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Cristología II - 13° Parte: Jesucristo Redentor - El sacrificio redentor y la preparación existencial



P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA


5. JESUCRISTO REDENTOR. ÚNICO MEDIADOR - SU MISIÓN REDENTORA: PROFETA, SACERDOTE Y REY

5.1. EL SACRIFICIO REDENTOR PREPARADO Y FIGURADO EN EL A.T. PREPARACIÓN CULTUAL 

El sacrificio redentor de Cristo, como la misma Encarnación, no ha sido una improvisación en el plan de Salvación. Le precedió una larga preparación y prefiguración en la economía  de la antigua Alianza, de tal modo que el Salvador, Cristo, se muestra en su pasión y muerte como la culminación de toda una tradición que El escoge y actualiza en su propia vida.

Por una parte, existe una preparación general de la mentalidad judaica, preparación, principalmente, de orden cultual, es decir, todo lo referente al culto en el Templo de Jerusalén, especialmente en la oblación del sacrificio.

Por otra parte, en el aspecto existencial, están las figuras especiales que pre-anuncian la pasión y muerte de Cristo, la más rica de todas ellas en este sentido es la imagen del Siervo de Yahvé del profeta Isaías. En el culto judaico, el sacrificio desempañaba un papel muy importante, y entre los diversos sacrificios, el sacrificio "expiatorio", ocupaba un lugar preferente, (fiesta del Yom Kippur ) .

Es necesario, ante todo, subrayar el aspecto positivo del sacrificio en la espiritualidad litúrgica y cultual. El sacrificio implica renuncia o dolor, pero esencialmente es una "oblación que se hace a Dios". Su valor simbólico no está en relación simplemente con el que encierre un sufrimiento experimentado, sino más bien con la generosidad del don que se ofrece. El aspecto de privación o de destrucción no tiene valor en sí mismo, sino por la sumisión que manifiesta, tanto más profunda cuanto más dolorosa en la donación.

También es positiva la finalidad del sacrificio: tiene como finalidad el acercamiento a Dios, una cierta unión con él. Para los antiguos, el don ofrecido, más que un objeto, representaba un trozo de sí mismo. Por esta razón, el don es con frecuencia la expresión y el cauce de una alianza. La finalidad del sacrificio se presenta a veces más bien bajo forma negativa: cómo alejar la cólera divina y obtener su protección contra una desgracia inminente y muy temida. De todas maneras la finalidad del sacrificio es siempre la amistad del hombre con Dios.

Por lo que se refiere a los sacrificios expiatorios, estos tienen como fin específico la "purificación". Quitan las manchas que hacen impuro al hombre y le separan de Dios. Esta purificación alcanza su culminación litúrgica en la fiesta del "Yom Kippur", o "Día de las expiaciones", en que se la simboliza mediante el rito del "macho cabrío" emisario, animal sobre el que descargaban todos los pecados del pueblo y a continuación era conducido al desierto. El significado exacto del rito de expiación ha sido objeto de controversias. Intenta¬remos determinar la teología esencial implicada en ese rito. Primero es preciso hacer una distinción entre el sentido de ciertos términos bíblicos y la significación profunda del "sacrificio". El verbo "expiar" ("hilaskesthai", en griego), designa propiamente la purificación, que tiene dos sentidos: "expiación" cuando se cumple una pena por una falta cometida. "Propiciación", en cuanto apaciguamiento de la cólera divina.

La importancia de la "propiciación" se hace patente incluso en los sacrificios no expiatorios, como plegarias e intercesiones. Una reflexión sobre la "propiciación" nos lleva dentro de la mentalidad judaica a que el pecado es una ofensa que se hace a Dios y que merece de parte de Dios una reacción de cólera. Se sigue que el pecado no puede borrarse sino en virtud del aplacamiento de esa cólera y de una decisión divina de perdón. El sacrificio "propiciatorio" no puede pretender suprimir el pecado sino mediante ese aplacamiento, y por lo tanto, gracias a una "propiciación". Lo primero que se precisa es recobrar el favor divino, pues sólo de él proviene la purificación y el perdón. El culto judaico conocía un sacrificio que, aun estando vinculado a la liberación del pueblo, no tenía el carácter "expiatorio" era la inmolación del cordero durante la fiesta de la Pascua. Ex 18, 1-14; 21-27. Pero lo característico del "sacrificio expiatorio" es que vaya ligado a la liberación del pecado, lo que explica que Jesús se haya referido a este tipo de sacrificio como modelo de la Redención. Cristo realizará su misión salvífica por medio del "Misterio Pascual" en el que él se ofrece al Padre como víctima en el altar de la Cruz para redimir los pecados de todo el Género Humano.


5.2. PREPARACIÓN EXISTENCIAL 

La historia del pueblo judío constituyó por sí misma una preparación al sacrificio redentor de Cristo. En efecto, esa historia se caracteriza por experiencias de "desgracia" y de "liberación". Los dos acontecimientos que, según la Biblia, dominan esa historia son: la liberación del pueblo judío de manos de los egipcios, y la restauración del pueblo judío después de la vuelta del destierro babilónico.

La reflexión religiosa en torno a las desgracias padecidas (opresión en Egipto, y destierro en Babilonia) propendía a atribuirlas a los pecados, pero recalcando que los castigos venían en realidad del amor de Dios que de ese modo quería provocar una transformación de las disposiciones internas del pueblo elegido.  Esto es lo que observa el autor del libro de los Macabeos y dice: "Estos castigos buscan no la destrucción, sino la educación de nuestra raza". "Dios nunca retira de nosotros su misericordia, cuando corrige con la desgracia no está abandonando a su propio pueblo". 2 Mac 6, 12-¬16. Surgió así la convicción en el pueblo judío de que a través de la desgracia llegaba la salvación: sus sufrimientos y sus humillaciones, merecidas por sus culpas, no estaban destinadas a aplastar al pueblo, sino a provocar su conversión y de ese modo se convertían para el pueblo en un estímulo para la enmienda y la salvación.

5.2.1. El problema del sufrimiento

La interpretación de los acontecimientos históricos de Israel según el principio de que el sufrimiento es castigo del pecado no podía dejar de suscitar serias dificultades. Es verdad que este principio había sido aplicado sistemáticamente por ciertos autores sagrados a la historia del pueblo elegido, como por ejemplo en el libro de las Crónicas, donde las enfermedades de los reyes son atribuidas a las faltas cometidas. Pero tenía que tropezar forzosamente con la evidencia de que las desgracias no siempre guardan proporción con la culpabilidad en que se ha incurrido. Así en los Salmos el justo aparece luchan con pruebas que no cabe achacar a sus propias culpas, Salmo 7, 17, 26, contienen enérgicas declaraciones de inocencia.

El problema de los sufrimientos del inocente se aborda en el libro de Job bajo la forma del caso extremo de un hombre irreprochable abrumado por la desgracia. Y es que bajo una perspectiva individual, el problema no puede recibir una respuesta satisfactoria. El contraste entre la inocencia personal y el terrible zarpazo de la desgracia no puede encontrar justificación, ya que, según el principio de una justa retribución, el inocente merece ante Dios el favor divino. Sin embargo, en la mucha más amplia perspectiva del destino del pueblo y de la humanidad entera, en el A.T.  se le dio una significación a los sufrimientos del inocente: esto es lo que da pie a la profecía del Siervo paciente, que sufre en bien de muchos.


Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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