impulsa sin cesar al abandono del pecado y a una vida cercana a Dios, y por eso, en medio de las vicisitudes de los bienes pasajeros, los cristianos no pierden de vista el horizonte eterno, en donde se halla la verdadera alegría. Y la razón de esta visión de la eternidad en medio del tiempo la encontramos en esta sencilla reflexión de una de estas oraciones: “Cada vez que celebramos este memorial del sacrificio de Cristo, se realiza la obra de nuestra redención”.

Tal vez sea útil para algunos el que recordemos ahora el mensaje espiritual de cada uno de los domingos del Tiempo Ordinario. Lo haremos de forma muy breve:

Domingo 2°

El domingo del Bautismo del Señor da paso a la primera semana del Tiempo Ordinario. La Oración colecta de este segundo domingo celebra el dominio soberano de Dios, “qué gobierna a un tiempo cielo y tierra”. Las otras dos oraciones, unidas con la celebración de la Eucaristía, nos ofrecen enseñanzas muy hondas sobre el misterio eucarístico. La oración sobre las ofrendas nos recuerda que la misa es “un memorial del sacrificio de Cristo”, y que “realiza la obra de nuestra redención”. La oración después de la comunión precisa que el fruto de la Eucaristía consiste, ante todo, en la unión de cuantos han participado en ella.

Domingo 3°

El domingo, por ser el día del Señor, es día de alegría y de júbilo. El júbilo pascual del domingo resuena en la antífona de entrada, que invita a la tierra entera a cantar al Señor un cántico nuevo, y se prolonga en la oración después de la comunión, en la que pedimos a Dios la gracia de que “nos alegremos siempre de este don admirable que nos haces”.

Jesucristo es el único camino que nos indica la voluntad del Padre en nuestro peregrinar por la vida. Por eso pedimos en la oración colecta a Dios la gracia de vivir “en nombre de su Hijo Predilecto”, es decir, bajo su impulso, en su luz.
Esto nos hará comprender mejor la antífona de la Comunión:
“Contemplad al Señor y quedaréis radiantes; vuestro rostro no se avergonzará”.
Domingo 4°

La reunión dominical es el anuncio y el signo de la gran reunión en el día del Señor, de todos los que creyeron en Cristo. La antífona de entrada nos orienta hacia ese día de júbilo y de acción de gracias.
Mientras llega ese gran día se nos recuerda el programa de vida cristiana en la oración colecta: “Amar a Dios con todo el corazón y que nuestro amor se extienda, en consecuencia, a todos los hombres”.

Domingo 5°

El comienzo de la celebración nos coloca ante Dios. La antífona nos invita a adorar al “Señor creador nuestro”. Nuestra súplica se dirige hacia Aquel que puede proteger y defender a los que en él ponen su esperanza.

Las otras dos oraciones de esta misa desarrollan el paralelismo entre el signo del pan y del vino ofrecidos en el altar y el fruto de la recepción del sacramento. Como fueron creados el pan y el vino para reparar nuestras fuerzas, así también el Cuerpo y la Sangre de Cristo nos dan nuevas energías. De igual manera que los hombres expresan su amistad sentándose a la misma mesa, así también el hecho de que seamos “partícipes de un mismo pan y un mismo cáliz” nos debe unir en Cristo para “fructificar con gozo en bien de la salvación de los hombres”.

Domingo 7°

Las antífonas de entrada y de comunión nos introducen en un ambiente de paz y de alegría, que hacen de la reunión dominical una pausa en medio de los trabajos y de las jornadas cotidianas de la semana. A la certeza del salmista: “Señor, yo confío en tu misericordia" hace eco el texto de San Juan: "Señor, yo creo que tú eres el Mesías”.

Y si bien la Eucaristía supone para nosotros un descanso en medio del batallar diario, encontramos además en ella un nuevo impulso para conformar nuestras "palabras y obras” de acuerdo con la voluntad de Dios, para "cumplir siempre lo que a Él le agrada”.

Domingo 8°

Al igual que el domingo pasado, nuestra asamblea dominical se congrega hoy en una atmósfera de serenidad:
“El Señor fue mi apoyo:
me sacó a un lugar espacioso,
me libró, porque me amaba”.
La Iglesia es un pueblo formado por hombres y mujeres y marcha a través de los siglos en medio de los acontecimientos históricos humanos. Por eso pedimos a Dios hoy en la oración colecta "que el mundo progrese, según tus designios, gocen las naciones de una paz estable, y tu Iglesia se alegre de poder servirte con una entrega confiada y pacífica”.

