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Historia de la Devoción al Corazón de Jesús en el Perú - 21° Parte: Labor de la Compañía de Jesús - Primer Período



+P. Rubén Vargas Ugarte S.J.

7. LABOR DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS

7.2. PRIMER PERÍODO

La Compañía de Jesús expulsada de todos estos dominios de América en el año 1767 no volvió a ellos sino medio siglo más tarde. El Perú fue, tal vez, uno de los países en donde más se ansiaba su vuelta, pero circunstancias diversas retrasaron este momento y sólo en el año 1871 arribaron a nuestras playas los hijo de Ignacio. El Arzobispo de Berito y Administrador Apostólico de Huánuco D. Teodoro del Valle, aprovechando su presencia en Roma con motivo del Concilio Ecuménico Vaticano, los pidió a nuestro P. General P. Pedro Becks, para su seminario diocesano. De allí, que salvo un Padre y un Hermano Coadjutor, que permanecieron en Lima, los demás, teniendo a la cabeza al P. Francisco Javier Hernáez, pasaron a Huánuco. En su viaje se detuvieron en Tarma donde dieron una provechosísima misión de tres semanas, despertando en todo el vecindario el deseo de tenerlos de asiento. Otro tanto sucedió en Cerro de Pasco.

Llegados a Huánuco, aun cuando su principal ocupación había de ser el Seminario, ejercitaron los ministerios propios de su Institución en la Iglesia de la Merced. Aquí fue donde el P. Antonio Garcés echó los cimientos de la devoción al Corazón de Jesús y en donde se instaló el primer centro del Apostolado de la Oración en todo el Perú. De Huánuco irradió su acción a otras poblaciones vecinas, como Jauja, donde dieron también misión los Padres y luego a Huancayo. De manera, que antes de establecerse en Lima y abrir un Colegio, cosa que no se realizó hasta el año 1878, la Devoción al Corazón de Jesús se propagó por su medio en el centro de la República. Todavía puede admirarse en Huánuco, en la citada Iglesia de la Merced, la capilla que el Apostolado dedicó al Sagrado Corazón, donde recibe los obsequios de los fieles una devota imagen traída, según parece, de Quito.

Estos fueron los preliminares. Después de la fecha citada, o sea el año 1878, el Apostolado de la Oración y la Comunión Reparadora empiezan a extenderse por el Perú y a producir frutos admirables. Podemos distinguir en su desenvolvimiento tres etapas: primero, del año 1878 o 1879 al año 1898, en que fallece su primer Director el P. Antonio Garcés; segundo, de dicho año 1898 hasta la aparición de El Mensajero del Corazón de Jesús, en el año 1945 y, tercero, desde esta fecha hasta nuestros días. En este tiempo se han sucedido como Directores Nacionales de la obra, los PP. Antonio Garcés, José Cano y Benito Jaro, para hablar únicamente de los que ya dejaron este mundo. El primer período fue el de siembra, pero, a decir verdad, fue quizá el de su mayor florecimiento, por la expansión adquirida por la obra; en el segundo se afirmó su desarrollo y ya en el tercero la aparición de la Revista ha contribuido a dar a conocer la obra aún en lugares muy distantes del territorio nacional.

El Apostolado, establecido en primer lugar en Huánuco, se propagó a otras ciudades como Tarma, Jauja, Cerro de Pasco y Lima. El alma de esta obra fue en los primeros tiempos el P. Antonio Garcés, el cual no omitió medio alguno para extenderla y establecerla en todo el Perú. Le ayudaron en esta tarea los PP. de la Compañía, que en aquellos tiempos, sólo se habían establecido en Lima y en Arequipa, pues la casa de Huánuco tuvo vida efímera y la hubieron de abandonar los jesuitas, por la oposición hecha por el Gobierno. El P. Garcés, en más de una ocasión salió él mismo fuera de Lima a establecer el Apostolado en las provincias y en Ica, Huacho, Barranca, Huaraz, etc., se crearon centros del Apostolado. De haber proseguido en esta campaña es posible que en casi todas las ciudades de alguna importancia se habría establecido.

El Mensajero del Corazón de Jesús que vino a aparecer bastantes años después, vino a suplir la actividad del Director General y de los Directores Diocesanos, pero hay que confesar que era más eficaz la palabra hablada que la escrita.

Casi desde los primeros años de su establecimiento en Lima los PP. de la Compañía empezaron a hacer oficio de Capellanes en la Iglesia de San Pedro, que antes lo había sido del Colegio Máximo, pero sólo a partir del año 1878 y, debido en buena parte a su proximidad al templo, se instalaron puede decirse en él. Al siguiente año, con motivo de la salida de los PP. De Huánuco, el P. Antonio Garcés, vino a Lima y se consagró a propagar la devoción al Corazón Divino, de la cal fue incansable Apóstol (1) Fundó en San Pedro el Apostolado de la Oración y desde entonces se hizo costumbre celebrar el mes de junio, la Novena y Fiesta del Sagrado Corazón, procurando hacerlo cada vez con más solemnidad y mayor concurso de fieles. El Padre procuró que la misma festividad se celebrase en otras Iglesias de la ciudad y en el vecino puerto del Callao. En el año 1888, el Centenario de las Apariciones a Santa Margarita María, excitó el celo de las Celadoras y las estimuló a dar mayor relieve a estos cultos. En el siguiente año se hizo en el Perú lo que venía haciéndose en otras partes, a saber, fomentar la consagración de las familias al Sagrado Corazón. Partió de Lima el movimiento, pero a sus ecos respondieron otras ciudades del Perú, como Arequipa, Ica, Cajamarca, Cusco, Huancayo, Trujillo y Huánuco. El número de las familias consagradas pasó a 25,000 y aun los Cabildos Eclesiásticos, los Seminarios y las Comunidades Religiosas se adhirieron al movimiento. En Lima, aquel año en el mes de junio hubo un recrecimiento de fervor y las comuniones que se distribuyeron pasaron de 12,000.

En el siguiente año no decayó el entusiasmo. En el Cusco, gracias a la actividad del Director diocesano, Pbro. Manuel A. Cáceres, se consagraron al Sagrado Corazón 50 nuevas Celadoras y en las poblaciones del Callejón de Huaylas, el fervoroso Director diocesano, Pbro. Fidel Olivas Escudero, hizo que prendiese este fuego sagrado y en Huaraz, Yungay, Caraz y Carhuaz, el fruto obtenido fue copioso. No iremos reseñando lo hecho año tras año, pero no es posible pasar en silencio lo ocurrido en el año 1894 con motivo de la beatificación de Margarita María y del estreno de su altar en San Pedro. El 25 de octubre se celebró su fiesta y en ella recibieron la Primera Comunión unas 30 niñas y pasaron de 1500 las de los fieles. El P. Garcés, sabedor de que Jesús es amigo de los niños, se esforzó siempre por difundir esta devoción en los Colegios, de modo que en el año 1894 eran 29 los que se habían consagrado al Corazón de Jesús sólo en la ciudad de Lima. En el Cusco, donde ya los socios del Apostolado se acercaban a los 3,000, se celebraba también la fiesta con gran esplendor y el Seminario, por iniciativa de su Rector, el Pbro. Fernando Pacheco, se consagró también al Sagrado Corazón.

Así en este año como en los siguientes, muchas poblaciones, a las cuales había extendido su celo el P. Director, Antonio Garcés, no se quedaron atrás. En el Callao, el digno Párroco de la Matriz, Narciso Alvarado, promovió el Apostolado e hizo que se formasen nuevos coros de socias; en Tarma, en Cañete, en Chupaca, en Supe, en Huancayo, en San Vicente y San Luis de Cañete, en Barranca y en Pisco, donde el Apostolado se fundó en 1896, se esforzaron los socios y socias por honrar a Jesús en su mes y en su fiesta. La ciudad de Ica merece especial mención por el celo que desplegó a este intento su cura, el Pbro. Felipe Lainez.

Por desdicha, en el año 1898 y por el mes de febrero, caía el esforzado atleta de Cristo, el P. Antonio Garcés. Su muerte fue muy sentida, sobre todo en Lima en donde se había prodigado por el bien de los demás. Las escuelas y Colegios de los barrios extremos, las cárceles y los Hospitales habían sido testigos de su apostolado y, por doquiera, inflamó a todos en el amor al Corazón Deífico. Él había arrojado la semilla y otros recogerían el fruto. Entre los propagadores de esta devoción el P. Garcés merece, sin duda, el primer lugar.


(1) El P. Garcés era natural de Riobamba (Ecuador) y vino al Perú entre los primeros, en el año 1871. Después de algunos años de permanencia en Huánuco, en donde fue profesor en el Seminario, vino a Lima y en esta ciudad se dedicó por entero al bien de las almas. Su memoria perdurará entre los buenos.



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