Domingo 9°

En este domingo la liturgia nos recuerda la miseria humana, la experiencia del pecado siempre amenazante; pero ante el mal, que nos amenaza por todas partes, el Señor nos promete su apoyo. La oración colecta nos recuerda que contamos con la “providencia” de Dios, “que nunca se equivoca”. Y la antífona de la comunión nos trae al recuerdo las palabras del Señor:
“Cualquier cosa que pidáis en oración, creed que os la han concedido y la obtendréis, dice el Señor”. 
En la oración de las ofrendas y de la comunión Cristo nos ofrece la Eucaristía, que nos purifica y acrecienta en nosotros el don del Espíritu.

Domingo 10°

La asamblea de los cristianos hoy hace subir a Dios el homenaje de su confianza: “El Señor es mi luz y mi salvación", “Señor, mi roca, mi alcázar, mi fuerza". Este Dios, “fuente de todo bien", nos revela su intimidad más honda en la antífona de la comunión:
“Dios es amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él”.
Al correr de la vida, en la que no es siempre fácil "pensar lo que es recto y cumplirlo”, se nos ofrece Cristo para “conducirnos por el camino del bien” y llevarnos a “crecer en el amor", como bellamente nos lo dicen la oración de las ofrendas y la de la comunión.

Domingo 11°

Desde que comienza la asamblea se eleva a Dios una súplica: “No me deseches, no me abandones". Súplica del hombre que vive la experiencia de su debilidad, de sus limitaciones y de su pecado, y, a la vez, súplicas del cristiano, qué saca de su fracaso una convicción mayor de su dependencia absoluta respecto a Dios, sin el cual “nada puede”. Pero al que ha experimentado cercano a Cristo Redentor, no le faltará el optimismo, puesto que espera de Él la gracia para "agradarle con sus acciones y deseos”.

Domingo 12°

La oración que unifica la misa de hoy es la súplica de “vivir siempre en el amor y respeto de tu santo nombre”. Nuestra vida no puede escapar a la mirada de Dios. Amor y respeto constituyen la postura más acertada de un cristiano frente a Dios. Esta actitud seria no puede provenir de nuestras fuerzas humanas, por ello pedimos al Señor que dé firmeza a nuestro amor y respeto y los renueve sin cesar por medio de la Eucaristía.

Domingo 13°

Por su bautismo el cristiano vino a ser “hijo de la luz”; por ello pedimos en la oración colecta a Dios, que nos “conceda vivir fuera de las tinieblas del error y permanecer siempre en el esplendor de la verdad”.

El servicio a la verdad venida de Dios exige en el corazón del cristiano mucho amor, por esta razón suplicamos después de la comunión que “la víctima eucarística nos vivifique, Señor, para que unidos a ti en caridad perpetua, demos frutos que siempre permanezcan”.

Domingo 14°

La oración colecta de este domingo nos trae al recuerdo la Pascua del Señor y la de los cristianos:
“Oh Dios, que por medio de la humillación de tu Hijo, levantaste a la humanidad caída; concede a tus fieles una alegría santa, para que, libres de la esclavitud del pecado, puedan disfrutar de los gozos del cielo”.
Y la oración final nos hace pedir, tras de haber sido alimentados por “un sacramento tan admirable” que perseveremos siempre “cantando tus alabanzas”. Con lo cual la liturgia de este domingo nos recuerda que la celebración eucarística es ante todo una acción de gracias, una alabanza y una bendición dirigida al Padre por la redención llevada a cabo por Jesús en el misterio de su muerte y resurrección.

Domingo 15°

La oración colecta es una preciosa síntesis de la Iglesia, Pueblo de Dios, compuesto de santos y de pecadores, llamados de continuo a la conversión:
“La luz de tu verdad, oh Dios, guíe a los que andan extraviados, para que puedan volver al camino de la santidad; y concede a todos los cristianos rechazar lo que es indigno de este nombre, y cumplir cuanto en él se significa”.
Las dificultades del camino cristiano son claras, por eso en el corazón de los fieles nace con frecuencia el anhelo del cielo: “Dichosos los que viven en tu casa”. De esta manera podemos percatarnos de que la oración litúrgica está inmersa en la experiencia religiosa litúrgica de los creyentes.


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Bibliografía: P. Rodrigo Sánchez Arjona Halcón S.J. Año Litúrgico y Piedad Popular Católica. Lima, 1982

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